La erección del monasterio de Santa
Águeda en Ciudad Rodrigo está vinculada con la etapa básica del esplendor de la
arquitectura religiosa en los orígenes de la Diócesis civitatense. La documentación
histórica nos traslada al 28 de marzo de 1169, cuando Fernando II entrega a
“Humberto, camerarius hispaniae de Cluny y prior de Carrión, el monasterio de
Santa Águeda en Ciudad Rodrigo y la aldea de Sahelices el Chico pro remedio animae mea et parentum meorum.
A través de esta donación, los monjes negros instalaron en el espacio
mirobrigense un priorato, que se mantendrá como tal hasta finales de la Edad
Media”.[1]
El historiador local Antonio
Sánchez Cabañas también hace referencia a la existencia de la antigua iglesia
de Santa Águeda, “qu’está junto al río”[2],
en su monografía escrita en 1626, por lo que el origen del templo puede ser
anterior a 1169. Fernando II, pues, entregó a los monjes cluniacenses la
parroquia realenga[3] de Santa Águeda para la
fundación de un convento, “teniendo deseo de ser partiçipante de los sufragios
que se hacían en todos los conventos desta orden de San Benito por los bienhechores”.[4]
Así consta en un privilegio rodado, firmado por el rey con la señalada fecha de
28 de marzo de 1169[5], y que se remata con un
sello que tiene estampado un león en una plancha de plomo[6].
En este texto se aprecia que
“Fernando II no sólo daba a Humberto el monasterio mirobrigense, sin que el
mismo documento servía para extender su amparo regio sobre otras comunidades
cluniacenses leonesas y gallegas con el fin de evitar que fueran objeto de
abusos laicos”.[7] Con este acto, además, se
rompía una tendencia 25 años después: desde 1143 no había una donación regia de
estas características.
Para Ciudad Rodrigo la donación al
Cluny de Santa Águeda “significó la llegada y el asentamiento de esta orden
religiosa a la Diócesis y la constitución de una estructura de dominio
centralizadora, ya que el monasterio sostenía unos lazos centrípetos de
dependencia sobre la cercana aldea de Sahelices”.[8]
Plano de 1667 que reseña la iglesia de Santa Águeda. |
Poco más se sabe de los avatares
del cenobio en esta época. En el siglo XIII se concreta una “acentuada y
progresiva decadencia hasta sumergir el priorato en el abandono temporal y
espiritual”[9]. Tal vez, la razón
estuviera también en que el rey exime a los vasallos de tributación, lo que
pudiera derivar en un ahogo económico y, por tanto, una minoración de la
actividad y el consiguiente sometimiento indirecto al control concejil de una
entidad de población que estaba emergiendo en su actividad y en la necesidad de
recursos para fomentar el asentamiento de pobladores.
Afirma Sánchez Cabañas que los
priores del convento de Santa Águeda obedecieron al abad cluniacense hasta que
el monasterio fue arruinado por causa de
las guerras que ubo en tienpos pasados entre Castilla y Portugal[10].
Al respecto, fray Antonio de Yepes[11]
señala otra causa que derivó en la desaparición del cenobio cluniacense: Duró el monasterio de Santa Águeda después
de que el rey don Fernando le edificó en forma de convento, hasta el año de mil
y quatrocientos y cincuenta, en el qual se extinguió y acabó del todo, porque
siendo informado Ado, abad cluniacense, que padecía mucha pobreza el monasterio
de San Vicente de Salamanca y que estava en una ciudad donde se profesaban las
letras con grandes ventajas, juzgo que era bien ayudarle para que acudiessen a
él monges escudiantes de los monasterios sujetos a la abadía cluniacense, que
avía en España. Con la unión del monasterio de Santa Águeda y San Vicente se le
incorporó toda la hazienda que gozaba aquel convento.
Como el resto de los conventos de
la orden, el de Santa Águeda de Ciudad Rodrigo pasó, por los motivos señalados,
a la obediencia de la congregación de San Benito el Real de Valladolid; en
concreto, ya que se trataba de un priorato, se derivó a la casa de San Vicente
de Salamanca.[12] Su abad, en reconoçimiento de aver sido la yglesia de
Santa Águeda convento de su orden, solía venir con parte de sus monges a Ciudad
Rodrigo a celebrar la fiesta de la virgen y mártir Santa Águeda, qu’es a çinco
de febrero, por ser patrona del dicho convento que ubo en esta ciudad.[13]
La importancia del monasterio de
Santa Águeda y su proyección a la población también queda de manifiesto con la
existencia de unos baños abovedados en el cenobio. Así, al menos, lo recoge el Becerro que se conserva en el Archivo
Catedralicio de Ciudad Rodrigo, recientemente localizado y que está a la espera
de su difusión pública por medio del Centro de Estudios Mirobrigense, aunque ya
el canónigo Hernández Vegas lo mencionaba en su conocida monografía sobre la
Catedral y la ciudad, editada por vez primera en 1934. El Becerro hace una descripción de la situación de Ciudad Rodrigo en
torno a 1389, “no muchos años después del desastroso sitio que don Enrique puso
a nuestra ciudad.[14]
En el documento se puede estudiar el estado de desolación y ruina en que quedó
todo después de tan prolongado sitio y, a la vez, formarse una idea bastante
aproximada de lo que era Ciudad Rodrigo…” Efectivamente, Hernández Vegas habla
de que entonces, en 1389, se podía “penetrar en los baños abovedados de San Albín[15]
y Santa Águeda y en unas treinta iglesias, extramuros, la mayor parte
derrocadas”.[16]
Portada de la crónica de la orden de San Benito |
Volviendo a la relación que tuvo la
iglesia y antiguo convento[17]
de Santa Águeda con la abadía de San Vicente de Salamanca, el capellán Sánchez
Cabañas[18]
nos relata, ya en referencia a 1609, que el obispo civitatense Pedro Ponce impidió predicar a los monjes
salmantinos sin su consentimiento. El abad le respondió que la iglesia de Santa
Águeda era suya y que, por tanto, podía hacer predicamento en el púlpito cuando
le viniera en gana. Y lo hizo, con la consiguiente indignación del prelado. No
quedó ahí la cosa, ya que Ponce envió a su notario para intimar a los fieles
que estuvieran en la iglesia, amenazándoles con la excomunión late sentençiae ipso facto incurrente,[19]
conminándoles también a que saliesen
fuera de la yglesia en tanto espaçio como pudiesen deçir un credo.[20]
Los fieles, sin más dilación, abandonaron
la iglesia; los que decían la misa cantada, que eran frailes françiscanos, se
desnudaron los ornamentos y se fueron a su convento y el abad, visto esto, se
baxó del púlpito, pidiolo por fe y testimonio para ponerlo en litispendençia; y
con esto no han buelto los monges de San Vicente de Salamanca a çelebrar los
divinos offiçios en esta yglesia de Santa Águeda.[21]
Como consecuencia de la falta de
actividad, de la asistencia de monjes y fieles y del abandono a que se
sometieron estas dependencias religiosas, la iglesia de Santa Águeda se arruinó
en 1620. La orden –no obstante-, la bolvió a redificar el año de mill y
seisçientos y veinte y uno, dando la çiudad toda la madera neçesaria para la
dicha obra. Y la huerta que antiguamente tuvo este convento de Santa Águeda
está oy día en pie, junto a la propia iglesia, que sólo ay en medio una
ca(l)leja que va al río.[22]
La descripción del religioso cacereño radicado en Ciudad Rodrigo como capellán
de la Catedral de Santa María, merece una especial atención porque es coetánea
a la redacción de su Historia civitatense.
En esta obra, además, señala la ubicación de Santa Águeda, ya posiblemente
convertida en una simple ermita, junto al río, a mano derecha de la Puerta de
la Colada.[23]
La desventura del templo fue en
aumento durante la guerra de Secesión (1640-1688) con las continuas correrías
de las tropas portuguesas en el territorio civitatense que llegaron incluso a
amenazar la propia autonomía de Ciudad Rodrigo con los continuos ataques y
destrucciones de elementos arquitectónicos, incluidas quiebras en la muralla,
algunas de indudable importancia como que la brecha de Santa Elena, realizada
junto a la Puerta de Santa Cruz, en la explanada que bajaba a Las Tenerías,
junto al río Águeda.
La situación belicosa arreció con
la guerra de Sucesión española, en donde Ciudad Rodrigo fue tomada por las
tropas portuguesas durante 18 meses, con la consiguiente destrucción de
edificios, entre ellos muchas iglesias. En 1706 se da cuenta que la iglesia de
Santa Águeda se había convertido en una “caballeriza de gran guardia”[24],
su acta de defunción, porque ya al año siguiente se refiere la ruina total de
la iglesia, pasando el culto a la iglesia de Santa Marina[25].
Vista aérea de la zona en donde se enclavaba el cenobio |
El 6 de junio de 1796, fray Anselmo
Peláez, abad del convento de San Vicente, en Salamanca, se dirige al
consistorio mirobrigense solicitando queden exentos los restos de Santa Águeda,
incluida la casa que utiliza un ermitaño para custodiar la antigua iglesia y
ermita, que estaban siendo utilizados en parte como almacén de madera y de paja
para la caballería de la plaza, además de ser utilizado ocasionalmente para
guardar hielo, como un sucedáneo pozo de la nieve para abastecimiento de la
ciudad, como quedar reflejado en una anotación a pie de página. El citado abad
señalaba en su escrito que era deseo de la orden ponerla en el estado antiguo, con la decencia debida, bajo las reglas
de su instituto, e igualmente la referida casa contigua que por disposición en
que ahora se halla perjudica por las luces a la referida hermita[26].
Sin embargo, los paramentos de la
iglesia se mantuvieron en pie hasta iniciado el pasado siglo. Al menos eso se
desprende de una carta manuscrita remitida por el sacerdote Román Marcos y
Sánchez al padre Fidel Fita, fechada el 5 de mayo de 1913, en la que explica la
situación que en ese momento tenía los restos de la planta de la extinta
ermita: La iglesia de Santa Águeda mide
unos 40 metros
de largo por 12 de ancho. Se conserva el arco del ábside y la puerta colateral,
que tapiada por la parte exterior por casa que se levanta sobre la pared, no se
ve. Es de piedra de sillería y arqueada. Me sorprendieron todos estos restos,
pues creí no tenía más que las paredes, que tienen de grueso de 95 centímetros a un
metro, y en las casas inmediatas a la iglesia se conservan aún arcos, es decir,
que por lo exterior no se ven más que casas y entrando en estas se perciben los
restos del convento[27].
[1] SÁNCHEZ-ORO ROSA, Juan José. Orígenes de la Iglesia en la Diócesis de
Ciudad Rodrigo. Episcopado, monasterios y órdenes militares (1161-1264). Salamanca,
1997. Pág. 167 y ss. Véase también: FITA, F. Los cluniacenses en Ciudad Rodrigo. BRAH, 62 (1913), pp, 335-357.
[3] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad.
Salamanca, 1982. Tomo I, pág. 18. Nota: “Consta por una cédula de Fernando II,
dirigida al Concejo de Ciudad Rodrigo, notificándole que había donado al gran
monasterio de Cluny, y en su nombre al monje Atón, las iglesia realenga de
Santa Águeda con todo su término y el señorío de la aldea de Sahelices el Chico.
Esta cédula fue corroborada por el mismo don Fernando por un diploma expedido
en Lugo en 1169” .
[4] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Historia… Pág. 170.
[5] Ibídem. In nomine Domini nostri Jesucristi, amen. Inter. Cetera que rregiam
maiestatem decarare identur santa loca, religiosas personas diligere ac
venerari largis ditare muneribus atque in prediis et posesionibus ampliare.
Hinc est quod ego dominus Ferninandus, Dei gratia Hispaniarum rex, pro remedio
anime mee et parentum meorum, do Deo et eclesie cluniacensi in Civitate Rodericii
eclesiam Sancte Agathe cum aldea Santi Feliçis et ómnibus suis perticenciis…
Al respecto de esta fundación, es necesario recurrir al cronicón del padre
Yepes sobre la orden de San Benito: YEPES, Antonio de. Crónica geneal de la orden de San Benito. Tomo VII; Reyno de
Navarra, Matías Mares, impr. 1609. En la página 239 y ss. Yepes da a conocer
las fuentes en las que se asentaría la fundación del convento de Santa Águeda,
en Ciudad Rodrigo. Entre otras cosas cita y documenta el privilegio de donación
que del convento hizo Fernando II a la orden cluniacense, que transcribe del
latín al romance: “Fernando, por la gracia de Dios rey de las Españas, al amado
concejo de Ciudad Rodrigo, salud y mucho amor. Sepa vuestra caridad que di y
concedí la iglesia de Santa Águeda al monasterio de Cluniaco y a este monge
llamado Atto, que es del mismo monasterio, y la tenga de mano del monasterio
cluiacense y obedezca por ella y haga obediencia a aquel monasterio y no a
otro. Porque quiero y mando que cada año dé por censo al monasterio cluniacense
ocho moravetinos y la sobredicha iglesia de Santa Águeda tenga en paz y sin
toda contradicción todo su término con la aldea de San Felices y todo su
término. Desta escritra –sigue el padre Yepes- se conoce cómo el rey don Fernando,
en edificando el monasterio de Santa Águeda junto a Ciudad Rodrigo, le entregó
luego y sujetó a San Pedro de Cluni, de donde había venido por prior un monge
llamado Atto, professo del mismo convento. Da cuenta de estas cosas el rey al
concejo de Ciudad Rodrigo y declara que es su voluntad que de tal manera el
prior govierne aquella casa de Santa Águeda que quiere quede tributaria a la de
San Pedro de Cluni, y la pague ocho moravetinos cada año. Ya he dicho en otras
ocasiones que morabetino no es lo mismo que ahora llamamos maravedí, sino que
avía monedad de plata y de otro llamados moravetinos, que se usaron mucho
tiempo en España y assí esta pensión de los ocho moravetinos no es tan pequeña
como parece a la primera vista”.
[6] Ibídem. Pág. 171.
[7] SÁNCHEZ-ORO ROSA, Juan José. Orígenes de la…Pág. 119.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem. Pág. 120
[10] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Historia…Pág. 171.
[11] Una biografía suya nos la encontramos en la Enciclopedia de Oviedo: “Fray Antonio de
Yepes, religioso e historiador español. Nacido probablemente en Yepes (Toledo),
algunos autores han afirmado que nació en Valladolid, ciudad en la que murió el
30 de octubre de 1618. El 19 de enero de 1570 vistió el hábito de San Benito en
Valladolid. En 1583 comenzó a ejercer como predicador en el monasterio de San
Zoilo de Carrión. Este mismo año fue nombrado por el general de su orden,
lector de Artes del colegio de Frómista. Una vez acabó su curso como lector de
Artes, pasó como lector de Teología moral a San Pedro de Exlonza, y poco después
fue lector de Teología moral del monasterio de San Benito de Valladolid. Es en
este monasterio donde Yepes fragua parte de su fama..."
[12] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo…Tomo I. Pág. 212.
[15] Ibídem. Pag. 214. Nota: “Todavía, según
referencias verbales, se conserva una hermosa galería subterránea, sólidamente
abovedada que, partiendo de las inmediaciones de la puerta de Amayuelas, llega
hasta cerca del convento de San Francisco. No es otra cosa que los baños abovedados de San Albín”.
[16] Ibídem. Pág. 214.
[17] GONZÁLEZ DÁVILA, Gil. Teatro eclesiástico de la Iglesia de Ciudad
Rodrigo. Ciudad Rodrigo, 2000. Reedición fácsimil de la de 1618. Pág. 11.
El racionero salmantino, al relacionar los edificios religiosos con que contaba
Ciudad Rodrigo en aquel momento, se refiere a Santa Águeda como una ermita.
[18] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Historia… Pág. 171
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem.
[23] Ibídem. Pág. 121: Saliendo por esta puerta estuvo el convento antiguo de Santa Águeda de
la orden de San Benito; sólo a quedado dél la yglesia orillas del río y la
huerta que fue de los monjes.
[24] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo… Tomo II. Pág. 234. Nota
2.
[25] HERRERO DURÁN, Agustín. Historia de las parroquias mirobrigenses.
En Iglesia en Ciudad Rodrigo. Cofradías:
auge y crisis.
[26] ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CIUDAD
RODRIGO. Libro de acuerdos de 1796. Dentro del libro, como hojas sueltas,
encontramos también una referencia al referido almazén ynmediato a la hermita que se dize de Santa Águeda, señalando
en su descripción que contiene de hueco
en su longitud 15 baras,las 9 eran antes una caballeriza y las seis se
aumentaron hacia el poniente hasta casi tocar con el arco de la yglesia. Este
aiuntamiento de obra se reconoze mui bien de la excavación que se hizo en todo
el terreno, pues siendo en lo antiguo igual a la altura en que se halla el
atrio de la hermita, se buscó el nivel de la calzada contigua al citado
almazén. El ancho de él en su güeco contiene casi 8 baras sin los gruesos de
sus paredes y en uso también se dio extensión para buscar la esquina de la casa
que sirve de peladero. Con el aumento que se dio en la longitud se zerró una bentana
o tragaluz a dicha ermita. El que se derrivó haze más de treinta años que en el
terreno de 9 varas de largo y unas siete de ancho casi arruinado en el todo, se
hallavan colocados pesebres de piedra, los que oy no existen bien y para azer
la excavazión del terreno bajándole más de cinco cuartas los reducirían por
entrarlos en la obra o con otra aplicazión. Lo cierto es que el año de 1781 en
que se amplió y reedificó el citado almazén a expensas de la ciudad, a servido
de almazén de madera, como oy la tiene de varias clases y en algunos años para
enzerrar yelo. Es lo que me parece exponer. Ciudad Rodrigo y junio, 15 de 1796.
Joseph Prieto Ramajo.
[27] ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE
CASTILLA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. Carta
de Ramón Marcos y Sánchez a F. Fita dándole noticias del Becerro de Casasola,
los límites geográficos de esta dehesa; de la iglesia de Santa Águeda y de los
baños de San Miguel. URI: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcvh726
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