miércoles, 10 de diciembre de 2014

Algunas notas sobre la Puerta del Sol

La configuración urbana del recinto amurallado mirobrigense pone en evidencia la existencia de cuatro vías cardinales vinculadas a las entradas o salidas al casco histórico, a cuatro de las puertas más ancestrales –como se sabe, existieron y existen otras- de Ciudad Rodrigo: las de La Colada, la de Santiago, la del Conde y la del Sol. Significar que también se corresponden con los cuatro puntos cardinales: la de La Colada situada en el poniente en confrontación con la del Sol, ubicada al levante, mientras que la de Santiago apunta al mediodía y la del Conde se concreta en el septentrión.

            Lógicamente estas cuatro puertas enfocaban y desembocaban con lo más relevante de la estructura urbana mirobrigense, con calles principales que, en general, se conocían por el nombre de las puertas de situación. No obstante, estos vanos en la muralla en diferentes momentos de la historia local fueron considerados como padrastros o portillos, especialmente la Puerta del Sol, que buena parte de su historia, de forma sustancial, la soportó sin el fin para el que fue concebido: la comunicación a través de su bóveda con el Arrabal de San Francisco a través de las calles de La Magdalena y su bifurcación por la de San Miguel, dos iglesias desaparecidas en el siglo XVIII.
Accesos a la Puerta del Sol antes de las últimas reformas
            Las necesidades de la defensa del recinto murado por el levante no eran tan acuciantes como en la zona noroeste, ubicación de los tesos de San Francisco, un padrastro utilizado en sucesivos capítulos bélicos de la historia mirobrigense, aunque en algún momento, como en el sitio de Enrique II de Trastámara en el siglo XIV, tuvo cierto protagonismo en el escenario del cerco ordenado por el monarca castellano, ya que el asedio fallido se produjo precisamente entre el actual Puente de San Felipe –obra de la fortificación abaluarta emprendida en el siglo XVIII- y las inmediaciones de lo que se conocía como Puerta de los Sexmeros, ubicada en el exterior de la Puerta del Sol, hacia el sur, un postigo abierto en la cerca del arrabal, fortificación que precisamente partía de este punto para proteger buena parte del Arrabal de San Francisco y que remataba su definición estructural entre las puertas Nueva y del Rey, cerca de la brecha que sucesivamente se abrió en 1706, 1707, 1810 y 1812.
            Aunque nunca pareció excesivamente relevante la posibilidad de un ataque enemigo por este flanco, reforzado por la cerca del arrabal, buena parte de la historia de la Puerta del Sol se nutre en su nulidad para la comunicación entre el recinto murado y el arrabal, ya que durante décadas, incluso siglos, estuvo cerrada, aunque no cegada, caso al que fue abocada en distintos momentos la Puerta del Rey, ubicada precisamente en lo que después se convirtió en La Brecha. Baste como ejemplo el debate y votación que los regidores mirobrigenses protagonizaron el 11 de diciembre de 1651, en plena Guerra de Secesión de Portugal, sobre la conveniencia o no de cerrar las puertas del Rey y del Sol: Los señores D. Diego Pacheco de Carabeo y D. Juan Turbique dijeron a la Ciudad que el señor Sargento Mayor, D. Felipe de la Maza, les había dicho diesen cuenta a la Ciudad, como lo hacían, el que convendría mucho para la seguridad de ella se cerrase la Puerta del Rey por el riesgo que tenía viniendo el rebelde, por tener allí tan cercanas las casas que están por de fuera de dicha puerta, que así la Ciudad ordenase en razón de ello lo que fuese servida. El señor D. Antonio Rodríguez de Jaque propuso el que también convendría el que se cerrase la Puerta del Sol; y sobre si se había de cerrar o no se votó en la manera siguiente:
El señor D. Diego del Águila dijo que su voto y parecer es que ambas puertas se cierren, la Puerta del Rey a piedra y la de la Puerta del Sol con la puerta que tiene. El señor D. Esteban Sánchez, teniente de alguacil mayor, votó lo mismo. El señor D. Juan Turbique votó lo mismo. El señor D. Juan de Miranda votó lo que el señor D. Diego del Águila. El señor D. Antonio Brochero votó lo mismo. El señor D. Antonio Rodríguez de Jaque votó lo mismo. El señor D. Juan de Miranda se reformó en su voto y dijo que su voto era el que la dicha puerta no se cierre por ser muy de servicio para los labradores de esta ciudad y ser muy fuerte, que tiene tres puertas que son de mucha defensa. El señor D. Fernando Núñez de Jaque votó el que la Puerta del Rey no se cierre y que la Puerta del Sol se cierre con sus puertas, cerrojo y llave. El señor D. Félix Rodríguez Pacheco dijo que su voto era el que la dicha Puerta del Rey no se cierre y haga para su mayor defensa lo que el señor maestro de campo ha dicho, que es hacer un parapeto a la puerta de la estacada y un cuerpo de guardia entre el rastrillo y la primera puerta, y en la dicha primera puerta un postigo para la retirada. Y que la Puerta del Sol se cierre con llave. El señor D. Juan Barba votó el que no se cierre ninguna de dichas puertas. El señor D. Miguel Muñoz votó lo mismo. El señor D. Diego Pacheco de Carabeo votó lo que el señor D. Diego del Águila. El señor D. Francisco de Jaque votó el que no se cierre ninguna de dichas dos puertas y que en la del Rey se haga todo lo que el dicho señor D. Félix Pacheco refiere en su voto. El señor D. Juan de Burgos votó lo que el señor D. Diego del Águila.
Y regulados los votos, pareció ser la mayor parte el que las dichas dos puertas se cierren, la del Rey de piedra y todo, y la del Sol con sus puertas, cerrojo y llave.
Imagen retrospectiva de la Rúa del Sol hacia la homónima puerta
Además, esta puerta, como el resto, estaba dotada en su momento con un rastrillo, del que no queda impronta de su definición por las sucesivas reformas que ha soportado este vano en la muralla, la última en 1868. La puerta quedaría expedita a partir de entonces, aunque la comunicación con el arrabal no se concretaría, y de forma provisional, hasta los albores del siglo XX, cuando la Comandancia de Ingenieros de Ciudad Rodrigo autorizó al Ayuntamiento a construir un puente de caballetes para salvar el hornabeque y enlazar con el revellín de San Andrés construido por el gobernador Pérez de Herrasti en los preparativos del sitio napoleónico de 1810. Además, la comunicación con el arrabal se afianzaría a través del terraplén sobre el glacis que en el primer tercio del siglo XX se realizó entre el revellín de San Andrés y las inmediaciones del fenecido Árbol Gordo con “la tierra que cubría las bóvedas de la nave lateral del Evangelio” de la Catedral de Santa María, afirma el historiador Mateo Hernández Vegas en una nota a pie de página de su obra Ciudad Rodrigo: la Catedral y la Ciudad.
Sirvan estas notas sobre la Puerta del Sol para considerar la relevancia que pudo tener este enclave de la fortificación en la definición de la estructura urbana del casco histórico de Ciudad Rodrigo. En torno a la susodicha Puerta del Sol y desde la Plaza Mayor, la cartografía que se conoce y se utiliza para este estudio apunta la existencia de ocho manzanas urbanas, cuatro a la derecha y otras tantas a la izquierda, siendo las más voluminosas o extensas las situadas en la inmediación de la Plaza Mayor, en la calle conocida como Rúa Nueva, en contraposición a la Rúa Vieja, que partía del centro de la Plaza Mayor y posteriormente pasó a denominarse calle de la Tabernilla del Vino Blanco o simplemente Tabernilla, ahora llamada calle Madrid. La Rúa Nueva llegaría aproximadamente hasta las actuales calles del Arco y de Agustín San Ezequiel ‘Triguito’, antes de la Manga o Mangada, comenzando a partir de aquí otra vía urbana, aunque fuera mera extensión de la Rúa Nueva, que a mediados del siglo XVII se denominaba como el mismo postigo de la muralla, es decir, calle de la Puerta del Sol.

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