El 12 de
noviembre de 1587, un año antes de lo que señala la historiografía local[1], se
puso la primera piedra de la capilla funeraria del marquesado de Cerralbo que
se dedicaría al apóstol San Andrés, una fundación del que fuera cardenal y
arzobispo de Burgos, Francisco Pacheco de Toledo. El documento referencial está
suscrito por el escribano mirobrigense Juan de Yarza, dando fe de los asientos
y descargas sobre los movimientos previos al inicio de los trabajos para la
erección del templo, una información comprendida entre el 14 de noviembre de
1586 y el 14 de mayo de 1588[2] sobre
las cuentas tomadas por Hernán Bote Pacheco, mayordomo y administrador de las
obras de la citada capilla.
En mayo de 1587 se encomienda a Juan
de Balbás, miembro de una saga de canteros mirobrigenses, que inspeccione la
cantera de La Moheda, en el término de Alamedilla, en el Campo de Argañán. Tuvieron
que ser positivos sus informes porque posteriormente se concertaría el contrato
con un grupo de guinaldeses para la extracción, labra y traedura de la piedra
berroqueña que se destinaría a la definición de zócalos y esquinazos. Por este
trabajo se le pagaron 24 reales con el fin de cubrir también los gastos acarreados
de cavalgaduras y mozo en la visita.
Dibujo insertado en las páginas del 'Semanario Pintoresco Español' en 1839 |
Hernán o Hernando Bote Pacheco
contrató también los servicios del prolífico y relevante maestro de cantería
mirobrigense Juan de la Puente[3] como
maestro de la obra, a quien se le encomendó que replantease los trabajos con los ofiziales que trajo a hechar los
cordeles, operación que se
extendió hasta el 19 de noviembre y pagándole por ello 2.414 maravedíes[4]. No
estaba rematado el replanteo de los trabajos para la cimentación de la capilla
cuando se procedió a la solemne colocación de la primera piedra. Fue, como se
ha dicho, en doze días del mes de
nobienbre del dicho año de ochenta y siete [cuando] se pusso la primera piedra de la capilla y binieron los frayles de San
Francisco y dijeron una misa el Espíritu Santo en el oratorio del palacio
de los Pacheco, que estaba en lo que hoy es plaza del Buen Alcalde.
El acto protocolario de la
colocación de la primera piedra, con la cimentación a base de cal y guijarro,
fue dirigido por Diego Pacheco, responsable familiar el control de los gastos
para la erección de la capilla, quien ordenó que, como limosna, se entregasen
60 reales a la comitiva franciscana, además de repartir otros 22 reales a los
peones y pobres que colaboraban en la concreción de los cimientos.
Replanteada la obra, avanzada en su
cimentación, era preciso el acopio del material, los sillares para ir
levantando la capilla. La inspección de Juan de Balbás fue en línea con los
intereses de la fundación del cardenal Pacheco y se decidió que la piedra
berroqueña para zócalos y esquinas se extrajera de la citada cantera de La
Moheda. El 20 de febrero de 1588, ante el referido escribano Juan de Yarza, se
concierta el contrato para acercar la piedra necesaria a pie de obra. El
administrador, Hernán Bote, en nombre de Diego Pacheco, formaliza el concierto
con los guinaldeses Fustes Hernández, Juan Bajo y Pascual Martín, hijo de
Fustes Martín. La cantera estaba siendo ya explotada, previo concierto, por los
también pedreros guinaldeses Juan Hernández y Antonio Hernández, quienes
extraían y labraban los sillares señalados en piedra berroqueña y estaban obligados a dallos en la dicha dehesa y su
término[5].
Grabado recreando la labor de los canteros |
En virtud del contrato, Fustes
Hernández y sus consortes se obligaban de mancomún a acopiar el material
señalado para la obra de la capilla y acercarlo a Ciudad Rodrigo al sitio y parte donde se haze la capilla
del dicho cardenal y en el dicho sitio a donde se le señalare, utilizando
para ello carretas propias o ajenas. En principio, se comprometen a facilitar mill baras[6] de sillares desbastados que tenga cada
piedra de largo tres pies[7] e pie y medio de ancho, y de grueso otro
pie y medio; además de duzientas
piezas que tenga cada una de largo a tres pies y a tres y medio, y de ancho a
tres pies y a dos y medio, y de alto a de tener cada una a pie y medio bien
cumplido.
Por otro lado, estos guinaldeses an de comenzar a traher las dichas piezas
desde primero día del mes de abrill deste ano de ochenta y ocho, un
transporte que se considera ordinario y en el que emplearán ocho carretas de bueyes que bayan y bengan
–si lo creyeran conveniente podrían aumentar la dotación- poniendo como fecha
inicial del límite el 24 de junio, festividad de San Juan; y que si las dichas piezas no las hubieren acabado de traher a la dicha
obra para el día de sant Juan que puedan cojer desde el dicho día hasta el día
de san Bartolomé luego siguiente, y desde el dicho día de san Bartolomé en
adelante sean obligados a traher las piezas que faltaren trayendo para hello
siempre las dichas ocho carretas de manera que toda la dicha piedra a de estar
puesta en la dicha çibdad y obra para el día de Todos los Sanctos desde año de
ochenta y ocho, fecha tope para el acarreo de la piedra.
Lógicamente, el contrato estipula el
precio que hay que pagar a los acarreadores: Por cada sillar de los de a tres pies de largo a de dar y pagar a los
dichos Pasqual Martín y sus consortes seys rreales, y por cada un sillar de los
que tienen a quatro pies de largo ocho rreales, y por cada pieza de las que
tienen y tubieren por los sillares de los de a tres pies, doze rreales. El
pago establecido debería satisfacerse cada sábado, previa veeduría de Diego
Pacheco.
Como señal, tras la firma del
concierto, Hernán Bote dio a los
susodichos çiento y cinquenta rreales por rrazón deste conçierto, los quales le
da demás e allende del prescio arriba lellendo porque del dicho prescio no se
le a de quitar ni discontar cosa alguna, porque estos se los dan muertos de la
paga, de los quales yo, el escrivano, doy fee.
Ilustración representando a un obispo inspeccionando la cantera |
Por otra parte, se estipula como
condición que si de aquí al día del
martes de antruejo [1 de marzo] desde
año de ochenta y ocho hubiese quien baje el prescio de la trahedura de las
dichas piezas y lo aceptare el dicho Hernán Bote, lo pueda hazer y los dichos
Pasqual Martín y consortes se quedan con los dichos ciento e çinquenta rreales
y no sean obligados a cumplir esta escritura, pero no abiendo quien baje la
dicha trahedura y siendo açetada por el dicho Hernán Bote an de cumplir la
escriptura.
Los trabajos de cimentación y la
colocación de los sillares de granito como zócalo de la capilla, así como la
colocación del paramento exterior de arenisca, se extendieron algunos años. El
28 de junio de 1591 el mayordomo y el administrador del legado y fundación del
cardenal Pacheco, Hernán Bote y Diego Pacheco, suscriben un contrato con varios
canteros y pedreros mirobrigenses del arrabal de San Andrés para sacar toda la piedra que fuere nezesaria
para la obra de la capilla del dicho cardenal de la cantera de San Juan[8] desta dicha çiudad hasta que se acabe de
todo la dicha obra.
Alonso Romero, Baltasar Martín,
Francisco Sánchez, Alonso Hernández y Juan Sánchez, todos ellos moradores en la
barriada de San Andrés, se comprometen a cumplir con las estipulaciones del
contrato siempre que la cantera esté desenbaraçada,
sin impedimento alguno para que nosotros podamos trabajar, con que el
descubrirla y hacer los caminos y entrada de la dicha cantera para que pueda
sacar la piedra a de ser a nuestro coste y quenta y no de la dicha capilla.
Además, hemos de sacar todas las baras
que nos mandaren a nuestra costa y quenta, conforme a la marca y galga con que
al presente las sacamos, y por cada bara se ha a de dar y pagar a quarentta
maravedises y la piedra a de ser blanca y llebadura y carretas a de ser por
quenta y cargo de la dicha capilla y no a la nuestra. Si andando el tiempo paresçiere ser nezesario para que la dicha obra
baya en crezimiento e que aya piedra que no falte meter más sacadores, los
hemos de meter y esto como no sea por la cosecha del pan, es decir, en la
época de la siega de las mieses.
Acarreo de piedra en una cantera |
Como remate del concierto, los
pedreros y canteros mirobrigenses se comprometen a que no hemos de poder salir ningún día de [la obra] de la dicha cantera a trabajar a otra
cantera para otra mida sin expresa licencia de don Diego Pachedo o del mayordomo
de la dicha capilla, so pena que no cumpliendo lo susodicho hemos de pagar de
pena por ca [sic] bez ocho rreales
para los gastos de la dicha obra, por lo qual queremos ser ejecutados y presos
hasta que lo cumplamos.
[1]
SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio: Historia
civitatense. Ed. de BARRIOS GARCÍA, Ángel y MARTÍN VISO, Iñaki. Salamanca,
Gráf. Varona, 2001; pág. 336. Señala que fue en 1588, “a los primeros días del
mes de octubre”. La referencia es recogida por Eduardo Azofra en su publicación
La capilla de Cerralbo de Ciudad Rodrigo.
Un hito de la arquitectura española de finales del siglo XVI. Ciudad
Rodrigo, Imp. Lletra, 2006; pág. 15.
[2] Un
extracto significativo de la documentación expresada puede consultarse en los
fondos del Archivo de la Universidad de Salamanca [ausa.usal.es] en las transcripciones del profesor Ricardo ESPINOSA
MAESO de documentos del Archivo Histórico de Salamanca. La referencia que interesa está en la
dirección: http://ausa.usal.es/imagen.php?serie=espinosa_extractos&libros=ESPINOSA%207N.8D.1
[3] Al
respecto, sobre su etapa en Burgos –recordemos donde ejercía el cardenal
Pacheco- y en las obras del monasterio de El Escorial, puede verse el trabajo
de Alberto C. Ibáñez Pérez El maestro de
cantería Juan de la Puente. Obras burgalesas, al que se puede acceder en la
siguiente dirección de internet: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2689457.pdf.
Realmente, Juan de la Puente percibió 25.037 maravedíes por los meses que
estuvo al frente de la obra en 1587, parte del contrato que tenía concertado
por un año y que se cifraba en un pago total de 40.000 maravedíes.
[4]
Ibídem, Archivo de la Universidad de Salamanca.
[5]
Ibídem. Todas las citas corresponden a la misma fuente.
[6] La
vara castellana medía 0,835905
metros .
[7] El
pie castellano tenía una equivalencia de 0,278635 metros .
[8] La
cantera de San Juan estaba en lo que se conoce popularmente como la Huerta del
Piojo. La piedra tenía unas características especiales, con una facies fina y
de elevada dureza, más blanca que la típica arenisca local, que era muy
apreciada para los trabajos de cantería. Esa cantera ha sido utilizada en
innumerables obras de edificios señeros de Ciudad Rodrigo. Posiblemente, los
sillares de esta cantera se utilizaron preferentemente para los paramentos
interiores de la capilla de Cerralbo.
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