martes, 4 de noviembre de 2014

El codicilo del guinaldés Francisco Pérez Patón

A la llamada del dinero fácil, de la aventura que suponía adentrarse en las tierras recién descubiertas por Cristóbal Colón, no fueron ajenos los guinaldeses. Varias referencias nos encontramos en el Archivo General de Indias sobre la aventura americana de vecinos de Fuenteguinaldo, caso de Juan Gómez de Santiago, quien, como criado, acompañó en 1646 a Nueva España al doctor Juan Ruiz Colmenero, obispo de Guadalajara; como Manuel Núñez, también criado de Andrés de Elejalde y Avendaño, quienes obtuvieron licencia de pasajeros hacia Perú en 1592; o Juan Mateos, quien embarcó hacia Indias en 1516; o Isabel Ruiz, que se dirigió a Nueva España en 1557; o el fraile franciscano Lorenzo Torrado, quien en 1635 acompañó a Chile, junto con otros varios religiosos, algunos de la comarca mirobrigense, a fray Pedro Vázquez; o como los homónimos Francisco Pérez Patón, dos guinaldeses que también se aventuraron al Nuevo Mundo. Ambos fueron a Perú; uno de ellos –hijo de Francisco Pérez Patón y de María Gómez-- acabó recalando en el Nuevo Reino de Granada con su mujer, la sevillana María de Medina, y su criada María López, también oriunda de la capital andaluza, tras obtener pasaje en 1617. El otro, hijo de Cristóbal Pérez Patón y de Catalina Mateos, desembarcó en el puerto de la Ciudad de los Reyes, aunque su trasiego en busca de fortuna le llevó hasta Portobelo, en Panamá, en donde murió en 1623, después de haber pasado por el hospital de San Felipe de Yucatán (Portobelo), en el Nuevo Reino de Granada.

En los documentos que se conservan del testamento y de las últimas voluntades de este último Francisco Pérez Patón, queda patente la pretensión de enriquecimiento que le llevó a la Ciudad de los Reyes y su dedicación a la compraventa de mercaderías para obtener beneficios económicos con los que poder socorrer a su familia en Fuenteguinaldo. Asimismo, se nos presenta como un prestamista –había dejado 236 patacones a “cierto interés” al mercader Juan Martínez, que pidió que recuperasen para incorporarlos a sus bienes, a su legado, empleándolos previamente en la compra de géneros para sacar beneficio con su venta en la Ciudad de los Reyes y, en la primera ocasión que se presentó, dejó dicho que registraran y enviaran ese dinero “a los reinos de Castilla” para entregárselo a su madre, Catalina Mateos, o, en su defecto, a su hermana Marta y, en ausencia de ésta, a su hermano Juan--, pero sobre todo se deja entrever que era un mercader, oficio al que se dedicó con Pedro Gil de Baena, quien luego fuera su albacea.
            En la Ciudad de los Reyes, Francisco Pérez Patón y Pedro Gil de Baena se esforzaban en “hacer algún empleo”. En el codicilo de Pérez Patón se recuerda que precisamente en casa de Pedro Gil de Baena se encuentra un baúl suyo, y que en él hay “ciertas mercaderías de diferentes géneros que yo compré en esta feria –en San Felipe de Portobelo, uno de los lugares más importantes para el trasiego de oro y plata en el siglo XVII; se celebraban ferias cuando atracaba algún galeón que llegaban a durar hasta 40 días— que podrán montar trescientos y cuarenta patacones, poco más o menos”. Ese baúl fue abierto con la preceptiva llave y en él se encontraron, entre otros muchos géneros que se detallaban en una memoria, 33 pechos de diferentes cobres, chicos y grandes; 23 pares de medias de seda de diferentes colores, seis docenas de medias de hilera, cuatro libras de hilo, 20 camisas de hombre de diferentes suertes, algunas manchadas; una docena de capillejas de oro y seda de colores, 12 pares de calzones, 21 estampitas de papel, seis docenas de cordones de seda baladíes o tres libras y cinco onzas de hilones angostos, también de diferentes colores.
            En el expediente que obra en el Archivo General de Indias se recoge el codicilo de Francisco Pérez Patón, firmado el tres de agosto de 1623. Asimismo, se encuentra el comunicado del fallecimiento del aventurero guinaldés y la esquela para pregonar su muerte en la villa de Fuenteguinaldo “en la iglesia mayor o parroquial de esta dicha villa en un día de domingo o fiesta de guardar a hora de la misa mayor, el pueblo presente, para que los que fueren o pretendieren ser herederos o legatarios del dicho difunto, o tengan o pretendan derecho a sus bienes, o a parte de ellos por cualquier causa o razón, que sea lo que sepa y venga a su noticia para que pueda pedir ante nos lo que vieren que les conviene”. El legado de Francisco Pérez Patón que recoge el anuncio de la Casa de Contratación de Indias asciende a 360 pesos y un tomín, como certifica Francisco de la Parra, en nombre de esta institución.
Pregón sobre los bienes de Francisco Pérez Patón
            De buena parte de todo lo expuesto hasta ahora se da cuenta en el codicilo de Francisco Pérez Patón que, como aportación documental, aunque no conservado en su integridad, se transcribe:
            En el nombre de Dios, amén. Sepan cuantos esta carta vieren cómo yo, Francisco Pérez Patón, natural que soy de Fuenteguinaldo, hijo de Cristóbal Pérez Patón y de Catalina Mateos, mis padres, vecinos de dicha villa, estante en esta ciudad de Portobelo enfermo del cuerpo y sano de voluntad, tal cual nuestro Señor tuvo de me dar, creyendo como creo en el misterio de la Santísima Trinidad y en todo aquello que tiene y cree la Santa Madre Iglesia de Roma por llevar mi alma por verdadera carrera de salvación, hago y ordeno este mi testamento en la manera siguiente:
            Y para cumplir y pagar este mi testamento dejo y nombro por mi albacea y tenedor de mis bienes al dicho Pedro Gil Baena para que el susodicho pueda llevar desde esta ciudad a la de Los Reyes lo que yo así he comprado para que se venda y beneficie y lo que así me diese el dicho Juan Martínez de plata lo emplee en esta ciudad en géneros y los lleve con los demás para que a la dicha Ciudad de los Reyes se puedan vender con alguna ganancia y vendido todo lo susodicho lo traiga y envíe de este reino para que en la primera ocasión de armada lo envíe y registre a los reinos de Castilla, dirigidos y consignados a la dicha Catalina Mateos, mi madre, y si fuese muerta, a Marta Patón, mi hermana doncella para ayuda a su casamiento o meter en religión, y si fuere muerta la dicha mi hermana, los haya y herede Juan Pérez Patón, mi hermano, que viven en la dicha villa de Fuenteguinaldo, cuatro leguas de Ciudad Rodrigo, porque desde luego dejo y nombro por mis herederos universales a la dicha mi madre y por su muerte a mi hermana y por su muerte a mi hermano para que lo hayan y gocen con la bendición de Dios y la mía, que yo quisiera dejarles más que esto que así he ganado ha sido con mi industria y trabajo y es mi voluntad que no se quite al dicho Pedro de Baena cosa ninguna de lo que así mando en esta cláusula y revoco otros cualesquiera testamentos, mandas, legados, poderes para testar que no quiero que valgan ni hagan fe salvo este que hago de mi espontánea voluntad que ante el escribano público presento en Portobelo a veintiocho días del mes de julio de mil y seiscientos años y el otorgante a quien yo, el escribano público, doy fe que conozco, lo firmo de su nombre, siendo testigos Miguel Jerónimo y el sargento Juan de Sotomayor, Diego de Morales, Francisco Hilguin, Diego Ortiz de Uceda, presentes. Francisco Pérez Patón, ante mí, Diego de la Torre Escobar, escribano público.

A tres de agosto de mil seiscientos y veintitrés.

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