lunes, 24 de noviembre de 2014

Colocación de la primera piedra de la capilla de Cerralbo y procedencia de los sillares

El 12 de noviembre de 1587, un año antes de lo que señala la historiografía local[1], se puso la primera piedra de la capilla funeraria del marquesado de Cerralbo que se dedicaría al apóstol San Andrés, una fundación del que fuera cardenal y arzobispo de Burgos, Francisco Pacheco de Toledo. El documento referencial está suscrito por el escribano mirobrigense Juan de Yarza, dando fe de los asientos y descargas sobre los movimientos previos al inicio de los trabajos para la erección del templo, una información comprendida entre el 14 de noviembre de 1586 y el 14 de mayo de 1588[2] sobre las cuentas tomadas por Hernán Bote Pacheco, mayordomo y administrador de las obras de la citada capilla.

            En mayo de 1587 se encomienda a Juan de Balbás, miembro de una saga de canteros mirobrigenses, que inspeccione la cantera de La Moheda, en el término de Alamedilla, en el Campo de Argañán. Tuvieron que ser positivos sus informes porque posteriormente se concertaría el contrato con un grupo de guinaldeses para la extracción, labra y traedura de la piedra berroqueña que se destinaría a la definición de zócalos y esquinazos. Por este trabajo se le pagaron 24 reales con el fin de cubrir también los gastos acarreados de cavalgaduras y mozo en la visita.
Dibujo insertado en las páginas del 'Semanario Pintoresco Español' en 1839
        Hernán o Hernando Bote Pacheco contrató también los servicios del prolífico y relevante maestro de cantería mirobrigense Juan de la Puente[3] como maestro de la obra, a quien se le encomendó que replantease los trabajos con los ofiziales que trajo a hechar los cordeles, operación que se extendió hasta el 19 de noviembre y pagándole por ello 2.414 maravedíes[4]. No estaba rematado el replanteo de los trabajos para la cimentación de la capilla cuando se procedió a la solemne colocación de la primera piedra. Fue, como se ha dicho, en doze días del mes de nobienbre del dicho año de ochenta y siete [cuando] se pusso la primera piedra de la capilla y binieron los frayles de San Francisco y dijeron una misa el Espíritu Santo en el oratorio del palacio de los Pacheco, que estaba en lo que hoy es plaza del Buen Alcalde.
            El acto protocolario de la colocación de la primera piedra, con la cimentación a base de cal y guijarro, fue dirigido por Diego Pacheco, responsable familiar el control de los gastos para la erección de la capilla, quien ordenó que, como limosna, se entregasen 60 reales a la comitiva franciscana, además de repartir otros 22 reales a los peones y pobres que colaboraban en la concreción de los cimientos.
            Replanteada la obra, avanzada en su cimentación, era preciso el acopio del material, los sillares para ir levantando la capilla. La inspección de Juan de Balbás fue en línea con los intereses de la fundación del cardenal Pacheco y se decidió que la piedra berroqueña para zócalos y esquinas se extrajera de la citada cantera de La Moheda. El 20 de febrero de 1588, ante el referido escribano Juan de Yarza, se concierta el contrato para acercar la piedra necesaria a pie de obra. El administrador, Hernán Bote, en nombre de Diego Pacheco, formaliza el concierto con los guinaldeses Fustes Hernández, Juan Bajo y Pascual Martín, hijo de Fustes Martín. La cantera estaba siendo ya explotada, previo concierto, por los también pedreros guinaldeses Juan Hernández y Antonio Hernández, quienes extraían y labraban los sillares señalados en piedra berroqueña y estaban obligados a dallos en la dicha dehesa y su término[5].
Grabado recreando la labor de los canteros
      En virtud del contrato, Fustes Hernández y sus consortes se obligaban de mancomún a acopiar el material señalado para la obra de la capilla y acercarlo a Ciudad Rodrigo al sitio y parte donde se haze la capilla del dicho cardenal y en el dicho sitio a donde se le señalare, utilizando para ello carretas propias o ajenas. En principio, se comprometen a facilitar mill baras[6] de sillares desbastados que tenga cada piedra de largo tres pies[7] e pie y medio de ancho, y de grueso otro pie y medio; además de duzientas piezas que tenga cada una de largo a tres pies y a tres y medio, y de ancho a tres pies y a dos y medio, y de alto a de tener cada una a pie y medio bien cumplido.
    Por otro lado, estos guinaldeses an de comenzar a traher las dichas piezas desde primero día del mes de abrill deste ano de ochenta y ocho, un transporte que se considera ordinario y en el que emplearán ocho carretas de bueyes que bayan y bengan –si lo creyeran conveniente podrían aumentar la dotación- poniendo como fecha inicial del límite el 24 de junio, festividad de San Juan; y que si las dichas piezas no las hubieren acabado de traher a la dicha obra para el día de sant Juan que puedan cojer desde el dicho día hasta el día de san Bartolomé luego siguiente, y desde el dicho día de san Bartolomé en adelante sean obligados a traher las piezas que faltaren trayendo para hello siempre las dichas ocho carretas de manera que toda la dicha piedra a de estar puesta en la dicha çibdad y obra para el día de Todos los Sanctos desde año de ochenta y ocho, fecha tope para el acarreo de la piedra.
            Lógicamente, el contrato estipula el precio que hay que pagar a los acarreadores: Por cada sillar de los de a tres pies de largo a de dar y pagar a los dichos Pasqual Martín y sus consortes seys rreales, y por cada un sillar de los que tienen a quatro pies de largo ocho rreales, y por cada pieza de las que tienen y tubieren por los sillares de los de a tres pies, doze rreales. El pago establecido debería satisfacerse cada sábado, previa veeduría de Diego Pacheco.
            Como señal, tras la firma del concierto, Hernán Bote dio a los susodichos çiento y cinquenta rreales por rrazón deste conçierto, los quales le da demás e allende del prescio arriba lellendo porque del dicho prescio no se le a de quitar ni discontar cosa alguna, porque estos se los dan muertos de la paga, de los quales yo, el escrivano, doy fee.
Ilustración representando a un obispo inspeccionando la cantera
         Por otra parte, se estipula como condición que si de aquí al día del martes de antruejo [1 de marzo] desde año de ochenta y ocho hubiese quien baje el prescio de la trahedura de las dichas piezas y lo aceptare el dicho Hernán Bote, lo pueda hazer y los dichos Pasqual Martín y consortes se quedan con los dichos ciento e çinquenta rreales y no sean obligados a cumplir esta escritura, pero no abiendo quien baje la dicha trahedura y siendo açetada por el dicho Hernán Bote an de cumplir la escriptura.
            Los trabajos de cimentación y la colocación de los sillares de granito como zócalo de la capilla, así como la colocación del paramento exterior de arenisca, se extendieron algunos años. El 28 de junio de 1591 el mayordomo y el administrador del legado y fundación del cardenal Pacheco, Hernán Bote y Diego Pacheco, suscriben un contrato con varios canteros y pedreros mirobrigenses del arrabal de San Andrés para sacar toda la piedra que fuere nezesaria para la obra de la capilla del dicho cardenal de la cantera de San Juan[8] desta dicha çiudad hasta que se acabe de todo la dicha obra.
    Alonso Romero, Baltasar Martín, Francisco Sánchez, Alonso Hernández y Juan Sánchez, todos ellos moradores en la barriada de San Andrés, se comprometen a cumplir con las estipulaciones del contrato siempre que la cantera esté desenbaraçada, sin impedimento alguno para que nosotros podamos trabajar, con que el descubrirla y hacer los caminos y entrada de la dicha cantera para que pueda sacar la piedra a de ser a nuestro coste y quenta y no de la dicha capilla. Además, hemos de sacar todas las baras que nos mandaren a nuestra costa y quenta, conforme a la marca y galga con que al presente las sacamos, y por cada bara se ha a de dar y pagar a quarentta maravedises y la piedra a de ser blanca y llebadura y carretas a de ser por quenta y cargo de la dicha capilla y no a la nuestra. Si andando el tiempo paresçiere ser nezesario para que la dicha obra baya en crezimiento e que aya piedra que no falte meter más sacadores, los hemos de meter y esto como no sea por la cosecha del pan, es decir, en la época de la siega de las mieses.
Acarreo de piedra en una cantera
    Como remate del concierto, los pedreros y canteros mirobrigenses se comprometen a que no hemos de poder salir ningún día de [la obra] de la dicha cantera a trabajar a otra cantera para otra mida sin expresa licencia de don Diego Pachedo o del mayordomo de la dicha capilla, so pena que no cumpliendo lo susodicho hemos de pagar de pena por ca [sic] bez ocho rreales para los gastos de la dicha obra, por lo qual queremos ser ejecutados y presos hasta que lo cumplamos.




[1] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio: Historia civitatense. Ed. de BARRIOS GARCÍA, Ángel y MARTÍN VISO, Iñaki. Salamanca, Gráf. Varona, 2001; pág. 336. Señala que fue en 1588, “a los primeros días del mes de octubre”. La referencia es recogida por Eduardo Azofra en su publicación La capilla de Cerralbo de Ciudad Rodrigo. Un hito de la arquitectura española de finales del siglo XVI. Ciudad Rodrigo, Imp. Lletra, 2006; pág. 15.
[2] Un extracto significativo de la documentación expresada puede consultarse en los fondos del Archivo de la Universidad de Salamanca [ausa.usal.es] en las transcripciones del profesor Ricardo ESPINOSA MAESO de documentos del Archivo Histórico de Salamanca.  La referencia que interesa está en la dirección: http://ausa.usal.es/imagen.php?serie=espinosa_extractos&libros=ESPINOSA%207N.8D.1
[3] Al respecto, sobre su etapa en Burgos –recordemos donde ejercía el cardenal Pacheco- y en las obras del monasterio de El Escorial, puede verse el trabajo de Alberto C. Ibáñez Pérez El maestro de cantería Juan de la Puente. Obras burgalesas, al que se puede acceder en la siguiente dirección de internet: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2689457.pdf. Realmente, Juan de la Puente percibió 25.037 maravedíes por los meses que estuvo al frente de la obra en 1587, parte del contrato que tenía concertado por un año y que se cifraba en un pago total de 40.000 maravedíes.
[4] Ibídem, Archivo de la Universidad de Salamanca.
[5] Ibídem. Todas las citas corresponden a la misma fuente.
[6] La vara castellana medía 0,835905 metros.
[7] El pie castellano tenía una equivalencia de 0,278635 metros.
[8] La cantera de San Juan estaba en lo que se conoce popularmente como la Huerta del Piojo. La piedra tenía unas características especiales, con una facies fina y de elevada dureza, más blanca que la típica arenisca local, que era muy apreciada para los trabajos de cantería. Esa cantera ha sido utilizada en innumerables obras de edificios señeros de Ciudad Rodrigo. Posiblemente, los sillares de esta cantera se utilizaron preferentemente para los paramentos interiores de la capilla de Cerralbo.

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