Corría mayo de
1912 cuando en los periódicos locales de Ciudad Rodrigo y en varios medios de
comunicación provinciales saltó una noticia alabada sin miramientos por la
crítica del momento: “Las mozas de Gallegos de Argañán se han
juramentado para no admitir relaciones amorosas con ninguno de los solteros
alistados que hayan sido declarados inútiles para el servicio militar”, se
reseñaba.
Unos meses antes, el 19 de enero, se había publicado la ley de
reclutamiento y reemplazo para el ejército, que establecía, entre otras
disposiciones, el servicio militar obligatorio, junto con un cuadro de
exclusiones. Su conocimiento y trascendencia, unido al inicio de la guerra del
Rif en el protectorado español de Marruecos, fueron el caldo de cultivo idóneo
para que los mozos de remplazo hicieran todo lo posible para librarse de la
milicia.
“Continúan los mozos utilizando sus recursos para alcanzar los mínimos
correspondientes, bien para rebasar el límite de la exclusión total o cuando
menos para ser incluidos en el cuadro de exclusiones temporales”, sostenía un
crítico artículo de El Adelanto al
referir lo que estaba pasando en los distritos de reclutamiento de Béjar y
Ciudad Rodrigo.
Había mozos que marchaban al extranjero, otros pasaron a ser prófugos y
los hubo, y muchos por cierto, que, minando su salud, buscaban la exclusión
final tras su alistamiento recurriendo a todo tipo de prácticas y argucias:
desde mutilaciones a la desnutrición para coger enfermedades como la
tuberculosis.
Llaman la atención los datos del reclutamiento de 1912 en el distrito de
Ciudad Rodrigo. De 624 alistados, solo salieron 185 soldados; el resto se
distribuyó en 145 excluidos, 62 mozos quedaron de forma temporal también excluidos,
36 fueron “exceptuados temporalmente”, 156 fueron declarados prófugos y 40
quedaron pendientes de observación y clasificación.
Soldados españoles en su destino durante la guerra del Rif |
Había casos flagrantes, como aquellos que para no dar la talla torácica o
peso, perdían masa corporal de una forma acelerada desde que eran alistados
hasta ser tallados.
Llamó la atención el récord de disminución del peso en los mozos de
Agallas, La Atalaya, Diosleguarde, Castillejo de Azaba, Cabrillas,
Fuenteguinaldo, El Maíllo, Robleda y Tenebrón, “siendo dignos de mencionarse a estos
efectos el mozo de Sepulcro Hilario Santiago
García Hernández, que disminuyó siete kilos en mes y medio; Gregorio Jorge Alfonso igual cantidad; Casimiro Pedraza Huebra, de Sancti Spíritus, nueve kilos menos; y
un Amadeo Hernández González, de Santa Olalla, que pesó
diez kilogramos menos y obtuvo el mínimun para ser excluido totalmente del
servicio militar”, señalaba El Adelanto.
Estas prácticas no eran bien vistas por la sociedad, llegando al extremo
señalado de que en Gallegos de Argañán (solo salieron cuatro mozos), las
mujeres “supieron dar una nota altamente simpática, de amor a la patria, entre el
cúmulo de indignidades y atrocidades cometidas por los mozos del reemplazo de
1912, para obtener en los juicios de exenciones la declaración de inutilidad
total o temporal. Las garridas jóvenes han acordado no admitir relaciones
amorosas con ningún hombre declarado inútil para servir en filas, creyendo que
el que desfigura su cuerpo para eludir sus deberes con la patria, burlará
mañana a la mujer que le conceda su corazón y su mano”, según reflejaban las
páginas del semanario mirobrigense Avante.
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