sábado, 29 de noviembre de 2014

Ventanas en la cerca medieval

La evolución urbana de Ciudad Rodrigo ha estado siempre vinculada a la fortificación. La reedificación de la muralla en tiempos de Fernando II, construida con tongadas de calicanto, supuso un elemento de protección para los vecinos, especialmente los de intramuros, aunque los que prefirieron o no tuvieron medios económicos para hacerlo intentaron, en principio, acercarse lo más posible a los muros y, posteriormente, con la asistencia del concejo, proteger sus viviendas y garantizar en la medida de lo posible su seguridad con la construcción de la cerca del arrabal, que partía del exterior de de la Puerta del Sol, alcanzaba el desaparecido convento de Santo Domingo para trazar una configuración que volvía desde la calle de Los Caños hasta la inmediatez de la extinta Puerta del Rey, después de superar las huertas de San Albín, lo que viene a ser hoy el Campo de Toledo.

            Según el historiador local Antonio Sánchez Cabañas, el rey Fernando II mandó juntar materiales y dar principio al edifiçio de la çerca que oy la ciñe. No fue menester abrir zanjas, porque toda ella está fundada sobre peña. Tiene de circuyto dos mil y ochoçientos passos de a tres pies. Su obra y fábrica es de tapiería argamasada de cal y guijarro. Tiene de alto diez tapias y de gruesso cassi 8 pies. Fue después esta muralla levantada otras dos tapias, la qual obra quieren atribuir los ignorantes a Juan de Cabrera, por deçir que la levantó con los cuernos de oro de la cabeza que dizen que halló con un cabrito de oro en Sesmiro, pueblo de la jurisdicción desta çiudad, lo qual es patraña de viejos.
            La ubicación de casas particulares y edificios públicos adosados o próximos al exterior de la muralla medieval fue una constante en tiempos de paz, aunque los asedios a que fue sometida la plaza de Ciudad Rodrigo en distintas épocas derivó en la destrucción total de esas edificaciones anejas, bien por el propio interés en la defensa o, preferentemente, por las acciones bélicas de los asedios.
Grabado del conjunto del recinto murado
            Era, pues, frecuente que la muralla sirviese de apoyo, tanto por su parte interior como por la exterior, para que un buen número de edificios se adosasen a ella. Incluso, en periodos de tranquilidad, los propietarios solicitaban permiso al Consistorio para abrir ventanas, como se recoge en distintos documentos que conserva el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo referidos al periodo entre 1609 y 1640, una época pacífica en la que conocidos y relevantes personajes de Ciudad Rodrigo consiguieron abrir vanos en la muralla, especialmente en la parte en donde se ubicaba el matadero (entre las puertas de San Vicente y de La Colada); en la proximidad de la Catedral, bien en la Plaza del Rey (hoy de Herrasti) o bien en la Rinconada de Santa Anta, junto a la conocida como casa del campanero; en los muros del antiguo convento de las Descalzas (plaza del Conde) o en la parte del Hospital de la Pasión también se abrieron ventanas, siempre con el consentimiento de la Ciudad y con el compromiso de tapiarlas en caso de que fuese necesario por cuestiones sobrevenidas de seguridad.
            Las razones que se esgrimen para abrir esos vanos venían justificadas por motivos de salud, para que entrase el aire y obtener luz solar, según se desprende de las exposiciones que realizaron algunos solicitantes. Así, en 1606 Alonso Pérez Pacheco, regidor, dijo y propuso en el dicho comentario cómo Antonio Hernández, vecino de esta ciudad y regidor que fue de ella, en una de sus casas que tiene y va edificando a San Vicente, que está junto a la cerca y muros de esta ciudad, tiene necesidad para dar luz a la dicha, que la ciudad le haga merced siendo servida de darle licencia para que en la dicha cerca y muro pueda abrir una ventana a su costa, poniéndole una reja en la forma que pareciere a los caballeros regidores, a quien se sometiere y que hará el que le da y cuando que la ciudad le ordenase (…) La ciudad, habiendo visto la proposición, dijo que daba y dio licencia al dicho Antonio Hernández para que pudiese abrir una ventana en la cerca y muro de esta ciudad en la parte donde tiene edificada la dicha casa…; o el 13 de enero de 1609 el concejo da licencia a Juan Fernández de Caraveo para abrir otra ventana en la cerca que cae sobre el matadero con obligación de volverla a cerrar cuando la ciudad lo ordenase: Don Juan Fernández de Carabeo, vecino de esta ciudad, digo que en las casas en que vivo de mi mayorazgo que están al postigo de San Vicente de esta ciudad, están conjuntamente a la cerca de ella, y tengo necesidad para el darle luz y adornarlas, pide abrir una ventana en la dicha cerca en parte alta y donde no hace daño. Y por tanto a S. Sª. pido y suplico me mande de dar licencia…”
Una de las ventanas abiertas por el Hospital de la Pasión
       Pero no siempre se actuaba sin reparos por parte del Consistorio, o al menos de alguno de sus regidores. Así en la sesión del 25 de junio de 1633 un regidor apostilla que el concejo no es quien para conceder licencia para abrir ventanas en la cerca, lo que genera un enfrentamiento sobre la autoridad y, especialmente, sobre dos conceptos de ver el asunto: por un lado, el militar aboga por la seguridad, mientras que los otros regidores miran por el bien público y la salud general. Lo vemos en el acuerdo adoptado: El señor don Félix Nieto de Silva pidió a la Ciudad licencia para que el señor don Francisco de Silva pueda abrir una ventana en la muralla en las casas que tiene al Rincón de Santa Ana de la iglesia catedral de esta ciudad para vista y salud como se han dado otras licencias. Y luego el señor don Luis del Águila, alférez mayor, dijo que no había lugar por ser como son las murallas, puertas y fortalezas de Su Majestad, y haber alcalde de ellas y no poder abrirse en las dichas murallas ventanas ningunas, por lo que es su parecer que no se dé la dicha licencia y cómo así lo contradice pide por testimonio. Y todos los demás caballeros se conformaron en que pueda abrir la dicha ventana y para ello la Ciudad le da licencia al dicho don Francisco de Silva, aunque primero y ante todas cosas, haga escritura de volverla a tapar a su costa cada y cuando se le pida y que la dicha licencia se extienda por el tiempo que fuere la voluntad de la Ciudad y no más, por ser como es muy saludable al pueblo el que se abran ventanas sobre la fortaleza para que entre el aire a la ciudad y poder dar estas licencias la Ciudad conforme a las leyes del reino.
            Encontramos también que las necesidades de ventilación fueron determinantes para que el Hospital de la Pasión solicitase la apertura de un vano en la muralla. Su alcalde, Juan Bonal, el 13 de octubre de 1634 pidió licencia a la Ciudad para abrir una ventana en la cerca en el cuarto nuevo que se ha hecho en el dicho hospital por ser para la salud de los pobres. Se comete a dos regidores para que inspeccionen la zona en la que se quiere abrir el vano y pocos días después, en la sesión del 20 de octubre, emiten el correspondiente informe: Los señores D. Fernando Maldonado y D. Martín de Chaves dieron cuenta de cómo en virtud de lo acordado por la Ciudad vieron el sitio donde se ha de abrir la ventana en el cuarto del Hospital de la Pasión, y no hallan inconveniente en que se abra. Y la Ciudad dio licencia para que se abra la ventana sin perjuicio de tracto y por el tiempo que fuese la voluntad de la Ciudad. De hecho, las ventanas del Hospital de la Pasión son las únicas que se conservan operativas –la última fue abierta en torno a 1980 en función de la reforma del centro hospitalario y su conversión en residencia; se hizo sin consentimiento de Patrimonio, apareciendo, como quien dice, de un día para otro-.
          Previamente, y quizá sea la primera ventana abierta en los lienzos de la cerca medieval, Felipe II, vía cédula real datada el 19 de marzo de 1581 y refrendada por Antonio de Craso, concedió permiso al Hospital de la Pasión para abrir una ventana en la muralla con las condiciones de que fuera cerrada cuando el rey lo determinase y, mientras tanto, debía ser guardada con fuerte rejas. La petición fue objeto de una serie de incidencias en el seno de la corporación municipal.
En las puertas de la Colada y de San Vicente se abrieron varias ventanas
            Avanzando de nuevo en el tiempo, el 2 de mayo de 1639 el regimiento tiene conocimiento de la pretensión de Cristóbal Vázquez para abrir una ventana en la muralla lindera con las casas que tiene y fueron de D. Baltasar Vázquez de Lobera, su hermano. El ayuntamiento resuelve que los caballeros comisarios del mes vean el dicho sitio y no hallando inconveniente se le da desde luego la dicha licencia y lo mismo al señor Francisco de Grijota que la pidió para abrir otra ventana de su casa a la dicha cerca, haciendo cada uno obligación de taparlas cada y cuando que la Ciudad les ordenase según y la forma que otras veces se ha hecho.
            La apertura de vanos en la cerca o muralla medieval iba en aumento; se estaba convirtiendo en una costumbre saludable, en busca del aire fresco. Para llevar un control de esas prácticas y regular patrimonialmente su definición, el consistorio, en la sesión del 27 de enero de 1640 determina que los caballeros del mes hagan que al personal a quien está dada licencia para abrir ventanas en la cerca hagan de ellas escrituras como tienen obligación.
            Era tal la extensión de esta práctica que, por ejemplo, los propietarios o moradores de  algunas viviendas adosadas a la muralla llegaron a solicitar la apertura de varias ventanas en la muralla para dar luz. Fue el caso, por ejemplo, del citado Cristóbal Vázquez, quien expuso al consistorio que para la salud le conviene abrir una ventana de la muralla por bajo de la que tiene abierta y por haber de quedar baja le pondrá una reja, que pide a la Ciudad le dé licencia para ello. Acordose que los caballeros de mes la vean y vista se le dé licencia para que la abra haciendo de ella y de la que está abierta la escritura de ambas como se acostumbra. También en esta misma sesión -17 de marzo de 1640, en las vísperas de la Guerra de Secesión de Portugal-, el señor corregidor dio cuenta de cómo ha tenido orden del Consejo para poder abrir ventanas en la muralla para el convento de monjas Descalzas para la salud de ellas. Y la Ciudad suplicó al señor corregidor que cuando se hayan de abrir mande que asistan a ello los caballeros de mes.
            Se aprecia, pues, que las murallas fueron un elemento integrador en la configuración urbana, llegando al extremo de horadarla en virtud de las necesidades de los vecinos, aunque siempre con la autorización de la Ciudad, del gobernador-corregidor y de los regidores que la integraban. Y resulta factible estimar que las casas adosadas al interior de la muralla fueran socavando la estructura defensiva en virtud de sus necesidades e iniciativas para ganar espacio al tiempo que favorecían la entrada de luz y saneaban el edificio.


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