lunes, 10 de noviembre de 2014

Plante de las mozas de Gallegos de Argañán con los quintos inútiles

Corría mayo de 1912 cuando en los periódicos locales de Ciudad Rodrigo y en varios medios de comunicación provinciales saltó una noticia alabada sin miramientos por la crítica del momento: “Las mozas de Gallegos de Argañán se han juramentado para no admitir relaciones amorosas con ninguno de los solteros alistados que hayan sido declarados inútiles para el servicio militar”, se reseñaba.

Unos meses antes, el 19 de enero, se había publicado la ley de reclutamiento y reemplazo para el ejército, que establecía, entre otras disposiciones, el servicio militar obligatorio, junto con un cuadro de exclusiones. Su conocimiento y trascendencia, unido al inicio de la guerra del Rif en el protectorado español de Marruecos, fueron el caldo de cultivo idóneo para que los mozos de remplazo hicieran todo lo posible para librarse de la milicia.
“Continúan los mozos utilizando sus recursos para alcanzar los mínimos correspondientes, bien para rebasar el límite de la exclusión total o cuando menos para ser incluidos en el cuadro de exclusiones temporales”, sostenía un crítico artículo de El Adelanto al referir lo que estaba pasando en los distritos de reclutamiento de Béjar y Ciudad Rodrigo.
Había mozos que marchaban al extranjero, otros pasaron a ser prófugos y los hubo, y muchos por cierto, que, minando su salud, buscaban la exclusión final tras su alistamiento recurriendo a todo tipo de prácticas y argucias: desde mutilaciones a la desnutrición para coger enfermedades como la tuberculosis.
Llaman la atención los datos del reclutamiento de 1912 en el distrito de Ciudad Rodrigo. De 624 alistados, solo salieron 185 soldados; el resto se distribuyó en 145 excluidos, 62 mozos quedaron de forma temporal también excluidos, 36 fueron “exceptuados temporalmente”, 156 fueron declarados prófugos y 40 quedaron pendientes de observación y clasificación.
Soldados españoles en su destino durante la guerra del Rif
Había casos flagrantes, como aquellos que para no dar la talla torácica o peso, perdían masa corporal de una forma acelerada desde que eran alistados hasta ser tallados.
Llamó la atención el récord de disminución del peso en los mozos de Agallas, La Atalaya, Diosleguarde, Castillejo de Azaba, Cabrillas, Fuenteguinaldo, El Maíllo, Robleda y Tenebrón, “siendo dignos de mencionarse a estos efectos el mozo de Sepulcro Hilario Santiago García Hernández, que disminuyó siete kilos en mes y medio; Gregorio Jorge Alfonso igual cantidad; Casimiro Pedraza Huebra, de Sancti Spíritus, nueve kilos menos; y un Amadeo Hernández González, de Santa Olalla, que pesó diez kilogramos menos y obtuvo el mínimun para ser excluido totalmente del servicio militar”, señalaba El Adelanto.

Estas prácticas no eran bien vistas por la sociedad, llegando al extremo señalado de que en Gallegos de Argañán (solo salieron cuatro mozos), las mujeres “supieron dar una nota altamente simpática, de amor a la patria, entre el cúmulo de indignidades y atrocidades cometidas por los mozos del reemplazo de 1912, para obtener en los juicios de exenciones la declaración de inutilidad total o temporal. Las garridas jóvenes han acordado no admitir relaciones amorosas con ningún hombre declarado inútil para servir en filas, creyendo que el que desfigura su cuerpo para eludir sus deberes con la patria, burlará mañana a la mujer que le conceda su corazón y su mano”, según reflejaban las páginas del semanario mirobrigense Avante.

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