Después de
innumerables trabajos y escollos solventados a lo largo de prácticamente una
centuria, Leonor de Velasco[1],
condesa de Siruela y marquesa de Cerralbo, comunica al Consistorio mirobrigense
en 1685[2] su
determinación, a pesar de los tiempos, muchas
oposiciones y cortos medios, [de] dar
cumplimiento a la fundación del cardenal Pacheco, mi señor y tío, abriendo su
capilla, ponerla en el santo comercio y fin principal a que se designó por su
fundador por ser la pieza de mayor lustre de mi casa y la perla más preciosa de
esa ciudad. Para ello, entre los distintos actos programados y debidamente
anunciados[3], se
había convocado un epinicio, un canto triunfal al resultado de la obra y a sus
mentores, cuyo resultado final sería editado dos años después, en 1687[4], por
Tomás Dávila[5], que era el secretario del
certamen literario y quien fuera lector de teología en el convento de San
Agustín, aunque cuando se publicó el libro ostentaba el cargo de maestro de
estudiantes en el colegio de Doña María de Aragón[6], en
Madrid.
La afluencia de escritores, la
mayoría también poetas, fue notable[7] como
puede apreciarse en la consulta de la obra, actuando como jueces del certamen
literario D. Antonio de Eril Vicentelo y Toledo[8], D.
Francisco Ruiz de Zuazo[9], D.
Fernando de Castro Maldonado y Chaves[10], D.
Martín Herrera de Espinosa[11] y D.
Diego Pacheco Caraveo y Lugones[12], mientras
que ejerció de fiscal fr. Diego Ares[13],
predicador de la orden de San Agustín, y de secretario el citado Fr. Tomás
Dávila.
Era práctica habitual que en los
epinicios se contase con un vejamen, un discurso o composición poética de
índole burlesca, que con motivo de ciertos grados o certámenes se pronunciaba o
leía en las universidades y academias contra quienes en ellos tomaban parte;
era, en suma, una reprensión satírica y festiva con que se ponían de manifiesto
y se ponderaban los defectos físicos o morales de alguien. En el Epinicio sagrado para la dedicación e
inauguración de la[14].
Vista de la capilla de San Andrés, vulgo Cerralbo, a principios del siglo XX |
Ya en los preparativos encontramos
la línea que se seguirá con buena parte de los participantes en el certamen
literario y también contra algunos aficionados locales a la composición
poética, de quienes se exageran defectos y se denosta su valía literaria. Y,
además, encontramos algunas descripciones sobre el patrimonio arquitectónico mirobrigense
que merecen la pena transcribir.
La batalla dialéctica en el vejamen
la inician los dos protagonistas, el fiscal y el abogado: Una tarde de julio, tan fogosa, que passó por de Julio Céssar, se me
apareció en la isla una fantasma tan alta que a no passearse, la tuviera por
uno de los álamos. Tenía embuelta la cara en una cavellera mui poblada,
descubriendo (por no poder menos) un palmo de nariz, que se le iba despidiendo
de la cara, para una jornada mui larga, y con el dedo en ella, pensativo,
dezía: -¡Empeño estraño! ¡Empeño estraño!”. Discurrí si sería algún hombre que
se avía buelto poeta y se quexava de los empeños, o si era comediante que
passava algún papel, porque los pies eran de la legua, y de lo poblado del pelo
parece que dezían a la nariz: salga sola, salga sola; o si era desafiado que
aguardava competidor, porque de prevención avía sacado la corba, y la nariz no
era de paz, sino de guerra[15]. Se trataba, evidentemente, de Manuel
de Paz.
Pregunté:
- Señor Don Manuel, ¿de quándo acá trae V. m. cavello postizo? Respondió: - Bien
veo yo que es estraño, pero ando probando en pelo este cavallete de la nariz para
otra sortija, como la passada; y porque estando como estoy nombrado por abogado
de la capilla de los exceletíssimos señores marqueses de Cerralvo, he de hazer
versos peynados, y no he de andar tan Garcilasso de cabeza; y para esto de versos
es menester tener los cascos calientes, para tomar con calor estos empeños.
-Me alegro, dixe, de que estemos
juntos, que soy fiscal, y aunque su nariz de V. M. sale a todo en medio de
hazerse a fuera quanto puede, deseo que su dueño de entre este bosque de cavello
saque la cara conmigo, que pienso que tiene miedo de que yo saque la mía.
Era la puesta en escena del vejamen.
-¡Ea!, pues ya está visto el campo, declárome
enemigo y le irrité con esta redondilla, explica el fraile.
Esta nariz, que te encubre,
dize al cavello postizo,
que la de algún romadizo,
ya que tanto se descubre.
Pero si el padre Ares se había
metido con la nariz del regidor mirobrigense, este ejerció de abogado, pero
también de fiscal al responderle: Quedito
padre Ares, que por mucho que diga a mi nariz, le diré al cuerpo doblado: -¿A
coplas se anda conmigo? Sabe que para ser poeta es menester estar muy fuera de
sí, y V. P. está muy metido dentro de sí. Y si puede acertar a algún assunto,
es al alegato de Iudas, que le premiaran por cara de ahorcado; y le diera mucha
gracia hazerle al vivo para que se le estirara este pescuezo; porque para fiscal
tiene mucho encogimiento. Digo que ay pocos fiscales en España, pues para las fiestas
los traen de Etiopía y aún para Iudas no vale, y hará vanidad de no ser
boquirrubio, por tener de discreto la señal de boquinegro, pues sepa que es falía.
Y copla por copla allá va esta:
El fiscal será poeta,
que la boca es de discreto.
Él no es muy grande sugeto,
pero es muy grande su-geta.
-Digo señor, que pues andamos a
coplas, nos vengamos a buenas, y cada uno a su oficio. -Me place, respondió el religioso agustino. Y empezaron
a lidiar a terceros, a los participantes en el certamen literario y también a
otros aficionados en los que reparó el fiscal e intentó defender el abogado De
Paz, pero sin obviar a los jueces del concurso, a quienes dedicaron unas
alegres invectivas, chanzas que merecen la pena leerse por el ingenio y
descripción que de aquellos personajes se hace en el epinicio.
En esta tesitura, con el uso de la
sátira a diestro y siniestro, seguían hablando el fiscal y el abogado cuando
repararon que se acercaban a la muralla, que fue el primer elemento patrimonial
del que se mofaron: -Señor abogado, en
lugar de coronar la capilla, ¿no será mejor coronar esta muralla de almenas que
la faltan, que lo merece por honrada vieja, que ha muchos años que sirve a su
Magestad; y no una capilla tan christiana nueva, que ha cien años que está
esperando a Iesu-Christo, que con razón la han puesto la aspa de S. Andrés, y
después la empezaron a quemar; y no tan grande como la pintan los poetas,
puesto que ayer se levantó del polvo de la tierra?
A lo que respondió don Manuel de
Paz: -¿En qué se funda la muralla para
esta pretensión? ¿No tiene sobre qué fundarse y pide corona? Pónganla primero
en otros paños para esso, pues todos sus lienços están tales que van a dar al
Hospital por deshechos. Mui bien sustentará un exército si no se puede
sustentar a sí misma por las muchas
bocas que tiene. Nido general de cernícalos y búhos, y aún puede ser uno de ellos,
porque está para bolar cada día.
El abogado siguió con la diatriba al ser inquirido por el fiscal por la
invectiva lanzada contra la muralla: -Yo
no tengo en ella más que ser mayordomo del Hospital en donde para, por lo
preñada que está. Bien que no ay que despreciarla, que ya está cara su adrezo
conçertada la obra.
-Pues yo no he visto obra mas
desconcertada. Antes, no veo obra alguna, porque toda está sobre su palabra; y
con tanta vejez, no tiene una barba-cana, sobrando tanto espolón. ¿Y quiere comparaciones
con la muralla? Desengáñese con esta redondilla:
Muralla, no quieras terca
con la capilla cotejos,
que ella es mui grande aún de lexos,
y en ti no ay traza aún de cerca.
-¡Ea,
señor D. Manuel, menos desprecio! Porque la muralla para ser grande la basta un
castillo competidor de la capilla, pues a él como a ella se les atreven los rayos
por obras eminentes; sola la diferencia está en que de la capilla fue el balconage
bolado con este sucesso, y el castillo
desbolado por un lado. La capilla siendo de S. Andrés pareció el rayo espada de
S. Pedro que se atrevió la linterna[16]; y quitándola la coronación de reyna, no quiso jurarla porque deshizo la Cruz sin respeto del santo
que dentro estava.
Portada del libo sobre el epinicio por la erección de la capilla |
Fiscal y poeta continúan su
recorrido por algunas partes de aquel Ciudad Rodrigo del último tercio del
siglo XVII. Y llegan a la iglesia del Sepulcro, ya desaparecida y por causa
evidente: Llegamos a la iglesia del
Sepulcro, que está vezina a la
plaza, y parece que está vezina al plazo, porque esta cayendo cada día. Tiene un
arco, miento, que no le tiene, porque se le cae, y toda ella está como el arco
de Christo; y no porque esté mui alumbrada, porque es imagen del limbo. -La capilla
sí que se tiene, dezía el abogado. Es assí que la capilla es teniente, pero la del
Sepulcro es-cura. Su ruina y su escuridad se dizen en una redondilla:
A esta iglesia no la fía
un rayo el sol de su coche,
porque el techo es una noche,
aunque todo el arco un-día.
Pared con la iglesia del Sepulcro,
en la actual Rúa del Sol, vivía el canónigo mirobrigense Antonio Manuel de
Medina, que en aquel momento estaba rematando una historia de Ciudad Rodrigo.
De Medina, participante también en el concurso áureo sobre la capilla, no sale
bien parado en el vejamen: D. Antonio de
Medina tiene usa musa endemoniada que habla griego, latín y otras lenguas que
no son la española; siendo assí que tiene el tesoro de la lengua castellana, y
es la suya un tesoro, por escondida. Con un conjuro de Apolo declaró una legión
de gerundio, y todos dixeron el nombre debaxo de la musa princesa de las tinieblas. Dio un quarto por señal de que
el espíritu de poeta saldría en todas las coplas, pero está possesso de otro
espíritu gramático, y dize ‘fanal’, ‘prototypo’,
y otras vozes del demonio. Aora da en coronista, y se ocupa de escrivir la Historia de Ciudad
Rodrigo, y es forçoso que vaya mui escura, porque no acaba de sacarla a luz; y
preguntándole la causa de la tardanza, dize que solo en las armas de la ciudad
ay tres columnas mui grandes, que con dos solas fue la de Hércules historia
larga; que la obra de la plaza es una llana mui larga y mui costosa a la
postre; y por más que se hagan allá los escrivanos, no ay lugar para margen. Y
obra de letras y armas, ni el sestar pudo hazerla breve, sino mui grande.
Además de que aora está en la ocupación de la oración del certamen, que en
acabándola seguirá la historia. Y en esto previene que no irá mui clara, pues
ha de escrivirla después de la oración.
Antonio Manuel de Medina, según el
fiscal, junto a otros poetas participantes en el citado certamen, habían hallado sagrado [en la iglesia
del Sepulcro] gran número de poetas, que
son del número por la pluma, pero nunca quentan: este es el sagrado de los
cultos, que es escuro quando escriven.
El
fiscal y el abogado dejan la iglesia del Sepulcro y se van enfrente, a la de
San Juan, iglesia vieja, y con una sacristía nueva que no se usa, y para
festejar a la capilla ‘pacheca’ tiene un campanario que dança al son de una
sarta de caxcabeles que le sirven de campana. No huvo en ella menos
delincuentes. Y como de la religión de Malta, recibió dentro a los poetas, que
como no los ay de cara llena, se han hecho de cara-vana. Ay aquí poetas
con versos bautizados con el nombre ageno. Otros, ya poetas confirmados. Otros,
fugitivos, que hechan los versos a la piedra y tiran la copla y esconden la
mano; y quieren que se los recoja la iglesia. Y de los bautizados, los más
traen padrinos, y se valen de terceros, para ser los primeros. Otros, vienen
sin bautismo, sin nombre, y sin fe. Por lo qual están condenados a quemar sin
sentencia alguna, antes que entren en la capilla, porque no son obras de poetas,
respeto de que no andan descubiertos. Halláronse muchos versos de contravando,
que deviendo passar por la aduana de secretario, y fiscal, se retiraron a San
Iuan, por versos de encomienda, y se hallaron ir fuera de camino; porque han
venido al certamen canciones que a esta voz ‘sempitern’, la han hecho
consonante del ‘reyno’. Y no siendo del reyno se le deve confiscar, y se le
dexan passar sin embargo. Que un consonante de sempiterno, le pudiera ir a
buscar al infierno. Otros, que escrivieron unos sonetos, que río son sonetos,
sino sonsonetes. Y todos estos, como poetas fugitivos, deven condenarlos a que
los sigan con requisitoria, y que andan alcançados toda la vida, aunque sean de
los que más corren aora.
Siguen
el recorrido Diego Ares y Manuel de Paz y llegan al convento de San Agustín.
Aquí se produce un diálogo entre el fiscal y el abogado sobre el estado de las
obras del templo, que llegan a ser comparadas con la situación del puente sobre
el río Águeda, también a medio hacer: Vio el señor D. Manuel la iglesia a
medio hazer, el coro solo començado, de modo que en su pequeñez no parecía
coro, sino corito, armado el suelo y techo de menudas tablas, y con desprecio
me dixo:
-Sin duda que si no se corona la capilla ‘pacheca’ por reyna de los edificios,
que se coronará esta iglesia. Esta sí que es iglesia, y coro-nada. En este coro
deven de estar los descomulgados vitandos, porque los que entran en él están
puestos por las tablillas. ¿Es possible que a esta iglesia no la acaben? ¿Quál
es la causa?
-Señor, los pocos medios que tiene este convento.
Rióse mucho, diziendo: -¿Pocos medios? No ay convento de más medios en
España: porque él tiene medio templo, medio coro, medio campanario y medio dormitorio.
¿Qué más medios quiere que tenga? ¿Es possible que por falta de medios se halle
atajada con tanto tabique? Como es fiscal para la censura de la capilla, ¿por
qué no lo es para el cessacio de su iglesia?
-Ea despacio, señor abogado, despacio, dixe, que luego se verá la capilla,
y antes ponga V. M. como regidor los ojos, y reparo, en la puente de la ciudad,
porque ni tiene reparo, ni ojos; y en las tablas tiene el mismo papel que mi iglesia,
y no tiene menos medios, pues es medio de piedra, medio de tablas, medio de pino
y medio de robles; centaura de materiales y sátira del río, aunque no le haze
correr, ni aún andar, que solo le ayuda con algunos pinos de quando en quando
por ser el río tan chico que no sale jamás de pañales, y si crece un poco, para
tener algún caudal, luego a la puente la cargan como si huviera peligro de que
se levantara; y con todo esto es mui preciada de una calçada que tiene. Señor
D. Manuel, quien tiene edificio de palo no tire piedras al ageno; menos calçada
y más puente; y pues van iguales las dos fábricas oyga un elogio de ambas.
Esta iglesia
no acabada,
como nadie la
remedia,
a la puente
es comparada;
que se precia
de calçada,
pero la falta
la media.
En
su avance hacia la capilla del marqués, el fraile y el regidor se acercan a la
iglesia de San Pedro, y creyendo al santo, como christianos, por cabeza de
la iglesia nueva, le vimos en la vieja con humos de sinagoga, toda llena de
figuras y de sombras. Componíanla para una fiesta, que aunque vieja también se
compone, y más aviendo de ir a dar la norabuena a la capilla su cuñada, por la hermandad
de los apóstoles.
Nos describen las galanuras que
observaron y los trabajos que sobre ellas se estaban haciendo: Eran sus
asseos unas colgaduras de Diego de Herrera, kalendario de todas las fiestas de
la ciudad. Íbanlas desembolviendo con mucho tiento, como que fuessen para
colgadas, y en cada desensboltura mostravan muchísimos desgarros. No se hallavan
escaleras a propósito para colgarlas, y entra de repente un hombre con las del
señor don Martín Centeno, dando mucha priesa para que las pusiessen, por volverlas
luego; siendo assí, que bien bueltas se estavan ellas. Viendo el dueño de los tafetanes
la priesa que se davan a colgar, dezia: -Despacio, despacio, que estos tafetanes
tienen muchíssimo tiempo, y estas escaleras están puestas en el ayre.
Los tafetanes, de ver la escalera, se reían, y la escalera es cosa que
se descalçava; ni por esto a ellos les salían los colores, que no estavan bien
corridos, por estar tan mal parados. Llebava mal el dueño el que nosotros nos
reímos, sin mirar que hazíamos lo que sus tafetanes, y dezía: -¿De qué fe ríen?
Ya tomara el castillo tener tantas piezas como mi colgadura, que pudiera tener rompimientos
con todo el mundo.
Y en la verdad eran las piezas tan distintas unas de otras que amenazavan
muchos más rompimiento, por las muchas diferencias que entre sí tenían. Ay
quien compare sus lienços a los de la muralla, con diferencia que la muralla se
cae con los cernícalos que coge y la colgadura con los morciégalos que anidan
en ella.
Diósele por
premio este elogio:
Son
colgaduras eternas,
en dar culto
a las capillas;.
y de servir
de rodillas
tienen tan
rotas las piernas.
Y
desde aquí, desde la iglesia de San Pedro, fiscal y abogado se dirigieron a la
capilla de los Pacheco[17],
la indudable protagonista: Vamos a ver la capilla, que las demás iglesias oy
no se pueden ver, porque todas están mui escuras.
Vista de la capilla del marqués de Cerralbo y en primer término la plazuela de Béjar Foto Pazos |
Y relatan su andadura: Llegamos
a la lonja, y el abogado se saboreava con ella, ponderándome la grandeza del
edificio, fundación de capellanías, la hermosura de los escudos. Y quando me
juzgó admirado, le dixe: -Lo que me parece de todo esto es que estas puertas
están hechas para puertas de la ciudad, para entrar vino y otras provisiones,
porque tantos escudos fijos en las entradas, parece cosa del arrendamiento.
-Y aquellas calderas, ¿son armas de los capellanes?
-No, sino de los señores.
-Pues como vi calderas, pensé que eran capellanías coladas.
Íbamos entrando y ponderava el abogado desde el suelo el pulido
agedrezado de mármoles negros y blancos hasta lo magestuoso de las bóbedas; y
atágele las ponderaciones con dezir: -Por más que V. M. la alabe, cosa tan
varia parece obra de poeta, y aún
Hospital de poesía
la capilla
está fundada;
pues obra tan
remendada
tiene mucho
de obra pía.
Dentro
del templo, empiezan a describir lo que ven: -¿Pero qué lugar es este que un
retablo tan pulido esté sin oro? Parece por pobre que el hierro que le labró no
era escoplo, sino es-copla. Respondióme: -Este es un retablo que aunque no le
huelga la madera es muy menudo en su labor, y por esso no está cubierto de oro.
Devenle mucho, y no le pagan.
El retablo
aunque está pobre
le están
deviendo un tesoro,
y para
cubrirle de oro,
primero es
forzoso cobre.
-¿Y aquellas figuras que están arriba de remate, sepamos qué son? ¿Quién
es aquella vendada, hermana de cupidillo? Dixóme que era Fe, y lo estrañé que
la huviessen acertado haziéndola con los ojos cerrados.
-¿Y la del otro lado, que está con una herradura en la mano?
-Aquella no es herradura, que es ancora, divisa de la Esperança , que la tiene.
-Pues a mí me pareció que estava herrada. Lo que no veo por aquí es una
virtud irlandesa cargada de niños y cercada de fuego, pero deven de huir de esso,
porque no se queme el retablo.
-Pues qualquiera de essotras virtudes eran buenas para caridad, porque
son a propósito para la lumbre.
-Yo confiesso que son finas, pero por una parte son virtudes mazizas y
por otra parecen virtudes de gazmoño, que buscan lo mejor de la iglesia.
Respondióme el abogado: -Que a vista de las molduras del retablo tan
primorosas, no avía estatua que las igualasse y que el ser grandes las virtudes
arguye la santidad del retablo, que jamás avía hecho vicio alguno; y que en abono
del retablo respondía con esta copla.
Para lo que
acá se gasta
es la escultura
mui fina;
y en obra tan
peregrina,
qualquiera
figura basta.
Siguiendo la pauta del vejamen, van
nombrando a distintas personas que se habían comprometido con el certamen literario,
algunas presentes en el templo. Entre los participantes ausentes cabe citar,
por las referencias curiosas que de ellos dan, al presbítero Joseph Mexía de
Montalvo[18] y Pedro Antonio Randoli, porque no pueden entrar por puerta alguna.
Poetas son de tanto ingenio, y tan altos, que no entran sino en donde hallan
mucha capacidad. Corren una misma fortuna por andar siempre a sombra de
texados, por más que digan
algunos que los texados están a la sombra de los dos. A lo menos uno siempre lo
muestra, porque aún quando anda al sol, también a-sombra.
Son los dos famosos toreadores, y
siempre llevan talle de rejón y pierna de vara larga. Hechan al toro equívocos
que dan en la nuca. El señor D. Ioseph gustó de la capellanía solo por ser baca.
Hizo una suerte a un toro, y aunque le prendieron, no pudieron recogerle.
El ser los dos tan largos les
arguye lo mui seguidos, y lo han sido de los toros harta ser cogidos, y hasta
romperse los calçones a traición, y hasta que se cansó la hasta. Y fe les ha
conocido la poesía en desnudez y en-vestidura; y los que eran poetas ocultos se
descubrieron por postre, porque el calçón que fue sano de otro paño fue roto de
primera suerte. Desde estos aprietos se han entrado poetas, y dizen que
Por los muchos rompimientos
son poetas graduados;
y por andar alcançados
como se ve en los asientos.
Antes
que el abogado pudiera defenderlos (que pudiera también por vara larga), dava
el relox de la ciudad, y el señor don Manuel iba contando. Yo le dixe: -¿Para
qué cuenta V. M. si en la capilla no se han de governar por este relox, sino
por el de la Cathedral ?
Aquí
surgiría la última controversia del vejamen, por defender uno al reloj canónico
y otro al civil: Dezía el abogado que el
relox de la Cathedral
govierne mui agudos bonetes no es argumento para que govierne capillas; que es
un pobre relox, que con la torre antigua y el chapitel nuevo, es viejo con
cavellera postiza.
-Esta capilla está oy en poder de
príncipes seglares, y no ha de aver más relox que el de la ciudad.
-Opongome al dictamen, y si V. M.
quiere saber las nulidades que tiene este relox, atienda. Lo primero, que todo
el año tiene plaza y no basta para que un día tenga govierno. Lo segundo, que
siendo lego, y no de la iglesia, no puede acertar las horas. Lo tercero, que no
puede governar lo eclesiástico quien no tiene orden. Lo quarto, que aunque le
han renovado la muestra y le han assentado una mano mui bien assentada, no se
enmienda, porque sobre el modo de dar, ay más y menos. Lo quinto, que solo se guían
por él las berduleras, por cuya causa hasta los niños le llaman el Bercero; y
porque sus números, aún renovados, sirven de tan poco, o nada, que amaneció tal
vez por su pasquín debaxo de la muestra esta redondilla:
Estos números enteros
la ciudad los renovó,
por ver los números no,
sino solo por ver-ceros.
Viendo el abogado que tenía mal
pleito y que los reloxes andavan siempre encontrados y con las mazas levantadas
sin que pueda ninguno componerlos, aunque ha tomado en ellos la mano gente de
quenta; y viendo que por esta oposición está descomulgado el relox de la ciudad
y que nadie trata con él, resolvió
que se cometiesse a la Junta
la dificultad. De donde salió esta sentencia:
Pues que buscando el acierto
esta capilla prefiere
al relox que mejor diere,
entren los dos en concierto.
Un
acuerdo que puso fin el recorrido que Diego Ares y Manuel de Paz hicieron por
aquel Ciudad Rodrigo de 1685 y que plasmaron, con la ironía propia y precisa,
en el vejamen con que culminaba el certamen literario que contó con llamativos
premios para los participantes en virtud de las bases de la convocatoria.
Así en la base cuarta se que a quien por la edificación de la capilla
vaticinare a la casa de Cerralbo mayores felicidades en ocho octavas, se le
dará por premio un corte de jubón con encajes negros; al segundo, unas memorias
de oro y al tercero una caja de plata y dos lienzos de tabaco[19].
La base quinta establecía que al que, desmintiendo al oráculo Nimfheo,
hiciese de la tardanza de esta dedicación próspero anuncio, se premiará al
primero con un jubón de raso; al segundo con una caja de tortuga y al tercero
con tres juegos de agujetas de Bohemia guarnecidas de filigrana de plata.
Retablo de la capilla mayor de la iglesia de San Andrés-Cerralbo |
El siguiente apartado iba destinado al que mejor glosase la copla
La parca siempre temida
gozo es de Andrés,, porque advierte
al sacro leño la muerte
ha vinculado la vida
y se premiará, al primero con una gorguera y
vueltas de Cambray; al segundo con dos pares de guantes de ámbar y al tercero
con una caja de cuchillos de Palermo.
Para quien elogiare más y mejor al cardenal Pacheco en canción real de
cuatro estancias a trece versos, se premiará al primero con una banda de seda
carmesí con encajes de plata; al segundo con un sombrero de castor y cintillo
de aljófar y al tercero con una cartera de ámbar y bolsos de lo mismo.
La base octava establecía que al poeta que en castellano resolviese en
ocho liras o al latino en veinte versos heroicos que el cardenal Pacheco obtuvo
más honor con el voto a Pío V que si los demás purpurados le hubieran ceñido la
tiara, se premiará al primero con cuatro cuchares de plata; al segundo con dos
tenedores de plata y al tercero con un par de guantes de franchispan.
La novena establecía los regalos
para el que mejor hiciera el paralelo
entre el cardenal Pacheco y doña Leonor de Velasco, [y] se le dará al primero un corte de mangas de
raso negro de Ginebra; al segundo unas medias de torzal de Sevilla y al tercero
doce varas de colonia de Venecia.
Tampoco quedaba sin premio la
desgracia que sufrió el templo con la caída de un rayo que destruyó la
linterna: Al que mejor execrare la
violencia del rayo que destruyó la linterna e hirió los jaspes del pavimento en
seis décimas o espinelas, se premiará, al primero con una pieza de caza y al
segundo con dos lienzos de Cambray, y al tercero con un par de medias de
Inglaterra.
Y porque señaló el fundador para el culto de esta capilla doce capellanes
presididos del mayor en honra de los doce apóstoles, y como San Andrés no puede
servir la capellanía que le toca porque como patrón ha de ser él servido, en
pretensión de ella, al primero, ya que no se la llevare, se le darán cuatro
cajas de dulces de Portugal con que regale a los amigos; al segundo, dos cajas
de pastillas de Madrigal para que se le quite el amargor de la boca, y al
tercero seis rosarios de Mozambique para que se vaya con su madre de Dios.
Por
último, y porque es lo común graznar
algunos onocrótalos entre los armoniosos cisnes, al que más broncamente cantare
o hiciere la peor poesía, se le darán para desempeño de los borradores doce
manos de papel.
[1] Leonor de Velasco y la Cueva , oncena condesa de
Siruela y quinta marquesa de Cerralbo (por herencia de Juan Antonio
Pacheco Osorio y de la Cueva ,
cuarto marqués de Cerralbo, primer conde de Villalobos, que murió el 29 de julio de 1680, sin sucesión), señora de
la villa de Roa y su tierra, de los valles de Cervera y Pernía, de Castrejón y
Villalobón, y del estado de Agoncillo y Casa de Medrano en la Rioja , murio en 1689 soltera,
tras haber testado el 22 de octubre de 1680 ante Lucas Gómez Portero, escribano
Real, ampliado el testamento en 13 de mayo 1689. En el Epinicio sagrado… se hace una dedicatoria a dicha marquesa en la
que también se apuntan sus títulos: “A la excelentísima señora Dª Leonor de
Velasco y de la Cueva ,
Pacheco, Toledo y Colona, dama de la reyna madre N. Señora; condesa de Siruela,
Marquesa de Cerralvo, señora del estado de Agoncillo y de las villas de Roa,
Cervera, Castrejón, Buenavista, Villalobón, Torregalindo, Portillejo,
Olmedillo, S. Martín de Rubiales y sus jurisdicciones y mereindades, etc.”
[2]
Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo, Libro de acuerdos. Sesión de 2 de octubre de 1685.
[3]
NOGALES-DELICADO Y RENDÓN, Dionisio. Estudios.
Ciudad-Rodrigo. Tomo VI. Valladolid,
imprenta, librería, heliografía y taller de grabados de Luis N. de Gaviria,
1894. Pp. 273 y ss. En uno de los apéndices refiere las bases del concurso
literario.
[4] DÁVILA,
Tomás. Epinicio sagrado. Certamen
olympico áureo, en la solemne
dedicación de la insigne capilla que al glorioso apóstol S. Andrés, patrón de
su Casa de Cerralvo, erigió... Francisco Pacheco, primer arzobispo de Burgos...
Salamanca, impr. Lucas Pérez, 1687.
[5] “Consta que nació
en la villa de Alcázar de San Juan, arzobispado de Toledo y que sus padres
fueron Sancho Dávila y Ana del Barco. Tomó el hábito agustiniano en San Felipe
el Real de Madrid en 10 de noviembre de 1670. Puede colegirse su
aprovechamiento y afición a las letras del memorial que siendo regente de
Teología en Doña María de Aragón, de Madrid, presentó en que exponía al Difinitorio
los deseos de emplear su talento y noticias en servicio de la Provincia , por lo que
suplicaba le nombrasen su cronista. Lo que se le concedió, acreditándose su
laboriosa industria, ya por el Magisterio que se le confirió el año de 1701, ya
también por el testimonio de las obras que compuso, cuyo catálogo damos. Las
impresas son las siguientes por el orden del tiempo en que se dieron a luz: Espincio sagrado [sic] le dio ocasión
para escribir esta obra la dedicación de una capilla que los marqueses de
Cerralbo reedificaron en Ciudad Rodrigo a San Andrés, por haber destruido un
rayo la que antes había. Lo particular de esta obra son dos disertaciones del
origen de los templos y poesía llenas de erudición, profana y sagrada. Lo restante
no se reduce a otra cosa, que a extender o hacer una relación de las funciones,
que se hicieron por la dedicación… En el prólogo de Deleytes del espíritu del maestro fray Tomás Dávila, agustiniano. Obra póstuma. Tomo primero. Madrid, imp.
Fuentenebro y compañía, 1803. Prólogo, VI.
[6] Fue
fundado en 1590 con el nombre de Colegio de la Encarnación , de
religiosos agustinos calzados. No obstante, a lo largo de su historia ha sido
más conocido por el nombre de Colegio de Doña María de Aragón en honor a su
fundadora, doña María de Córdoba y Aragón, dama de la reina doña Ana de Austria
e hija de don Álvaro de Córdoba, caballerizo mayor de Felipe II.
[7]
Participaron los “poetas” D. Baltasar Mangas de Villafuerte, Fr. Diego del
Peral y Vereterra, D. Francisco de Bustos, L. D. Diego Cossío de Bustamante, D.
Antonio Manuel de Medina, D. Bernardo de Robles, Dr. D. Pedro Díez de Ribera,
D. Luis de Sandoval y Mallas, D.ª N. de Acevedo, D. Manuel de Mediano, D. Tomás
Bricianos, D. Juan Manuel Guillén de Paz y Quirós, P. Manuel de Antillón, D.
José de Pierres, D. Pedro Randoli, P. Juan de Granada, D. Adrián de Onique, D.
José de Oviedo, D. José de Ponferrada, D. Tomás Moreno de Zúñiga y Pacheco, D.
Francisco Suárez de Medina, D. Lucas Martínez de la Fuente , Dr. Iomphedro Pecafós,
D. Jerónimo de Añasco y Mora, D. José Mexía de Montalvo, D. Juan Malo de
Villa-Roel, L. D. José de Flores, Fr. Juan Acedo, Fr. Juan García Feijóo, Fr.
Tomas Dávila, D. Jerónimo Ares de Baamonde, Fr. Leonardo de Espinosa, D.
Francisco de Córdova, Fr. Diego Ares, D. Alonso Dávila y Toledo, D. José
Álvarez de Rivera, L. Bartolomé Gallego Sandoval y D. Juan Francisco Canesi.
[8] Antonio de Eril Vicentelo de Leca, cuarto
conde de Eril, título que ostentó desde 1679; barón de Orcay y San Antolín,
gentil hombre de su Magestad, sargento general de batalla y gobernador de Ciudad
Rodrigo y sus fronteras. Fue, además, gobernador de Canarias y Cádiz, virrey
y capitán general de Cerdeña. Murió en 1715.
[9]
Dignidad de maestrescuela y canónigo de la Catedral. “No ay persona a la redonda que dé mejor
una censura, como juez que es apostólico, y a quien temen los poetas por la
mucha mano que tiene en la casa del nuncio”. En DÁVILA, Tomás. Epinicio sagrado… Op. cit. p. 460.
[10]
Regidor de Ciudad Rodrigo y caballero del hábito de Calatrava. “Si entiende de
fábricas de Capillas como de dormitorios…” Ibídem, p. 462.
[11]
Regidor preeminente del concejo por el estado noble. “En desprecio de obras comunes
de verso y arquitectura, tiene un laberinto en su casa; y ello lo parece de
noche, porque en entrando su merced no sabe salir. Escrive bien, pero muy reglado
y tan ajustado en ambos fueros que se conserva eclesiástico con el orden que
tiene y en el secular con un famoso regimiento...” Ibídem, p. 461.
[12]
Regidor de Ciudad Rodrigo. “Entenderá de edificios, porque edifica todo el año
con el buen exemplo, teniendo un continuo ayuno de pantorrillas, con tal
abstinencia de carne, que se le ahogan las gargantas de los pies con dos
espinillas que se le atraviesan. Grande en la musa y en la música, aunque echó
de casa todos los instrumentos y los
quebró, menos las dos flautas en que anda ahora, de donde se verá ser falso el
proverbió de que todo quiebra por lo mas delgado”. Ibídem, pp. 460 y s.
[13]
Diego Ares de Bahamonde, agustino. Lector de teología en el convento de San
Agustín de Ciudad Rodrigo. Fue también calificador de la Inquisición.
[14]
Regidor perpetuo de Ciudad Rodrigo, afincado en Simancas (Valladolid).
[15]
DÁVILA, Tomás. Op. cit. pp. 456 y ss. Los textos con letra cursiva corresponden
al Epinicio sagrado.
[16] Hace
referencia al suceso que aconteció varios años antes, cuando una tormenta
descargó un rayo en la linterna de la media naranja, destruyéndola y cayendo
sobre el ajedrezado pavimento. DÁVILA, Tomás. Ibídem, p. 211: “Y aviéndose
visto a diez y ocho de noviembre de 1659 un rayo, o centella, que, embidiosa o
colérica, maltrató la media naranja y el pavimento de esta hermosa capilla…”
[17]
DÁVILA, Tomás. Ibídem. En el Discurso
general encontramos una descripción completa de la capilla del marqués de
Cerralbo, pp. 107 y ss.: “Es su hermosa fábrica en forma de cruzero, cuerpo,
capilla mayor, colaterales y presbyterio. Por la parte exterior es de orden
dórico, saliendo a un atrio espacioso, adornado de pilastras y pirámides y en
losado de baldosas de piedra. El pórtico principal mira al mediodía y se
levanta en quatro pilastras de treinta pies de altura, con sus nichos y cornisa
dórica. El sobrecuerpo se compone de las mismas queatro pilastras y en su medio
un escudo de armas de diez y seis pies de alto y ocho de ancho, de mármol
blanquísimo, de excelente escultura, orlado de vanderas con las armas del
cardenal, que son las de Pachecos y Toledos; y al poniente tiene otra puerta
que haze frente a la Cathedral
con otro escudo del mismo género, hermosura y grandeza. Corona el escudo del
pórtico principal una ventana de diez y ocho pies de alto y diez de ancho, y el
frontispicio es correspondiente a la orden, con tres pedestales y pirámides en
ellos. Corre la cornisa por la parte exterior todo el cuerpo de la capilla,
crucero y capilla mayor, atando toda la obra con estremado arte. Los lienços de
paredes de linda sillería de piedra blanca fortísima y las esquinas de toda la
obra y zócalo de abaxo de piedra berroqueña. Los dichos lienços están de
ventanas, que corresponden a los lunetos de las bóbedas, y el cruzero tiene
dos, una a levante y otra a poniente, de la misma grandeza que la del pórtico;
y en el lienço del poniente está el quarto del capellán mayor, que oy sirve de
sacristía, con hermoso ventanage y rexas. Corónase toda la obra exterior de
corredores de piedra berroqueña y a trechos en los macizos de las pilastras sus
pirámides de la misma piedra. En el centro de la obra se levanta un quadrado de
la grandeza necesaria para que la parte interior quepa una media naranja, en
cuyas quatro esquinas ay quatro pedestales con sus remates de agujas de piedra,
y en los quatro medios otros quatro pedestales con quatro pirámides que se
componen de bolas aobadas; en medio de este quadrado se levanta la media naranja
de quarenta pies de diámetro, con su anillo, y sobre él una linterna con ocho
machones, y en sus huecos ventanas con vidrieras que dan mucha luz al edificio.
La cornisa es redonda, y sobre ella otro media naranja pequeña, toda escamada y
rodeada de corredores y remates, cerrándose con uno de siete pies de alto, en
que está fija la veleta.
La parte interior de la capilla es de orden jónica;
todas las pilastras que la adornas y hazen repartimientos a las formas de
capillas, cruzero y capilla mayor corresponden al cuerpo de la iglesia y en los
costados del presbiterio ay dos capillas: en la una están las reliquias, y la
otra sirve de oratorio para que los señores marqueses puedan por un pasadizo
oyr missa de secreto. Las bóbedas son de piedra, de orden jónica, requadradas,
mostrando formas en sus lunetos que ciñen las ventanas. El coro que haze frente
al altar mayor es también de piedra macizo, dexando corrillos debaxo. El cuerpo
de la iglesia está enlosado de piedra berroqueña y pizarra finísima, demostrando
las mismas requadraduras, arcos y lunetos de las bóbedas, y el enlosado de la
capilla mayor es de jaspe y mármol blanco, en cuyo centro ay un escudo de armas
de Pachecos y Toledos, orlado de vanderas, de nueve pies de diámetro, y todo el
enlosado demuestra los cortezones y vaziados de la media naranja. Las gradas,
presbiterio y pedestales del retablo son también de jaspe y mármol, de
estremadas labores. Compónese el retablo (que es todo de nogal) de tres
cuerpos, de órdenes dórica, jónica y corintia. Las columnas del primero son
vestidas de talla de gran propiedad y los requadros de las pinturas todos
tallados; el segundo cuerpo también de columnas talladas con escudos y armas de
la casa, en cuyo medio está un gran quadro de S. Andrés a que corresponden en
los espacios de las clumnas del primero y segundo cuerpo quatro lienços de los
quatro doctores de la iglesia, pinturas romanas de excelentísima mano. El
último cuerpo tiene en un nicho una imagen de Christo crucificado y a sus lados
su Santísima Madre y S. Juan Evangelista, todos de escultura. En los pedestales
ay dos estatuas de dos virtudes, Fe y Esperança, con sus insignias, rematando
el frontispicio en un escudo de escultura de medio relieve con las armas de
Pachecos y Toledos. La custodia está sobre un altar de mármol y jaspe, y es de
orden compuesta, assí interior como exterior, con gran diversidad de molduras correspondientes
a su ornato, de orden compuesta. Tiene ocho nichos, y en ellos quatro apóstoles
y quatro evangelistas de escultura, y dentro ay un sagrario dorado con quatro
puertas de orden dórica, de mucha hermosura.
Los dos colaterales son de nogal, del mismo primor
que el retablo; el uno es del baptismo de Christo, y el otro de la concepción,
ambos de pintura, atendiéndose en el del lado del Evangelio, que es el de la Concepción , a la gran
devoción que tuvo a este misterio el cardenal Pacheco, que fue tan cordial y
tan notoria que instando en un concilio o junta que se difiniesse de fe, movió
a los más pades y prelados a que se representasse assí al romano pontífice, el
qual conociendo el principal motor, que era el cardenal, dixo ‘Pachequizo el
concilio’, según se refiere por tradición. En los brazos del cruzero ay dos
nichos de arcos muy capazes, y en el uno, al lado del Evangelio, descansa en su
urna el cuerpo del cardenal, que descubriéndose estos días le vimos muchos
entero y incorrupto hasta en las vestiduras, sin causar la menor molestia al
olfato, aviendo más de cien años que murió.
La obra de la sacristía va prosiguiendo al lado de la Epístola y está tassada
en su disseño en veinte mil ducados. Esta es la insigne capilla en que veneran
a su patrón San Andrés los Pachecos de Cerralvo”.
[18] José
Mexía de Montalvo era natural de Puente del Arzobispo (Toledo) y en ese momento
capellán de la capilla de Cerralbo.
[19]
NOGALES DELICADO, Dionisio. Ibídem. Documento extraído del Epinicio sagrado… de Tomás Dávila, en la parte referida al cántico
victorial y al certamen poético. Pp. 374 y ss.
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