sábado, 1 de noviembre de 2014

Entronización y retirada de la imagen del Sagrado Corazón de la Casa Consistorial

El 20 de junio de 1925, onomástica de San Silverio, una gran multitud se arremolina en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo. Era el primer día de los festejos organizados para la inauguración de las obras del Pantano del Águeda. Una misa de campaña presidida por el prelado Silverio Velasco[1], obispo de Ticelia y administrador apostólico de Ciudad Rodrigo, quien apenas llevaba un mes al frente de la Diócesis civitatense, se convirtió en un auténtico plebiscito en presencia de “todas las autoridades y clases sociales”[2] de la localidad. El obispo, después de un encendido discurso sobre el Corazón de Jesús y su vinculación con Ciudad Rodrigo[3], preguntó al público, y a los fieles especialmente, si querían que una imagen del Sagrado Corazón fuera entronizada en la Casa Consistorial, recordando que otros pueblos y ciudades[4] habían hecho lo propio. “Un grito afirmativo retumbó en el espacio con ecos de gloria. Y cuando el Prelado insistía todavía más, preguntando cuándo sería esa entronización, con el mismo o creciente fervor autoridades y pueblo respondieron: Pronto, pronto; cuanto antes...”[5]

El canónigo Joaquín Román[6], a la sazón director del semanario católico Miróbriga, expresaba así en las páginas del periódico el compromiso de las autoridades locales asumiendo la iniciativa del prelado civitatense para entronizar en el Ayuntamiento, en la columna derecha del cuerpo primitivo del edificio, una escultura del Sagrado Corazón de Jesús. El acuerdo, que presuponía la intercesión municipal para autorizar la colocación de la imagen, nunca quedaría reflejado como tal en las actas municipales, lo que no fue óbice para que el administrador apostólico iniciara los contactos para favorecer la empresa: se constituyó una comisión pro entronización de la escultura en la Casa Consistorial, que presidió el mismo prelado; se abrió una campaña de donativos y se buscó a un escultor para esculpir la imagen.
La junta, y especialmente su presidente Silverio Velasco, inician las gestiones para encargar la realización de la escultura. De la campaña de donativos se encargan de ponerla en marcha los párrocos de toda la Diócesis y las personas con influencia, asentadas o no en la localidad rodericense, campaña que es jaleada en sucesivos números del semanario Miróbriga.[7] El propio prelado entrega mil pesetas en efectivo y anuncia su decisión de empeñar o vender su pectoral en caso de que no se consiga el dinero necesario para afrontar la entronización de la imagen, compromiso que no llegaría a cristalizar por la generosa respuesta del pueblo.
El obispo Silverio Velasco en Ciudad Rodrigo
Silverio Velasco había iniciado de inmediato contactos con los escultores que podrían realizar la imagen del Sagrado Corazón. Por las referencias que tenía, el prelado se inclinó casi de inmediato por el escultor bilbaíno Serafín de Basterra.[8] Así lo reconoce en la reunión que mantuvo la comisión el 12 de agosto en el Palacio Episcopal, junta a la que asistieron por primera vez dos próceres de la campaña, Clemente de Velasco y la marquesa de Villalcázar, vocales de la comisión y que acababan de llegar en esos días a Ciudad Rodrigo desde Madrid. El obispo enseñó a los miembros de la junta pro entronización varios modelos de estatuas que había recabado, pero hizo especial incidencia en la carta que le había remitido el escultor bilbaíno, adjuntando las características de la escultura, un avance del presupuesto y un dibujo con el efecto que tendría la colocación de la imagen en la Casa Consistorial.
La estimación inicial del coste de la escultura, su traslado y entronización apuntaba a las 10.000 pesetas, por lo que era necesario incidir en la campaña de recaudación de óbolos en todos los sectores de la población. A mediados de septiembre, sin conocer las cifras oficiales, se tenía la certidumbre de que la respuesta de los mirobrigenses iba por buen camino, acercándose al presupuesto que se estaba barajando. El obispo encabezó la lista con las cantidades recaudadas, aportando las mil pesetas ofrecidas; los once capitulares del Cabildo Catedral entregaron cada uno 25 pesetas. El 26 de octubre, Pedro Hernández de la Torre y Clemente de Velasco aportan el dinero recaudado en la parroquia de El Sagrario (4.167,20 pesetas), la más generosa de todas por la propia relevancia de su feligresía. Ese mismo día, Isidoro López y Santiago Fuentes habían hecho entrega de los donativos recogidos en la parroquia de San Isidoro, en total 2.209,45 pesetas; los parroquianos de San Andrés contribuyeron con 279,75 pesetas, cantidad que había entregado Anselmo Lucas el 29 de septiembre. Mayor contribución hicieron los feligreses de la parroquia de San Cristóbal, quienes en tres tandas entregaron 1.038,70 pesetas.
Los parroquianos de la Diócesis civitatense no participaron directamente en la campaña, aunque sí se vieron en cierta forma obligados a hacerlo algunos párrocos y sus familiares. De distintos puntos del país, por mediación de personas relevantes vinculadas con Ciudad Rodrigo, fueron llegando también donaciones importantes que contribuyeron a que finalmente se superase con holgura el presupuesto previsto. En total, se recaudaron 12.170,25 pesetas, cantidad que permitía establecer todos los compromisos necesarios para la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en la Casa Consistorial mirobrigense.
Silverio Velasco, a la vista de la respuesta y el entusiasmo con que los feligreses estaban respaldando la campaña de recaudación, había encargado a Serafín de Basterra la escultura. Se habían planteado algunas dudas sobre la idoneidad de que fuera la Casa Consistorial el lugar definitivo para entronizar la imagen. Pero si había algún resquicio, la opinión del propio escultor acabó por cerrarlo: “En una plaza, como no sea la mayor, le ven pocos. En el Ayuntamiento todos o casi todos, por ser de más tránsito y por tener que acudir quien más quien menos a estos centros. Allí el que pase por la plaza puede verle y quedar acaso conmovido. El que entre a tratar algún asunto, puede encomendar al Corazón de Jesús la rectitud del que haya de resolvérsele. Los que vengan de los pueblos se edificarán viendo que en los pueblos grandes no se pierde la fe, sino que aumenta.”[9]
De Basterra era un escultor afamado, con una obra dispersa y cosmopolita, como el Sagrado Corazón que se había entronizado en Wuhu (China), y un taller floreciente, en el que sus hijos habían cobrado también reconocimiento público. De ahí que su opinión fuera de consideración por los vocales y el propio presidente a la hora del diseño y de la ubicación definitiva de la pieza. Hay un cruce de misivas entre el obispo y el escultor[10] para perfilar y definir los detalles de la obra. De Basterra señala que es necesario utilizar tres bloques de piedra[11] caliza de la cantera de Escobedo (Valle de Camargo, Santander) para cubrir los 2,78 metros de altura que se consideraban para la escultura, incluyendo el plinto de 0,73 metros realizado en el mismo material. El presupuesto inicial, sólo respecto a la pieza escultórica, se fija en 7.197,15 pesetas, cifra que finalmente se redondearía en 7.000. Como adelanto a cuenta, el obispo hace entrega de 1.000 pesetas al escultor, recibidas por éste el 9 de diciembre de 1926[12], unos meses después de que ya estuviera entronizada la imagen en el Ayuntamiento.
La escultura estaba rematada el 12 de septiembre de 1926. En una carta[13], fechada en Bilbao el día 20, Serafín de Basterra explica al obispo el retraso que se ha producido por la demora en la inspección encomendada a dos padres jesuitas y otros dos sacerdotes para ver la idoneidad de la imagen y comprobar todos los detalles, incluida la colocación de una caja metálica con los 63[14] pliegos de papel hilo que ocupó el listado de los donantes que contribuyeron con sus óbolos a la entronización de la escultura, caja introducida en el “cuerpo del Sagrado Corazón” en presencia de los citados religiosos el 20 de septiembre. Ese mismo día se trabaja ya en el embalaje de las piezas para su traslado a Ciudad Rodrigo por ferrocarril. La escultura pesa unos 4.000 kilos y el transporte puede ser, aparte de lento, caro. Por eso el escultor quiere conocer el parecer del obispo antes de colocar las piezas en el tren.
Vista de la imagen del Sagrado Corazón desde los soportales              Foto Pazos
El obispo autoriza el transporte de la escultura por ferrocarril mientras ordena que se inicien los preparativos para la colocación de la imagen en la columna de la Casa Consistorial. Los trabajos se encomiendan a Ángel Morales, quien se encargará de hacer y deshacer el andamio. Por el trabajo cobrará 1.074,05 pesetas, según la relación de las ocho facturas[15] que presenta al culminar su labor. La madera que precisa el andamiaje se adquiere en la fábrica de Santiago Martín y a la viuda de Dionisio García, quienes finalmente sólo percibirán dinero por las “faltas y desperfectos” ocasionados y que supusieron, no obstante, una cantidad significativa: 214,75 pesetas, el primero; y 10,50 pesetas, la segunda. En ferretería y cuerdas se gastaron 235,70 pesetas, mientras que en la reparación de los desperfectos generados en el tejado del Ayuntamiento, el Obispado tuvo que desembolsar 167,04 pesetas.
El embalaje con las piezas de la escultura fue conducido por el propio escultor desde el taller hasta la estación del ferrocarril de Bilbao. El costo fue de 397,15 pesetas, aunque, por intercesión del prelado, el escultor lo rebajó hasta redondear en 300 pesetas. Los portes entre Bilbao y Ciudad Rodrigo se hicieron por la vía menos gravosa para los intereses locales, ascendiendo a 213,47 pesetas, mientras que el traslado desde la estación mirobrigense a la Plaza Mayor, realizado el 13 de octubre[16] en un camión, supuso 80 pesetas.
La escultura había llegado a Ciudad Rodrigo unos días antes de su entronización, prevista para el 31 de octubre, y el andamiaje estaba preparado. El escultor Serafín de Basterra había ofrecido al obispo Silverio Velasco a uno de sus operarios prácticos para el montaje de las piezas y la fijación de la escultura como remate de la columna derecha de la Casa Consistorial. El prelado decidió prescindir de estos servicios para no incrementar la partida de gastos. No obstante, era necesario contar con el material para unir las distintas piezas de la escultura y, lógicamente, conocer la técnica a emplear. De Basterra, en una carta con fecha 20 de octubre[17], explica al obispo el método que debe seguirse. Le adjunta dos paquetes certificados: en uno va un fotograbado de la escultura, que utilizarán los dos semanarios locales en activo –Miróbriga y El Eco del Águeda- para ilustrar sus portadas; el otro contiene los polvos  Mastic Meyer, un producto alemán que en aquel momento estuvo en boga en el mundo de la construcción y que debía aplicarse para la unión de las piezas.
Los preparativos para la entronización de la estatua se suceden. Se suben y fijan las piezas en lo alto de la columna de la Casa Consistorial, mientras que la junta pro entronización celebra una de sus últimas reuniones para concretar y difundir el programa de actos, cuatro días, del 28 al 31 de octubre, repletos de actividad en un año jubilar. Precisamente para ganar las indulgencias del Año Santo, los tres días previos a la fiesta principal se organizan visitas procesionales a las iglesias de San Isidoro, San Agustín, la capilla de Cerralbo y la Catedral, en las que por la mañana participan los escolares con sus profesores y por la tarde se establece “una procesión de señoras” a las cuatro y media, y “a las cinco, la de caballeros”, presidida por el obispo.[18] Y, recuerda el prelado, que “para obtener todas las gracias que el jubileo concede, además de estas visitas, se requiere confesar y comulgar en uno de los tres días, pudiendo los fieles hacerlo en cualquier iglesia”[19].
Llega el día 31 con la Fiesta de Cristo Rey. Las bandas de música recorren toda Ciudad Rodrigo interpretando las típicas dianas. A las siete y media de la mañana comenzaron las celebraciones litúrgicas con “misas de comunión general” en la Catedral de Santa María, en donde los mirobrigenses dan muestra de “su acendrada fe religiosa”[20]. A las nueve de la mañana el obispo preside la misa pontifical; la Catedral está abarrotada de fieles. Los coros catedralicio y del Seminario cantan la Segunda misa pontifical de Laurentio Perossi, “instrumentada con violines y catorce números de la banda que dirige el maestro señor Rebollo”[21]. Para dar facilidades a los forasteros que acudan a los actos de la entronización del Sagrado Corazón, se ofrece otra misa, al mediodía, en la capilla de Cerralbo.
Aspecto de la Casa Consistorial con la imagen                Foto Pazos
A las dos de la tarde un campaneo sirve de llamada a las asociaciones, cofradías y representantes de las instituciones y entidades que participarán en la procesión programada. Desde sus respectivos puntos de encuentro, los fieles desfilan hacia la Catedral con “las insignias, estandartes e imágenes de las parroquias, cofradías, asociaciones y corporaciones de la Ciudad y algunos pueblos del partido”[22]. Allí espera Luciano Rodríguez, notario eclesiástico, para organizar la marcha cívica hasta la Plaza Mayor. Presiden el desfile el alcalde, Calixto Ballesteros; Alfredo Lafuente, juez municipal; Gregorio Benito, gobernador militar de la plaza; Pedro López, provisor de la Diócesis; y los concejales y representantes públicos Esteban Bravo, Domingo García, Andrés Blanco y José Manuel Hidalgo, junto con Manuel Rivero, Miguel Gil, Segundo Lobato, Anacleto García y Valentín Sierra y un sinfín de personalidades locales y provinciales. Autoridades y fieles procesionan por la plazuela de San Salvador, el Campo del Gallo –hoy calle Díez Taravilla- y se dirigen a la Plaza Mayor por la calle de La Colada. “Al llegar a la Plaza, el aspecto no puede ser más grandioso: la llenan los mirobrigenses plenos de entusiasmo para rendir el homenaje de su fe al Rey de Reyes”[23], se describe en un periódico de la época.

La Casa Consistorial está engalanada con colgaduras, flores y pancartas que daban muestra de la fe del pueblo. Arriba, en la columna derecha, cubierta por una enseña nacional, está la estatua. A las tres y media la campana municipal repica en el momento en que el obispo Silverio Velasco descubre la imagen y procede a su bendición entre las aclamaciones del pueblo. Se canta el himno que Dámaso Ledesma, organista de la Catedral de Salamanca, había compuesto para la ocasión, como preludio de la intervención del alcalde, Calixto Ballesteros, desde el balcón municipal. Él, como representante del pueblo y en su nombre, lee la fórmula de consagración de toda la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús[24], siguiendo el protocolo. Por último, toma la palabra el obispo para agradecer la cooperación encontrada en el pueblo.
Las asociaciones y cofradías, una vez que han terminado los actos oficiales, regresan a sus respectivos puntos de partida, las iglesias, por el camino más corto. En la Plaza Mayor continúa la actividad, pero ya con un aire más festivo, con un concierto de música y, ya oscurecido el día, con el lanzamiento de fuegos artificiales como remate de la densa jornada de la entronización del Sagrado Corazón. Sólo ya restaban pequeños detalles para completar el trabajo y esfuerzos de año y medio, como el ajuste de la iluminación de la escultura con dos focos reflectores, instalados por Manuel Rivera y Eugenio B. Lagar, que depararían unos gastos de 296,75 pesetas sumados todos los conceptos.
La colocación de la escultura del Sagrado Corazón de Jesús, sin embargo, no había contado con todo el apoyo popular que se presupone. Hubo malestar y críticas cuando se conocieron los detalles para la entronización; incluso después de que la imagen presidiera la Plaza Mayor desde la Casa Consistorial. El obispo Silverio Velasco llegó a reconocerlo en una carta enviada el 7 de febrero de 1927[25] al gobernador civil de la provincia para intentar que se desautorizaran los festejos taurinos que se celebraban los miércoles de ceniza, instituidos unos años antes, por el temor a desórdenes públicos. El prelado lo tiene claro y  argumenta que “…el pueblo, apoyado por esa decisión de los que están llamados a dirigir y orientar y quién sabe si aun azuzados ocultamente, porque el crimen de haber colocado la estatua del Divino Redentor sobre la columna de la Ciudad aún hay varios que no me lo perdonan, cualquier cosa podía suceder”.
Esa división o enfrentamiento popular por la entronización de la imagen llama también a las puertas del Consistorio. En la sesión del pleno celebrado el 2 de noviembre de 1926, el concejal Samuel Julián Moraleja Hernández pregunta al alcalde, Calixto Ballesteros Rivero,  que “quién había autorizado que se colocase en la Casa Consistorial la imagen del Sagrado Corazón de Jesús”[26]. No era la primera vez que este edil se había dirigido al alcalde sobre el asunto y que hubiera encontrado una respuesta difusa, ya que los dirigentes municipales le habían respondido que “ellos no”. Esta vez fue un poco más claro el regidor al afirmar que “su respuesta no tenía el alcance que le quiere atribuir el Sr. Moraleja, pues, efectivamente, él no fue quien autorizó la entronización de dicha imagen, sino la Ilustre Corporación Municipal en una sesión que celebró el año pasado y por ello él había dado cumplimiento al acuerdo”. No estaba claro que ese acuerdo existiera, por lo que Samuel Julián Moraleja pidió al alcalde que el secretario lo buscase y lo leyese. Accedió Ballesteros, después de intentar dejarlo para otro momento. El acuerdo al que se aludía tenía la fecha de 27 de junio de 1925, cuando estaba en la alcaldía Santiago Martín García. Se trataba del punto cuarto del orden del día de aquella sesión, una comunicación de Antonio Calama Hoyos, director diocesano del Apostolado de la Oración, por el que invitaba al Ayuntamiento a la “procesión solemne del Sagrado Corazón de Jesús que tendrá lugar el 28 de los corrientes a las siete y media de la tarde”, solicitando de paso que se tocase la campana de la Casa Consistorial[27].
El concejal Moraleja fue rotundo: “El acuerdo tomado era nulo al no guardar relación” con lo que se debatía; además, extendió la nulidad al contenido de toda aquella sesión, “protestando de ello, como también de que actualmente se haya dado autorización al fin expresado”[28]. Tenía en las cuerdas al alcalde y no desaprovechó la ocasión para conminarle, para que aclarase de una vez si fue él quien había dado la autorización. Calixto Ballesteros ya no tuvo más remedio que decir que sí, que de él había partido el permiso para que el Obispado colocase la escultura en el Ayuntamiento. Moraleja arremetió contra la representatividad del alcalde: “Él no era el Ayuntamiento, al que se había atropellado”[29], apreciación a la que sólo se sumó su compañero de Corporación Valentín Sierra Sánchez. El resto, apoyó la “conducta seguida en el asunto”[30] por el alcalde, con lo que se daba por zanjado el debate, a pesar de que Moraleja continuó insistiendo en el tema al preguntar por el origen de los permisos para ejecutar las obras y colocar el andamio para la entronización de la escultura del Sagrado Corazón en la Casa Consistorial.[31]
Portada del semanario local Miróbriga
El debate se apacigua. La alcaldada de Ballesteros y el respaldo encontrado en buena parte de la Corporación municipal eluden oficialmente la crítica. No ocurría lo mismo en el pueblo, en donde el laicismo iba asentándose en su seno. Con la dimisión voluntaria del Miguel Primo de Rivera se alienta la senda del regreso a la monarquía parlamentaria, pese a la debilidad de los partidos dinásticos. El gobierno de la Corona, en un intento de dar legitimidad a las instituciones monárquicas, convoca una ronda de elecciones. El 12 de abril de 1931 se celebró la vuelta de los comicios municipales, clarificadores de lo que estaba ocurriendo en la base popular. El impulso republicano quedó patente, pese a que hubo una amplia victoria monárquica en el cómputo de concejales, en las grandes capitales, alejadas del caciquismo que imperaba en los pueblos y que, junto con la perversión del sistema electoral vigente, que impedía la celebración de comicios cuando no hubieran listas enfrentadas, mantenía en los puestos representativos a un colectivo eminentemente conservador.
La proclamación de la II República el 14 de abril de 1931, con el exilio de Alfonso XIII, supuso que aflorase el rencor y el odio hacia ciertos estamentos, como la Iglesia, que se habían inclinado hacia formas de gobierno rayanas con el absolutismo y el clericalismo. La desaforada respuesta popular manifestada en la quema de conventos, iglesias, bibliotecas y todo tipo de estancias y edificios religiosos durante los días 11 y 12 de mayo de 1931, aireó la creencia de que la Iglesia había sido culpable de la crisis social que azotaba a las familias y ponía en peligro la propia supervivencia, ya que siempre había estado al lado de la derecha conservadora que no en pocas ocasiones trocó en el caciquismo.
Una legislación  ad hoc, expresada en la nueva Constitución, que impedía, limitaba o anulaba ciertos derechos de la Iglesia, da pábulo al movimiento social revolucionario de izquierdas que también iba asentándose paulatinamente en Ciudad Rodrigo. Y si una de sus bases era el laicismo, parecía evidente que una estatua del Sagrado Corazón de Jesús presidiendo la Plaza Mayor desde la Casa Consistorial, la institución que representa a la voluntad popular, más pronto que tarde debía provocar el debate en el seno de la Corporación.
El asunto no se plantearía oficialmente hasta el 22 de abril de 1932. Antes, sin embargo, se había desatado una campaña populista para retirar la escultura. En medios locales y provinciales se estaba abogando por la eliminación de ese símbolo religioso, propio del antiguo régimen. La campaña y el debate llegaron al seno de la Corporación municipal de la mano de elementos republicanos, caso del pedagogo Nicolás Escanilla Simón[32], quien registró en el Ayuntamiento una solicitud en ese sentido. No lo sabía entonces el concejal Aristóteles González Riesco, gestor de la Diputación Provincial, cuando propuso formalmente al Consistorio que presidía Juan Aparicio Ruano la retirada de la imagen de la Casa Consistorial[33] y que fuera ofrecida al obispo Manuel López Arana “para que la lleve al templo que designe, con todos los respetos debidos”[34]. El edil Juan Rodríguez Hurdisán, entrando en debate, piensa que la resolución de este asunto no es competencia del Ayuntamiento, sino de la Comisión Provincial de Monumentos. Por eso, la Corporación acuerda instruir un expediente para solicitar la autorización pertinente y proceder a desmontar la escultura de la columna de la Casa Consistorial, “fundamentando esta resolución en la nueva legislación sobre la materia y en las campañas seguidas en tal sentido”.[35]
Casi dos meses más tarde, en concreto en la sesión del 10 de junio, González Riesco quiere saber las razones que han impedido retirar la imagen del Ayuntamiento, si ya se cuenta con el preceptivo permiso de la Comisión Provincial de Monumentos. El alcalde parece querer ganar tiempo en su respuesta. Dice que desconoce la existencia de esa autorización, pero ya avanza que, en el caso de que existiera, el Ayuntamiento no cuenta con fondos suficientes para afrontar el desmontaje de la escultura y su traslado a otro lugar; además, riza el rizo al afirmar que, si el Consistorio contase con recursos económicos, primero los utilizaría en remediar la crisis de trabajo, al tiempo que anuncia que, de todas formas, “debe darse un plazo para que por quien proceda, se estudie y determine el lugar donde haya de colocarse la referida imagen”[36]. Ante la insistencia del edil González Riesco, a la sazón primer teniente de alcalde, de que el desmontaje del Sagrado Corazón puede ser una de las obras para remediar el paro obrero, el alcalde Juan Aparicio se evade con el argumento de que no se ha podido iniciar ninguna obra desde que está en el cargo por falta de liquidez, lo que no es óbice, argumenta el concejal republicano, para que se derive una partida del arbitrio del “inquilinato”.
Juan Rodríguez Hurdisán pide al secretario que lea el oficio de la citada comisión provincial para salir de dudas. El documento no se encuentra a disposición de la Corporación, por lo que plantea que hasta que no se recabe toda la información y los permisos necesarios para cumplir el acuerdo de retirar la imagen de la Casa Consistorial, el asunto quede pendiente. González Riesco se siente desvalido; dice que no cuenta con la colaboración ni del alcalde ni de los concejales, por lo que anuncia su dimisión poniendo su cargo de primer teniente de alcalde a disposición del regidor. Juan Aparicio intenta convencerle para que deponga su actitud, ya que no se ha demostrado lo que afirma; al tiempo, le indica que está buscando la fórmula para cumplir el acuerdo que permita retirar la imagen. El concejal dimisionario mantiene su pulso con el alcalde: no cuenta con la confianza ni del alcalde ni de sus compañeros de Corporación. Abandona el salón de sesiones para dejar al Consistorio sin ataduras a la hora de aceptar o rechazar formalmente su dimisión. El alcalde no está por la labor; González Riesco “le es necesario para el desempeño de la alcaldía” desde su primera tenencia de alcalde. La Corporación desestima la renuncia del edil, aunque a éste le cueste mantenerse en el cargo tras amenazar de nuevo con abandonar el Consistorio.
El debate generado en aquella sesión tuvo su espuela en la prensa periódica. Un corresponsal criticó a Aristóteles González Riesco por su referencia a la situación del paro obrero en la localidad. El periodista consideró que el concejal se oponía a hacer obras, algo que molestó sobremanera al primer teniente de alcalde hasta el extremo de solicitar y conseguir el amparo del propio alcalde y de toda la Corporación municipal. En esta misma sesión, de 17 de junio, Juan Rodríguez Hurdisán abre un acalorado debate sobre el sentido final del acuerdo adoptado para retirar la imagen del Sagrado Corazón de la Casa Consistorial. Se suceden una serie de despropósitos, de intervenciones dispares, ajenas a criterio alguno, como si se buscase la fórmula para deslegitimar un acuerdo adoptado por unanimidad tan sólo unas semanas antes. Sale incluso a relucir el recurrente artículo de la Constitución que anulaba el protagonismo de la Iglesia en la vida pública. González Riesco llega a acusar a Rodríguez Hurdisán de vulnerar con su actitud la letra de la Carta Magna, pese a ser también republicano; y éste le contesta que desconoce que haya un articulado en la Constitución que mande eliminar los símbolos religiosos de carácter público. Sale a la palestra otro edil, Laureano de San Pablo Allín, recordando que el acuerdo está tomado y que debe ejecutarse. Juan Aparicio ya no tiene más remedio que intervenir y lo hace para ensalzar su labor como regidor y cumplidor de la legislación vigente y que “cuando él o la Corporación no quieran cumplirlas, entonces abandonará el cargo”. Y una punzada más al debate sobre la retirada de la escultura del Corazón de Jesús: “La imagen se encuentra colocada fuera de la Casa Consistorial y no en su interior”,[37] afirma el alcalde.
González Riesco vuelve a la carga: que se acuerde la retirada de la imagen; y Rodríguez Hurdisán a lo suyo: que el acuerdo adoptado sólo se refiere al expediente remitido a la Comisión Provincial de Monumentos para autorizar la retirada de la escultura, no la retirada en sí de la pieza. Usted, vino a decir el primer teniente de alcalde, puede interpretar el acuerdo como quiera, pero “la noche en que se adoptó, el espíritu de los votantes era el de que se quitara la imagen de referencia”, recordándole que él mismo votó a favor. Hurdisán insiste en que la tramitación seguida en el expediente fue la que él propuso y por tanto no hay acuerdo final en ese sentido, lo que fue rechazado hasta por el propio alcalde: “De la redacción del acuerdo se desprende debe ser retirada la imagen”. Abundando en el surrealismo que esa noche se apoderó del salón de plenos, el alcalde propone que “se someta el acuerdo debatido a interpretación de un gramático”, propuesta que es votada favorablemente por toda la Corporación con la excepción de Aristóteles González Riesco, quien considera que el acuerdo está adoptado en firme.
Imagen del Sabrado Corazón en el seminario, actual ubicación
El fragor del debate fue determinante para que pocos días después el alcalde, Juan Aparicio Ruano, renunciara a su cargo. La crispación y el enfrentamiento no eran ya sólo patrimonio del Consistorio, sino que se extendía al pueblo, agraviado en su situación por la falta  de trabajo y que incluso llegaba al extremo de impedir que los jornaleros forasteros trabajasen.
El debate sobre la retirada de la escultura del Sagrado Corazón de Jesús no se retomó hasta la sesión del 12 de agosto, ya con Martín Rengel González ocupando la alcaldía. En el pleno de esa noche el regidor explicó que había tenido la visita de “una comisión integrada por diferentes elementos republicanos” –Partido Radical Socialista, sindicalistas de UGT y PSOE, explica el corresponsal de El Adelanto, Santiago Vegas Arranz, en la edición del 14 de agosto- en la que se le expuso la conveniencia de retirar la imagen de la Casa Consistorial para evitar actos desagradables protagonizados por algunos obreros. La situación era de hecho insostenible. Ese mismo día, viernes, un grupo de obreros había quemado los dos quioscos que existían en la Plaza Mayor y amenazaron con destruir el que quedaba en el arrabal de San Francisco. Faltaba trabajo, tanto en el campo como en la construcción, y las noticias que llegaban por los periódicos eran alarmantes tras la sanjurjada del día 10 en Sevilla.
Tal vez influido por esta situación, el concejal Juan Rodríguez Hurdisán rebaja su oposición a la retirada de la imagen si se hace “con los respetos que merece y por cuenta de la Corporación o por medio de una suscripción”[38]. Su compañero de Consistorio, Aristóteles González Riesco, no desaprovecha la oportunidad que se le brinda para que “mañana mismo empiecen los trabajos para efectuar la retirada”. El edil Santiago Martín García ofrece gratuitamente la madera que fuera necesaria para la construcción del andamio para desmontar y bajar la escultura, acción que supone el reconocimiento público de sus compañeros al otorgarle un voto de gracias.
Los trabajos se realizan de forma inmediata. Una comisión municipal se encarga de cumplir el acuerdo adoptado el 19 de agosto para mantener un encuentro con los representantes eclesiásticos con el fin de que designen el lugar en donde se colocaría la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. El Obispado decide que el mejor sitio es el patio porticado del seminario, donde se encuentra desde entonces. Los trabajos del “descendimiento” de la escultura supusieron para el Ayuntamiento unos gastos de 964 pesetas, según se desprende de las dos facturas presentadas y aprobadas en la sesión celebrada el 26 de agosto de 1932.
El agravio caló hondo en el estamento religioso y en la feligresía. Desde un primer instante los fieles acudieron a rezar ante la imagen en el seminario, pero no vieron hasta 1938, en plena Guerra Civil, el momento oportuno para hacer un notorio acto de desagravio a la acción republicana. El 24 de junio de ese año, festividad del Sagrado Corazón, volvió a entronizarse su imagen, en reducido formato, en la Casa Consistorial, esta vez en el salón de plenos. Un acto de desagravio en el que participaron todas las fuerzas cívicas y que “terminó con vivas a Cristo Rey, a España, al Caudillo y al Ejército y Milicias”.[39]





[1] http://es.geocities.com/obisposilveriovelasco [Consulta, 10 de noviembre de 2006]
“Silverio Velasco nació en Aranda de Duero, el día 20 de junio de 1881. Sus padres fueron Santiago Velasco y Eusebia Pérez. En Comillas estudió teología y fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 1905. Su primer destino como sacerdote fue en Roa, en la parroquia de la Santísima Trinidad. Cinco años más tarde, llegó al seminario de la diócesis de Burgo de Osma para ejercer como docente, impartiendo clases de Griego, Teología y Arqueología, llegando a ser Rector del Seminario y canónigo penitenciario de la Catedral. En octubre de 1924, el nuncio de su Santidad, monseñor Federico Tedeschini, le comunica la propuesta de nombramiento de obispo, que Silverio aceptó con humildad y obediencia. La Corporación municipal de Aranda le nombró, al mes siguiente, hijo predilecto de la villa. El día 3 de mayo de 1925, en la parroquia de Santa María de Aranda, fue consagrado obispo por el nuncio de su Santidad en España, monseñor Tedeschini. Sus primeras actuaciones litúrgicas fueron para sus paisanos, misa episcopal en la ermita de la Virgen de las Viñas, confirmaciones en la iglesia de Santa María... Toma posesión como obispo de Ticelia y administrador apostólico de la diócesis de Ciudad Rodrigo el día 16 de mayo de 1925. Poco tiempo ejerció como pastor de almas en la diócesis, dos años y medio, ya que la enfermedad que arrastró tantos años consigo, pudo con él el día 4 de diciembre de 1927, estando en Madrid, en el hospital de la Cruz Roja para la intervención médica. Fue enterrado en la parroquia de Santa María de Aranda, donde hasta hoy descansan sus restos”.

[2] Miróbriga. Semanario católico. Número 170, de 28 de junio de 1925. Primera página.
[3] Ibídem. “Recordó los favores hechos por el Corazón de Jesús a Ciudad Rodrigo y la antigüedad de esta devoción en nuestro pueblo, de lo cual queda un monumento en la Iglesia que fue de las Descalzas, que por su importancia histórica merecería ser declarado, dice el señor Obispo, monumento nacional”.
[4] Ibídem. “Ejemplo de Zamora, Cáceres, Bilbao, Zaragoza y tantas otras ciudades, que, tienen por Rey al Corazón de Jesús; evocó la entronización de este Rey de Amores en el Cerro de los Ángeles por S. M. don Alfonso XIII”.
[5] Ibídem.
[6] Joaquín Román Gallego (Lumbrales, 1883; Ciudad Rodrigo, 1949)
[7] Miróbriga. Número 175, de 2 de agosto de 1925. Editorial:
Es voluntad del Sr. Obispo que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres contribuyan con su limosna por muy pequeña que sea a la erección de esta estatua y que los nombres de todos los donantes queden escritos en un pergamino, que se encerrará en el corazón de la estatua ¿Habrá alguno que se niegue? Por otra parte nos consta que el Ilmo. Sr. Obispo está recibiendo ofrecimientos valiosísimos de diversas personas, que si no fuera el secreto, que la más absoluta discreción impone, se diría que hay verdadera y generosa rivalidad entre algunas personas por ver quien coopera más eficazmente a preparar el triunfo del Corazón de Jesús en Ciudad Rodrigo. Lector, tú no te quedes atrás, ora y da, no te avergüences si eres pobre de tu pequeña limosna; el céntimo ele la viuda pobre del Evangelio fue más estimado por Jesucristo que la moneda de oro del Príncipe de la Sinagoga. A cada uno nos exige según lo que tenemos.”
[8] ESTORNÉS LASA, Bernando. Versión digitalizada y en proceso de actualización de la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco "Auñamen: http://www.euskomedia.org/aunamendi?idi=es
“Serafín de Basterra Eguiluz nació en Bilbao el 12 de Octubre de 1850 y falleció en la misma villa el 17 de febrero de 1927. En su dilatada vida de escultor influyó con su genio en una pléyade de artistas bilbaínos, entre los que se contaron sus hijos Manuel e Higinio, y dejó una gran muestra de su obra en muchísimas esculturas que se encuentran en distintos puntos de la geografía peninsular e incluso mundial puesto que una de ellas, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús fue erigida en Wuhu, China. Además de ésta fueron creadas por él, entre otras, las estatuas de mármol de Carrara que adornan la escalinata del Ayuntamiento y que representan la Justicia y la Ley, y los maceros de las esquinas del mismo edificio. Como obra destacada puede contarse la construcción y creación de la torre principal de la iglesia del Señor Santiago, hoy Catedral de Bilbao, su puerta principal de piedra y los tres altares de la misma. Dada la época en que vivió, sus más importantes obras se refieren a la imaginería, siendo muchas las que se encuentran en distintas iglesias del país. Siempre fiel a la escuela clásica, de la que era gran adepto, todos sus trabajos se desarrollaron dentro de las directrices de dicha escuela, haciendo que su producción en su totalidad sea un canto al arte, la belleza y a la veracidad plástica”.
[9] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425. Documentos del pontificado de Silverio Velasco. Entronización del Corazón de Jesús en el Ayuntamiento.
[10] Ibídem.
[11] Finalmente, tuvo que pedir otro más a la cantera por un error en las medidas y en el corte.
[12] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425. Documentos…:
“He recibido del Ilmo. Sr. D. Silverio, Obispo de Ciudad Rodrigo, por conducto de D. Domingo Abona la cantidad de mil pesetas para en cuenta del importe de la estatua del S. C. de Jesús de piedra que he ejecutado por encargo de dicho Sr. Obispo para la citada Ciudad; y para que conste doy el presente en Bilbao, 9 de diciembre de 1926. Serafín de Basterra” (Rubricado). A la muerte del escultor, ocurrida el 17 de febrero de 1927, son sus hijos los que saldan la deuda que tiene contraída con la familia el Obispado de Ciudad Rodrigo: “Hemos recibido del Ilmo. Sr. Obispo de Ticelia la cantidad de 6.397, 15 pesetas que, con las 1.000 entregadas anteriormente por D. Domingo Abona para el mismo fin, representa el importe total de una estatua del Sagrado Corazón de Jesús, incluso sus portes, embalajes, etc., ejecutado por nuestro finado padre (q. e. p. d.) a requerimiento de V. I., quedando con dicha entrega absolutamente saldada la cuenta pendiente por dicho encargo. Bilbao, 28 de marzo de 1927. Higinio de Basterra. Luis de Basterra. Manuel de Basterra. S. de Basterra. Antonio de Basterra. María Carmen Basterra” (Rubricado).
[13] Ibídem.
“Ilustrísimo Sr. D. Silverio. Obispo. Ciudad Rodrigo. Mi respetable Sr. y distinguido amigo: Hemos perdido más de ocho días que hace tengo terminada la consabida estatua. Después de una serie de vueltas y entrevistas para que se pusieran de acuerdo los dos PP Jesuitas y los dos señores sacerdotes, por fin he conseguido reunirlos hoy; han examinado la estatua, que la han hallado muy bien (supongo que eso le notificarán ellos), y también han presenciado la introducción en el cuerpo del S. Corazón de la caja de metal que contiene los nombres de los Sres. donantes, después de haberlos examinado. Ya se ha comenzado a hacer las cajas para embalarla. También se consultó en la estación de f-c y resulta que en pequeña velocidad hasta esa estación de Ciudad Rodrigo es el coste de ciento cuatro pesetas cada mil kilos. No se puede precisar con exactitud el peso total de la estatua hasta que la pesemos en la báscula de la estación, pero es mi parecer de que oscilará alrededor de los cuatro mil kilos, y dijeron en las oficinas del f-c que de aquí a ésa tardará unos diez o doce días. A mí me parece lo más adecuado facturarla en pequeña velocidad porque en grande costarían los portes una enormidad. Si su Ilustrísima desea que a colocarla vaya de aquí el operario práctico que tengo yo para estos casos, podría salir de aquí calculando llegar a esa algún día antes que la estatua, por si hallara alguna deficiencia en el sitio de emplazamiento. Por carta, o telegrama para perder menos tiempo, puede contestarme si está conforme con mi parecer; mientras tanto nosotros continuamos embalándola. Esperando pues su grata respuesta queda suyo afmo. seguro servidor, Q. B. S. M. Serafín de Basterra” (Rubricado).
[14] Miróbriga. Semanario católico. Número 230, de 22 de agosto de 1926. Portada.
El redactor apunta, sin embargo, la cifra inicial de “86 pliegos de papel finísimo de hilo, que contienen los nombres e todos los donantes de limosnas para que, incluidos en una caja de bronce, sean colocados en el pecho de la preciosa imagen del Corazón de Cristo”
[15] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425. Documentos... Lista de gastos de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús.
[16] El Eco del Águeda. Semanario independiente, defensor de los intereses generales de la región. Número 100, de 14 de octubre de 1926. Página 3:
“En la tarde del miércoles fue trasladada a la Plaza Mayor, desde la estación, la estatua del Corazón de Jesús que será entronizada en fecha próxima en esta ciudad. Han dado comienzo ya las obras para la colocación de la estatua, que nos aseguran, es una verdadera obra de arte y será emplazada en el Palacio Municipal”.
[17] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 425. Documentos... Lista de gastos…
La carta dice así: “Ilustrísimo Sr. D. Silverio Velasco. Mi respetable señor: Por este mismo correo recibirá dos paquetitos certificados. El uno el cliché del fotograbado, y el otro contiene los ingredientes necesarios para hacer el ‘Mastic Meyer’, que se compone de unos polvos blancos y un líquido que uniéndolos con los polvos y bien batidos resulta el consabido ‘Mastic’. El revolver debe hacerse con palo de madera porque si fuese hierro sería contraproducente por el óxido que éste contiene. El espesor de la pasta debe ser como un chocolate algo espeso. Hecho esto, se moja con el líquido las partes que se han de juntar, después se le unta con el ‘Mastic’ hecho, se une apretando y después se deja unas 24 horas sin moverlo hasta que se seque. Le agradecería el que aunque sea por una postal me notifique si ha recibido lo que arriba le indico, si recibió su Ilustrísima los paquetitos, el cliché del fotograbado y qué resultado da este y se ha colocado sin novedad la estatua, que me interesa. Estoy impaciente por tener noticias del asunto. Suyo afectmo. Serv. Q. b. s. m. Serafín de Basterra” (Rubricado).
[18] Boletín Oficial del Obispado de Ciudad Rodrigo. Número 10, de 15 de noviembre de 1926. Página 242.
[19] El Eco del Águeda. Número 102, de 28 de octubre. Portada y siguiente página.
[20] Ibídem. Núm. 103, de 4 de noviembre. Página 2.
[21] Ibídem. Núm. 102. Página 2.
[22] BOOCR. Ibídem.
24 Ibídem. Núm. 103. Página 2.
[24] Miróbriga. Semanario católico. Número 241, de 7 de noviembre de 1926. Portada. El semanario recoge una oración compuesta por el obispo por la cual se concede una indulgencia de 50 días:
“Oración compuesta por el Ilmo. y Rvmo. señor Obispo Dr. D. Silverio Velasco y por la cual concede 50 días de indulgencia a todos los que la recen devotamente, de rodillas o de pie, mirando si pueden a la Estatua del S. C. de Jesús, a la parte de la ciudad donde se halla entronizado. Oración al Sacratísimo Corazón de Jesús. Corazón santísimo de Jesús, desde este trono, donde te ha levantado la piedad de Ciudad Rodrigo, vuelve tu mirada hacia esta ciudad, que a Ti se ha consagrado. Ejerce eficazmente sobre ella el dulce imperio de tu soberanía divina. Sean según tu Corazón nuestras Autoridades, para que nos rijan según sus leyes. Respetemos y obedezcamos a nuestras Autoridades los súbditos. Vivamos todos unidos en tu dulcísimo Corazón: Tú estréchanos en Él amorosamente, y danos la paz, la tranquilidad, el orden, la honestidad de costumbres, la justicia y la caridad. Ordena durante el día nuestra actividad, y vela por la noche nuestro sueño. Venga a nos el tu reino, y con él y con tu bendición poderosa sobrevengan todos los bienes a nosotros y a todos tus hijos de tu predilecta ciudad. Amén”.
[25] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Carpeta 426. Documentos…
[26] Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo. Libro de actas de 1926.
[27] Ibídem. Libro de actas de 1925.
[28] Ibídem. Libro de actas de 1926.
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Tal vez fueran estas discrepancias las que llevaron al padre Dionisio Domínguez, biógrafo del obispo Silverio Velasco, a afirmar que “donde halló viva oposición fue en recabar del Excelentísimo Ayuntamiento el necesario permiso para colocar la estatua en el sitio preferido por él y por toda la Junta de entronización. Más al fin, las razones y ruegos del Prelado, salieron triunfantes, no sin haber tenido que devorar en silencio y con santa paciencia muchos y muy amargos sinsabores”. Véase: DOMÍNGUEZ, S. J., P. Dionisio: Sacerdote y obispo Santo. Ilmo. Sr. D. Silverio Velasco. A. A. de Ciudad Rodrigo. Valladolid, 1928. Reedición facsímil, Burgos, 2002. Páginas 86 y 87.
[32] Véase datos biográficos de Nicolás Escanilla Simón en el artículo de HERNÁNDEZ DÍAZ, José María: El mirobrigense Nicolás Escanilla, pedagogo en el siglo XX. Publicado en Ciudad Rodrigo. Carnaval del Toro, 2002. Salamanca, 2002 y HERNÁNDEZ DÍAZ, José María: La pedagogía histórica de Nicolás Escanilla, pp. 135-146 en José María HERNÁNDEZ DÍAZ  (coord.): Cuestiones actuales de filosofía y pedagogía. Salamanca, 2001
[33] Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo. Libro de actas de 1932. Sesión de 22 de abril.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem.
[36] Ibídem. Sesión de 10 de junio de 1932.
[37] Ibídem. Sesión de 17 de junio.
[38] Ibídem. Sesión del 12 de agosto de 1932.
[39] Boletín Oficial del Obispado de Ciudad Rodrigo. Número 7, de 20 de julio de 1938.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página.