martes, 4 de noviembre de 2014

Galería de ilustres mirobrigenses: El Dr. Cristóbal García Guillén de Paz, 'Guillenbis'

La historiografía mirobrigense dedica algunas líneas, cierto es que exiguas[1], a la figura de uno de los mirobrigenses que todavía no ha sido estudiado convenientemente, al menos en su relación con Ciudad Rodrigo[2]. Cristóbal García Guillén de Paz, nombre que ocultan los distintos vítores[3] plasmados en varios dinteles y otros paramentos de edificios señeros del patrimonio rodericense, nació en Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XVI. Miembro de estirpes solariegas con notoria influencia en la historia local, Cristóbal García Guillén tuvo la posibilidad de acceder a una formación académica notable, nutrida además con una capacidad intelectual que le permitió desempeñar cargos y cometidos de indiscutible relevancia.

            Una reseña de su vida y obra nos la ofrece José de Rezabal y Ugarte[4], “caballero de la real y distinguida Orden de Carlos III, del Consejo de S. M. y regente de la Real Audiencia de Chile”[5], aunque mucho más ilustrada es la ofrecida por el fraile Michaele A S. Joseph[6], un denso texto en latín sobre la obra teológica del que también fuera magistral civitatense.
            Por ambos autores sabemos que, tras formar parte del claustro de la Universidad de Valladolid como catedrático de Artes, Cristóbal García Guillén de Paz ingresó en el colegio vallisoletano de Santa Cruz[7] el 30 de noviembre de 1598. El apego a la tierra natal le hizo optar y conseguir por oposición la canonjía lectoral de la Catedral de Santa María de la Asunción, en Ciudad Rodrigo, obteniendo más tarde la de magistral en el mismo templo civitatense. “Fue varón doctísimo, y no solo dotado de una erudición profunda en las ciencias sagradas, sino de un exacto conocimiento en las artes”, afirma Rezabal en sus apuntes sobre la figura de Cristóbal García Guillén, antes de pasar a señalar algunas de las obras que se le atribuyen, aunque cierto es también que su intervención en algunas otras se concretó como copista.
            Caben destacar en su producción teológica y artística obras como Compendio de las quatro partes de Santo Tomás, en cuatro volúmenes; Explicación de la letra del Maestro de las Sentencias; también en cuatro volúmenes en folio; Método isagógico de la Sagrada Escritura, igualmente en cuatro volúmenes; Sermones varios en castellano, en seis volúmenes; o Sobre las artes liberales, cinco tomos en castellano en lo que procura reducirlas a método.
Portada del Método isagógico de la Sagrada Escritura
            Señala Rezabal que en el índice de escritores que realizó el sevillano Nicolás Antonio[8] no incluyó a Cristóbal García Guillén, pero que hicieron “honorífica memoria de él el obispo de Guadix, en su Bibliografía crítica, y su colegial, el P. Vicente Mascarell, en sus disertaciones latinas De sacra cronología, disertación décinma, y en otros lugares en los que se refieren varias opiniones de Guillén sobre algunos pasajes de la Sagrada Escritura, en cuya inteligencia fue versadísimo y dotado de una crítica fina y delicada”, por lo que se extraña este autor de que, “siendo sensible, no hayan visto la luz pública estas sabias producciones de su pluma”.
            Se sabe que Cristóbal García Guillén de Paz falleció en Ciudad Rodrigo el 16 de enero de 1637, habiendo dejado una densa producción manuscrita. Su notoriedad ha pasado ciertamente desapercibida, aunque él, al igual que hicieron sus coetáneos y siguió ejecutándose durante varios siglos más, dejó marcada su relevancia intelectual en varias fachadas del casco histórico mirobrigense a través de sus vítores, primero simplemente con su segundo apellido, Guillén, al que añadió, como sufijo, el elemento compositivo bis para formar el vítor Guillenbis. Y como aclara el canónigo Mateo Hernández Vegas, “por eso los vítores del doctor Guillén se refieren a dos épocas distintas. Los de la primera, cuando fue lectoral, numerosísimos en la mayor parte de las fachadas, dicen simplemente Dr. Guillen; al ascender a magistral puso Dr. Guillen bis víctor. De estos solo hay dos, a saber: en la casa (hoy panera) de los Gómez de Silva[9], y en la de don Clemente Velasco, antigua casa de los Miranda”[10], ambos en los dinteles de sus puertas principales.
Víctor repintado de Guillenbis.                      Foto Luis Rodríguez (blogspot)
            Los vítores venían a ser anagramas y representaciones iconográficas que hacían las funciones de “aliento moral” para dar crédito público de quien sobresalía en su ejercicio docente tras alcanzar, generalmente, el grado universitario de doctor; así, este símbolo se disponía precediendo (o precedido) al nombre del doctorado abreviando la expresión ‘¡Viva!’ –‘víctor’- y el nombre del hacedor. En nuestro caso, el vítor Guillenbis lleva también aparejados otros símbolos comunes a esta expresión plástica: una corona, una espada y una pluma, palma o rama de olivo, según las interpretaciones.
            La corona venía a significar la victoria del estudiante, mientras que la pluma y la espada, según algunos apuntan, evocarían la victoria de la sabiduría sobre la violencia y la fuerza bruta. Sin embargo, otros señalan conceptos distintos para estos dos últimos símbolos, vinculándolos con la Inquisición, ya que, junto a la cruz, formaban parte de su heráldica. Así, la espada significaría el trato hacia los que se alejasen de la doctrina, y la pluma, que para estos exegetas sería una rama de olivo, aunque de lejos asemeje una pluma o palma, representaría la reconciliación hacia los que vuelven a la senda que habían abandonado.




[1] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina,1935. Tomo I, págs. 288 y 289, además de una nota a pie.
[2] Existe un estudio sobre su dedicación como catedrático de Arte en la Universidad de Valladolid: ALDAMA ROY, Ana María. Un profesor de artes vallisoletano: Cristóbal García Guillén de Paz. En la revista Calamus renascens: Revista de humanismo y tradición clásica, ISSN 1576-3471, Nº 9, 2008. (Ejemplar dedicado a: Homenaje al profesor Luis Charlo Brea. I), págs. 51-63.
[3] El vítor o víctor, además de la interjección usada para vitorear (equivalente al ¡viva!), es un símbolo derivado del crismón del bajo imperio romano. Fue adoptado por algunas universidades españolas desde el siglo XIV, especialmente la de Salamanca, la de Alcalá de Henares, la de de Sevilla y las de Indias, como emblema conmemorativo de quienes obtenían el título de doctor, en inscripciones murales con pintura roja o negra que se conservan hoy en día. Tras la Guerra Civil española se eligió como adecuado para ser utilizado en el Desfile de la Victoria (19 de mayo de 1939) y, a partir de entonces, durante toda la dictadura franquista, como emblema propio de Francisco Franco.
[4] REZABAL Y UGARTE, Josef de. Biblioteca de los escritores que han sido individuos de los seis colegios mayores: de San Indefonso de la Universidad de Alcalá; de Santa Cruz de la de Valladolid, de San Bartolomé, de Cuenca, San Salvador de Oviedo y del arzobispo de la de Salamanca. Madrid, Imprenta de Sancha, 1805. Pág. 161.
[5] José de Rezabal y Ugarte (1747, Vitoria -† 19 de julio de 1800, Santiago de Chile) abogado, juez y jurista español que ejerció como gobernador de Chile, en calidad de interino, entre el 24 de mayo y el 18 de septiembre de 1796. Como oidor y alcalde del crimen de Lima instruyó en 1781 la causa en con­tra de Túpac Amaru II, redactando el fallo que lo condenó a muerte por horca a él y varios de sus seguidores, así como penas en presidios en África, Callao y Valdivia para otros tantos.
[6] Bibliographia critica, sacra et prophana in tres tomos, et volumina.- Matriti: Ex Antonii Marin, 1740-1742 (4 volúmenes).
[7] Se trata de una de las instituciones universitarias más antiguas y la segunda de su tipo en España, ubicada en Valladolid. Fundado por el cardenal Pedro González de Mendoza en tiempos de los Reyes Católicos a semejanza del Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca, su antiguo edificio histórico se conoce como Palacio de Santa Cruz, sede del Rectorado de la Universidad de Valladolid en la actualidad. Durante toda la Edad Moderna (siglos XVI, XVII y XVIII) fue un centro de formación de élites político-administrativas: en el Colegio Santa Cruz se alojaban los hijos de familias influyentes que estudiaban en la Universidad de Valladolid para acceder después a los puestos clave de la burocracia de los Austrias.
[8] Nicolás Antonio (Sevilla, 28 de julio de 1617 - Roma, 13 de abril de 1684), célebre erudito, iniciador de la Bibliografía española moderna. Sus obras capitales como bibliógrafo fueron la Bibliotheca hispana vetus (1672) y la Bibliotheca hispana nova (póstuma, impresa en 1696). En ellas reúne de forma crítica una ingente cantidad de información biobibliográfica precisa y crítica sobre todos los autores que escribieron en España hasta su época. La Vetus comprende desde Augusto hasta 1500, y la Nova desde 1500 a 1700. Ambas fueron reeditadas en el siglo XVIII por el ilustrado Francisco Pérez Bayer entre 1783 (Bibliotheca hispana nova) y 1788 (Bibliotheca hispana vetus).
[9] Edificio sobrio y elegante construido en el año 1523 por orden el canónigo Francisco Gómez de Silva. Sorprende por su extraña y original portada, a base de vano adintelado de grandes dovelones enmarcada por un alfiz quebrado que llega hasta la cornisa. Sobre la puerta llama la atención un conjunto escultórico, compuesto por un escudo central con las armas de los Gómez de Silva, uno de los escudos más originales y emblemáticos la ciudad, que sostienen dos figuras semihumanas con rostros de hombre y mujer y extremidades vegetales. No se conserva mucho del edificio original ya que a lo largo de la historia ha sufrido numerosas reformas y reconstrucciones, siendo utilizado en el siglo XX como panera, por lo cual fue reformada con fines comerciales y vivienda particular, abriendo vanos y balcones y añadiéndole el piso superior. En los bajos de este edificio, después de haber acogido en los últimos años diversos negocios, se encuentra actualmente establecido el Lounge Bar GuillenBis.
[10] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit. Pág. 289, nota al pie.

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