Al socaire de
una de las charlas con que los miembros del Centro de Estudios Mirobrigenses
agasajaron a los pocos ciudadanos que, como viene desgraciadamente siendo
habitual, se acercan a los espacios que se les facilita su uso para desarrollar
las Jornadas de Historia y Cultura de Ciudad Rodrigo –fue en 2012, en el gélido
salón del Palacio de los Águila; esta tarde y mañana se celebra la séptima
edición de dichas jornadas en el salón del Centro Educativo Municipal-, una
charla que ofreció el escritor local Santiago
Corchete para intentar rehabilitar la controvertida figura y obra del
también mirobrigense y polifacético Juan
de Nogales-Delicado Arias (Ciudad
Rodrigo, 8 de enero de 1883; Hendaya -Francia-, 27 de agosto de 1929),
maltratada a los pocos días de su muerte por el escritor y periodista César González- Ruano y más recientemente por el
también novelista Juan Manuel de Prada, quienes pusieron en solfa
sus excentricidades -sin duda, extravagantes y epatantes en su concepción
básica y en su proyección pública-, me parece conveniente afrontar otra de las múltiples
facetas que asumió este personaje digno de un conocimiento mucho más profundo que
la fachada con la que se le ha revestido.
Juan Francisco, José Luis, María de
Francia, Joaquín, Carlos y Félix Nogales-Delicado Arias, nombres con los
que fue bautizado en la iglesia
de El Sagrario, además de
cosmopolita, ultraísta epatante,
escritor, pintor, faquirista,
piloto de barco, torero, miembro
de las sectas más
inverosímiles... fue casi obligado
a ser político.
Juan de Nogales en su juventud |
En noviembre de 1917, cuando se encontraba en Madrid pintando en el
taller de Cecilio Pla, se enteró
de que la ciudadanía le había otorgado un acta de concejal en el Ayuntamiento
de Ciudad Rodrigo. No entraba dentro de sus planes ni de sus nueces -así
llamaba a sus obras. ¡Qué, si no, iba a dar un nogal!- dedicarse a la política
local, “pero no habiendo tenido ninguna intervención en las elecciones, y habiendo
sido votado con toda espontaneidad para formar parte del Ayuntamiento
mirobrigense, se creyó obligado a no rehusar el cargo, aunque este fuera, como
tenía que ser, un obstáculo inmenso para sus planes artísticos”, relataba su
biógrafo y amigo Modesto Pérez.
Aunque solo quería asumir la concejalía, el resto de la Corporación, por
unanimidad, le aupó a la Alcaldía. Puso trabas y pidió tiempo, pero le
espetaron que “usted se debe, antes que a su tranquilidad y a sus inclinaciones
particulares, a los intereses y al progreso de la ciudad”.
Dicho y hecho. Y ahí llegaron los problemas. Ciudad Rodrigo, como toda
España, vivía también entonces una etapa crítica en lo económico y social, en
donde dominaba una oligarquía caciquil que buscaba enriquecerse aún más con la
política local en detrimento del pueblo, hambriento y desasistido, sin
compasión alguna.
Portada del libro biográfico de Modesto Pérez |
Nogales tomó posesión de la
Alcaldía el 1 de enero de 1918.
A los pocos días, a la vista de la injustificable salida
de trigo de la ciudad y, en principio, con el beneplácito del resto de la
Corporación, ordenó su incautación para repartirlo entre la fábrica de harinas y
los molineros de la localidad para garantizar el abastecimiento, regulando también
de esta forma el precio.
No gustó a los traficantes locales de grano esta medida. Y presionaron lo
que pudieron y el alcalde no quiso dar su brazo a torcer, defendiendo al
proletariado. Con su negativa consiguió que solo uno de los ediles le apoyase;
quiso dimitir, pero el pueblo le convenció, en principio, de que siguiera para
evitar una “revolución”.
Fue un espejismo. El 28 de mayo de 1918 firmaba su dimisión como alcalde y
renunciaba al acta de concejal. Lo divulgó en prensa desde Lisboa, adonde se exilió:
“Prefiero el tifus a los Sánchez, Pérez y Rodríguez con quienes en mi tierra
hay que tratar”, diría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.