lunes, 3 de noviembre de 2014

El monumento a Fernando II de León

La oportunidad[1] de conmemorar el CL aniversario del sitio de Ciudad Rodrigo de 1810 llegaría aparejada a otras efemérides con singular significado para la sociedad mirobrigense de aquel momento, especialmente sensible por exponer su relevancia y proyección histórica aprovechando la oportunidad que supuso la confluencia de la heroica defensa ejercida frente al ejército napoleónico con el octavo centenario de la repoblación asignada a Fernando II de León y el traslado de la Diócesis de Caliabria a la sede civitatense, aunque esta conmemoración quedase relegada en la oficialidad para ser un trasunto menor derivado al estamento religioso.



Se trataba de promover un amplio programa de actos vinculado a estas conmemoraciones que sirviera para ensalzar el protagonismo de Ciudad Rodrigo y sus hombres en la historia, intentando implicar a la comarca, a la provincia y a la región –con el amparo del Estado- como potenciales colaboradores en la organización y desarrollo de la programación.
Para ello se crea una “junta o comisión” en marzo de 1959 con el único objetivo inicial de organizar un programa de actos para conmemorar el “CL Aniversario del Sitio de Ciudad Rodrigo”, añadiéndose más tarde, para conferirle mayor proyección, la conmemoración del VIII Centenario de la Repoblación de Ciudad Rodrigo por Fernando II de León. Dicha junta es abanderada por el Ayuntamiento, pero está abierta a todos los estamentos mirobrigenses, que aportan los 26 notables[2] que en principio se encargarán de proyectar e ir definiendo lo que se pretende hacer para las citadas conmemoraciones.
Monumento a Fernando II de León ubicado junto a la Puerta de las Amayuelas
Van surgiendo ideas e iniciativas en las distintas reuniones que mantiene la junta organizadora. Entre ellas se apunta la conveniencia de levantar sendos monumentos a quienes se consideran referentes de las conmemoraciones. Por un lado, el rey Fernando II de León y, por otra parte, como símbolo de los valores refrendados en la defensa de la plaza de armas mirobrigense en 1810, se propone ensalzar la figura del guerrillero Julián Sánchez, el Charro. Definida la esencia referencial de los monumentos, la comisión valora nombres de artistas que pudieran ejecutarlos. Surge desde un principio el del escultor zamorano Jos[3] cuya familia se estableció en Salamanca en 1929, como el preferido de los comisionados para esculpir los monumentos.
é Luis Núñez Solé,
Las conversaciones se suceden y avanzan por buen camino con el escultor radicado en Salamanca. El 11 de noviembre de 1959 el pleno de la comisión recibe información en ese sentido, haciéndoles partícipes de su contenido: se le ha encargado los bocetos para los monumentos a Julián Sánchez y a Fernando II y su parecer sobre “el lugar de instalación”. Los comisionados “hacen hincapié en el cariño con que el Sr. Núñez Solé acogió la idea y la satisfacción que le produce la posibilidad de su realización, que tomaría con el mayor interés, ya que por su importancia estaba dispuesto a quedar en el mejor lugar”.[4] Una predisposición que se plasma en la decisión plenaria de encargarle las obras, aunque previamente deberá presentar el correspondiente presupuesto. Y, para sufragarlo y con el fin de ir ganando tiempo, la comisión acuerda “abrir una suscripción para que todo el pueblo mirobrigense pueda cooperar económicamente a rendir homenaje a aquellos héroes que en tiempos pretéritos, y gracias a su arrojo y valor, dejaron escrito en la historia páginas de tanto honor para el pueblo mirobrigense”.[5]
Diez días después, el 21 de noviembre, Núñez Solé remite los presupuestos de las dos esculturas. Para la de Julián Sánchez plantea un “basamento de granito” con un “frente monumental en piedra de Salamanca” y la “escultura de don Julián Sánchez en piedra caliza de Burgos”. Se trataría de realizar un “bajorelieve [sic] de don Julián Sánchez, o bajosrelieves [sic] de personajes locales que actuaron en la lucha contra los franceses”. El presupuesto para el monumento de El Charro queda establecido, inicialmente, en 34.000 pesetas.[6]

El proyecto que presenta Núñez Solé para el monumento a Fernando II –hay una manifiesta equivocación en el apunte que remite el escultor, ya que presupuesta un “monumento al rey Alfonso II”- es de mayor cuantía. El costo lo establece en 42.000 pesetas, sin duda por las especiales características que proyecta para el monumento que se pretende ubicar junto a la parte interior de la bóveda de las Amayuelas. “Por un lado del arco” –argu­menta Núñez Solé-, iría una “escultura del rey, de pie, adosada al muro de la subida de la muralla, con un yelmo y una paloma posada en él”, además de “dos escudos a ambos lados del arco”. Y, “por el otro lado del arco, una escultura del mismo rey, sentado”, con un bajorelieve [sic] representando un grupo de gentes de Ciudad Rodrigo, complementado con un escudo del rey y una inscripción dedicada a sus habitantes”. Estas esculturas y representaciones irían en “piedra caliza de Burgos”.[7]
Carta de Núñez Solé en la que se expresa la formalización del contrato
El “grupo de gentes” iría situado a un nivel inferior respecto a la figura regia. Representaría a los tres estamentos sociales imperantes en aquel momento y que se pretenden reflejar en su vinculación a la repoblación: la nobleza con la milicia, el clero y el pueblo llano, el campesinado.
La simbología del yelmo y la paloma nos acerca a la leyenda según la cual una paloma blanca se posó en el yelmo de Fernando II cuando este vino, desde Benavente y por intercesión divina, a socorrer Ciudad Rodrigo[8] del asedio de un ejército de infieles a cuyo mando, según algunas crónicas, estuvo el conde Fernando Rodríguez de Castro[9]. La bautizada como Batalla de la Paloma se habría librado en 1174 en las inmediaciones de Ciudad Rodrigo[10] y supuso un claro triunfo de las huestes fernandinas y del pueblo rodericense. Sería la base para la consolidación de la repoblación de la ciudad, aspecto que prima en la erección del monumento a Fernando II.
La comisión organizadora de los fastos de 1960 queda complacida con la definición de los monumentos y sus presupuestos. No obstante, por dificultades sobrevenidas, el del rey leonés sufre algunas modificaciones. El proyecto monumental no llegó a ejecutarse tal y como se planteó en el presupuesto inicial del escultor. Las dos partes del monumento a Fernando II quedarían sintetizadas en un solo paramento, en la parte externa de la antigua puerta Nueva, enfrente de donde existió el palacio de las Amayuelas, solar que en ese momento soportaba la construcción de lo que sería más tarde Oficina de Turismo, con toda la cercenadura que aglutinó sobre el entramado defensivo del XVIII.
Las dos esculturas previstas del rey Fernando II, según fue apuntando en los esbozos del monumento remitidos a la comisión organizadora de los actos, quedarían abocadas a un solo bajorrelieve: el rey sedente en su trono, con corona y cetro en la mano derecha, mientras la izquierda permanece abierta para derivar hacia una leyenda vinculada a la acción repobladora del rey leonés. Y, junto a la cabeza regia, se coloca la paloma con toda la simbología que contiene.
Anverso y reverso de una moneda de la época de Fernando II
Completa la escultura, en un nivel inferior respecto a la figura regia, el “grupo de gentes de Ciudad Rodrigo”, representados por un guerrero –espada en mano-, un clérigo con su hábito y un campesino: la nobleza o el estamento militar, el clero y el estado llano, respectivamente, identificado con una hoz y un borceguí.
Definidos los detalles finales del monumento, el 30 de abril de 1960 el escultor Núñez Solé envía una carta al comisionado Leonardo Dorado en la que la adjunta el contrato para la ejecución de los dos monumentos[11], rogándole que se los remita con prontitud ya que “no sobra nada de tiempo”.
El contrato[12] se firma el 2 de mayo y, por lo que al monumento a Fernando II se refiere, especifica que “estará integrado por un relieve tallado en piedra de Sepúlveda o Burgos, adosado a una pared y emplazado en la salida del arco de Amayuelas, cumpliendo con un motivo decorativo de acuerdo con la Comisión del Centenario”. El presupuesto conjunto se mantiene en 72.000 pesetas[13], de las que 26.000 se entregarán al “hacer el encargo en firme, veinticinco mil pesetas a la terminación de los modelos y el resto, hasta el total importe, una vez que la obra esté totalmente colocada”.[14]
Paralelamente a las gestiones que se estaban realizando con el escultor zamorano, el alcalde mirobrigense Joaquín Martín Báez, como presidente de la comisión organizadora de los actos conmemorativos, junto a José María Blanco Hernández, rector del seminario, e Hilario Muñoz Méndez, juez de primera instancia e instrucción de Ciudad Rodrigo, se dirige al ministro de la Gobernación, el militar Camilo Alonso Vega[15], exponiéndole la esencia del programa que se quiere desarrollar, destacando especialmente la erección de los monumentos a El Charro y a Fernando II.
Sobre el rey leonés, y para justificar la iniciativa mirobrigense, los firmantes de esa carta, cuyo borrador se conserva en el correspondiente expediente, esgrimen que Fernando II fue el responsable de la “repoblación y mejoramiento de la ciudad, que de no haberse llevado a cabo, hubiera hecho que en la actualidad Ciudad Rodrigo no existiera”[16]. Arguyen también los tres referentes de la sociedad mirobrigense de aquel momento, con notables errores y anacronismos, que al rey leonés “se le debe la construcción de nuestras murallas y fosos, la restauración de la Diócesis, el comienzo de las obras de edificación de la Catedral, la reconstrucción del puente y acueducto de aguas romano, la construcción de palacios y casas señoriales y, en una palabra, de todo lo que hoy constituye un exponente artístico elevado, que hace que nuestra ciudad hoy sea admirada y visitada por millares de personas de las más diversas nacionalidades”.[17] Y, entrando en cuestión, en la esencia que justificaba la carta al ministro Alonso Vega, los firmantes aducen que, para erigir dichos monumentos “es insuficiente la cantidad que los vecinos de Ciudad Rodrigo y el Excmo. Ayuntamiento han aportado”. Por ello, solicitan, a la vez que acompañan el avance de la programación, una subvención para afrontar los gastos de toda la organización. Finalmente, el Gobierno Civil de Salamanca contribuiría con 10.000 pesetas a la causa.
Cartel anunciador de la fiestas conmemorativas de 1960
En esa misma línea recaudatoria, el alcalde remite una circular a los ayuntamientos de la comarca –habría otra dirigida a varios municipios de la región vinculados con la figura de Fernando II- en la que da cuenta del levantamiento de los dos monumentos conmemorativos de la efeméride. Martín Báez señala como propósito en la erección de las esculturas de El Charro y del rey leonés que en ellas “se encuentren representados todos los hombres y todas las tierras de la comarca, a cuyo fin se planean incluir en los citados monumentos los cilindros metálicos correspondientes, con pergaminos firmados y sellados por todos los ayuntamientos ubicados en toda nuestra comarca, para constancia y ejemplo de venideras generaciones”.[18]
Pero figurar en las previstas cápsulas del tiempo[19] tenía un precio, una aportación económica para “lograr aquella magnificencia digna de quienes tratamos de honrar, por todo cuanto hicieron a favor de España, en horas de prueba para la historia y la grandeza de la Patria”. Una aportación económica que debería ser aportada antes del 15 de mayo de 1960, con el fin de proceder a la concreción de todo el aparato protocolario.
El 26 de junio La Voz de Miróbriga[20] inserta en su portada algunas referencias sobre los monumentos. Del de Fernando II explica, entre otras cosas, que “en este monumento, cuyos detalles finales no podemos dar todavía, hasta que no esté definitivamente terminado y colocado, se incluirá un cilindro de pergamino en un cilindro de cinc o de plomo, debidamente cerrado y sellado, con las firmas de las primeras autoridades mirobrigenses, personas que han intervenido en la organización y pueblos de la comarca, como acta de gratitud eterna del Ciudad Rodrigo actual a la regia figura del monarca leonés”.
En semanas anteriores y también con posterioridad, el citado semanario mirobrigense fue incluyendo avances sobre la suscripción popular para la erección de los monumentos y también para afrontar los gastos previstos con motivo de la organización de las fiestas conmemorativas de 1960. De la suscripción popular se obtuvo un total de 106.485,75 pesetas, a las que habría que añadir las 20.290 pesetas obtenida por la venta de lotería en distintos establecimientos públicos.
La propuesta para implicar a la Tierra de Ciudad Rodrigo en la erección de los monumentos tuvo una respuesta discreta, ya que tan solo secundaron la iniciativa los ayuntamientos de Sahelices el Chico (100 pesetas), Villavieja de Yeltes (200), Ituero de Azaba (200), Carpio de Azaba (100), Fuentes de Oñoro (100), Martiago (200), Castillejo de Martín Viejo (500), Campillo de Azaba (100), Sancti Spíritus (500), La Fuente de San Esteban (100) y Vitigudino (300). Las donaciones pudieron entregarse a la Comisión de Exposiciones del Congreso Mirobrigense, que tenía su sede en el número 7 de la Plaza Mayor, y en cualquiera de las entidades bancarias radicadas en Ciudad Rodrigo.
Cabecera del programa anunciando las fiestas conmemorativas
Como mera referencia anecdótica hay que señalar que, después de todo el trabajo desempeñado a lo largo de más de un año por la comisión organizadora de los actos conmemorativos, a la hora de confeccionar el programa se deslizó una omisión, posiblemente un error de imprenta, para los actos previstos para el 23 de agosto, fecha concertada para la inauguración del monumento a Fernando II. En el programa solo se incluye la “grandiosa cabalgata histórico-conmemorativa” para las seis y media de la tarde y que debería seguir al descubrimiento del monumento, pero de este nada se dice. Lógicamente, hubo que encargar una nueva edición del programa en el que ya se subsanaría la omisión, señalando la inauguración del monumento 10 minutos antes de la cabalgata, a las seis y veinte de la tarde, acción que correría a cargo del alcalde rodericense.
Una breve reseña de lo acaecido en este acto la encontramos en La Voz de Miróbriga del 26 de agosto de 1960: “Las autoridades se trasladaron a la puerta de Amayuelas para proceder a la inauguración del monumento erigido al rey don Fernando II de León, acto que fue muy emotivo y brillante.
“Tras descubrirse el bajorelieve [sic] allí colocado, obra del escultor salmantino don José Luis Núñez Solé, el M. I. señor don José María Blanco hizo una detallada semblanza de las virtudes de aquel gran rey leonés (…). Las palabras finales del orador fueron acogidas por una gran salva de aplausos del inmenso gentío allí congregado, siendo este acto –como todos los celebrados- retransmitido por medio de altavoces a otros puntos de la ciudad.
“Inmediatamente de tan brillante inauguración comenzó a penetrar por la citada puerta de Amayuelas, desfilando ante las autoridades la espléndida cabalgata histórica, compendiadora de la gloria mirobrigense…”




[1] Este artículo forma parte del libro editado por los centros de estudios de Ciudad Rodrigo, Benavente y Ponferrada con motivo del MC aniversario del reino de León, recogiendo las actas de las jornadas que se celebraron en las citadas localidades en 2010.
[2] AHMCR. Caja 306. Exp. 4. Fiestas conmemorativas de 1960. “Relación de las autoridades y personalidades de esta ciudad que forman la junta o comisión organizadora de las fiestas que han de celebrarse con motivo del CL aniversario del sitio de Ciudad Rodrigo: D. Joaquín Martín Báez, alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento; D. Manuel Palomar Lapesa, primer teniente de alcalde y director del instituto; D. Antonio Hernández Picado, tercer teniente de alcalde y maestro nacional; D. Domingo Gómez Arroyo, concejal y notario; M. I. Sr. D. José María Blanco, rector del Seminario; M. I. Sr. D. Máximo Martín, canónigo archivero de la S. I, Catedral; D. Hilario Muñoz Méndez, juez de instrucción; D. Carlos Mateos Santos, jefe local del Movimiento; D. Víctor Sevillano Holgado, comisario jefe de la Policía Gubernativa; D. Leonardo Dorado Martínez, farmacéutico; D. Adolfo Perrino Villalón, capitán de la Guardia Civil de Fronteras; D. Ignacio Sendín Patino, director del grupo escolar niños A. S. Francisco; D. Jesús Huerta Alonso, Director de La Voz de Miróbriga; D. Santiago Vegas Arranz, corresponsal de El Adelanto; D. Lorenzo Muñoz Báez, corresponsal de La Gaceta; D. Ramón de Dios González, procurador de los tribunales; D. Ángel Martín Risueño, abogado; D. José Luis Figuerola Vázquez de Parga, delegado local de Información y Turismo; D. Antonio Custodio Paz, industrial; D. Abraham Cid Jiménez, industrial y jefe del gremio del comercio; D. Ángel Prieto García, redactor gráfico; D. Santiago Pérez García; D. Enrique García Medina; D. Joaquín Pellicer Iturrioz, aparejador municipal; D. Santiago Vegas Hernández, interventor del Ayuntamiento; y D. Julián Gutiérrez Lorenzo, secretario del Ayuntamiento. Ciudad Rodrigo, marzo de 1959”.
[3] Revista de escultura pública. Escultura urbana. 1988. En http://esculturaurbana.com/paginas/nuns.htm [consulta realizada el 17 de febrero de 2011]. “José Luis Núñez Solé nace el 10 de diciembre de 1927 en Zamora, aunque, a la temprana edad de dos años, se traslada con su familia a Salamanca, ciudad por la que sentía un fuerte vínculo afectivo. Núñez Solé da muestras desde su infancia de una especial sensibilidad hacia los temas artísticos y, en especial, hacia el dibujo y la escultura. El definitivo apoyo, se lo daría Mariano Benlliure, quien vio en él al gran escultor que llegó a ser. En 1942 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y en 1951, obtiene una beca del Gobierno francés para trabajar en París. Núñez Solé, como otros tantos artistas, debe compaginar su labor artística con otros trabajos "al menticios", entre los que destaca la docencia, actividad que comienza en 1969 en una escuela de decoración de Salamanca y que continúa como profesor ayudante de la Cátedra de Dibujo en el Instituto Fray Luis de León y, por último, después de haber obtenido por oposición la Cátedra de Dibujo, en el Instituto Zorrilla de Valladolid José Luis Núñez Solé fallece en Valladolid, el 23 de diciembre de 1973”.
[4] AHMCR. Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] SÁNCHEZ TERÁN, Jesús. Fichas mirobrigenses. Coleccionable del semanario local La Voz de Miróbriga. El investigador sintetiza en una de sus fichas lo que sobre el particular cuenta la historiografía: En plena marcha la restauración de nuestro pueblo, que Fernando II impulsaba con decisión y eficacia, la población se vio gravemente amenazada. Un fuerte ejército musulmán, después de atravesar triunfalmente Extremadura, se presentó ante Ciudad Rodrigo con el propósito de destruirla.
                Con los moros -o acaso por ruta distinta, pero en línea de amistad con ellos-, llegaron también frente a la población las huestes capitaneadas por el inquieto y batallador conde don Fernando Rodríguez de Castro, el don Fernando Ruiz de las historias locales, el Ferrand Royz de la nomenclatura de otras épocas.
                Fue entonces cuando tuvo lugar la batalla que podría denominarse de la Paloma. En ella, según los antiguos cronistas cristianos, don Fernando II de León, que había acudido precipitadamente desde Benavente en auxilio de la ciudad, obtuvo, secundado por los habitantes de la población y con la ayuda de San Isidoro y del apóstol Santiago, una gran victoria sobre los enemigos, a la vista de la plaza, habiéndose distinguido por su valor las mujeres, la cuales, armadas de palos y de mazas, participaron, llenas de ardor bélico, en la persecución de los infieles.
                Según Sánchez Cabañas, al comenzar el combate se vio descender del cielo una paloma blanca que se posó en el yelmo del rey, donde permaneció durante el tiempo que duró la lucha.
                Y, sobre la fecha en que presumiblemente se libró esta batalla, recoge Sánchez Terán lo siguiente: Dice Hernández Vegas que "sofocado el levantamiento de los salmantinos por los años 1163 o 64, al año siguiente tuvo el rey que acudir precipitadamente a socorrer a nuestra ciudad, puesta en grande aprieto por un numeroso ejército de moros extremeños mandados por el traidor don Fernando Ruiz de Castro, alcaide que había, sido de Toledo", añadiendo, párrafos después, que "apenas había pa­sado un año de estos sucesos", cuando se dio la batalla de Barquilla contra el infante don Sancho de Portugal. El historiador don Julio González, en su ‘Regesta de Fernando II’, señala para esos tres sucesos fechas distintas de las anteriores: la de 1162, para el levantamiento de los salmantinos; de 1174, para la batalla contra los musulmanes, y la de 1179, para la librada en el Campo de Argañán -en Barquilla- contra los portugueses. Y después de valorar las fechas, el historiador mirobrigense concluye que la batalla se dio después de haber llegado Alfonso VIII a la mayor edad-1170-y poco antes de la derrota de los portugueses en Barquilla -Campo de Argañán, 1179- y por eso cabe pensar que tuvo lugar en 1174, año, en fin, de la única incursión musulmana efectuada en aquella época contra nuestro pueblo.
[9] Ibídem. Cierto [es] que don Fernando Rodríguez, o Ruiz o Royz de Castro, se pasó de Castilla a León por rivalidades políticas con personajes de aquel reino, especialmente con los Lara, y que pasados los años, acaso al perder la tenencia de Toledo -1166- y con más seguridad después de haber llegado Alfonso VIII a la mayor edad -1170- se desterró voluntariamente, pasando a tierra de moros. Eran corrientes en aquellos tiempos esos destierros o desnaturalizaciones voluntarias que, en algunos casos, en atención a los motivos, no se conceptuaban deshonrosas.
                "Así don Fernando, agraviado con muchas injurias", se pasó a tierra de moros". "Ca decía que el destierro sería tolerable, principalmente al que se hallaba inocente y no había hecho violencia alguna".
                Por eso el prestigio de Ruiz o Rodríguez de Castro no sufrió mengua con su desnaturalización. Era el "poderoso y respetado" don Fernando; el guerrero "de gran corazón... señalado entre pocos", el que "por su sangre y hazañas era esclarecido", como dice Mariana; el "cauallero de prez y de gra cauallería", tan bueno "que en el mundo no lo auía mejor", como asegura Argote de Molina.
                Don Julio González, en su ‘Regesta de Fernando II’, llega a decir que no existen motivos ni aun siquiera para afirmar que Rodríguez de Castro se presentara ante Ciudad Rodrigo con las huestes de Abu Yacub, y menos, claro es, para admitir que llegara a combatir contra el rey de León. Se funda en que Rodríguez de Castro se desenvolvía normalmente, como leal vasallo, en la corte leonesa poco antes de la batalla y en que incluso había sido distinguido meses antes con la tenencia de Toro, y porque no se' explica que el emir de Sevilla confiara tan importante expedición de castigo contra el reino de León a un caballero cristiano.
                Pero es que hay un antiguo historiador -Argote de Molina, en su ‘Nobleza de Andalucía’- que asegura de manera concreta que, si bien es cierto que don Fernando Rodríguez estuvo a la vista de Ciudad Rodrigo cuando la acometieron los moros, también lo es que al aparecer el ejército real se mantuvo firme en el campo y se abstuvo de tomar parte en la batalla: "Fernán Ruyz y sus hermanos quedaron con su exército christiano entero y firme en el campo sin ayer querido pelear. Inviolos el rey a llamar deseando tener en su Reyno caballeros tan valerosos".
[10] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Salamanca, 1935. Tomo I, pág. 17.  En memoria de él [suceso] se erigió una cruz de piedra que se llamó ‘Cruz de los muertos’. También el teso mismo en que se dio la batalla llevó durante mucho tiempo el nombre de ‘Teso de los muertos’. En una nota a pie de página, Hernández Vegas señala que la Cruz de los Muertos estaba en lo más alto del teso, a la vista del monasterio de La Caridad, en el camino alto que va para Casasola y Gazapos, recogiendo como fuente el Becerro de la Caridad.
[11] AHMCR. Ibídem. Carta de José Luis Núñez Solé a Leonardo Dorado: Muy Sr. Mío. Acompaño contrato de los monumentos por duplicado para que los presente a la junta el próximo lunes. Le ruego tan pronto decidan me lo envíe para comenzar enseguida pues no sobra nada de tiempo. Un saludo afectuoso. Rubricado.
[12] Ibídem.
[13] La suma inicial del costo de los dos monumentos ascendía a 76.000 pesetas, 4.000 más de lo finalmente ajustado. Sin duda, por los cambios efectuados en la escultura de Fernando II.
[14] Ibídem.
[15] Tomó posesión de este cargo el 26 de febrero de 1957, cargo en el que se mantuvo hasta el 29 de octubre de 1969. Su etapa, según refieren las crónicas, se caracterizó por la brutalidad de los métodos represivos que utilizó la policía, el continuo uso de la tortura y la violación de los derechos humanos contra la oposición política, que le valieron el apodo de Don Camulo.
[16] AHMCR. Ibídem.
[17] Ibídem. En la carta se abunda también en los valores patrios del momento: Que esta celebración de conmemoraciones llevará aparejado, al conocer más detalladamente las circunstancias de aquellos momentos, un mayor acercamiento de todos y de cada uno de los españoles que a ellas asistan, y sobre todo un mayor amor a la Patria, a esta querida España, que si en algún tiempo desfallecida y débil, en loor a tratar de que sus hijos hispanoamericanos recién alumbrados, crecieran y se fortalecieran, hoy dirigida por la mano experta y providencial de nuestro invicto Caudillo, camina firme, fuerte e enhiesta, dando ejemplo de toda clase de virtudes a todas las naciones del mundo… Hay que recordar que, en coincidencia con estos actos conmemorativos, se estaba organizando también el I Congreso de Mirobrigenses Ausentes.
[18] Ibídem.
[19] En el desmontaje del monumento a Julián Sánchez, el Charro, con motivo de las obras de reforma de la plaza de Pérez de Herrasti no hay noticia de la aparición del cilindro metálico en cuestión.
[20] Una errata en la publicación fija la fecha en 26 de junio de 1690.

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