domingo, 30 de noviembre de 2014

23 de mayo de 1886: Mazarrasa bendice el primer tren para viajeros

Hace unos días señalábamos la llegada de la primera locomotora a Ciudad Rodrigo, en septiembre de 1884. Llegó a la estación mirobrigense con personal directivo y empleados de la empresa que estaba ejecutando las obras entre Salamanca y la frontera portuguesa. La locomotora tiraba de una serie de plataformas, que sirvieron para 'acomodar' a unos cuantos mirobrigenses y darles un pequeño paseo hasta el puente de Almariego sobre el Águeda. Ahora fijamos la llegada del primer tren de viajeros, una vez operativa la línea ferroviaria hasta Fuentes de Oñoro, que servía para enlazar Medina del Campo con la frontera portuguesa.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Ventanas en la cerca medieval

La evolución urbana de Ciudad Rodrigo ha estado siempre vinculada a la fortificación. La reedificación de la muralla en tiempos de Fernando II, construida con tongadas de calicanto, supuso un elemento de protección para los vecinos, especialmente los de intramuros, aunque los que prefirieron o no tuvieron medios económicos para hacerlo intentaron, en principio, acercarse lo más posible a los muros y, posteriormente, con la asistencia del concejo, proteger sus viviendas y garantizar en la medida de lo posible su seguridad con la construcción de la cerca del arrabal, que partía del exterior de de la Puerta del Sol, alcanzaba el desaparecido convento de Santo Domingo para trazar una configuración que volvía desde la calle de Los Caños hasta la inmediatez de la extinta Puerta del Rey, después de superar las huertas de San Albín, lo que viene a ser hoy el Campo de Toledo.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Dimisión de un alcalde 'requisador' desde Lisboa

Al socaire de una de las charlas con que los miembros del Centro de Estudios Mirobrigenses agasajaron a los pocos ciudadanos que, como viene desgraciadamente siendo habitual, se acercan a los espacios que se les facilita su uso para desarrollar las Jornadas de Historia y Cultura de Ciudad Rodrigo –fue en 2012, en el gélido salón del Palacio de los Águila; esta tarde y mañana se celebra la séptima edición de dichas jornadas en el salón del Centro Educativo Municipal-, una charla que ofreció el escritor local Santiago Corchete para intentar rehabilitar la controvertida figura y obra del también mirobrigense y polifacético Juan de Nogales-Delicado Arias (Ciudad Rodrigo, 8 de enero de 1883; Hendaya -Francia-, 27 de agosto de 1929), maltratada a los pocos días de su muerte por el escritor y periodista César González- Ruano y más recientemente por el también novelista Juan Manuel de Prada, quienes pusieron en solfa sus excentricidades -sin duda, extravagantes y epatantes en su concepción básica y en su proyección pública-, me parece conveniente afrontar otra de las múltiples facetas que asumió este personaje digno de un conocimiento mucho más profundo que la fachada con la que se le ha revestido.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Notas para una historia del teatro en Ciudad Rodrigo

Ciudad Rodrigo y los mirobrigenses, si miramos la historia, han mantenido una incuestionable relación con el teatro. Primero con manifestaciones religiosas que se representaban en las iglesias, preferentemente en la Catedral de Santa María, y más tarde con la erección de espacios escénicos en distintos puntos del entramado urbano, pero casi siempre, al menos hasta el siglo XIX, vinculados con una institución benéfica como era y es el Hospital de la Pasión.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Un capítulo taurino: La romántica muerte del capitán Mala Sombra. ¿Realidad o ficción literaria?

El 7 de abril de 1823 un ejército francés, conocido como los Cien mil hijos de San Luis, entra en la península y sin apenas encontrar resistencia popular conquistó fácilmente el territorio español, acabando con casi de un plumazo con el Trienio Liberal. Tan solo el guerrillero Juan Martín, el Empecinado, liberal hasta la médula, mostró una resistencia creíble contra la nueva invasión francesa en beneficio de Fernando VII, pero su empeño chocó contra el ya imparable afianzamiento absolutista, fracasando en sus intentos por mantener el régimen liberal en Palencia o Valladolid o en las incursiones que hizo sobre Zamora. Tuvo que retroceder ante el avance francés y la consolidación realista, regresando a un territorio que conocía y en el que se había desenvuelto con éxito en la Guerra de la Independencia. Se trataba de Ciudad Rodrigo y sus alrededores, adonde llega en compañía del conocido y activo conspirador madrileño, de origen vasco, Eugenio de Aviraneta[1], su lugarteniente.

martes, 25 de noviembre de 2014

130 años de la llegada del primer tren a Ciudad Rodrigo

“La ilustre Miróbriga, que tan faustos sucesos registra en las páginas de la historia, celebró entusiasmada el día 30 del pasado septiembre [de 1884] el acontecimiento más notable que en la marcha progresiva de los adelantos modernos puede celebrar un pueblo culto: la llegada al pie de sus históricas murallas del primer tren de servicio de la línea en construcción de Salamanca a la frontera de Portugal”[1]. El acontecimiento, por el que los mirobrigenses venían suspirando desde hacía más de una década, se había concretado por fin. Era el primer paso, porque la apertura de la línea hasta la frontera llevaría todavía unos meses y la utilización del ferrocarril como transporte público para comunicar con la capital salmantina no se definiría hasta el 25 de mayo de 1886. Pero los mirobrigenses veían ya un aperturismo, una puerta abierta al futuro, un sueño convertido en realidad que, tal vez –la duda estaba ahí-, fuera el punto de apoyo preciso para asentar la añorada palanca del desarrollo, devolver la relevancia a un territorio que había ido perdiendo enteros y protagonismo desde sus gestas en la guerra peninsular de principios de siglo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Colocación de la primera piedra de la capilla de Cerralbo y procedencia de los sillares

El 12 de noviembre de 1587, un año antes de lo que señala la historiografía local[1], se puso la primera piedra de la capilla funeraria del marquesado de Cerralbo que se dedicaría al apóstol San Andrés, una fundación del que fuera cardenal y arzobispo de Burgos, Francisco Pacheco de Toledo. El documento referencial está suscrito por el escribano mirobrigense Juan de Yarza, dando fe de los asientos y descargas sobre los movimientos previos al inicio de los trabajos para la erección del templo, una información comprendida entre el 14 de noviembre de 1586 y el 14 de mayo de 1588[2] sobre las cuentas tomadas por Hernán Bote Pacheco, mayordomo y administrador de las obras de la citada capilla.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Centenario del incendio que destruyó el Teatro Principal

No quisiera dejar finalizar este año sin hacer un recordatorio de la efeméride del centenario de un siniestro que acabó definitivamente con uno de los referentes culturales que había tenido Ciudad Rodrigo desde mediados del siglo XIX, en concreto desde que en 1846 el Hospital de la Pasión retomase su compromiso con la actividad teatral promoviendo la construcción de un espacio escénico para ofrecer a los mirobrigenses la oportunidad de seguir disfrutando de las representaciones dramáticas y, más adelante, de la incorporación del cinematógrafo. Nos referimos al Teatro Principal, pasto de las llamas el 20 de marzo de 1914.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Origen legendario de la muralla: "Patraña de viejos"

Unos dicen que se parece a una barca, otros que se asemeja a una almendra. Y hay quien afirma que la muralla medieval de Ciudad Rodrigo representa el origen de su erección: dos cuernos engarzados, espejo del hallazgo de un cornúpeta de oro en Sexmiro por un tal Juan de Cabrera[1] y que sirvió para levantar la mayor parte de sus muros.

viernes, 21 de noviembre de 2014

El temporal de 1626 y el 'huracán' de 1941

Los mirobrigenses, especialmente los del Arrabal del Puente, siempre han mirado al Águeda de soslayo, un sesgo que todavía se mantiene pese a la regulación que se supone del río con las dos presas existentes en las proximidades de Ciudad Rodrigo. Hay numerosos capítulos de riadas protagonizadas por el “serrano” y “cascajoso” afluente del Duero, como adjetivaba el vate agustino Diego Tadeo González, algunas con trágicas consecuencias, como la recordada del 22 de diciembre de 1909.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Martes de Carnaval de 1822: incidentes por cantar 'El trágala'

Estamos en plenas carnestolendas de 1822, las primeras del Trienio Liberal que organizaba la corporación recientemente estrenada[1]. Quizá por el ánimo festivo acrecentado que se observaba en la tarde del Martes de Carnaval, después de haber concluido los festejos taurinos se sucedieron una serie de incidentes que tuvieron en vilo a la corporación y, por extensión a toda la población, durante los días y semanas siguientes. No se sabe muy bien por qué, unas jornadas antes de comenzar el antruejo se le ocurrió al regimiento mirobrigense publicar un edicto o bando en el que se prohibía entonar públicamente las canciones populares patrióticas –casi consideradas ya como himnos- de El trágala El layrón, referencias festivas, sátiras o invectivas sangrantes para la Corona, en especial para Fernando VII por haber tragado con el juramento de respeto a la constitución, pero en donde también salían escaldados otros estamentos y actitudes, como el eclesiástico o la caterva de aprovechados que siempre actúan en beneficio propio, mientras se ensalzaba el pronunciamiento de Riego por haber devuelto la libertad al pueblo en detrimento del absolutismo radical del anterior sexenio. El trágala, en definitiva, era un canto a favor de la constitución de 1812, una crítica a los pancistas y un llamamiento a la acción, a la constante movilización que mantuviera cierto espíritu revolucionario.

La muerte en vida del Árbol Gordo

No fue un día triste el de ayer -[el artículo, para ajustarlo temporalmente, fue escrito cuando retiraban los restos mortuorios]-. Ni mucho menos. El duelo estaba ya durando mucho, demasiado tiempo. Las heridas abiertas en su momento en la saudade mirobrigense estaban restañadas. Tal vez sirviera el velo verde lorquiano, la mortaja que le cubrió su tronco cercenado, para ayudar a apagar el llanto nostálgico que impregnó en sus sensibles paisanos cuando se olivaron sus nervios de acero, desafiantes hasta entonces queriendo sesgar el cielo, para dejar una imagen externa como una mano pluridáctila abierta al horizonte, un grito de dolor, de desgarro que parecía salir de sus terrosas raíces, el ombligo que le ataba a esta tierra.

martes, 18 de noviembre de 2014

Avatares del convento y ermita de Santa Águeda

La erección del monasterio de Santa Águeda en Ciudad Rodrigo está vinculada con la etapa básica del esplendor de la arquitectura religiosa en los orígenes de la Diócesis civitatense. La documentación histórica nos traslada al 28 de marzo de 1169, cuando Fernando II entrega a “Humberto, camerarius hispaniae de Cluny y prior de Carrión, el monasterio de Santa Águeda en Ciudad Rodrigo y la aldea de Sahelices el Chico pro remedio animae mea et parentum meorum. A través de esta donación, los monjes negros instalaron en el espacio mirobrigense un priorato, que se mantendrá como tal hasta finales de la Edad Media”.[1]

lunes, 17 de noviembre de 2014

Mazarrasa y las verbenas

Vamos a ver. Situémosnos a final de siglo. No del pasado, del anterior. Ya puestos, dejemos de lado la saudade noventayochista, que demasiada frustración recreó en la sociedad. Cierto es también que generó movimientos sociales que siguen siendo referencia histórica. No viene al caso, por ahora. Vamos al grano... local. Sabemos que Mazarrasa fue un obispo –administrador apostólico, que todo hay que decirlo para evitar correcciones- de lo más culto y comprometido que ha tenido la Diócesis civitatense. Hizo todo lo posible por atender a los más necesitados, para formales, convirtiendo el Palacio Episcopal en un espacio referencial para los mirobrigenses. Una casona abierta, de día y de noche, para que acudieran los fieles, y no tan fieles, a instruirse. Daba igual que al lado mismo del palacio del prelado se estuviera pecando en el salón de bailes de la sociedad de los artesanos –todavía se aprecia la rotulación-. Se organizaban fiestas –aquellos bailes tan pulcros, tan distantes, tan desapasionados... un suponer por el qué dirán de aquellos ojos escrutadores- cuando la ocasión lo requería. San Antón, san Sebastián, la Candelaria, san Blas, las águedas... un bullir, un sinvivir pecaminoso esperando que llegasen aquellas jornadas que, indefectiblemente, marcaban el calendario festivo mirobrigense.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Orden para destruir el verraco y los rollos mirobrigenses

La convulsión política se mantenía en España con varios frentes abiertos en 1834. Primaba la guerra civil, pero la función pública no escatimaba esfuerzos, movilizando voluntades para construir el organigrama político que debía regir el país. En abril, la reina gobernadora, María Cristina de Borbón, promulgaba el Estatuto Real que asentaría la constitución de las nuevas Cortes, nutrida, por un lado, por un estamento de próceres cuyos miembros eran designados directamente por la Corona entre la nobleza y hacendados y, por otra parte, compuesta por un estamento de procuradores, cuya composición salía de un sufragio muy restringido.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Incautación de un teatro en 1834

Durante varios años, desde 1833 hasta 1840, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda de Fernando VII, ocuparía la máxima instancia del reino como gobernadora y regente hasta que se reconoció la mayoría de edad a la reina de España, Isabel II. Un periodo que coincidió con la guerra civil, la primera carlista.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Una casa de putas en la calle de los Caños

Recabando información sobre un tema que ahora no viene al caso –ya habrá tiempo de explicarlo-, topé hace unos días en el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo con un documento que me llamó la atención. Era uno de tantos oficios, notas internas, que están en el cajón de sastre que supone el apartado de correspondencia. Por su curiosidad, que lógicamente no va más allá el interés que le doy en este momento, considero oportuno sacarlo a colación y, aunque sea de una forma muy somera, quisiera también comentar algunas referencias que al respecto surgen en un atardecer que, como el de ayer, estaba marcado por la lluvia –turbión, más bien- con la casi obligada reclusión domiciliaria.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Destrucción del convento y cuartel de Sancti Spíritus

En relación con el artículo que sobre el patrimonio esquilmado se insertó hace unos días en este blog, vinculado sobre todo a los atentados contra los vestigios arqueológicos, quisiera ofrecer algunos datos sobre el arruinamiento, destrucción y desaparición del edificio que albergó primero el cenobio de las monjas terciarias franciscanas de Sancti Spíritus y posteriormente el cuartel en que se trocó el inmueble, también conocido o identificado por esa referencia religiosa. Este trabajo pretende acercarse a las vicisitudes para su demolición y los pasos que se dieron para levantar los bloques de viviendas actuales, tomando como referencia la calle del deán Santiago Sevillano Sánchez, prolífico presbítero en distintos campos de acción, fallecido el 30 de diciembre de 1911, y al que el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo le dedicó la calle que lindaba con el citado edificio militar.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Elección de Miss Carnaval y Miss Miróbriga

El próximo Carnaval carecerá, por segundo año consecutivo, de corte de honor. Todo evoluciona y hay que saber encajar los cambios. Que no haya reina ni damas de honor, como se vio el pasado antruejo, no merma el atractivo de unas fiestas que indudablemente tienen otros fundamentos más allá de una puesta en escena protocolaria, a la sazón reducida a unos pocos cientos de personas, la mayoría peinando canas.

martes, 11 de noviembre de 2014

Patrimonio esquilmado

Aunque no haya que darle demasiada trascendencia a los comentarios, en la mayoría de las ocasiones sin asiento real, sin fundamento demostrable, considero necesario valorar en su justa medida ciertas informaciones que se van nutriendo de experiencias propias y ajenas y que, por su reiteración, acaban cruzando el umbral de la incredulidad para darle el beneficio de la duda.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Plante de las mozas de Gallegos de Argañán con los quintos inútiles

Corría mayo de 1912 cuando en los periódicos locales de Ciudad Rodrigo y en varios medios de comunicación provinciales saltó una noticia alabada sin miramientos por la crítica del momento: “Las mozas de Gallegos de Argañán se han juramentado para no admitir relaciones amorosas con ninguno de los solteros alistados que hayan sido declarados inútiles para el servicio militar”, se reseñaba.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Motes mirobrigenses

Son, sin duda, una referencia. Quizá el carnet de identidad más popular que, sin necesidad de mostrarlo, identifica al personaje; también a sus ancestros. Es una especie de genealogía apócrifa pero con un punto de partida: una persona que, por defecto, actitud o prosapia sugirió un baldón –no siempre despectivo, por cierto- que cundió en sus convecinos de tal forma que, muchas veces, apaga la propia identidad, el nombre y apellidos de la persona de referencia. Son los apodos, los motes, que en Ciudad Rodrigo son una expresiva muestra de la chanza –también invectiva- mirobrigense.

sábado, 8 de noviembre de 2014

1948: Primer festival taurino benéfico en Sábado de Carnaval

A veces, por la fuerza de la costumbre, creemos que lo que vemos ha estado ahí siempre, que fuera patrimonio de todos y que formara parte del acervo. Aunque sea una perogrullada, todo tiene su origen, pero no siempre es conocido, sobre todo para aquellos que nacieron y han vivido con ello.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Una procesión inesperada

En la víspera de la festividad de Nuestra Señora de la Ascensión, a las diez de la noche del 30 de mayo de 1696, se desató un pavoroso incendio en la casa que habitaba el boticario de la ciudad Juan Antonio Dávila, ubicada en la Rúa Nueva, junto a las Casas Consistoriales. La magnitud del incendio hizo temer desde un principio que se extendiera a las casas inmediatas e incluso a toda la manzana, incluyendo el propio Ayuntamiento, la aneja iglesia de San Juan e incluso otros inmuebles que conformaban la hilada de viviendas de la parte este de la calle a la que daba nombre el citado templo.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Testamento e inventario de bienes del ingeniero militar Juan Martín Zermeño

Un insigne rodericense, Juan Martín Zermeño, sin duda el que cuenta con una mayor proyección local en la historia militar de España, sigue siendo todavía un perfecto desconocido en Ciudad Rodrigo. Cierto es que algunos tra­bajos editados en el Libro del Carnaval [1] han dado cuenta de su vinculación y origen mirobrigense, unas pinceladas que están todavía muy lejos de reflejar la relevancia que tuvo este prohombre mirobrigense en la historia de la ingeniería militar española a lo largo de buena parte del siglo XVIII, una importancia que sí reconocieron sus coetáneos mirobrigenses, con el Consistorio a la cabeza, confirmándole su origen nobiliario, junto a su hijo Pedro[2], también relevante ingeniero militar, el 1 de julio de 1767 en el solemne acto realizado por el Ayuntamiento para recibirles como “caballeros hijosdalgo notorios.”[3]

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Contubernios ibéricos en el Parador de Ciudad Rodrigo

La nostalgia puede que atenace y nuble la visión todavía a ciertos ciudadanos en determinados días, efemérides de nostalgia. Tal vez el más significativo para los españoles, para todos, sea el 20 de noviembre. La mayoría por celebrar la muerte del dictador y el final de un régimen que, sin embargo, siguió latiendo demasiado tiempo. Para otros, los menos, mirándose sin duda en alguno de los espejos del callejón del Gato valleinclanesco, es una jornada plagada de sentimientos de unos tiempos en los que no gobernaba la razón, sino la imposición y la represión con dureza. Ese día, cada 20 de noviembre, suelen volver a blandirse las empolvadas “banderas victoriosas”, aquellas que ondeaban “al paso alegre de la paz” y que, como decía la letra falangista del Cara al sol, traían “prendidas cinco rosas”.

El obispo que consiguió erradicar los 'cenizos' en 1927

Con el paso del tiempo se ha ido diluyendo la costumbre de pedir cenizos en el Carnaval de Ciudad Rodrigo. A raíz de unos lamentables incidentes a finales de los años setenta, cuando la negativa del Consistorio a alargar el antruejo, con encierro y capeas, al Miércoles de Ceniza -de ahí, los cenizos- estuvo a punto de generar un conflicto público con intervención gubernativa.

martes, 4 de noviembre de 2014

Galería de ilustres mirobrigenses: El venerable Centenares

Estos días –relataba yo en octubre de 2012- ha cobrado protagonismo mediático la figura de San Juan de Ávila al ser nombrado oficialmente Doctor de la Iglesia, una propuesta que había realizado la Conferencia Episcopal Española y que Benedicto XVI anunció que la acometería próximamente. Lo aseveró en su visita a Madrid, dentro de los actos de la Jornada Mundial de la Juventud, y el pasado domingo -7 de octubre de 2012- lo ejecutó al integrar al santo de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en el selecto club de los doctores de la Iglesia católica, nutrido tan solo por 35 elegidos, incluidas las dos últimas incorporaciones: el citado San Juan de Ávila y la alemana Hildegarda de Bingen.

Galería de ilustres mirobrigenses: Casimiro Muñoz Matilla, un socialista histórico

Salamanca, pero sobre todo Ciudad Rodrigo, tienen una deuda singular con uno de esos personajes que la memoria ha ido diluyendo, pese a la relevancia que atesoraron en vida. Es el caso, como le definió Benito Pérez Galdós en su episodio nacional La de los tristes destinos, de un “charro de Ciudad Rodrigo”, de los “muñoces” mirobrigenses, un tipógrafo cofundador en 1871 de la Asociación General del Arte de Imprimir de Madrid, germen del PSOE.

El codicilo del guinaldés Francisco Pérez Patón

A la llamada del dinero fácil, de la aventura que suponía adentrarse en las tierras recién descubiertas por Cristóbal Colón, no fueron ajenos los guinaldeses. Varias referencias nos encontramos en el Archivo General de Indias sobre la aventura americana de vecinos de Fuenteguinaldo, caso de Juan Gómez de Santiago, quien, como criado, acompañó en 1646 a Nueva España al doctor Juan Ruiz Colmenero, obispo de Guadalajara; como Manuel Núñez, también criado de Andrés de Elejalde y Avendaño, quienes obtuvieron licencia de pasajeros hacia Perú en 1592; o Juan Mateos, quien embarcó hacia Indias en 1516; o Isabel Ruiz, que se dirigió a Nueva España en 1557; o el fraile franciscano Lorenzo Torrado, quien en 1635 acompañó a Chile, junto con otros varios religiosos, algunos de la comarca mirobrigense, a fray Pedro Vázquez; o como los homónimos Francisco Pérez Patón, dos guinaldeses que también se aventuraron al Nuevo Mundo. Ambos fueron a Perú; uno de ellos –hijo de Francisco Pérez Patón y de María Gómez-- acabó recalando en el Nuevo Reino de Granada con su mujer, la sevillana María de Medina, y su criada María López, también oriunda de la capital andaluza, tras obtener pasaje en 1617. El otro, hijo de Cristóbal Pérez Patón y de Catalina Mateos, desembarcó en el puerto de la Ciudad de los Reyes, aunque su trasiego en busca de fortuna le llevó hasta Portobelo, en Panamá, en donde murió en 1623, después de haber pasado por el hospital de San Felipe de Yucatán (Portobelo), en el Nuevo Reino de Granada.

El asesinato de un trovador en una dehesa mirobrigense

Ciudad Rodrigo cuenta en su historia con sucesos impactantes, legendarios a veces, en muchas ocasiones teñidos de sangre. Eran tiempos de una justicia singular, incomprensible en el día de hoy y que, sin embargo, se plasmó en legislaciones que trocaron en jurisprudencia.

Un meteorito en Fuenteguinaldo

La historiografía y épica regias nos dan noticias de Fuenteguinaldo en distintas épocas. Los cronistas, parcos la mayoría de las veces al referirse a la villa, cuentan algunas andanzas de los reyes de turno, especialmente entre los siglos XIV y XVI. Se recuerda, por ejemplo, el paso de Alfonso XI por la villa guinaldesa en el Poema de Alfonso Onceno, un anónimo de 1348, en el que se refiere el paso del rey a Portugal:

“Este rey de gran bondad
a gran priessa fue guisado,
passó luego por Cibdad
(e) llegó a Fuenteguinaldo
con (muy) gran cavallería
-fijos dalgo en general-:
casó con doña María,
fija del de Portugal”.

Galería de ilustres mirobrigenses: El Dr. Cristóbal García Guillén de Paz, 'Guillenbis'

La historiografía mirobrigense dedica algunas líneas, cierto es que exiguas[1], a la figura de uno de los mirobrigenses que todavía no ha sido estudiado convenientemente, al menos en su relación con Ciudad Rodrigo[2]. Cristóbal García Guillén de Paz, nombre que ocultan los distintos vítores[3] plasmados en varios dinteles y otros paramentos de edificios señeros del patrimonio rodericense, nació en Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XVI. Miembro de estirpes solariegas con notoria influencia en la historia local, Cristóbal García Guillén tuvo la posibilidad de acceder a una formación académica notable, nutrida además con una capacidad intelectual que le permitió desempeñar cargos y cometidos de indiscutible relevancia.

Galería de ilustres mirobrigenses: Juan Martín Zermeño

El 3 de noviembre de 1844 Santiago Fernández Bazán, alumno de la Academia de Ingenieros de Guadalajara[1], coloca en una de sus dependencias el retrato de Juan Martín Zermeño[2], teniente general y director del Real Cuerpo de Ingenieros. Unos meses antes, concretamente el 13 de junio, se había transmitido la orden para que “se proceda a formar con brevedad”[3] su biografía de acuerdo con el formulario vigente y se remita, junto con la de su hijo Pedro Martín Zermeño[4] y otras, al anunciado como Gabinete de Manuscritos de Biografías, en Madrid.

El toro encohetado y otros ingenios de fuego por las 'alegrías del rey' en 1629

El 17 de octubre de 1629 venía al mundo el príncipe Baltasar Carlos de Austria, vástago de Felipe IV e Isabel de Borbón. La noticia, por esperada, sobre todo después de que la reina hubiera alumbrado cuatro hembras, fue recibida con regocijo en todo el reino. Ciudad Rodrigo no fue ajena a la dicha regia cuando tuvo conocimiento oficial, unos días después, del nacimiento del Príncipe de Asturias, en concreto el 25 de octubre[1]. Al siguiente día el consistorio, una vez leída la carta que anunciaba tan feliz acontecimiento, y siguiendo una vieja tradición que unía las alegrías del rey[2] con la esencia de la fiesta del pueblo, siempre vinculada a los espectáculos taurinos, decide formar una comisión que defina los preparativos necesarios para celebrar, como se merecía, que la Corona ya tuviera heredero.

Pelegrín Pertusa, 'el Pintao'

Fue el novillero y banderillero de las tres pes, como se le llegó a calificar en los periódicos que se editaban en Ciudad Rodrigo en 1910, especialmente en La Iberia[1]. Un anónimo del toreo más allá del límite provincial salmantino. Y eso que Pelegrín Pertusa, quien llevaba el apodo taurino de El Pintao en estos pagos, era natural de Valencia, en donde nació en torno al año 1874, si nos atenemos a los pocos y contradictorios documentos en los que aparece reflejado.

Las 'alegrías del rey', el conde de Aranda y las fiestas de toros

El 19 de septiembre de 1771, “a las cinco de la mañana, empezó a experimentar la princesa nuestra señora –María Luisa de Parma- alguna novedad, acompañada de dolores que indicaban señales de parto. Mitigáronse estos y se mantuvo Su Alteza por algunas horas con bastante quietud, pero a las nueve y media de la misma mañana volvieron con mucha viveza, y no dejando ya duda de que el parto se acercaba, se dedicaron el rey –a la sazón Carlos III- y príncipe –futuro Carlos IV-, nuestros señores, a asistir personalmente a Su Alteza, como en efecto lo ejecutaron, no apartándose un instante de su lado. A las cinco y doce minutos de aquella tarde dio a luz felizmente Su Alteza un robusto y hermoso infante; y tomándole el Rey nuestro señor en sus brazos, lleno de gozo y de ternura, salió con él a la sala inmediata para mostrarlo a toda la Corte, que esperaba con indecible impaciencia este feliz momento; y también a los embajadores de familia y demás embajadores y ministros de otros príncipes que se hallaban allí igualmente en virtud del convite formal que tuvieron para ello. Quiso Su Majestad que sin pérdida de tiempo se administrase el sacramento del bautismo al señor infante recién nacido, y habiéndose preparado en la real cámara todo lo necesario para tan sagrada función, hizo esta ceremonia con la mayor solemnidad el eminentísimo señor cardenal [Ventura de Córdoba, Spínola] de la Cerda y San Carlos, patriarca de las Indias y capellán mayor de Su Majestad, poniendo a Su Alteza los nombres de Carlos, Clemente, Antonio de Padua, Genaro, Pascual, José, Francisco de Asís, Francisco de Paula, Luis, Vicente Ferrer y Rafael. Fueron padrinos nuestro santísimo padre Clemente decimocuarto, representado por el rey nuestro señor, y Su Majestad, por sí mismo; y asistieron como testigos especiales los señores infantes D. Gabriel y D. Antonio [de Borbón], concurriendo a tan solemne acto las demás personas reales, los jefes de palacio, grandes del reino, consejeros de Estado, embajadores y ministros extranjeros, y otras muchas personas distinguidas[1]”...

lunes, 3 de noviembre de 2014

Desde Landskrona a Sevilla, 47 años del 'Ciudad Rodrigo'

En 1940 los astilleros suecos Oresundsvarvet AB, ubicados en Landskrona, en la costa oeste de Suecia, concluyen el encargo de la naviera noruega Moltzau & Christensen, de Oslo, para construir un buque mercante, un petrolero que entre otros nombres llevó el de Ciudad Rodrigo.
Como nos recuerda el investigador naviero José Luis Torregrosa, el mercante se bautizó en las atarazanas suecas con el nombre de Glomdal, pero nunca entró en servicio para los citados armadores noruegos, siendo a la postre vendido para una naviera sueca en 1942.

Cubanito, El Timbalero y las ganas de ser torero

Sabido es que el mirobrigense tiene el ombligo enraizado en su tierra, que adora los valores decimonónicos que todavía le embargan y que, si pudiera, estaría a la luna de Valencia el tiempo que fuera necesario. Esto, que tampoco es que sea patrimonio del rodericense, tiene también su proyección en el paisanaje, sobre todo si esos paisanos son personas con entidad social y económica y que además tienen ciertos caprichos que la cándida juventud atesora hasta que llega la cruda realidad.

Toros eclesiásticos

En el nombre del Padre, que fizo toda cosa,
Et de don Ihesuchristo, fijo de la Gloriosa,
Et del Spiritu Sancto, que egual d’ellos posa, (...)
Quiero fer una prosa en román paladino,
En qual suele el pueblo fablar a su vecino,
Ca non so tan letrado por fer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

Estos versos del primer poeta español de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, sirvieron de introducción al que considero uno de los mejores pregones que se han ofrecido en Ciudad Rodrigo –al menos, que yo haya escuchado o leído-, en su Teatro Nuevo o en otros escenarios, como espaldarazo al Carnaval del Toro. Los versos, pronunciados por el poeta, escritor y periodista Santiago Amón en 1988, reflejaban parte de la esencia de su discurso, hilvanado sin otros papeles que los que le dictaba la memoria y le guardaba el corazón. Fue un baluarte en la defensa y conservación del Teatro Nuevo, falleciendo en accidente de helicóptero meses después en la Sierra de la Cabrera. Sirva este recordatorio para mantener viva su memoria y la esencia del oficio de pregonero.

El patrimonio mirobrigense en el vejamen del epinicio sobre la dedicación de la capilla de San Andrés

Después de innumerables trabajos y escollos solventados a lo largo de prácticamente una centuria, Leonor de Velasco[1], condesa de Siruela y marquesa de Cerralbo, comunica al Consistorio mirobrigense en 1685[2] su determinación, a pesar de los tiempos, muchas oposiciones y cortos medios, [de] dar cumplimiento a la fundación del cardenal Pacheco, mi señor y tío, abriendo su capilla, ponerla en el santo comercio y fin principal a que se designó por su fundador por ser la pieza de mayor lustre de mi casa y la perla más preciosa de esa ciudad. Para ello, entre los distintos actos programados y debidamente anunciados[3], se había convocado un epinicio, un canto triunfal al resultado de la obra y a sus mentores, cuyo resultado final sería editado dos años después, en 1687[4], por Tomás Dávila[5], que era el secretario del certamen literario y quien fuera lector de teología en el convento de San Agustín, aunque cuando se publicó el libro ostentaba el cargo de maestro de estudiantes en el colegio de Doña María de Aragón[6], en Madrid.

El monumento a Fernando II de León

La oportunidad[1] de conmemorar el CL aniversario del sitio de Ciudad Rodrigo de 1810 llegaría aparejada a otras efemérides con singular significado para la sociedad mirobrigense de aquel momento, especialmente sensible por exponer su relevancia y proyección histórica aprovechando la oportunidad que supuso la confluencia de la heroica defensa ejercida frente al ejército napoleónico con el octavo centenario de la repoblación asignada a Fernando II de León y el traslado de la Diócesis de Caliabria a la sede civitatense, aunque esta conmemoración quedase relegada en la oficialidad para ser un trasunto menor derivado al estamento religioso.


Un anciano muere corneado en el Carnaval de 1893

Fue un Carnaval que hubiera pasado desapercibido si no fuera por la desgracia con la que concluyó. Apenas hay ninguna referencia documental sobre el desarrollo del antruejo de 1893, ni siquiera noticias en los libros de sesiones del Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, algo inusual, casi extraordinario en el devenir de la historiografía mirobrigense sobre aquel periodo.

La prefectura de Ciudad Rodrigo

La división territorial de España formó parte de la gestión política y administrativa de los diferentes reinados y gobiernos. “Responde a concretas necesidades políticas, económicas y sociales de un momento histórico determinado. Así, en la Edad Media surgen unas demarcaciones determinadas, otras en la Edad Moderna y otras diferentes en la Edad Contemporánea, dando lugar a un modelo territorial actual que es síntesis de la tradición histórica y de los cambios que han experimentado distintos proyectos y realidades históricas”[1].
            Uno de estos proyectos, apenas referenciado en la historiografía local, tuvo como protagonista a Ciu­dad Rodrigo. Se trataba de la división de España por departamentos[2] o prefecturas encomendada en 1809 por José I Bonaparte[3] al matemático e ingeniero mexicano –su familia era navarra- José María de Lanz y de Zaldívar[4], aunque algunos investigadores apuntaban su autoría al erudito, político y religioso Juan Antonio Llorente[5], un error que queda dilucidado completamente por el profesor Jesús Burgueño Rivero[6] en su trabajo sobre las prefecturas promovidas en 1810: “El verdadero autor de la división departamental fue el matemático José de Lanz, tal y como confirma Fermín Caballero[7] en su proyecto de 1842”.

1933: huelga general con robo de dinamita

El secular conformismo de los mirobrigenses con la situación general que les atenaza -1.477 parados el pasado mes de septiembre- rompió en otros momentos el espejo y cruzó de acera para dejar claro que algo querían que cambiara, que reclamaban derechos, incluso invadiendo los de otras personas, los de otros trabajadores foráneos o adscritos a formaciones minoritarias.
En abril de 1933 Ciudad Rodrigo contaba con 103 obreros en paro. Había en perspectiva varias obras que pudieran solucionar la lamentable situación en que se desenvolvían las familias afectadas. Pero ni la clase política local -el alcalde era el ganadero Severino Pacheco- ni las que realmente tenían posibilidad de ofrecer alguna solución al conflicto que se avecinaba, fueron capaces de frenar el movimiento emergente hacia una huelga general en los distintos sectores económicos de Ciudad Rodrigo.

Muerte de un maletilla

Estos toros y esta plaza son para correr, para torear sin muleta;
si acaso, con un pañuelo o un saco,
que sirven para hacerse  el propio quite cuando fallan las piernas.
Pero no para dar naturales, como pretendéis vosotros.
¡Por amor de Dios, torerillos de mi alma,
dejad estas fiestas para los mozos de Ciudad Rodrigo!
Vuestro sitio no es esa Plaza Mayor cuajada de tablados y de historia.
Allí no aprenderéis más que a escaparos y desconfiaros.
O a morir...[1]



“Hablé con él por la noche. Le invité a unos vasos de vino y charlamos de toros. Me contó que le gustaba el toreo puro, conocía las suertes y venía desde muy lejos con la ilusión de dar unos capotazos, de verse con un toro de carne y hueso a dos palmos de su cuerpo. Volví a verlo en la plaza la tarde del lunes; era una más entre las mil muletas que buscaban al toro, y vi cómo era izado por los cuernos de un animal impresionante y cómo el quite de estas mil muletas llegaba tarde...”

El Carnaval y las fiestas taurinas en Ciudad Rodrigo durante la Guerra Civil

Ciudad Rodrigo, como bien se sabe, durante la Guerra Civil sufrió en la retaguardia las consecuencias del golpe de estado del general Francisco Franco. Fueron cientos los mirobrigenses represaliados por su condición de “izquierdistas” durante la convulsa república, muchos de ellos, casi un centenar, asesinados sumariamente. Otros, perseguidos hasta la extenuación, pudieron superar aquellos momentos críticos. De todo ello, gracias a la labor de historiadores e investigadores, se está encendiendo la luz en la noche más trágica de nuestra historia contemporánea, aportando documentación, elaborando estudios y divulgándolos, porque la historia, pese a quien pese, hay que conocerla, hay que rumiarla si es necesario y evitando dobleces y manipulaciones que afean a quienes todavía carecen del prurito básico para afrontar una realidad que, desgraciadamente, aún se sigue negando en determinadas instancias.

sábado, 1 de noviembre de 2014

El Carnaval represaliado: las Fiestas Tradicionales

“Suprimidas las llamadas Fiestas de Carnaval por orden de 3 de febrero de 1937
por el Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia, se comunica a esta Alcaldía que,
según orden del Ministerio de la Gobernación, continúa en vigor dicha supresión y,
por tanto, quedan prohibidos los llamados bailes de carnaval y todos los actos
que puedan conmemorar toda fiesta, no pudiendo hacerse uso de dominós, caretas
o disfraces en las calles, lugares públicos, cafés, casinos, etc., quedando asimismo
terminantemente prohibido el utilizar serpentinas y confetis, no solamente en dichos bailes,
sino en las calles y durante la celebración de las Fiestas Tradicionales, advirtiendo
al vecindario que cualquier infracción que se cometa a este bando, será inmediatamente
puesta en conocimiento de la autoridad superior a fin de que adopte las medidas
que estime pertinentes contra el infractor”.


Como han podido apreciar ustedes en la lectura del texto anterior, se trata de un bando que de forma reiterada, tras la Guerra Civil y durante casi dos décadas, emitió el alcalde de turno de Ciudad Rodrigo recordando la situación de represalia que debía soportar el Carnaval mirobrigense, un extremo de sometimiento que hasta el propio vocablo carnaval fue erradicado, represaliado, como ocurrió con tantas otras costumbres populares y, lo que es peor, con personas, a las que incluso se les llegó a cercenar la vida en unas tierras, Ciudad Rodrigo y su comarca y también toda la provincia, que nunca vieron más armas que las que portaban, enseñaban y restregaban los verdugos a sus víctimas.

Entronización y retirada de la imagen del Sagrado Corazón de la Casa Consistorial

El 20 de junio de 1925, onomástica de San Silverio, una gran multitud se arremolina en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo. Era el primer día de los festejos organizados para la inauguración de las obras del Pantano del Águeda. Una misa de campaña presidida por el prelado Silverio Velasco[1], obispo de Ticelia y administrador apostólico de Ciudad Rodrigo, quien apenas llevaba un mes al frente de la Diócesis civitatense, se convirtió en un auténtico plebiscito en presencia de “todas las autoridades y clases sociales”[2] de la localidad. El obispo, después de un encendido discurso sobre el Corazón de Jesús y su vinculación con Ciudad Rodrigo[3], preguntó al público, y a los fieles especialmente, si querían que una imagen del Sagrado Corazón fuera entronizada en la Casa Consistorial, recordando que otros pueblos y ciudades[4] habían hecho lo propio. “Un grito afirmativo retumbó en el espacio con ecos de gloria. Y cuando el Prelado insistía todavía más, preguntando cuándo sería esa entronización, con el mismo o creciente fervor autoridades y pueblo respondieron: Pronto, pronto; cuanto antes...”[5]

Desencierro con un desenlace trágico en el Carnaval de 1963

La tragedia se presentó en la tarde del Domingo de Carnaval, 24 de febrero de 1963. Se acercaba el desencierro y Sebastián Gil Hernández, natural de Ciudad Rodrigo, jornalero de 37 años, acompañado de Álvaro Hernández –conocido por Bernadé-, un albañil de 61 años con el que mantenía buena relación, a la sazón arrendador de la Huerta de la Esperanza –ubicada en la margen izquierda de la carretera a Sanjuanejo, a la altura de la Huerta del Piojo, en donde tenía su domicilio Sebastián-, enfilaban la vía que ese mismo año se había dedicado al escritor falangista Agustín de Foxá, ambos camino de sus respectivas moradas. También con el propósito de ver, no sabían muy bien desde dónde, el paso de los toros en el desencierro.

Trágica cogida de un anciano en las fiestas de verano de 1966

Era ajeno a la fiesta. Paseaba, como tantos otros días, en el entorno de la vivienda que habitaba ocasionalmente[1] en la calle de los Caños, el número 18, en donde moraba su hija Felícitas, la primogénita de la familia. Sonaba el Reloj Suelto, la campana municipal, como tantas veces lo hacía durante la fiesta: en el desarrollo de los encierros y desencierros, cuando había un toro suelto por las calles, ya fuera dentro o fuera del recorrido de los festejos taurinos.