La oportunidad[1] de
conmemorar el CL aniversario del sitio de Ciudad Rodrigo de 1810 llegaría
aparejada a otras efemérides con singular significado para la sociedad mirobrigense
de aquel momento, especialmente sensible por exponer su relevancia y proyección
histórica aprovechando la oportunidad que supuso la confluencia de la heroica defensa
ejercida frente al ejército napoleónico con el octavo centenario de la
repoblación asignada a Fernando II de León y el traslado de la Diócesis de Caliabria a
la sede civitatense, aunque esta conmemoración quedase relegada en la
oficialidad para ser un trasunto menor derivado al estamento religioso.
Se trataba de promover un amplio programa de actos
vinculado a estas conmemoraciones que sirviera para ensalzar el protagonismo de
Ciudad Rodrigo y sus hombres en la historia, intentando implicar a la comarca,
a la provincia y a la región –con el amparo del Estado- como potenciales
colaboradores en la organización y desarrollo de la programación.
Para ello se crea una “junta o comisión” en marzo de
1959 con el único objetivo inicial de organizar un programa de actos para
conmemorar el “CL Aniversario del Sitio de Ciudad Rodrigo”, añadiéndose más
tarde, para conferirle mayor proyección, la conmemoración del VIII Centenario
de la Repoblación
de Ciudad Rodrigo por Fernando II de León. Dicha junta es abanderada por el
Ayuntamiento, pero está abierta a todos los estamentos mirobrigenses, que
aportan los 26 notables[2] que
en principio se encargarán de proyectar e ir definiendo lo que se pretende
hacer para las citadas conmemoraciones.
Monumento a Fernando II de León ubicado junto a la Puerta de las Amayuelas |
Van surgiendo ideas e iniciativas en las distintas
reuniones que mantiene la junta organizadora. Entre ellas se apunta la
conveniencia de levantar sendos monumentos a quienes se consideran referentes
de las conmemoraciones. Por un lado, el rey Fernando II de León y, por otra
parte, como símbolo de los valores refrendados en la defensa de la plaza de
armas mirobrigense en 1810, se propone ensalzar la figura del guerrillero
Julián Sánchez, el Charro. Definida
la esencia referencial de los monumentos, la comisión valora nombres de artistas
que pudieran ejecutarlos. Surge desde un principio el del escultor zamorano Jos[3] cuya familia se estableció
en Salamanca en 1929, como el preferido de los comisionados para esculpir los monumentos.
é
Luis Núñez Solé,
Las conversaciones se suceden y avanzan por buen
camino con el escultor radicado en Salamanca. El 11 de noviembre de 1959 el
pleno de la comisión recibe información en ese sentido, haciéndoles partícipes
de su contenido: se le ha encargado los bocetos para los monumentos a Julián
Sánchez y a Fernando II y su parecer sobre “el lugar de instalación”. Los comisionados
“hacen hincapié en el cariño con que el Sr. Núñez Solé acogió la idea y la
satisfacción que le produce la posibilidad de su realización, que tomaría con
el mayor interés, ya que por su importancia estaba dispuesto a quedar en el
mejor lugar”.[4] Una predisposición que se
plasma en la decisión plenaria de encargarle las obras, aunque previamente
deberá presentar el correspondiente presupuesto. Y, para sufragarlo y con el
fin de ir ganando tiempo, la comisión acuerda “abrir una suscripción para que
todo el pueblo mirobrigense pueda cooperar económicamente a rendir homenaje a
aquellos héroes que en tiempos pretéritos, y gracias a su arrojo y valor,
dejaron escrito en la historia páginas de tanto honor para el pueblo mirobrigense”.[5]
Diez días después, el 21 de noviembre, Núñez Solé
remite los presupuestos de las dos esculturas. Para la de Julián Sánchez
plantea un “basamento de granito” con un “frente monumental en piedra de
Salamanca” y la “escultura de don Julián Sánchez en piedra caliza de Burgos”.
Se trataría de realizar un “bajorelieve [sic] de don Julián Sánchez, o
bajosrelieves [sic] de personajes locales que actuaron en la lucha contra los
franceses”. El presupuesto para el monumento de El Charro queda establecido,
inicialmente, en 34.000 pesetas.[6]
El proyecto que presenta Núñez Solé para el monumento
a Fernando II –hay una manifiesta equivocación en el apunte que remite el
escultor, ya que presupuesta un “monumento al rey Alfonso II”- es de mayor
cuantía. El costo lo establece en 42.000 pesetas, sin duda por las especiales
características que proyecta para el monumento que se pretende ubicar junto a
la parte interior de la bóveda de las Amayuelas. “Por un lado del arco” –argumenta
Núñez Solé-, iría una “escultura del rey, de pie, adosada al muro de la subida
de la muralla, con un yelmo y una paloma posada en él”, además de “dos escudos
a ambos lados del arco”. Y, “por el otro lado del arco, una escultura del mismo
rey, sentado”, con un bajorelieve [sic] representando un grupo de gentes de
Ciudad Rodrigo, complementado con un escudo del rey y una inscripción dedicada
a sus habitantes”. Estas esculturas y representaciones irían en “piedra caliza
de Burgos”.[7]
Carta de Núñez Solé en la que se expresa la formalización del contrato |
El “grupo de gentes” iría situado a un nivel inferior
respecto a la figura regia. Representaría a los tres estamentos sociales
imperantes en aquel momento y que se pretenden reflejar en su vinculación a la
repoblación: la nobleza con la milicia, el clero y el pueblo llano, el
campesinado.
La simbología del yelmo y la paloma nos acerca a la
leyenda según la cual una paloma blanca se posó en el yelmo de Fernando II
cuando este vino, desde Benavente y por intercesión divina, a socorrer Ciudad
Rodrigo[8] del
asedio de un ejército de infieles a cuyo mando, según algunas crónicas, estuvo
el conde Fernando Rodríguez de Castro[9]. La
bautizada como Batalla de la Paloma se habría
librado en 1174 en las inmediaciones de Ciudad Rodrigo[10] y
supuso un claro triunfo de las huestes fernandinas y del pueblo rodericense.
Sería la base para la consolidación de la repoblación de la ciudad, aspecto que
prima en la erección del monumento a Fernando II.
La comisión organizadora de los fastos de 1960 queda
complacida con la definición de los monumentos y sus presupuestos. No obstante,
por dificultades sobrevenidas, el del rey leonés sufre algunas modificaciones.
El proyecto monumental no llegó a ejecutarse tal y como se planteó en el
presupuesto inicial del escultor. Las dos partes del monumento a Fernando II
quedarían sintetizadas en un solo paramento, en la parte externa de la antigua
puerta Nueva, enfrente de donde existió el palacio de las Amayuelas, solar que
en ese momento soportaba la construcción de lo que sería más tarde Oficina de
Turismo, con toda la cercenadura que aglutinó sobre el entramado defensivo del
XVIII.
Las dos esculturas previstas del rey Fernando II,
según fue apuntando en los esbozos del monumento remitidos a la comisión
organizadora de los actos, quedarían abocadas a un solo bajorrelieve: el rey
sedente en su trono, con corona y cetro en la mano derecha, mientras la
izquierda permanece abierta para derivar hacia una leyenda vinculada a la
acción repobladora del rey leonés. Y, junto a la cabeza regia, se coloca la
paloma con toda la simbología que contiene.
Anverso y reverso de una moneda de la época de Fernando II |
Completa la escultura, en un nivel inferior respecto a
la figura regia, el “grupo de gentes de Ciudad Rodrigo”, representados por un
guerrero –espada en mano-, un clérigo con su hábito y un campesino: la nobleza
o el estamento militar, el clero y el estado llano, respectivamente, identificado
con una hoz y un borceguí.
Definidos los detalles finales del monumento, el 30 de
abril de 1960 el escultor Núñez Solé envía una carta al comisionado Leonardo
Dorado en la que la adjunta el contrato para la ejecución de los dos monumentos[11],
rogándole que se los remita con prontitud ya que “no sobra nada de tiempo”.
El contrato[12] se
firma el 2 de mayo y, por lo que al monumento a Fernando II se refiere,
especifica que “estará integrado por un relieve tallado en piedra de Sepúlveda
o Burgos, adosado a una pared y emplazado en la salida del arco de Amayuelas,
cumpliendo con un motivo decorativo de acuerdo con la Comisión del Centenario”.
El presupuesto conjunto se mantiene en 72.000 pesetas[13], de
las que 26.000 se entregarán al “hacer el encargo en firme, veinticinco mil
pesetas a la terminación de los modelos y el resto, hasta el total importe, una
vez que la obra esté totalmente colocada”.[14]
Paralelamente a las gestiones que se estaban
realizando con el escultor zamorano, el alcalde mirobrigense Joaquín Martín
Báez, como presidente de la comisión organizadora de los actos conmemorativos,
junto a José María Blanco Hernández, rector del seminario, e Hilario Muñoz
Méndez, juez de primera instancia e instrucción de Ciudad Rodrigo, se dirige al
ministro de la Gobernación ,
el militar Camilo Alonso Vega[15],
exponiéndole la esencia del programa que se quiere desarrollar, destacando
especialmente la erección de los monumentos a El Charro y a Fernando II.
Sobre el rey leonés, y para justificar la iniciativa
mirobrigense, los firmantes de esa carta, cuyo borrador se conserva en el
correspondiente expediente, esgrimen que Fernando II fue el responsable de la
“repoblación y mejoramiento de la ciudad, que de no haberse llevado a cabo,
hubiera hecho que en la actualidad Ciudad Rodrigo no existiera”[16].
Arguyen también los tres referentes de la sociedad mirobrigense de aquel
momento, con notables errores y anacronismos, que al rey leonés “se le debe la
construcción de nuestras murallas y fosos, la restauración de la Diócesis , el comienzo de
las obras de edificación de la
Catedral , la reconstrucción del puente y acueducto de aguas
romano, la construcción de palacios y casas señoriales y, en una palabra, de
todo lo que hoy constituye un exponente artístico elevado, que hace que nuestra
ciudad hoy sea admirada y visitada por millares de personas de las más diversas
nacionalidades”.[17] Y, entrando en cuestión,
en la esencia que justificaba la carta al ministro Alonso Vega, los firmantes
aducen que, para erigir dichos monumentos “es insuficiente la cantidad que los
vecinos de Ciudad Rodrigo y el Excmo. Ayuntamiento han aportado”. Por ello,
solicitan, a la vez que acompañan el avance de la programación, una subvención
para afrontar los gastos de toda la organización. Finalmente, el Gobierno Civil
de Salamanca contribuiría con 10.000 pesetas a la causa.
Cartel anunciador de la fiestas conmemorativas de 1960 |
En esa misma línea recaudatoria, el alcalde remite una
circular a los ayuntamientos de la comarca –habría otra dirigida a varios
municipios de la región vinculados con la figura de Fernando II- en la que da
cuenta del levantamiento de los dos monumentos conmemorativos de la efeméride.
Martín Báez señala como propósito en la erección de las esculturas de El Charro
y del rey leonés que en ellas “se encuentren representados todos los hombres y
todas las tierras de la comarca, a cuyo fin se planean incluir en los citados
monumentos los cilindros metálicos correspondientes, con pergaminos firmados y
sellados por todos los ayuntamientos ubicados en toda nuestra comarca, para
constancia y ejemplo de venideras generaciones”.[18]
Pero figurar en las previstas cápsulas del tiempo[19] tenía
un precio, una aportación económica para “lograr aquella magnificencia digna de
quienes tratamos de honrar, por todo cuanto hicieron a favor de España, en
horas de prueba para la historia y la grandeza de la Patria ”. Una aportación
económica que debería ser aportada antes del 15 de mayo de 1960, con el fin de
proceder a la concreción de todo el aparato protocolario.
El 26 de junio La Voz de Miróbriga[20]
inserta en su portada algunas referencias sobre los monumentos. Del de Fernando
II explica, entre otras cosas, que “en este monumento, cuyos detalles finales
no podemos dar todavía, hasta que no esté definitivamente terminado y colocado,
se incluirá un cilindro de pergamino en un cilindro de cinc o de plomo,
debidamente cerrado y sellado, con las firmas de las primeras autoridades
mirobrigenses, personas que han intervenido en la organización y pueblos de la
comarca, como acta de gratitud eterna del Ciudad Rodrigo actual a la regia
figura del monarca leonés”.
En semanas anteriores y también con posterioridad, el
citado semanario mirobrigense fue incluyendo avances sobre la suscripción
popular para la erección de los monumentos y también para afrontar los gastos
previstos con motivo de la organización de las fiestas conmemorativas de 1960.
De la suscripción popular se obtuvo un total de 106.485,75 pesetas, a las que
habría que añadir las 20.290 pesetas obtenida por la venta de lotería en
distintos establecimientos públicos.
La propuesta para implicar a la Tierra de Ciudad Rodrigo en
la erección de los monumentos tuvo una respuesta discreta, ya que tan solo
secundaron la iniciativa los ayuntamientos de Sahelices el Chico (100 pesetas),
Villavieja de Yeltes (200), Ituero de Azaba (200), Carpio de Azaba (100),
Fuentes de Oñoro (100), Martiago (200), Castillejo de Martín Viejo (500),
Campillo de Azaba (100), Sancti Spíritus (500), La Fuente de San Esteban (100)
y Vitigudino (300). Las donaciones pudieron entregarse a la Comisión de Exposiciones
del Congreso Mirobrigense, que tenía su sede en el número 7 de la Plaza Mayor , y en cualquiera de
las entidades bancarias radicadas en Ciudad Rodrigo.
Cabecera del programa anunciando las fiestas conmemorativas |
Como mera referencia anecdótica hay que señalar que,
después de todo el trabajo desempeñado a lo largo de más de un año por la
comisión organizadora de los actos conmemorativos, a la hora de confeccionar el
programa se deslizó una omisión, posiblemente un error de imprenta, para los
actos previstos para el 23 de agosto, fecha concertada para la inauguración del
monumento a Fernando II. En el programa solo se incluye la “grandiosa cabalgata
histórico-conmemorativa” para las seis y media de la tarde y que debería seguir
al descubrimiento del monumento, pero de este nada se dice. Lógicamente, hubo
que encargar una nueva edición del programa en el que ya se subsanaría la
omisión, señalando la inauguración del monumento 10 minutos antes de la
cabalgata, a las seis y veinte de la tarde, acción que correría a cargo del
alcalde rodericense.
Una breve reseña de lo acaecido en este acto la
encontramos en La Voz de Miróbriga del 26 de agosto de 1960:
“Las autoridades se trasladaron a la puerta de Amayuelas para proceder a la
inauguración del monumento erigido al rey don Fernando II de León, acto que fue
muy emotivo y brillante.
“Tras descubrirse el bajorelieve [sic] allí colocado,
obra del escultor salmantino don José Luis Núñez Solé, el M. I. señor don José
María Blanco hizo una detallada semblanza de las virtudes de aquel gran rey
leonés (…). Las palabras finales del orador fueron acogidas por una gran salva
de aplausos del inmenso gentío allí congregado, siendo este acto –como todos
los celebrados- retransmitido por medio de altavoces a otros puntos de la
ciudad.
“Inmediatamente de tan brillante inauguración comenzó
a penetrar por la citada puerta de Amayuelas, desfilando ante las autoridades
la espléndida cabalgata histórica, compendiadora de la gloria mirobrigense…”
[1] Este artículo forma parte
del libro editado por los centros de estudios de Ciudad Rodrigo, Benavente y
Ponferrada con motivo del MC aniversario del reino de León, recogiendo las actas
de las jornadas que se celebraron en las citadas localidades en 2010.
[2] AHMCR. Caja 306. Exp. 4.
Fiestas conmemorativas de 1960. “Relación de las autoridades y personalidades
de esta ciudad que forman la junta o comisión organizadora de las fiestas que
han de celebrarse con motivo del CL aniversario del sitio de Ciudad Rodrigo: D.
Joaquín Martín Báez, alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento; D. Manuel
Palomar Lapesa, primer teniente de alcalde y director del instituto; D. Antonio
Hernández Picado, tercer teniente de alcalde y maestro nacional; D. Domingo
Gómez Arroyo, concejal y notario; M. I. Sr. D. José María Blanco, rector del
Seminario; M. I. Sr. D. Máximo Martín, canónigo archivero de la S.
I , Catedral; D. Hilario Muñoz Méndez, juez de instrucción; D.
Carlos Mateos Santos, jefe local del Movimiento; D. Víctor Sevillano Holgado,
comisario jefe de la Policía Gubernativa ;
D. Leonardo Dorado Martínez, farmacéutico; D. Adolfo Perrino Villalón, capitán
de la Guardia Civil
de Fronteras; D. Ignacio Sendín Patino, director del grupo escolar niños A. S.
Francisco; D. Jesús Huerta Alonso, Director de La Voz de Miróbriga; D. Santiago Vegas Arranz,
corresponsal de El Adelanto; D.
Lorenzo Muñoz Báez, corresponsal de La Gaceta ;
D. Ramón de Dios González, procurador de los tribunales; D. Ángel Martín Risueño,
abogado; D. José Luis Figuerola Vázquez de Parga, delegado local de Información
y Turismo; D. Antonio Custodio Paz, industrial; D. Abraham Cid Jiménez,
industrial y jefe del gremio del comercio; D. Ángel Prieto García, redactor
gráfico; D. Santiago Pérez García; D. Enrique García Medina; D. Joaquín Pellicer
Iturrioz, aparejador municipal; D. Santiago Vegas Hernández, interventor del
Ayuntamiento; y D. Julián Gutiérrez Lorenzo, secretario del Ayuntamiento. Ciudad
Rodrigo, marzo de 1959” .
[3] Revista de escultura pública. Escultura urbana. 1988. En http://esculturaurbana.com/paginas/nuns.htm
[consulta realizada el 17 de febrero de 2011]. “José Luis Núñez Solé nace el 10
de diciembre de 1927 en Zamora, aunque, a la temprana edad de dos años, se
traslada con su familia a Salamanca, ciudad por la que sentía un fuerte vínculo
afectivo. Núñez Solé da muestras desde su infancia de una especial sensibilidad
hacia los temas artísticos y, en especial, hacia el dibujo y la escultura. El
definitivo apoyo, se lo daría Mariano Benlliure, quien vio en él al gran
escultor que llegó a ser. En 1942 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de
San Fernando en Madrid y en 1951, obtiene una beca del Gobierno francés para
trabajar en París. Núñez Solé, como otros tantos artistas, debe compaginar su
labor artística con otros trabajos "al menticios", entre los que
destaca la docencia, actividad que comienza en 1969 en una escuela de decoración
de Salamanca y que continúa como profesor ayudante de la Cátedra de Dibujo en el
Instituto Fray Luis de León y, por último, después de haber obtenido por
oposición la Cátedra
de Dibujo, en el Instituto Zorrilla de Valladolid José Luis Núñez Solé fallece
en Valladolid, el 23 de diciembre de 1973” .
[4]
AHMCR. Ibídem.
[5]
Ibídem.
[6]
Ibídem.
[7]
Ibídem.
[8] SÁNCHEZ TERÁN, Jesús. Fichas mirobrigenses. Coleccionable del
semanario local La Voz de Miróbriga. El investigador sintetiza
en una de sus fichas lo que sobre el particular cuenta la historiografía: En plena marcha la restauración de nuestro pueblo, que Fernando II
impulsaba con decisión y eficacia, la población se vio gravemente amenazada. Un
fuerte ejército musulmán, después de atravesar triunfalmente Extremadura, se
presentó ante Ciudad Rodrigo con el propósito de destruirla.
Con los moros -o
acaso por ruta distinta, pero en línea de amistad con ellos-, llegaron también
frente a la población las huestes capitaneadas por el inquieto y batallador
conde don Fernando Rodríguez de Castro, el don Fernando Ruiz de las historias
locales, el Ferrand Royz de la nomenclatura de otras épocas.
Fue entonces
cuando tuvo lugar la batalla que podría denominarse de la Paloma. En ella, según
los antiguos cronistas cristianos, don Fernando II de León, que había acudido
precipitadamente desde Benavente en auxilio de la ciudad, obtuvo, secundado por
los habitantes de la población y con la ayuda de San Isidoro y del apóstol
Santiago, una gran victoria sobre los enemigos, a la vista de la plaza,
habiéndose distinguido por su valor las mujeres, la cuales, armadas de palos y de mazas, participaron, llenas
de ardor bélico, en la persecución de los infieles.
Según Sánchez
Cabañas, al comenzar el combate se vio descender del cielo una paloma blanca
que se posó en el yelmo del rey, donde permaneció durante el tiempo que duró la
lucha.
Y, sobre la fecha en que
presumiblemente se libró esta batalla, recoge Sánchez Terán lo siguiente: Dice Hernández Vegas que "sofocado el
levantamiento de los salmantinos por los años 1163 o 64, al año siguiente tuvo
el rey que acudir precipitadamente a socorrer a nuestra ciudad, puesta en
grande aprieto por un numeroso ejército de moros extremeños mandados por el
traidor don Fernando Ruiz de Castro, alcaide que había, sido de Toledo",
añadiendo, párrafos después, que "apenas había pasado un año de estos sucesos",
cuando se dio la batalla de Barquilla contra el infante don Sancho de Portugal.
El historiador don Julio González, en su ‘Regesta de Fernando II’, señala para
esos tres sucesos fechas distintas de las anteriores: la de 1162, para el
levantamiento de los salmantinos; de 1174, para la batalla contra los musulmanes,
y la de 1179, para la librada en el Campo de Argañán -en Barquilla- contra los
portugueses. Y después de valorar las fechas, el historiador mirobrigense
concluye que la batalla se dio después de
haber llegado Alfonso VIII a la mayor edad-1170-y poco antes de la derrota de
los portugueses en Barquilla -Campo de Argañán, 1179- y por eso cabe pensar que
tuvo lugar en 1174, año, en fin, de la única incursión musulmana efectuada en
aquella época contra nuestro pueblo.
[9] Ibídem. Cierto
[es] que don Fernando Rodríguez, o Ruiz o
Royz de Castro, se pasó de Castilla a León por rivalidades políticas con
personajes de aquel reino, especialmente con los Lara, y que pasados los años,
acaso al perder la tenencia de Toledo -1166- y con más seguridad después de
haber llegado Alfonso VIII a la mayor edad -1170- se desterró voluntariamente,
pasando a tierra de moros. Eran corrientes en aquellos tiempos esos destierros
o desnaturalizaciones voluntarias que, en algunos casos, en atención a los
motivos, no se conceptuaban deshonrosas.
"Así don Fernando, agraviado con muchas
injurias", se pasó a tierra de moros". "Ca decía que el
destierro sería tolerable, principalmente al que se hallaba inocente y no había
hecho violencia alguna".
Por eso el prestigio de Ruiz o Rodríguez de Castro no
sufrió mengua con su desnaturalización. Era el "poderoso y respetado"
don Fernando; el guerrero "de gran corazón... señalado entre pocos",
el que "por su sangre y hazañas era esclarecido", como dice Mariana;
el "cauallero de prez y de gra cauallería", tan bueno "que en el
mundo no lo auía mejor", como asegura Argote de Molina.
Don Julio
González, en su ‘Regesta de Fernando II’, llega a decir que no existen motivos
ni aun siquiera para afirmar que Rodríguez de Castro se presentara ante Ciudad
Rodrigo con las huestes de Abu Yacub, y menos, claro es, para admitir que
llegara a combatir contra el rey de León. Se funda en que Rodríguez de Castro
se desenvolvía normalmente, como leal vasallo, en la corte leonesa poco antes
de la batalla y en que incluso había sido distinguido meses antes con la
tenencia de Toro, y porque no se' explica que el emir de Sevilla confiara tan
importante expedición de castigo contra el reino de León a un caballero cristiano.
Pero es que hay
un antiguo historiador -Argote de Molina, en su ‘Nobleza de Andalucía’- que asegura
de manera concreta que, si bien es cierto que don Fernando Rodríguez estuvo a
la vista de Ciudad Rodrigo cuando la acometieron los moros, también lo es que
al aparecer el ejército real se mantuvo firme en el campo y se abstuvo de tomar
parte en la batalla: "Fernán Ruyz y sus hermanos quedaron con su exército
christiano entero y firme en el campo sin ayer querido pelear. Inviolos el rey
a llamar deseando tener en su Reyno caballeros tan valerosos".
[10] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad.
Salamanca, 1935. Tomo I, pág. 17. En memoria de él [suceso] se erigió una cruz de piedra que se llamó ‘Cruz
de los muertos’. También el teso mismo en que se dio la batalla llevó durante
mucho tiempo el nombre de ‘Teso de los muertos’. En una nota a pie de
página, Hernández Vegas señala que la
Cruz de los Muertos estaba
en lo más alto del teso, a la vista del monasterio de La Caridad , en el camino alto
que va para Casasola y Gazapos, recogiendo como fuente el Becerro de la Caridad.
[11] AHMCR. Ibídem. Carta de
José Luis Núñez Solé a Leonardo Dorado: Muy
Sr. Mío. Acompaño contrato de los monumentos por duplicado para que los
presente a la junta el próximo lunes. Le ruego tan pronto decidan me lo envíe
para comenzar enseguida pues no sobra nada de tiempo. Un saludo afectuoso.
Rubricado.
[12] Ibídem.
[13] La suma inicial del costo
de los dos monumentos ascendía a 76.000 pesetas, 4.000 más de lo finalmente
ajustado. Sin duda, por los cambios efectuados en la escultura de Fernando II.
[14]
Ibídem.
[15] Tomó posesión de este
cargo el 26 de febrero de 1957, cargo en el
que se mantuvo hasta el 29 de octubre de 1969. Su etapa, según refieren las
crónicas, se caracterizó por la brutalidad de los métodos represivos que
utilizó la policía, el continuo uso de la tortura y la violación de los
derechos humanos contra la oposición política, que le valieron el apodo de Don
Camulo.
[16]
AHMCR. Ibídem.
[17] Ibídem. En la carta se
abunda también en los valores patrios del momento: Que esta celebración de conmemoraciones llevará aparejado, al conocer
más detalladamente las circunstancias de aquellos momentos, un mayor
acercamiento de todos y de cada uno de los españoles que a ellas asistan, y
sobre todo un mayor amor a la
Patria , a esta querida España, que si en algún tiempo
desfallecida y débil, en loor a tratar de que sus hijos hispanoamericanos
recién alumbrados, crecieran y se fortalecieran, hoy dirigida por la mano experta
y providencial de nuestro invicto Caudillo, camina firme, fuerte e enhiesta,
dando ejemplo de toda clase de virtudes a todas las naciones del mundo… Hay
que recordar que, en coincidencia con estos actos conmemorativos, se estaba
organizando también el I Congreso de Mirobrigenses Ausentes.
[18]
Ibídem.
[19] En el desmontaje del
monumento a Julián Sánchez, el Charro,
con motivo de las obras de reforma de la plaza de Pérez de Herrasti no hay
noticia de la aparición del cilindro metálico en cuestión.
[20] Una
errata en la publicación fija la fecha en 26 de junio de 1690.
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