El secular conformismo de los mirobrigenses con la
situación general que les atenaza -1.477 parados el pasado mes de septiembre-
rompió en otros momentos el espejo y cruzó de acera para dejar claro que algo
querían que cambiara, que reclamaban derechos, incluso invadiendo los de otras
personas, los de otros trabajadores foráneos o adscritos a formaciones
minoritarias.
En abril de 1933 Ciudad Rodrigo
contaba con 103 obreros en paro. Había en perspectiva varias obras que pudieran
solucionar la lamentable situación en que se desenvolvían las familias
afectadas. Pero ni la clase política local -el alcalde era el ganadero Severino
Pacheco- ni las que realmente tenían posibilidad de ofrecer alguna solución al conflicto que se avecinaba, fueron
capaces de frenar el movimiento emergente hacia una huelga general en los
distintos sectores económicos de Ciudad Rodrigo.
Fueron las “clases locales obreras
afectas a la UGT” -rezaba un artículo del católico semanario Miróbriga-
los que volvieron a destapar la caja de Pandora reivindicativa, convocando una
huelga general indefinida que comenzaría el 25 de abril de 1933 a las 11 de la mañana.
Se sumarían a la huelga, por un periodo de 48 horas, los dependientes del
comercio, lo que acarreó cierta movilización entre las clases dirigentes para
intentar mitigar los efectos y buscar soluciones.
Un día antes del inicio de la huelga, el lunes, 24 de abril de 1933, el comité de los huelguistas había difundido un comunicado con sus reivindicaciones. La primera no dejaba dudas de la gravedad de la situación: “Expulsión de los obreros foráneos que trabajan en la localidad”. Las otras peticiones se centraban en la adjudicación de obras para el mantenimiento de carreteras o el reinicio de los trabajos en el canal y presa del Águeda.
Un día antes del inicio de la huelga, el lunes, 24 de abril de 1933, el comité de los huelguistas había difundido un comunicado con sus reivindicaciones. La primera no dejaba dudas de la gravedad de la situación: “Expulsión de los obreros foráneos que trabajan en la localidad”. Las otras peticiones se centraban en la adjudicación de obras para el mantenimiento de carreteras o el reinicio de los trabajos en el canal y presa del Águeda.
Las gestiones del alcalde con el
ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto -le envió un telefonema- dieron
como resultado el compromiso por escrito del citado ministerio para afrontar de
inmediato reparaciones en el firme en algunos tramos de dos carreteras del
Estado: la de Salamanca a La Alberguería de Argañán y la de Ciudad Rodrigo al
puente del Guadancil, además de la vía a Fermoselle. Y se comprometió a
licitarlas de inmediato en La
Gaceta de Madrid.
En la tarde del domingo, 30 de
abril, el comité huelguista, el alcalde y el presidente de la federación
obrera, José Andrés y Manso, alcanzaron un principio de acuerdo para suspender
la huelga: el compromiso para colocar durante 20 días a 66 de los 103 obreros
parados.
Varios obreros trabajan en una reforma de la presa del Águeda |
Durante la huelga apenas hubo
incidentes reseñables, salvo el robo de 32 cartuchos de dinamita en las obras
del canal del pantano del Águeda, hecho que se produjo el día 26, durante la
segunda jornada huelguista.
Las pesquisas de la policía
gubernativa dieron fruto inmediato tras interrogar al encargado de las obras y
al capataz de la brigada en la que se cometió el robo. Fueron detenidos José
Báez Aparicio, Felipe Blanco Blanco, alias el
Hilario, Feliciano Rubio Patino y Miguel Calvo Vallejo, todos vecinos del Arrabal
del Puente y afiliados a la Casa del Pueblo. El Hilario trabajaba en las
citadas obras y todos confesaron el robo de dos kilos y medio de dinamita que
fueron localizados enterrados en la huerta de La Patarera, mientras que otros
dos cartuchos, con mecha, fueron encontrados en el paseo de La Glorieta.
Hubo otras detenciones relacionadas con el robo de dinamita, en este caso huelguistas, y se evitó un sabotaje en la línea eléctrica: se encontraron dos cartuchos atados a un poste, en donde se comprobó que otro había estallado y que, “por estar mal colocado, no causó daño alguno”.
Hubo otras detenciones relacionadas con el robo de dinamita, en este caso huelguistas, y se evitó un sabotaje en la línea eléctrica: se encontraron dos cartuchos atados a un poste, en donde se comprobó que otro había estallado y que, “por estar mal colocado, no causó daño alguno”.
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