lunes, 15 de diciembre de 2014

Prensa mirobrigense: el semanario 'Terpsícore'

La relación de publicaciones periódicas mirobri­genses se ha convertido en verdadero caballo de batalla para contados historiadores o aficionados a los avatares históricos que siguió nuestra población en la reciente historia. Algunos, entre los que cabe destacar a Jesús Pereira Sánchez, hicieron patente una enorme muestra de tenacidad para dilucidar, aun­que fuera someramente, la historia de la prensa en Ciudad Rodrigo. Hoy esta cuestión sigue siendo una gran laguna sobre la que habría que tender con toda celeridad un puente que facilitara más datos y mejores informes de la vida y sucesos de la pobla­ción rodericense a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

En efecto, si la prensa salmantina en general tiene sus orígenes en las postrimerías del siglo XVIII, no es hasta la centuria siguiente cuando comienza a mostrar un desarrollo acorde con las inquietudes de la época. Es un momento, como apunta Mariano Alonso en un informe insertado en el libro Publicaciones Periódicas Salmantinas. 1793-1936, de tránsito que lleva a convertir a la prensa periódica en general «en el órgano de expre­sión de los distintos grupos de opinión del país, ya que encierra y difunde información directa sobre temas políticos, sociales y económicos, entre los posibles lectores».
Reproducción de la portada del primer número de Terpsícore
Si se considera que en la provincia de Salaman­ca se publican alrededor de doscientos periódicos en el intervalo anteriormente citado, en Ciudad Rodrigo, entre la segunda mitad del XIX y 1928, en una serie de artículos publicados en el semanario Tierra Charra bajo el epígrafe «¿Sabe usted qué periódicos se han publicado en Ciudad Rodrigo?», Jesús Pereira Sánchez cita, a través de estudios propios o por comentarios de terceras personas, la existen­cia de más de cincuenta periódicos diferentes. Es una relación variopinta, en la que prima la anécdota sobre el estudio, pero que contribuye de manera apreciable a la formación del primer índice cono­cido sobre publicaciones periódicas mirobrigenses.
En el número 31 de Tierra Charra, de fecha 13 de mayo de 1928, en su última entrega del citado trabajo, Pereira afirma no haber agotado toda la relación y pide colaboración para completar el índice por él comenzado. Esta puerta abierta a la investigación aún no ha sido traspasada de una forma resolutiva por los diferentes estudiosos de la materia. Sería plausible, dado el interés que supone para la historia mirobrigense, elaborar un estudio detallado que dilucidase definitivamente el espectro que se tiende sobre una realidad tan firme como es la prensa en Ciudad Rodrigo.
Personalmente, quisiera ofrecer mi pequeña contribución aportando los datos que he obtenido al estudiar uno de los varios periódicos publicados en esta localidad y que ni siquiera estaba incluido en la relación de Tierra Charra, ni tampoco en el índice que Ignacio María Domínguez Rodríguez in­cluye en la edición personal del pregón de Carnaval de Alberto Navarro, publicado en 1974 con el título Tres Columnas.
Terpsícore sale por primera vez el 27 de mayo de 1891 bajo la «advocación» de la diosa de la danza. Lleva a la sazón el nombre de esa musa por título y surge en un momento de esterilidad en cuanto a publicacio­nes periódicas mirobrigenses se refiere. En el edito­rial del primer número de Terpsícore, así llama­da la publicación, se corrobora lo expuesto ante­riormente: «Venimos a llenar un inmenso vacío con nuestra publicación, pues sabido es que carecemos por completo en esta ciudad de uno de los podero­sos agentes de la civilización cual es la prensa». En ese mismo editorial, intitulado «Quiénes somos y a qué venimos», hacen acopio de sus intenciones y propugnan, entre otras cosas, lo que sigue: «Aleja­dos de la política completamente, exentos de pa­siones y rencores, que no tienen cabida en nuestros corazones, y llenos de vehementes deseos por el engrandecimiento de Ciudad Rodrigo, emprende­remos la ardua empresa, plenamente convencidos de que el público ha de suplir con su favor la escasez de nuestras fuerzas, que en todas ocasio­nes propenderán al laudable fin expuesto».
Así, pues, muestran a primera vista una independencia política que nunca llegaría a ser norma en periódi­cos posteriores: es una década en la que surgen fundamentalmente periódicos políticos, defensores de un ideal determinado y que apoyan con vehe­mencia una u otra posición política personificada en los candidatos pertinentes. Será una lucha pe­riodística en busca de un poder político y que culminará con la desaparición del periódico-pan­fleto, una vez cumplida o fallada su misión. Ese carácter efímero, pues su duración no solía sobre­pasar a la de la campaña electoral, es base funda­mental a la hora de analizar la prensa mirobrigense.
Volviendo a Terpsícore, es necesario resaltar el humor que llenó con asiduidad sus páginas. Un humor acre en ocasiones, baladí la mayoría de las veces y satírico por momentos. Pero siempre exen­to de gracia e interés, aspecto que llevó a La Legalidad, periódico coetáneo de la capital, a re­criminarle su actitud por limitarse a plasmar en sus artículos cosas nimias, sin la menor importancia (bailes sociales, ferias...), invitándole, al mismo tiempo, a replantearse su postura y ocuparse de cuestiones de mayor transcendencia en Ciudad Rodrigo.
Máquina para imprimir procedente del taller de Cuadrado
Esta sugerencia, que no marcó la trayectoria de Terpsícore, apenas pudo llevarse a cabo por la rápida desaparición del semanario. Sin em­bargo, tuvo tiempo de publicar en una de sus sec­ciones –‘Paso-Doble’- algo que supondría, en ca­so de haberse llevado a cabo la idea propuesta, un cambio radical en la configuración de Ciudad Ro­drigo. Llevaba por título «¡Abajo la muralla!» y decía, entre otras cosas, lo que sigue: «En nuestro sema­nario, nos propusimos tomar siempre las cosas por el lado jocoso; pero las hay de tal índole que entra­ñan no tan sólo seriedad, sino hasta gravedad en el asunto. Precisamente de uno de estos voy a tratar. (...). El asunto puede condensarse en muy pocas palabras: la muralla en Ciudad Rodrigo es un estor­bo». Tras desarrollar esa idea, se justificaba hacien­do votos por el futuro, sin trabas ni murallas, de nuestra población.
De conformidad con la Ley de Imprenta de 26 de julio de 1883, en su artículo octavo se afirma que para publicar un periódico se debe elevar una declaración o instancia a la primera autoridad gu­bernativa. Así lo hace Pedro Hernández Moro, director de Terpsícore, quien se dirige a Luis Díez Taravilla, alcalde constitucional de Ciudad Rodrigo, en los siguientes términos: «Pedro Hernández Moro, vecino de esta ciudad, según cédula personal que exhibe, y habitante en la calle de La Colada, número 17, en pleno goce de sus derechos civiles a V.S., Sr. Alcalde, con la debida consideración, expone: Que se propone fundar un periódico festivo, literario y noticiero que llevará por título Terpsícore y verá la luz pública los martes bajo la dirección del que suscribe, y será impreso en la de la Viuda de Cuadrado e hijos, de esta vecin­dad. Al propio tiempo y por motivos de feria he acordado que el primer número se publique el miér­coles próximo, con el beneplácito de V.S. y acom­paño los recibos de hallarse al corriente la imprenta en el pago de la contribución». Es de fecha 26 de mayo de 1891 y va firmado y rubricado por el citado director del todavía nonato semanario.
Con los requisitos legales en su poder, Pedro Hernández Moro, colaborador y director de varias publicaciones periódicas mirobrigenses, lanza el primer número de Terpsícore a la calle al día siguiente, miércoles 27 de mayo, con el subtítulo de Semanario festivo, literario y noticiero, haciendo coincidir su publicación con la tradicional feria de mayo de 1891. Como colaboradores firman perso­nas que se ocultan tras seudónimos tales como Desiderio, Filis, Sailu, El cojo de Buen-Andar, etc. Filis, por ejemplo, y haciendo gala de buen humor, en el primer número del semanario afirma que para quien desee conocer su verdadera identidad «me dirigiré a la Plaza Mayor con un bastoncito negro y camisa limpia». Es de suponer que más de uno se hallaría en el citado lugar con idéntica indumenta­ria.
Como dice la instancia el periódico se imprime en casa de la viuda de Ángel Cuadrado, en el número 22 de la Plaza Mayor, que corresponde aproximadamente donde hoy se halla la joyería Vasconcellos. En esta imprenta se editó una parte relevante de la prensa de nuestra locali­dad, conservándose –ignoro si todavía existen- en la actualidad algunos elementos de la maquinaria utilizada.
En cuanto a sus características físicas, Terpsí­core se componía, como era norma por entonces, de cuatro páginas, de las cuales la última se dedica­ba a la sección de anuncios, verdadero sustento de la prensa a lo largo de toda su historia. Tenía un formato convencional, de 44 por 32 centímetros y nunca, por lo menos en los seis números que se conservan y que estimo únicos, aparecieron sus páginas con fotografías o grabados. En otro orden, y como mera anécdota, diré que se vendía por suscripción al precio de 1,25 pesetas al trimestre, teniéndose por suscriptor a aquella persona que, una vez recibido el periódico en su domicilio, no lo devolviera antes de la publicación del segundo número.
Para terminar quisiera insertar uno de los mu­chos ejemplos de poesía, en este caso un soneto, con los que adornaban continuamente las páginas de Terpsícore, y que nos da una muestra del carácter jovial y baladí del periódico. Lo firma Desi­derio y dice así:

Suerte impía
Rompa el Agueda el cauce, y desbordado
con rapidez inunde la llanura,
y trepe del castillo hasta la altura
y en cieno deje al pueblo sepultado.
Rayos al mundo el cielo lance airado
sembrando luto, muerte y amargura,
y el espacio se cubra de negrura
 y el sol quede de lumbres despojado.
Porque mis ansias son, que en este día
salga furioso el todo de su centro
a sepultar la dicha y la alegría
mundanas, de los avernos dentro,
y a trocar en placer la pena mía;
pues perdí la petaca y no la encuentro.

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