miércoles, 5 de noviembre de 2014

Contubernios ibéricos en el Parador de Ciudad Rodrigo

La nostalgia puede que atenace y nuble la visión todavía a ciertos ciudadanos en determinados días, efemérides de nostalgia. Tal vez el más significativo para los españoles, para todos, sea el 20 de noviembre. La mayoría por celebrar la muerte del dictador y el final de un régimen que, sin embargo, siguió latiendo demasiado tiempo. Para otros, los menos, mirándose sin duda en alguno de los espejos del callejón del Gato valleinclanesco, es una jornada plagada de sentimientos de unos tiempos en los que no gobernaba la razón, sino la imposición y la represión con dureza. Ese día, cada 20 de noviembre, suelen volver a blandirse las empolvadas “banderas victoriosas”, aquellas que ondeaban “al paso alegre de la paz” y que, como decía la letra falangista del Cara al sol, traían “prendidas cinco rosas”.

Afortunadamente, parece que los nostálgicos son los menos, residuales, pero fieles a su fe política –como hemos podido apreciar estos días en Madrid y Barcelona en actos catalanistas- y en días se asoman a la actualidad con sus proclamas y recuerdos.
Hace algún tiempo, buscando unos papeles históricos pero marcados con la supuesta alegría de los mirobrigenses en periodos tan negros como la guerra incivil propiciada por quienes auparon a la cruzada fratricida a Paquita la culona –así llamaba Gonzalo Queipo de Llano al general Francisco Franco-, tuve en las manos algunas notas, expedientes o comunicaciones sobre las supuestas actividades y comportamientos “izquierdistas” que habían mostrado decenas de mirobrigenses en el periodo republicano. Eran notas internas de la Guardia Civil, de la Policía, de chivatos oportunistas e incluso de la Alcaldía de Ciudad Rodrigo -la ostentaba Fausto de San Dámaso García, teniente de la Guardia Civil, desde el 1 de febrero de 1937- que vienen a calificar un estado policial que subyugaba cualquier atisbo de desafección a la causa franquista.
Portada de ABC con Franco y Salazar en Ciudad Rodrigo
Junto a un cuestionario inquisidor realizado a una mujer, en donde se apuntaban hasta qué periódicos había leído y que se recordaba, como hecho claramente punitivo, que había sido ella la primera en llevar y colocar en la balconada de la Casa Consistorial la bandera republicana –me recuerda la imagen del cuadro de Eugène Delacroix, la Libertad guiando al pueblo- había una carta del citado alcalde rodericense que elevaba una petición a un cargo público de mayor relevancia y esgrimía como méritos que Ciudad Rodrigo había sido la primera localidad visitada por la esposa del Generalísimo, la también recordada Carmen Polo, una visita que había tenido lugar el 17 de octubre de 1937 y que pasó desapercibida en la prensa local del momento, el semanario católico Miróbriga, ignoro si por prurito, consignas o despiste.
Esa efeméride me llevaría a recordar que Ciudad Rodrigo había tenido su protagonismo en la prensa local, provincial, nacional e internacional cuando el Parador de Enrique II de Trastámara fue escenario de sendos contubernios ibéricos entre los dictadores Francisco Franco y Oliveira Salazar, un apoyo mutuo en el panorama internacional cuando surgían problemas de calado. Unas reuniones que saltaban a los medios de comunicación con retraso, siguiendo la estrategia comunicativa y evitando así mayores problemas de seguridad, aunque Ciudad Rodrigo fuera tomada literalmente para garantizar los encuentros que tuvieron lugar el 16 de abril de 1952 y el 8 y 9 de julio de 1957, este último con un marcado componente económico al socaire de la definición del Mercado Común Europeo, cuyo pecado original se firmó en Roma el 25 de marzo de 1957.

Franco estuvo también en Ciudad Rodrigo para inaugurar en mayo de 1954 Águeda del Caudillo, uno de los pueblos de colonización asentados en Ciudad Rodrigo a la vera de su arteria fluvial. Como recordatorio, en sintonía con sus intervenciones públicas, recordemos las últimas palabras de su discurso: “Yo dije un día en Salamanca, cuando eché sobre mis hombros la responsabilidad de conducir a España, que todos los bienes de la Nación estarían adscritos al bienestar de sus hijos, y como lo prometimos así lo cumpliremos. ¡Arriba España!”.

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