El 20 de junio de 1925, onomástica de
San Silverio, una gran multitud se arremolina en la Plaza Mayor de Ciudad
Rodrigo. Era el primer día de los festejos organizados para la inauguración de
las obras del Pantano del Águeda. Una misa de campaña presidida por el prelado
Silverio Velasco[1], obispo de Ticelia y
administrador apostólico de Ciudad Rodrigo, quien apenas llevaba un mes al
frente de la Diócesis civitatense, se convirtió en un auténtico plebiscito en
presencia de “todas las autoridades y clases sociales”[2] de la
localidad. El obispo, después de un encendido discurso sobre el Corazón de
Jesús y su vinculación con Ciudad Rodrigo[3],
preguntó al público, y a los fieles especialmente, si querían que una imagen
del Sagrado Corazón fuera entronizada en la Casa Consistorial, recordando que
otros pueblos y ciudades[4]
habían hecho lo propio. “Un grito afirmativo retumbó en el espacio con ecos de
gloria. Y cuando el Prelado insistía todavía
más, preguntando cuándo sería esa entronización, con el mismo o
creciente fervor autoridades y pueblo respondieron:
Pronto, pronto; cuanto antes...”[5]
El canónigo Joaquín Román[6], a la
sazón director del semanario católico Miróbriga,
expresaba así en las páginas del periódico el compromiso de las autoridades
locales asumiendo la iniciativa del prelado civitatense para entronizar en el
Ayuntamiento, en la columna derecha del cuerpo primitivo del edificio, una
escultura del Sagrado Corazón de Jesús. El acuerdo, que presuponía la
intercesión municipal para autorizar la colocación de la imagen, nunca quedaría
reflejado como tal en las actas municipales, lo que no fue óbice para que el
administrador apostólico iniciara los contactos para favorecer la empresa: se
constituyó una comisión pro entronización de la escultura en la Casa
Consistorial, que presidió el mismo prelado; se abrió una campaña de donativos
y se buscó a un escultor para esculpir la imagen.
La junta, y especialmente
su presidente Silverio Velasco, inician las gestiones para encargar la
realización de la escultura. De la campaña de donativos se encargan de ponerla
en marcha los párrocos de toda la Diócesis y las personas con influencia,
asentadas o no en la localidad rodericense, campaña que es jaleada en sucesivos
números del semanario Miróbriga.[7] El
propio prelado entrega mil pesetas en efectivo y anuncia su decisión de empeñar
o vender su pectoral en caso de que no se consiga el dinero necesario para
afrontar la entronización de la imagen, compromiso que no llegaría a
cristalizar por la generosa respuesta del pueblo.
El obispo Silverio Velasco en Ciudad Rodrigo |
Silverio Velasco había
iniciado de inmediato contactos con los escultores que podrían realizar la
imagen del Sagrado Corazón. Por las referencias que tenía, el prelado se
inclinó casi de inmediato por el escultor bilbaíno Serafín de Basterra.[8] Así
lo reconoce en la reunión que mantuvo la comisión el 12 de agosto en el Palacio
Episcopal, junta a la que asistieron por primera vez dos próceres de la
campaña, Clemente de Velasco y la marquesa de Villalcázar, vocales de la
comisión y que acababan de llegar en esos días a Ciudad Rodrigo desde Madrid.
El obispo enseñó a los miembros de la junta pro entronización varios modelos de
estatuas que había recabado, pero hizo especial incidencia en la carta que le
había remitido el escultor bilbaíno, adjuntando las características de la
escultura, un avance del presupuesto y un dibujo con el efecto que tendría la
colocación de la imagen en la Casa Consistorial.
La estimación inicial del
coste de la escultura, su traslado y entronización apuntaba a las 10.000
pesetas, por lo que era necesario incidir en la campaña de recaudación de
óbolos en todos los sectores de la población. A mediados de septiembre, sin
conocer las cifras oficiales, se tenía la certidumbre de que la respuesta de
los mirobrigenses iba por buen camino, acercándose al presupuesto que se estaba
barajando. El obispo encabezó la lista con las cantidades recaudadas, aportando
las mil pesetas ofrecidas; los once capitulares del Cabildo Catedral entregaron
cada uno 25 pesetas. El 26 de octubre, Pedro Hernández de la Torre y Clemente
de Velasco aportan el dinero recaudado en la parroquia de El Sagrario (4.167,20
pesetas), la más generosa de todas por la propia relevancia de su feligresía.
Ese mismo día, Isidoro López y Santiago Fuentes habían hecho entrega de los donativos
recogidos en la parroquia de San Isidoro, en total 2.209,45 pesetas; los
parroquianos de San Andrés contribuyeron con 279,75 pesetas, cantidad que había
entregado Anselmo Lucas el 29 de septiembre. Mayor contribución hicieron los
feligreses de la parroquia de San Cristóbal, quienes en tres tandas entregaron
1.038,70 pesetas.
Los parroquianos de la
Diócesis civitatense no participaron directamente en la campaña, aunque sí se
vieron en cierta forma obligados a hacerlo algunos párrocos y sus familiares.
De distintos puntos del país, por mediación de personas relevantes vinculadas
con Ciudad Rodrigo, fueron llegando también donaciones importantes que contribuyeron
a que finalmente se superase con holgura el presupuesto previsto. En total, se
recaudaron 12.170,25 pesetas, cantidad que permitía establecer todos los
compromisos necesarios para la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en la
Casa Consistorial mirobrigense.
Silverio Velasco, a la
vista de la respuesta y el entusiasmo con que los feligreses estaban respaldando
la campaña de recaudación, había encargado a Serafín de Basterra la escultura.
Se habían planteado algunas dudas sobre la idoneidad de que fuera la Casa
Consistorial el lugar definitivo para entronizar la imagen. Pero si había algún
resquicio, la opinión del propio escultor acabó por cerrarlo: “En una plaza,
como no sea la mayor, le ven pocos. En el Ayuntamiento todos o casi todos, por
ser de más tránsito y por tener que acudir quien más quien menos a estos
centros. Allí el que pase por la plaza puede verle y quedar acaso conmovido. El
que entre a tratar algún asunto, puede encomendar al Corazón de Jesús la
rectitud del que haya de resolvérsele. Los que vengan de los pueblos se
edificarán viendo que en los pueblos grandes no se pierde la fe, sino que
aumenta.”[9]
De Basterra era un
escultor afamado, con una obra dispersa y cosmopolita, como el Sagrado Corazón
que se había entronizado en Wuhu (China), y un taller floreciente, en el que
sus hijos habían cobrado también reconocimiento público. De ahí que su opinión
fuera de consideración por los vocales y el propio presidente a la hora del
diseño y de la ubicación definitiva de la pieza. Hay un cruce de misivas entre
el obispo y el escultor[10] para
perfilar y definir los detalles de la obra. De Basterra señala que es necesario
utilizar tres bloques de piedra[11]
caliza de la cantera de Escobedo (Valle de Camargo, Santander) para cubrir los
2,78 metros de altura que se consideraban para la escultura, incluyendo el
plinto de 0,73 metros realizado en el mismo material. El presupuesto inicial,
sólo respecto a la pieza escultórica, se fija en 7.197,15 pesetas, cifra que
finalmente se redondearía en 7.000. Como adelanto a cuenta, el obispo hace
entrega de 1.000 pesetas al escultor, recibidas por éste el 9 de diciembre de
1926[12],
unos meses después de que ya estuviera entronizada la imagen en el
Ayuntamiento.
La escultura estaba
rematada el 12 de septiembre de 1926. En una carta[13],
fechada en Bilbao el día 20, Serafín de Basterra explica al obispo el retraso
que se ha producido por la demora en la inspección encomendada a dos padres
jesuitas y otros dos sacerdotes para ver la idoneidad de la imagen y comprobar
todos los detalles, incluida la colocación de una caja metálica con los 63[14]
pliegos de papel hilo que ocupó el listado de los donantes que contribuyeron
con sus óbolos a la entronización de la escultura, caja introducida en el
“cuerpo del Sagrado Corazón” en presencia de los citados religiosos el 20 de
septiembre. Ese mismo día se trabaja ya en el embalaje de las piezas para su
traslado a Ciudad Rodrigo por ferrocarril. La escultura pesa unos 4.000 kilos y
el transporte puede ser, aparte de lento, caro. Por eso el escultor quiere
conocer el parecer del obispo antes de colocar las piezas en el tren.
Vista de la imagen del Sagrado Corazón desde los soportales Foto Pazos |
El obispo autoriza el
transporte de la escultura por ferrocarril mientras ordena que se inicien los
preparativos para la colocación de la imagen en la columna de la Casa
Consistorial. Los trabajos se encomiendan a Ángel Morales, quien se encargará
de hacer y deshacer el andamio. Por el trabajo cobrará 1.074,05 pesetas, según
la relación de las ocho facturas[15] que
presenta al culminar su labor. La madera que precisa el andamiaje se adquiere
en la fábrica de Santiago Martín y a la viuda de Dionisio García, quienes finalmente
sólo percibirán dinero por las “faltas y desperfectos” ocasionados y que
supusieron, no obstante, una cantidad significativa: 214,75 pesetas, el primero;
y 10,50 pesetas, la segunda. En ferretería y cuerdas se gastaron 235,70
pesetas, mientras que en la reparación de los desperfectos generados en el
tejado del Ayuntamiento, el Obispado tuvo que desembolsar 167,04 pesetas.
El embalaje con las
piezas de la escultura fue conducido por el propio escultor desde el taller
hasta la estación del ferrocarril de Bilbao. El costo fue de 397,15 pesetas,
aunque, por intercesión del prelado, el escultor lo rebajó hasta redondear en
300 pesetas. Los portes entre Bilbao y Ciudad Rodrigo se hicieron por la vía
menos gravosa para los intereses locales, ascendiendo a 213,47 pesetas,
mientras que el traslado desde la estación mirobrigense a la Plaza Mayor,
realizado el 13 de octubre[16] en
un camión, supuso 80 pesetas.
La escultura había
llegado a Ciudad Rodrigo unos días antes de su entronización, prevista para el
31 de octubre, y el andamiaje estaba preparado. El escultor Serafín de Basterra
había ofrecido al obispo Silverio Velasco a uno de sus operarios prácticos para
el montaje de las piezas y la fijación de la escultura como remate de la
columna derecha de la Casa Consistorial. El prelado decidió prescindir de estos
servicios para no incrementar la partida de gastos. No obstante, era necesario
contar con el material para unir las distintas piezas de la escultura y,
lógicamente, conocer la técnica a emplear. De Basterra, en una carta con fecha
20 de octubre[17], explica al obispo el
método que debe seguirse. Le adjunta dos paquetes certificados: en uno va un
fotograbado de la escultura, que utilizarán los dos semanarios locales en
activo –Miróbriga y El Eco del Águeda- para ilustrar sus
portadas; el otro contiene los polvos Mastic Meyer, un producto alemán que en
aquel momento estuvo en boga en el mundo de la construcción y que debía aplicarse
para la unión de las piezas.
Los preparativos para la
entronización de la estatua se suceden. Se suben y fijan las piezas en lo alto
de la columna de la Casa Consistorial, mientras que la junta pro entronización
celebra una de sus últimas reuniones para concretar y difundir el programa de
actos, cuatro días, del 28 al 31 de octubre, repletos de actividad en un año
jubilar. Precisamente para ganar las indulgencias del Año Santo, los tres días
previos a la fiesta principal se organizan visitas procesionales a las iglesias
de San Isidoro, San Agustín, la capilla de Cerralbo y la Catedral, en las que
por la mañana participan los escolares con sus profesores y por la tarde se
establece “una procesión de señoras” a las cuatro y media, y “a las cinco, la
de caballeros”, presidida por el obispo.[18] Y,
recuerda el prelado, que “para obtener todas las gracias que el jubileo
concede, además de estas visitas, se requiere confesar y comulgar en uno de los
tres días, pudiendo los fieles hacerlo en cualquier iglesia”[19].
Llega el día 31 con la Fiesta de Cristo Rey. Las bandas de
música recorren toda Ciudad Rodrigo interpretando las típicas dianas. A las
siete y media de la mañana comenzaron las celebraciones litúrgicas con “misas
de comunión general” en la Catedral de Santa María, en donde los mirobrigenses
dan muestra de “su acendrada fe religiosa”[20]. A
las nueve de la mañana el obispo preside la misa pontifical; la Catedral está
abarrotada de fieles. Los coros catedralicio y del Seminario cantan la Segunda misa pontifical de Laurentio
Perossi, “instrumentada con violines y catorce números de la banda que dirige
el maestro señor Rebollo”[21].
Para dar facilidades a los forasteros que acudan a los actos de la
entronización del Sagrado Corazón, se ofrece otra misa, al mediodía, en la
capilla de Cerralbo.
Aspecto de la Casa Consistorial con la imagen Foto Pazos |
A las dos de la tarde un
campaneo sirve de llamada a las asociaciones, cofradías y representantes de las
instituciones y entidades que participarán en la procesión programada. Desde
sus respectivos puntos de encuentro, los fieles desfilan hacia la Catedral con
“las insignias, estandartes e imágenes de las parroquias, cofradías,
asociaciones y corporaciones de la Ciudad y algunos pueblos del partido”[22]. Allí
espera Luciano Rodríguez, notario eclesiástico, para organizar la marcha cívica
hasta la Plaza Mayor. Presiden el desfile el alcalde, Calixto Ballesteros;
Alfredo Lafuente, juez municipal; Gregorio Benito, gobernador militar de la
plaza; Pedro López, provisor de la Diócesis; y los concejales y representantes
públicos Esteban Bravo, Domingo García, Andrés Blanco y José Manuel Hidalgo,
junto con Manuel Rivero, Miguel Gil, Segundo Lobato, Anacleto García y Valentín
Sierra y un sinfín de personalidades locales y provinciales. Autoridades y
fieles procesionan por la plazuela de San Salvador, el Campo del Gallo –hoy
calle Díez Taravilla- y se dirigen a la Plaza Mayor por la calle de La Colada.
“Al llegar a la Plaza, el aspecto no puede ser más grandioso: la llenan los
mirobrigenses plenos de entusiasmo para rendir el homenaje de su fe al Rey de
Reyes”[23], se
describe en un periódico de la época.
La Casa Consistorial está
engalanada con colgaduras, flores y pancartas que daban muestra de la fe del
pueblo. Arriba, en la columna derecha, cubierta por una enseña nacional, está
la estatua. A las tres y media la campana municipal repica en el momento en que
el obispo Silverio Velasco descubre la imagen y procede a su bendición entre
las aclamaciones del pueblo. Se canta el himno que Dámaso Ledesma, organista de
la Catedral de Salamanca, había compuesto para la ocasión, como preludio de la
intervención del alcalde, Calixto Ballesteros, desde el balcón municipal. Él,
como representante del pueblo y en su nombre, lee la fórmula de consagración de
toda la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús[24], siguiendo
el protocolo. Por último, toma la palabra el obispo para agradecer la
cooperación encontrada en el pueblo.
Las asociaciones y
cofradías, una vez que han terminado los actos oficiales, regresan a sus respectivos
puntos de partida, las iglesias, por el camino más corto. En la Plaza Mayor
continúa la actividad, pero ya con un aire más festivo, con un concierto de
música y, ya oscurecido el día, con el lanzamiento de fuegos artificiales como
remate de la densa jornada de la entronización del Sagrado Corazón. Sólo ya
restaban pequeños detalles para completar el trabajo y esfuerzos de año y
medio, como el ajuste de la iluminación de la escultura con dos focos
reflectores, instalados por Manuel Rivera y Eugenio B. Lagar, que depararían
unos gastos de 296,75 pesetas sumados todos los conceptos.
La colocación de la
escultura del Sagrado Corazón de Jesús, sin embargo, no había contado con todo
el apoyo popular que se presupone. Hubo malestar y críticas cuando se
conocieron los detalles para la entronización; incluso después de que la imagen
presidiera la Plaza Mayor desde la Casa Consistorial. El obispo Silverio
Velasco llegó a reconocerlo en una carta enviada el 7 de febrero de 1927[25] al
gobernador civil de la provincia para intentar que se desautorizaran los festejos
taurinos que se celebraban los miércoles de ceniza, instituidos unos años
antes, por el temor a desórdenes públicos. El prelado lo tiene claro y argumenta que “…el pueblo, apoyado por esa
decisión de los que están llamados a dirigir y orientar y quién sabe si aun
azuzados ocultamente, porque el crimen de haber colocado la estatua del Divino
Redentor sobre la columna de la Ciudad aún hay varios que no me lo perdonan,
cualquier cosa podía suceder”.
Esa división o
enfrentamiento popular por la entronización de la imagen llama también a las
puertas del Consistorio. En la sesión del pleno celebrado el 2 de noviembre de
1926, el concejal Samuel Julián Moraleja Hernández pregunta al alcalde, Calixto
Ballesteros Rivero, que “quién había
autorizado que se colocase en la Casa Consistorial la imagen del Sagrado
Corazón de Jesús”[26]. No
era la primera vez que este edil se había dirigido al alcalde sobre el asunto y
que hubiera encontrado una respuesta difusa, ya que los dirigentes municipales le
habían respondido que “ellos no”. Esta vez fue un poco más claro el regidor al
afirmar que “su respuesta no tenía el alcance que le quiere atribuir el Sr.
Moraleja, pues, efectivamente, él no fue quien autorizó la entronización de
dicha imagen, sino la Ilustre Corporación Municipal en una sesión que celebró
el año pasado y por ello él había dado cumplimiento al acuerdo”. No estaba
claro que ese acuerdo existiera, por lo que Samuel Julián Moraleja pidió al
alcalde que el secretario lo buscase y lo leyese. Accedió Ballesteros, después
de intentar dejarlo para otro momento. El acuerdo al que se aludía tenía la
fecha de 27 de junio de 1925, cuando estaba en la alcaldía Santiago Martín
García. Se trataba del punto cuarto del orden del día de aquella sesión, una
comunicación de Antonio Calama Hoyos, director diocesano del Apostolado de la
Oración, por el que invitaba al Ayuntamiento a la “procesión solemne del
Sagrado Corazón de Jesús que tendrá lugar el 28 de los corrientes a las siete y
media de la tarde”, solicitando de paso que se tocase la campana de la Casa
Consistorial[27].
El concejal Moraleja fue
rotundo: “El acuerdo tomado era nulo al no guardar relación” con lo que se
debatía; además, extendió la nulidad al contenido de toda aquella sesión,
“protestando de ello, como también de que actualmente se haya dado autorización
al fin expresado”[28].
Tenía en las cuerdas al alcalde y no desaprovechó la ocasión para conminarle,
para que aclarase de una vez si fue él quien había dado la autorización.
Calixto Ballesteros ya no tuvo más remedio que decir que sí, que de él había
partido el permiso para que el Obispado colocase la escultura en el
Ayuntamiento. Moraleja arremetió contra la representatividad del alcalde: “Él
no era el Ayuntamiento, al que se había atropellado”[29], apreciación
a la que sólo se sumó su compañero de Corporación Valentín Sierra Sánchez. El
resto, apoyó la “conducta seguida en el asunto”[30] por
el alcalde, con lo que se daba por zanjado el debate, a pesar de que Moraleja continuó
insistiendo en el tema al preguntar por el origen de los permisos para ejecutar
las obras y colocar el andamio para la entronización de la escultura del
Sagrado Corazón en la Casa Consistorial.[31]
Portada del semanario local Miróbriga |
El debate se apacigua. La
alcaldada de Ballesteros y el respaldo encontrado en buena parte de la Corporación
municipal eluden oficialmente la crítica. No ocurría lo mismo en el pueblo, en
donde el laicismo iba asentándose en su seno. Con la dimisión voluntaria del
Miguel Primo de Rivera se alienta la senda del regreso a la monarquía
parlamentaria, pese a la debilidad de los partidos dinásticos. El gobierno de
la Corona, en un intento de dar legitimidad a las instituciones monárquicas,
convoca una ronda de elecciones. El 12 de abril de 1931 se celebró la vuelta de
los comicios municipales, clarificadores de lo que estaba ocurriendo en la base
popular. El impulso republicano quedó patente, pese a que hubo una amplia
victoria monárquica en el cómputo de concejales, en las grandes capitales,
alejadas del caciquismo que imperaba en los pueblos y que, junto con la perversión
del sistema electoral vigente, que impedía la celebración de comicios cuando no
hubieran listas enfrentadas, mantenía en los puestos representativos a un
colectivo eminentemente conservador.
La proclamación de la II
República el 14 de abril de 1931, con el exilio de Alfonso XIII, supuso que
aflorase el rencor y el odio hacia ciertos estamentos, como la Iglesia, que se
habían inclinado hacia formas de gobierno rayanas con el absolutismo y el
clericalismo. La desaforada respuesta popular manifestada en la quema de
conventos, iglesias, bibliotecas y todo tipo de estancias y edificios
religiosos durante los días 11 y 12 de mayo de 1931, aireó la creencia de que
la Iglesia había sido culpable de la crisis social que azotaba a las familias y
ponía en peligro la propia supervivencia, ya que siempre había estado al lado
de la derecha conservadora que no en pocas ocasiones trocó en el caciquismo.
Una legislación ad hoc, expresada en la nueva Constitución,
que impedía, limitaba o anulaba ciertos derechos de la Iglesia, da pábulo al
movimiento social revolucionario de izquierdas que también iba asentándose paulatinamente
en Ciudad Rodrigo. Y si una de sus bases era el laicismo, parecía evidente que
una estatua del Sagrado Corazón de Jesús presidiendo la Plaza Mayor desde la
Casa Consistorial, la institución que representa a la voluntad popular, más
pronto que tarde debía provocar el debate en el seno de la Corporación.
El asunto no se
plantearía oficialmente hasta el 22 de abril de 1932. Antes, sin embargo, se había
desatado una campaña populista para retirar la escultura. En medios locales y
provinciales se estaba abogando por la eliminación de ese símbolo religioso, propio
del antiguo régimen. La campaña y el debate llegaron al seno de la Corporación
municipal de la mano de elementos republicanos, caso del pedagogo Nicolás
Escanilla Simón[32], quien registró en el
Ayuntamiento una solicitud en ese sentido. No lo sabía entonces el concejal
Aristóteles González Riesco, gestor de la Diputación Provincial, cuando propuso
formalmente al Consistorio que presidía Juan Aparicio Ruano la retirada de la
imagen de la Casa Consistorial[33] y
que fuera ofrecida al obispo Manuel López Arana “para que la lleve al templo
que designe, con todos los respetos debidos”[34]. El
edil Juan Rodríguez Hurdisán, entrando en debate, piensa que la resolución de
este asunto no es competencia del Ayuntamiento, sino de la Comisión Provincial
de Monumentos. Por eso, la Corporación acuerda instruir un expediente para
solicitar la autorización pertinente y proceder a desmontar la escultura de la
columna de la Casa Consistorial, “fundamentando esta resolución en la nueva
legislación sobre la materia y en las campañas seguidas en tal sentido”.[35]
Casi dos meses más tarde,
en concreto en la sesión del 10 de junio, González Riesco quiere saber las
razones que han impedido retirar la imagen del Ayuntamiento, si ya se cuenta
con el preceptivo permiso de la Comisión Provincial de Monumentos. El alcalde
parece querer ganar tiempo en su respuesta. Dice que desconoce la existencia de
esa autorización, pero ya avanza que, en el caso de que existiera, el
Ayuntamiento no cuenta con fondos suficientes para afrontar el desmontaje de la
escultura y su traslado a otro lugar; además, riza el rizo al afirmar que, si
el Consistorio contase con recursos económicos, primero los utilizaría en
remediar la crisis de trabajo, al tiempo que anuncia que, de todas formas,
“debe darse un plazo para que por quien proceda, se estudie y determine el
lugar donde haya de colocarse la referida imagen”[36]. Ante
la insistencia del edil González Riesco, a la sazón primer teniente de alcalde,
de que el desmontaje del Sagrado Corazón puede ser una de las obras para
remediar el paro obrero, el alcalde Juan Aparicio se evade con el argumento de
que no se ha podido iniciar ninguna obra desde que está en el cargo por falta
de liquidez, lo que no es óbice, argumenta el concejal republicano, para que se
derive una partida del arbitrio del “inquilinato”.
Juan Rodríguez Hurdisán pide
al secretario que lea el oficio de la citada comisión provincial para salir de
dudas. El documento no se encuentra a disposición de la Corporación, por lo que
plantea que hasta que no se recabe toda la información y los permisos
necesarios para cumplir el acuerdo de retirar la imagen de la Casa
Consistorial, el asunto quede pendiente. González Riesco se siente desvalido;
dice que no cuenta con la colaboración ni del alcalde ni de los concejales, por
lo que anuncia su dimisión poniendo su cargo de primer teniente de alcalde a
disposición del regidor. Juan Aparicio intenta convencerle para que deponga su
actitud, ya que no se ha demostrado lo que afirma; al tiempo, le indica que
está buscando la fórmula para cumplir el acuerdo que permita retirar la imagen.
El concejal dimisionario mantiene su pulso con el alcalde: no cuenta con la
confianza ni del alcalde ni de sus compañeros de Corporación. Abandona el salón
de sesiones para dejar al Consistorio sin ataduras a la hora de aceptar o
rechazar formalmente su dimisión. El alcalde no está por la labor; González
Riesco “le es necesario para el desempeño de la alcaldía” desde su primera
tenencia de alcalde. La Corporación desestima la renuncia del edil, aunque a
éste le cueste mantenerse en el cargo tras amenazar de nuevo con abandonar el
Consistorio.
El debate generado en
aquella sesión tuvo su espuela en la prensa periódica. Un corresponsal criticó
a Aristóteles González Riesco por su referencia a la situación del paro obrero
en la localidad. El periodista consideró que el concejal se oponía a hacer
obras, algo que molestó sobremanera al primer teniente de alcalde hasta el
extremo de solicitar y conseguir el amparo del propio alcalde y de toda la Corporación
municipal. En esta misma sesión, de 17 de junio, Juan Rodríguez Hurdisán abre
un acalorado debate sobre el sentido final del acuerdo adoptado para retirar la
imagen del Sagrado Corazón de la Casa Consistorial. Se suceden una serie de
despropósitos, de intervenciones dispares, ajenas a criterio alguno, como si se
buscase la fórmula para deslegitimar un acuerdo adoptado por unanimidad tan
sólo unas semanas antes. Sale incluso a relucir el recurrente artículo de la
Constitución que anulaba el protagonismo de la Iglesia en la vida pública.
González Riesco llega a acusar a Rodríguez Hurdisán de vulnerar con su actitud
la letra de la Carta Magna, pese a ser también republicano; y éste le contesta
que desconoce que haya un articulado en la Constitución que mande eliminar los
símbolos religiosos de carácter público. Sale a la palestra otro edil, Laureano
de San Pablo Allín, recordando que el acuerdo está tomado y que debe
ejecutarse. Juan Aparicio ya no tiene más remedio que intervenir y lo hace para
ensalzar su labor como regidor y cumplidor de la legislación vigente y que
“cuando él o la Corporación no quieran cumplirlas, entonces abandonará el
cargo”. Y una punzada más al debate sobre la retirada de la escultura del
Corazón de Jesús: “La imagen se encuentra colocada fuera de la Casa
Consistorial y no en su interior”,[37]
afirma el alcalde.
González Riesco vuelve a
la carga: que se acuerde la retirada de la imagen; y Rodríguez Hurdisán a lo
suyo: que el acuerdo adoptado sólo se refiere al expediente remitido a la
Comisión Provincial de Monumentos para autorizar la retirada de la escultura,
no la retirada en sí de la pieza. Usted, vino a decir el primer teniente de
alcalde, puede interpretar el acuerdo como quiera, pero “la noche en que se
adoptó, el espíritu de los votantes era el de que se quitara la imagen de
referencia”, recordándole que él mismo votó a favor. Hurdisán insiste en que la
tramitación seguida en el expediente fue la que él propuso y por tanto no hay
acuerdo final en ese sentido, lo que fue rechazado hasta por el propio alcalde:
“De la redacción del acuerdo se desprende debe ser retirada la imagen”.
Abundando en el surrealismo que esa noche se apoderó del salón de plenos, el
alcalde propone que “se someta el acuerdo debatido a interpretación de un
gramático”, propuesta que es votada favorablemente por toda la Corporación con
la excepción de Aristóteles González Riesco, quien considera que el acuerdo
está adoptado en firme.
Imagen del Sabrado Corazón en el seminario, actual ubicación |
El fragor del debate fue
determinante para que pocos días después el alcalde, Juan Aparicio Ruano,
renunciara a su cargo. La crispación y el enfrentamiento no eran ya sólo patrimonio
del Consistorio, sino que se extendía al pueblo, agraviado en su situación por
la falta de trabajo y que incluso
llegaba al extremo de impedir que los jornaleros forasteros trabajasen.
El debate sobre la
retirada de la escultura del Sagrado Corazón de Jesús no se retomó hasta la sesión
del 12 de agosto, ya con Martín Rengel González ocupando la alcaldía. En el
pleno de esa noche el regidor explicó que había tenido la visita de “una
comisión integrada por diferentes elementos republicanos” –Partido Radical
Socialista, sindicalistas de UGT y PSOE, explica el corresponsal de El Adelanto, Santiago Vegas Arranz, en
la edición del 14 de agosto- en la que se le expuso la conveniencia de retirar
la imagen de la Casa Consistorial para evitar actos desagradables
protagonizados por algunos obreros. La situación era de hecho insostenible. Ese
mismo día, viernes, un grupo de obreros había quemado los dos quioscos que
existían en la Plaza Mayor y amenazaron con destruir el que quedaba en el
arrabal de San Francisco. Faltaba trabajo, tanto en el campo como en la
construcción, y las noticias que llegaban por los periódicos eran alarmantes
tras la sanjurjada del día 10 en
Sevilla.
Tal vez influido por esta
situación, el concejal Juan Rodríguez Hurdisán rebaja su oposición a la
retirada de la imagen si se hace “con los respetos que merece y por cuenta de
la Corporación o por medio de una suscripción”[38]. Su
compañero de Consistorio, Aristóteles González Riesco, no desaprovecha la
oportunidad que se le brinda para que “mañana mismo empiecen los trabajos para
efectuar la retirada”. El edil Santiago Martín García ofrece gratuitamente la
madera que fuera necesaria para la construcción del andamio para desmontar y
bajar la escultura, acción que supone el reconocimiento público de sus compañeros
al otorgarle un voto de gracias.
Los trabajos se realizan
de forma inmediata. Una comisión municipal se encarga de cumplir el acuerdo
adoptado el 19 de agosto para mantener un encuentro con los representantes
eclesiásticos con el fin de que designen el lugar en donde se colocaría la
imagen del Sagrado Corazón de Jesús. El Obispado decide que el mejor sitio es
el patio porticado del seminario, donde se encuentra desde entonces. Los
trabajos del “descendimiento” de la escultura supusieron para el Ayuntamiento
unos gastos de 964 pesetas, según se desprende de las dos facturas presentadas
y aprobadas en la sesión celebrada el 26 de agosto de 1932.
El agravio caló hondo en el
estamento religioso y en la feligresía. Desde un primer instante los fieles
acudieron a rezar ante la imagen en el seminario, pero no vieron hasta 1938, en
plena Guerra Civil, el momento oportuno para hacer un notorio acto de
desagravio a la acción republicana. El 24 de junio de ese año, festividad del
Sagrado Corazón, volvió a entronizarse su imagen, en reducido formato, en la
Casa Consistorial, esta vez en el salón de plenos. Un acto de desagravio en el
que participaron todas las fuerzas cívicas y que “terminó con vivas a Cristo
Rey, a España, al Caudillo y al Ejército y Milicias”.[39]
[1] http://es.geocities.com/obisposilveriovelasco [Consulta, 10 de noviembre de 2006]
“Silverio Velasco
nació en Aranda de Duero,
el día 20 de junio de 1881. Sus padres fueron Santiago Velasco y Eusebia Pérez.
En Comillas estudió teología y fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de
1905. Su primer destino como sacerdote fue en Roa, en la parroquia de la
Santísima Trinidad. Cinco años más tarde, llegó al seminario de la diócesis de
Burgo de Osma para ejercer como docente, impartiendo clases de Griego, Teología
y Arqueología, llegando a ser Rector del Seminario y canónigo penitenciario de
la Catedral. En octubre de 1924, el nuncio de su Santidad, monseñor Federico Tedeschini,
le comunica la propuesta de nombramiento de obispo, que Silverio aceptó con
humildad y obediencia. La Corporación municipal de Aranda le nombró, al mes
siguiente, hijo predilecto de la villa. El día 3 de mayo de 1925, en la parroquia
de Santa María de Aranda, fue consagrado obispo por el nuncio de su Santidad en
España, monseñor Tedeschini. Sus primeras actuaciones litúrgicas fueron para
sus paisanos, misa episcopal en la ermita de la Virgen de las Viñas, confirmaciones
en la iglesia de Santa María... Toma posesión como obispo de Ticelia y
administrador apostólico de la diócesis de Ciudad Rodrigo el día 16 de mayo de
1925. Poco tiempo ejerció como pastor de almas en la diócesis, dos años y
medio, ya que la enfermedad que arrastró tantos años consigo, pudo con él el
día 4 de diciembre de 1927, estando en Madrid, en el hospital de la Cruz Roja
para la intervención médica. Fue enterrado en la parroquia de Santa María de
Aranda, donde hasta hoy descansan sus restos”.
[2] Miróbriga. Semanario católico. Número 170, de 28 de
junio de 1925. Primera página.
[3] Ibídem. “Recordó
los favores hechos por el Corazón de
Jesús a Ciudad Rodrigo y la
antigüedad de esta devoción en nuestro
pueblo, de lo cual queda un monumento
en la Iglesia que fue de las Descalzas, que por su importancia histórica
merecería ser declarado, dice el señor Obispo,
monumento nacional”.
[4] Ibídem. “Ejemplo de Zamora,
Cáceres, Bilbao, Zaragoza y tantas otras ciudades, que,
tienen por Rey al Corazón de Jesús; evocó
la entronización de este Rey de Amores
en el Cerro de los Ángeles por S. M.
don Alfonso XIII”.
[5] Ibídem.
[6] Joaquín Román Gallego (Lumbrales, 1883; Ciudad
Rodrigo, 1949)
[7] Miróbriga.
Número 175, de 2 de agosto de 1925. Editorial:
“Es voluntad del Sr.
Obispo que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres contribuyan con su limosna
por muy pequeña que sea a la erección de esta estatua y que los nombres de todos los donantes queden escritos en
un pergamino, que se encerrará en el corazón de la estatua ¿Habrá alguno que se niegue? Por otra parte nos consta que el Ilmo. Sr. Obispo
está recibiendo ofrecimientos valiosísimos de diversas personas, que si no
fuera el secreto, que la más absoluta discreción impone, se diría que hay
verdadera y generosa rivalidad entre algunas personas por ver quien coopera más
eficazmente a preparar el triunfo del Corazón de Jesús en Ciudad Rodrigo. Lector,
tú no te quedes atrás, ora y da, no te avergüences si eres pobre de tu pequeña
limosna; el céntimo ele la viuda pobre del Evangelio fue más estimado por
Jesucristo que la moneda de oro del Príncipe de la Sinagoga. A cada uno nos
exige según lo que tenemos.”
[8] ESTORNÉS LASA, Bernando. Versión digitalizada y en proceso de actualización de la Enciclopedia
General Ilustrada del País Vasco "Auñamen: http://www.euskomedia.org/aunamendi?idi=es
“Serafín de Basterra Eguiluz nació en Bilbao el 12 de
Octubre de 1850 y falleció en la misma villa el 17 de febrero de 1927. En su
dilatada vida de escultor influyó con su genio en una pléyade de artistas
bilbaínos, entre los que se contaron sus hijos Manuel e Higinio, y dejó una
gran muestra de su obra en muchísimas esculturas que se encuentran en distintos
puntos de la geografía peninsular e incluso mundial puesto que una de ellas, la
imagen del Sagrado Corazón de Jesús fue erigida en Wuhu, China. Además de ésta
fueron creadas por él, entre otras, las estatuas de mármol de Carrara que adornan
la escalinata del Ayuntamiento y que representan la Justicia y la Ley, y los maceros
de las esquinas del mismo edificio. Como obra destacada puede contarse la
construcción y creación de la torre principal de la iglesia del Señor Santiago,
hoy Catedral de Bilbao, su puerta principal de piedra y los tres altares de la
misma. Dada la época en que vivió, sus más importantes obras se refieren a la
imaginería, siendo muchas las que se encuentran en distintas iglesias del país.
Siempre fiel a la escuela clásica, de la que era gran adepto, todos sus
trabajos se desarrollaron dentro de las directrices de dicha escuela, haciendo
que su producción en su totalidad sea un canto al arte, la belleza y a la
veracidad plástica”.
[9] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425.
Documentos del pontificado de Silverio Velasco. Entronización del Corazón de
Jesús en el Ayuntamiento.
[10] Ibídem.
[11] Finalmente, tuvo que pedir otro más a la cantera por
un error en las medidas y en el corte.
[12] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425.
Documentos…:
“He recibido del Ilmo. Sr. D. Silverio, Obispo de
Ciudad Rodrigo, por conducto de D. Domingo Abona la cantidad de mil pesetas
para en cuenta del importe de la estatua del S. C. de Jesús de piedra que he
ejecutado por encargo de dicho Sr. Obispo para la citada Ciudad; y para que
conste doy el presente en Bilbao, 9 de diciembre de 1926. Serafín de Basterra”
(Rubricado). A la muerte del escultor, ocurrida el 17 de febrero de 1927, son
sus hijos los que saldan la deuda que tiene contraída con la familia el
Obispado de Ciudad Rodrigo: “Hemos recibido del Ilmo. Sr. Obispo de Ticelia la
cantidad de 6.397, 15 pesetas que, con las 1.000 entregadas anteriormente por
D. Domingo Abona para el mismo fin, representa el importe total de una estatua
del Sagrado Corazón de Jesús, incluso sus portes, embalajes, etc., ejecutado
por nuestro finado padre (q. e. p. d.) a requerimiento de V. I., quedando con
dicha entrega absolutamente saldada la cuenta pendiente por dicho encargo.
Bilbao, 28 de marzo de 1927. Higinio de Basterra. Luis de Basterra. Manuel de
Basterra. S. de Basterra. Antonio de Basterra. María Carmen Basterra”
(Rubricado).
[13] Ibídem.
“Ilustrísimo Sr. D. Silverio. Obispo. Ciudad Rodrigo.
Mi respetable Sr. y distinguido amigo: Hemos perdido más de ocho días que hace
tengo terminada la consabida estatua. Después de una serie de vueltas y
entrevistas para que se pusieran de acuerdo los dos PP Jesuitas y los dos
señores sacerdotes, por fin he conseguido reunirlos hoy; han examinado la
estatua, que la han hallado muy bien (supongo que eso le notificarán ellos), y
también han presenciado la introducción en el cuerpo del S. Corazón de la caja
de metal que contiene los nombres de los Sres. donantes, después de haberlos
examinado. Ya se ha comenzado a hacer las cajas para embalarla. También se
consultó en la estación de f-c y resulta que en pequeña velocidad hasta esa
estación de Ciudad Rodrigo es el coste de ciento cuatro pesetas cada mil kilos.
No se puede precisar con exactitud el peso total de la estatua hasta que la
pesemos en la báscula de la estación, pero es mi parecer de que oscilará
alrededor de los cuatro mil kilos, y dijeron en las oficinas del f-c que de
aquí a ésa tardará unos diez o doce días. A mí me parece lo más adecuado
facturarla en pequeña velocidad porque en grande costarían los portes una
enormidad. Si su Ilustrísima desea que a colocarla vaya de aquí el operario
práctico que tengo yo para estos casos, podría salir de aquí calculando llegar
a esa algún día antes que la estatua, por si hallara alguna deficiencia en el
sitio de emplazamiento. Por carta, o telegrama para perder menos tiempo, puede
contestarme si está conforme con mi parecer; mientras tanto nosotros
continuamos embalándola. Esperando pues su grata respuesta queda suyo afmo.
seguro servidor, Q. B. S. M. Serafín de Basterra” (Rubricado).
[14] Miróbriga. Semanario católico. Número 230, de 22 de
agosto de 1926. Portada.
El redactor apunta, sin embargo, la cifra inicial de
“86 pliegos de papel finísimo de hilo, que contienen los nombres e todos los
donantes de limosnas para que, incluidos en una caja de bronce, sean colocados
en el pecho de la preciosa imagen del Corazón de Cristo”
[15] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425.
Documentos... Lista de gastos de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús.
[16] El Eco del
Águeda. Semanario independiente, defensor de los intereses generales de la
región. Número 100, de 14 de octubre de 1926. Página 3:
“En la tarde del miércoles fue trasladada a la Plaza
Mayor, desde la estación, la estatua del Corazón de Jesús que será entronizada
en fecha próxima en esta ciudad. Han dado comienzo ya las obras para la
colocación de la estatua, que nos aseguran, es una verdadera obra de arte y
será emplazada en el Palacio Municipal”.
[17] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425.
Documentos... Lista de gastos…
La carta dice así: “Ilustrísimo Sr. D. Silverio
Velasco. Mi respetable señor: Por este mismo correo recibirá dos paquetitos
certificados. El uno el cliché del fotograbado, y el otro contiene los
ingredientes necesarios para hacer el ‘Mastic Meyer’, que se compone de unos
polvos blancos y un líquido que uniéndolos con los polvos y bien batidos resulta
el consabido ‘Mastic’. El revolver debe hacerse con palo de madera porque si
fuese hierro sería contraproducente por el óxido que éste contiene. El espesor
de la pasta debe ser como un chocolate algo espeso. Hecho esto, se moja con el
líquido las partes que se han de juntar, después se le unta con el ‘Mastic’
hecho, se une apretando y después se deja unas 24 horas sin moverlo hasta que
se seque. Le agradecería el que aunque sea por una postal me notifique si ha
recibido lo que arriba le indico, si recibió su Ilustrísima los paquetitos, el
cliché del fotograbado y qué resultado da este y se ha colocado sin novedad la
estatua, que me interesa. Estoy impaciente por tener noticias del asunto. Suyo
afectmo. Serv. Q. b. s. m. Serafín de Basterra” (Rubricado).
[18] Boletín Oficial
del Obispado de Ciudad Rodrigo. Número 10, de 15 de noviembre de 1926.
Página 242.
[19] El Eco del
Águeda. Número 102, de 28 de octubre. Portada y siguiente página.
[20] Ibídem. Núm. 103, de 4 de noviembre. Página 2.
[21] Ibídem. Núm. 102. Página 2.
[22] BOOCR.
Ibídem.
[24] Miróbriga.
Semanario católico. Número 241, de 7 de noviembre de 1926. Portada. El
semanario recoge una oración compuesta por el obispo por la cual se concede una
indulgencia de 50 días:
“Oración compuesta por el Ilmo. y Rvmo. señor Obispo
Dr. D. Silverio Velasco y por la cual concede 50 días de indulgencia a todos
los que la recen devotamente, de rodillas o de pie, mirando si pueden a la
Estatua del S. C. de Jesús, a la parte de la ciudad donde se halla entronizado.
Oración al Sacratísimo Corazón de Jesús. Corazón santísimo de Jesús, desde este
trono, donde te ha levantado la piedad de Ciudad Rodrigo, vuelve tu mirada
hacia esta ciudad, que a Ti se ha consagrado. Ejerce eficazmente sobre ella el
dulce imperio de tu soberanía divina. Sean según tu Corazón nuestras Autoridades,
para que nos rijan según sus leyes. Respetemos y obedezcamos a nuestras
Autoridades los súbditos. Vivamos todos unidos en tu dulcísimo Corazón: Tú
estréchanos en Él amorosamente, y danos la paz, la tranquilidad, el orden, la
honestidad de costumbres, la justicia y la caridad. Ordena durante el día
nuestra actividad, y vela por la noche nuestro sueño. Venga a nos el tu reino,
y con él y con tu bendición poderosa sobrevengan todos los bienes a nosotros y
a todos tus hijos de tu predilecta ciudad. Amén”.
[25] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 426.
Documentos…
[26] Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo. Libro
de actas de 1926.
[27] Ibídem. Libro de actas de 1925.
[28] Ibídem. Libro de actas de 1926.
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Tal vez fueran estas discrepancias las que llevaron al
padre Dionisio Domínguez, biógrafo del obispo Silverio Velasco, a afirmar que
“donde halló viva oposición fue en recabar del Excelentísimo Ayuntamiento el
necesario permiso para colocar la estatua en el sitio preferido por él y por
toda la Junta de entronización. Más al fin, las razones y ruegos del Prelado,
salieron triunfantes, no sin haber tenido que devorar en silencio y con santa
paciencia muchos y muy amargos sinsabores”. Véase: DOMÍNGUEZ, S. J., P.
Dionisio: Sacerdote y obispo Santo. Ilmo.
Sr. D. Silverio Velasco. A. A. de Ciudad Rodrigo. Valladolid, 1928.
Reedición facsímil, Burgos, 2002. Páginas 86 y 87.
[32] Véase datos biográficos de Nicolás Escanilla Simón en
el artículo de HERNÁNDEZ DÍAZ, José María: El
mirobrigense Nicolás Escanilla, pedagogo en el siglo XX. Publicado en Ciudad Rodrigo. Carnaval del Toro, 2002.
Salamanca, 2002 y HERNÁNDEZ DÍAZ, José María: La pedagogía histórica de Nicolás Escanilla, pp. 135-146 en José
María HERNÁNDEZ DÍAZ (coord.): Cuestiones actuales de filosofía y
pedagogía. Salamanca, 2001
[33] Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo. Libro
de actas de 1932. Sesión de 22 de abril.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem.
[36] Ibídem. Sesión de 10 de junio de 1932.
[37] Ibídem. Sesión de 17 de junio.
[38] Ibídem. Sesión del 12 de agosto de 1932.
[39] Boletín Oficial
del Obispado de Ciudad Rodrigo. Número 7, de 20 de julio de 1938.
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