martes, 4 de noviembre de 2014

Galería de ilustres mirobrigenses: El venerable Centenares

Estos días –relataba yo en octubre de 2012- ha cobrado protagonismo mediático la figura de San Juan de Ávila al ser nombrado oficialmente Doctor de la Iglesia, una propuesta que había realizado la Conferencia Episcopal Española y que Benedicto XVI anunció que la acometería próximamente. Lo aseveró en su visita a Madrid, dentro de los actos de la Jornada Mundial de la Juventud, y el pasado domingo -7 de octubre de 2012- lo ejecutó al integrar al santo de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en el selecto club de los doctores de la Iglesia católica, nutrido tan solo por 35 elegidos, incluidas las dos últimas incorporaciones: el citado San Juan de Ávila y la alemana Hildegarda de Bingen.

Podríamos decir que la nómina de doctores de la Iglesia es el club más exclusivo con que cuenta la Iglesia católica. Si hay más de 10.000 santos o beatos, la relación de doctores eclesiales es mínima en comparación. En ella solo hay cuatro mujeres y de patria hispana existen, con la última incorporación, otros cuatro: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, San Isidoro de Sevilla y el citado San Juan de Ávila.
Fueron muchos los discípulos que tuvo el santo manchego en su devenir predicador y escritor ascético: Diego Pérez de Valdivia, Diego de Guzmán, Gaspar Loarte, Antonio de Córdoba, Francisco Gómez, Juan Ramírez, Alonso de Molina, Alonso Fernández, Pedro Rodríguez, Bernardo Alonso, el licenciado Núñez, Marcos López, Juan Sánchez, Pedro Fernández de Herrera... o el mirobrigense Esteban Pacheco Centenares, aunque él, como refiere el investigador y escritor Mateo Hernández Vegas en su historia de Ciudad Rodrigo y de la Catedral civitatense, firmaba Centenales en los libros de actas capitulares.
Cuadro con leyenda del Venerable Centenares

El venerable Centenares, ¡Decus patriae, capituli ornamentum!, según figura en la inscripción que relata la vida y hechos de este personaje mirobrigense y que se encuentra en el retrato que se conserva en la sacristía catedralicia, nació en Ciudad Rodrigo en el año 1500. De familia noble, emparentado con el cardenal Pacheco, desde pequeño destacó, como recuerda Hernández Vegas, por su “afición a los estudios más abstrusos”.
El licenciado Luis Muñoz, en la segunda biografía que se hace del santo manchego y que ve luz en 1635, destaca a Esteban de Centenares como un “varón ejemplarísimo, muy conocido por su gran santidad en Andalucía. Fue de los más queridos discípulos del padre maestro Ávila”.
Centenares, que fue paje del rey Fernando, el Católico, se inclinó por las letras sagradas, alcanzando la canonjía en la Catedral de su patria chica tras su formación científica en la Universidad de Salamanca, inclinándose por la astrología.
Disconforme con su situación acomodada y poniendo al servicio de los demás su talento e ingenio, decidió dedicarse al beneficio de las almas. Si en un primer momento quiso embarcarse hacia las Indias para ejercer su labor misionera, un simple contacto con el maestro Juan de Ávila le convenció de que en España había mucho que hacer en el campo espiritual: “En España hallaría dónde ejercitar su celo, que se quietase”, refiere Luis Muñoz.
“Alistóse en la escuela del padre maestro Ávila -continúa-. El tiempo que estuvo en su compañía, gozando de su doctrina, no se sabe, más de que, en el discurso largo de su vida, pendió de su dirección, gobernándose en todo por su consejo; su modo de vivir fue raro, y los empleos tan extraordinarios que por ventura hay pocos ejemplos en la Iglesia semejantes”.

Fue eremita, vagando con su fe y ejemplo por las tierras cordobesas; dejó una impronta, que todavía sigue vigente en muchos lugares andaluces, que ni siquiera discuten su santidad, aunque nunca la alcanzó. Incluso se le ofreció la posibilidad de volver a su tierra como prelado civitatense, que declinó. Al final, por intercesión de Cristóbal de Rojas, arzobispo de Sevilla, entró en el monasterio de San Basilio del Tardón, en donde murió el 18 de mayo de 1579.

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