miércoles, 12 de noviembre de 2014

Elección de Miss Carnaval y Miss Miróbriga

El próximo Carnaval carecerá, por segundo año consecutivo, de corte de honor. Todo evoluciona y hay que saber encajar los cambios. Que no haya reina ni damas de honor, como se vio el pasado antruejo, no merma el atractivo de unas fiestas que indudablemente tienen otros fundamentos más allá de una puesta en escena protocolaria, a la sazón reducida a unos pocos cientos de personas, la mayoría peinando canas.

            Sin embargo, la presencia de una corte de honor en el Carnaval, en las Fiestas Tradicionales como se llamaron durante la dictadura franquista, o en los juegos florales de los años sesenta, no deja de ser parte de la historia de las carnestolendas mirobrigenses. A falta de profundizar en este capítulo del antruejo, ofrezco unas pinceladas sobre el protagonismo femenino en las fiestas antonomásticas de Ciudad Rodrigo vinculado a esa función representativa en el protocolo carnavalesco ceñido a una época en que afloraba una mayor libertad para las mujeres.
Teresita Daniel, Miss España en 1932
            El Carnaval en los años treinta del pasado siglo venía penando las consecuencias del régimen primorriverista y su proyección hasta el advenimiento republicano. El control ejercido en la sociedad por el dictador Miguel Primo de Rivera, con la connivencia de Alfonso XIII, tuvo su golpe de efecto con la prohibición de las capeas por la orden del Ministerio de Gobernación de 14 de junio de 1928. En Ciudad Rodrigo no se quisieron dar por enterados hasta que se avanzó en la organización del Carnaval de 1929. Hasta entonces, salvo contadas excepciones, no morían en la plaza toros, novillos ni vaquillas, tres elementos de la esencia taurina mirobrigense. Las reses, compradas o donadas, entraban y salían del oblongo coso taurino de Ciudad Rodrigo con los daños propios del desenfreno en la lidia, que a veces llegaba al maltrato animal.
           Cuando se cursó la solicitud para celebrar los festejos taurinos de 1929, el gobernador civil de Salamanca, Enrique López Sanz, no tuvo más remedio que aplicar la legislación vigente: no podían celebrarse las tradicionales capeas. José Manuel Sánchez-Arjona de Velasco, el recordado Buen Alcalde, salió presuroso a Madrid para entrevistarse con el mismísimo Primo de Rivera. El contenido de la conversación lo recrea en un artículo del especial de 1954 de La Voz de Miróbriga. A la postre, se encontró una salida que mantendría la esencia taurina del Carnaval: se cambiarían oficialmente las capeas por festivales con toros o novillos de muerte ante el entusiasmo de los mirobrigenses: Toreros de postín nos trajo don Manolo...- Eso de que no habría capeas quedaba bajo responsabilidad de la primera autoridad local, ateniéndose a las consecuencias de la aplicación de la normativa vigente.
            Claro que hubo capeas, como también las hubo en los años siguientes, cuando las restricciones fueron en aumento. Por ejemplo, se prohibió la celebración de festejos taurinos, incluidos los de muerte, en cualquier plaza que no fuese de construcción permanente, en donde, claro está, entraba de lleno Ciudad Rodrigo. Al final, ante las protestas de numerosos alcaldes de toda España, se relajó la norma para dar cierta cobertura legal al desarrollo de festivales, novilladas o corridas de toros.
            Con esos antecedentes llega el Carnaval de 1933. Atrás habían quedado el directorio, la dictablanda y... hasta el propio rey, que marchó al exilio con la proclamación de la II República. Ciudad Rodrigo, como el resto de España, vivía una profunda crisis social y económica, con un paro obrero desatado y que fraguó la huelga general de fin de 1932 y alimentó la de abril del año siguiente, tras unos meses de calma por el inicio de las obras del canal del Águeda y la previsión de acequiar la vega, que unido a la rehabilitación del antiguo parque de artillería –el denominado Cuartel de la Bomba- para instituto local de segunda enseñanza habían menguado el desempleo.
            Además, y solía ocurrir en el entorno de las fechas carnavalescas, los mirobrigenses aparcaban los problemas de calado que minaban incluso su propia existencia y el manutención de las familias para afrontar con otra cara, con otro ánimo el Carnaval.
            Estamos en 1933 en donde, como se apuntó someramente al principio, sería el momento en que comenzó a tomar protagonismo la mujer como parte específica del desarrollo del antruejo mirobrigense. En 1929, al socaire de la dinámica europea, se había celebrado la primera edición de Miss España, que aquí, en este ibérico país, se tradujo el certamen Señorita España. Fue abanderada su organización por el diario ABC, cuyo director, Torcuato Luca de Tena, presidió el jurado. Pepita Samper, representando a la región valenciana, fue proclamada Miss España, en la versión local, el 25 de enero de 1929, diez días antes de que se iniciase el Carnaval.
El actor Juan Bonafé en 1934
            La divulgación del evento no pasó desapercibida en Ciudad Rodrigo. Se debió crear una especie de caldo de cultivo que quedó notablemente alimentado cuando se conoció que la catalana Teresita Daniel, elegida Señorita España en 1932, recalaría en el Carnaval mirobrigense como colofón a las actuaciones de la compañía teatral que dirigía el mallorquín Juan Bonafé y Sansón.
            ¿Por qué iban a ser menos los mirobrigenses? ¿Por qué no ajustaban el certamen de belleza a los parámetros del Carnaval? La ocasión se presentó cuando los componentes de la Banda Municipal de Música tuvieron la idea de organizar una velada teatral con el fin de recaudar los fondos suficientes para cambiar su uniforme, si es que lo tenían. Se puso día, lugar y hora. Se publicitó en el semanario local –católico- Miróbriga y se nutrió el programa que albergaría el 18 de febrero el Teatro Nuevo con la elección de Miss Carnaval 1933. Resultó elegida la joven Maruja Hernández García, que contaba con 15 años de edad y estaba empleada en el taller de la joyería Hija de Vasconcellos. Su corte de honor quedó formada por las jóvenes Flora Ballesteros, Joaquina Borreguero, Lola Esteban y Concha Sánchez.
            Tendría su protagonismo durante el desarrollo de las fiestas carnavalescas, especialmente las taurinas. Pero, claro está, no podía hacerle sombra a Miss España 1932, que se pasó todo el Carnaval en Ciudad Rodrigo. Incluso, llegó a presidir el festival que abrió el antruejo de 1933 junto al alcalde mirobrigense, el exmilitar, propietario y altruista ganadero Severino Pacheco Diego, que tenía la finca en Gallegos de Argañán. En este festival participaron los diestros Manolo y Pepe Mejías, de la conocida saga de los Bienvenida.
Marujita Hernández, Miss Carnaval 1933.  Pazos
            Había calado tanto la iniciativa, se apreciaba tal entusiasmo entre los mirobrigenses que en el desfile de carrozas del Lunes de Carnaval, en el intermedio del festival, apareció un montaje escénico con el título Envío a Miss Carnaval, “presentada por un grupo de jóvenes y representaba un obsequio a la bella Marujita Hernández, Miss Carnaval. Al llegar a la presidencia fue abierta la caja y apareció un vistoso y monumental abanico, en el que estaba pintado el antiguo edificio municipal y escenas de actualidad. Varios de los que ocupaban dicha carroza entregaron un ramo de flores a Miss Carnaval, que presenciaba la corrida desde un tendido”, explica el redactor de Miróbriga.
            La juventud estaba encandilada, más bien todo el pueblo había disfrutado con el protagonismo específico de la mujer en el desarrollo de la fiesta por antonomasia de los mirobrigenses y la iniciativa tomada de elegir a Miss Carnaval. ¿Por qué no, entonces, elegir a Miss Miróbriga? Si había Miss España o Miss Cataluña, ¿Ciudad Rodrigo iba a ser menos? Evidentemente, no.
El acontecimiento se fijaría para finales de agosto como remate al verano, y tuvo como escenario la plaza del Buen Alcalde. La elección se produjo durante el desarrollo de una animada verbena organizada por una comisión local nombrada por la Asociación de la Prensa de Salamanca. Mucho público y gran expectación durante el desarrollo de la verbena, amenizada, como no podía ser de otra manera, por la Banda Municipal de Música.
El jurado estuvo integrado por el alcalde Severino Pacheco, los concejales Juan del Valle Santamaría e Ildefonso García Álvarez; Juan Cabezas Pérez, secretario municipal; el fotógrafo Agustín Pazos Pérez y los corresponsales de los diarios El Adelanto y La Gaceta Regional, Santiago Vegas Arranz y Lorenzo Martín Báez, respectivamente. Pasada la medianoche el jurado difundió su veredicto, unánime: se nombraba Miss Miróbriga 1933 a la joven Celia Encinas Jiménez, hija del propietario guinaldés Juan José Encinas.
Reina y damas de honor de los juegos florales de 1910.              Foto Pazos
Un chasco se llevó el jurado y, por extensión, el público: “Tanto la elegida como uno de sus familiares que asistía a la verbena se negó a la aceptación del nombramiento pese a los numerosísimos requerimientos y razonamientos que la comisión le hizo”, relataba el semanario Miróbriga. “Fue inútil que durante más de dos horas el jurado tratara de convencer a la señorita Celia Encinas y a su hermano, el médico de El Bodón, don Alfredo”. Lógicamente, “los periodistas salmantinos regresaron a Salamanca un poco malhumorados a consecuencia de la negativa”. Pero el jurado no dio su brazo a torcer. Estaba empeñado en que la joven guinaldesa aceptara el nombramiento: “El alcalde, señor Pacheco, y don Joaquín Aparicio, se trasladaron el domingo por la tarde a Fuenteguinaldo. El éxito coronó sus gestiones”.
Angelita García Salicio        Foto Pazos
Fue 1933 un año especial para la mujer mirobrigense. Si entendemos por especial el protagonismo que se le quiso dar, aunque es de imaginar que la pacatería existente lanzase sus dardos e invectivas en determinados foros. Pero ahí quedaron esas dos referencias para la historia del Carnaval y de Ciudad Rodrigo. Antes, en 1910, con los juegos florales del centenario del sitio, se había nombrado una reina de las fiestas –fue Angelita García Salicio- y una amplia corte de honor; y después, ya entrados en la década de los 50 y su extensión a los 60, habría reina de la fiestas durante el Carnaval y también para los fastos de la celebración del 150 aniversario de los sucesos de la Guerra de la Independencia, con un apéndice que se extendió –salvo 1961- hasta el verano de 1966. Pero esa ya es otra historia...

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