Sabido es que el mirobrigense tiene el ombligo enraizado en
su tierra, que adora los valores decimonónicos que todavía le embargan y que,
si pudiera, estaría a la luna de Valencia el tiempo que fuera necesario. Esto,
que tampoco es que sea patrimonio del rodericense, tiene también su proyección
en el paisanaje, sobre todo si esos paisanos son personas con entidad social y
económica y que además tienen ciertos caprichos que la cándida juventud atesora
hasta que llega la cruda realidad.
Eso pasó con Antonio Huerta
García, un joven cubano de ancestros salmantinos que quiso ser torero con
el apoyo mediático de sus convecinos mirobrigenses y que, por la insistencia,
por su situación social y económica, llegó a debutar como novillero en la plaza
de toros de Salamanca.
Nuestro personaje nació el 22 de
mayo de 1894 en Nueva Gerona, en la cubana Isla de la Juventud , en donde su
padre Nicanor Huerta Vicente, con antepasados en Sequeros, estuvo
destinado como militar profesional. Acabaría su carrera en Ciudad Rodrigo
siendo juez y fiscal militar cuando pasó a la reserva con el grado de
comandante de Caballería.
Uno de sus hijos, Antonio, fue formado en varias disciplinas, incluso la
militar, ya que fue soldado voluntario y guardia civil, aunque lo suyo era el
trabajo en la escribanía del juzgado que catalizó con su formación musical,
llegando a tocar con soltura el violín, instrumento del que daba clases en su
casa de la calle La Colada ,
en el número 16.
Pero lo suyo era otra cosa. Tenía el
capricho de ser torero y cuando finalizó el servicio militar, que hizo en
Burgos, se entregó en cuerpo y alma al mundo de los toros, yendo de becerrista
y novillero por las plazas de los pueblos de la comarca y, especialmente, a tentaderos.
Su proyección social le granjeaba
amistades con terratenientes y caciques del momento. Y era frecuente que en la
prensa periódica local y en la provincial, a través de los corresponsales y
cartas de apoyo, se publicaran sus excelencias taurinas realizadas en los
tentaderos a los que era invitado asiduamente o en los festejos del Carnaval.
Ripios de Matías García, Azabeño, citando a Cubanito |
Los cronistas locales exageraban hasta la extenuación las actuaciones de Cubanito,
nombre artístico que eligió por su oriundez. Sus paisanos le apoyaban mandando
cartas a los periódicos y a los críticos taurinos le pedían su intercesión, de
manera especial a José Sánchez Gómez, el Timbalero, que dejó su
impronta en El Adelanto y en la crítica taurina.
El Timbalero, un poco harto de tanta
insistencia, fue fraguando cierta desafección a la causa, aunque trasladó a la
empresa de la plaza de Salamanca las peticiones de los voluntariosos
mirobrigenses que querían ver a su "fenómeno" en el ruedo salmantino.
Debutó el 15 de julio de 1917 compartiendo cartel con El Alcalareño.
"Todavía, cuando escribimos estas líneas, nos dura el tedio, el mortal
cansancio, el formidable, el terrible aburrimiento que nos produjeron aquellos
cuatro moruchos, mansos hasta la exageración, y aquel debutante que jamás debió
salir de su oficina del Juzgado de Ciudad Rodrigo, sobre cuya mesa, pluma en
mano, está su porvenir..." Así empezaba la devastadora crítica de El
Timbalero que hizo saltar como un resorte el orgullo de Cubanito, a
quien le faltó tiempo para contestarle en la prensa local: "Imposible me
parece que un diario de tanta seriedad y prestigio como El Adelanto le facilite
el garbanzo en su redacción a un sangripesado de la calaña de usted,
pues como revistero taurino le concedo menos conocimiento que al más lego
mono sabio".
Lo cierto es que ahí acabó el
intento de ser torero de Cubanito y se marchó con la música a otra
parte. El 12 de junio de 1919 llegó a La Plata (Argentina), en donde empezó a dirigir el
cuarteto criollo Los Ases del Tango.
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