martes, 23 de diciembre de 2014

Apuntes sobre la fortificación de Ciudad Rodrigo (I)

La tradición apunta a que en tiempos de Alfonso VI el conde Rodrigo González Girón funda una población a orillas del río Águeda, a la que le da su nombre: Ciudad Rodrigo. Sin embargo, la primera evidencia escrita data de 1136[1] cuando la ciudad de Salamanca compra la aldea de Ciudad Rodrigo al emperador Alfonso VII. En estos momentos iniciales Ciudad Rodrigo contaba para su defensa con una pequeña muralla, según indica José Javier de Castro en su ponencia Reformas y adaptaciones de las Fortificaciones medievales de Ciudad Rodrigo al uso de la artillería[2].

“Tras la muerte de Alfonso VII –afirma De Castro- los reinos de Castilla y León son repartidos entre sus hijos correspondiendo a Fernando II el de León. En 1161 Fernando II trata de estructurar toda la comarca[3], en esos momentos la ribera del Côa pertenecía al reino de León, para crear una línea de defensa frente a Portugal y los reinos taifas del sur. Para ello promueve la potenciación de Ciudad Rodrigo tratando de convertir la pequeña aldea en una importante población que sea el centro aglutinante de toda la zona. Esta nueva puebla no es bien vista por la ciudad de Salamanca que ve perder su influencia en la comarca y en 1162 ataca Ciudad Rodrigo. Resuelto este primer ataque los mirobrigenses logran rechazar al año siguiente el asalto de Alfonso I de Portugal que tampoco veía con buenos ojos la creación de una puebla poderosa en la frontera de su reino”.
Vista de Ciudad Rodrigo                                                                                                                                    Foto Agustín Pazos
“Salvados estos dos momentos tan delicados Fernando II –explica De Castro- continúa la mejora de Ciudad Rodrigo; así en 1168 la dota de un obispado, pero este desarrollo se ve seriamente amenazado por el avance de las tropas almohades que en 1174 cercan Ciudad Rodrigo. La defensa de los mirobrigenses es heroica ya que todavía no habían iniciado las labores de la nueva cerca por lo que tienen que hacer una empalizada improvisada con sus bienes y enseres para poder defenderse: “Sed quia civitas nondum erat muris munita, populatores quadrigas, et scrinia, dolia, arcas, et lectos et lignamina omnia in circuitu posuerunt, quipus usque ad adventum Regis hostibus restiterunt”[4].
Con esta base, “todo parece indicar –explica José Ignacio Martín[5]- que el actual perímetro de la cerca o muralla de Ciudad Rodrigo arranca de la fortificación llevada a cabo por Fernando II, dentro de su política repobladora del reino leonés en la segunda mitad del siglo XII. La historiografía local apunta, sin embargo, la existencia de restos de fábrica romana en algunos sectores del recinto murado[6]. Es posible, sí, que el primitivo castro sobre el Águeda tuviera alguna cerca de protección, como ocurre en este tipo de emplazamientos de la Edad del Bronce y que se repitiera también durante la Edad del Hierro e, incluso, que se reforzara en la época romana, sobre todo en el Bajo Imperio –cuando lo hacen los castros de la región-; no obstante, en el estado actual de nuestros conocimientos y una vez revisados los lienzos de la fortificación, no podemos afirmar la existencia de fábrica romana en las actuales defensas de la ciudad”, asevera Martín Benito.
Mapa de los alrededores de Ciudad Rodrigo y disposición del ejército para uno de los sitios históricos
Con estas apreciaciones, la antigüedad de la muralla vendría ligada al reinado de Fernando II o, como mucho, al de Alfonso VI si nos atenemos a la tradición, tal vez leyenda, sobre el origen de la ciudad. Sin embargo, Miguel Ángel Muñoz, arqueólogo especialista en restauración arquitectónica, retrasa el origen de la muralla hasta los siglos IV ó V en virtud de un estudio estratigráfico del lienzo adyacente a la puerta de La Colada[7]: “El análisis estratigráfico practicado en tres puntos escogidos de la muralla ponen de manifiesto tres fases medievales de los siglos XII, XIV y XV, éstas dos últimas contemporáneas del alcázar. Sin embargo, lo más destacado es una fase anterior a las medievales, descubierta el cuerpo de fábrica contiguo al este de la puerta de La Colada” y que se compone de “sillares calizos de más de un metro en combinación no demasiada regular con tizones”.
No obstante, la cronología de la muralla, después de este inciso y siguiendo a José Javier de Castro, que apuntaba el posible origen legendario de la fundación de Ciudad Rodrigo en tiempos de Alfonso VI y la construcción de la cerca por Fernando II, nos indica que éste había impulsado “la construcción de una potente cerca, de forma ovalada, que rodee las 19 hectáreas de extensión de Ciudad Rodrigo. La muralla consiste en un sistema de cajas de encofrado de cal y canto, con una longitud de más de dos kilómetros, una altura de casi nueve metros y un grosor de más de dos metros. Esta cerca no disponía de torres flanqueantes y éste se realizaba desde las puertas-corredor, que sobresalían de las murallas y además contaba con buheras en la bóveda de entrada. Este sistema de puertas enfiladas hacia el campo las hacía más vulnerables que las de en forma de codo, pero en cambio permitía la posibilidad de hacer unas salidas potentes para la caballería, muy numerosa, de Ciudad Rodrigo”, matiza de Castro en su ya mencionada ponencia sobre la fortificación de la ciudad.
Enrique II de Trastámara
Previamente, en 1627, el historiador local Antonio Sánchez Cabañas apunta el mismo origen al describir la muralla: el rey Fernando II “mandó juntar materiales y dar principio al edifiçio de la çerca que oy la ciñe. No fue menester abrir zanjas, porque toda ella está fundada sobre peña. Tiene de circuyto dos mil y ochoçientos passos de a tres pies. Su obra y fábrica es de tapiería argamasada de cal y guijarro. Tiene de alto diez tapias y de gruesso cassi 8 pies. Fue después esta muralla levantada otras dos tapias, la qual obra quieren atribuir los ignorantes a Juan de Cabrera, por deçir que la levantó con los cuernos de oro de la cabeza que dizen que halló con un cabrito de oro en Sesmiro, pueblo de la jurisdicción desta çiudad, lo qual es patraña de viejos”[8].
La nueva muralla logrará con éxito resistir otros dos ataques portugueses antes de que finalizara el siglo XII. Alfonso IX de León, hijo y sucesor de Fernando II, también estará interesado en la mejora de Ciudad Rodrigo por lo que la dota de un importante fuero que servirá de modelo para las poblaciones de la comarca.
“A finales del siglo XIII el rey don Dionís de Portugal –sigue De Castro- aprovechará hábilmente la minoría de edad de Fernando IV de Castilla para ocupar militarmente los castillos situados en la ribera del Côa y cercar Ciudad Rodrigo. Tras el tratado de Alcañices en 1297 donde se ratifica la pérdida de las fortalezas del Côa, Alfayates, Sabugal, Almeida, Castelo Rodrigo, Castelo Bom, Villa Maior y Castelo Melhor, además de San Felices de los Gallegos, las murallas de Ciudad Rodrigo quedan como único punto fuerte de la frontera contra Portugal. Por ello la reina María de Molina, madre de Fernando IV, se ve obligada a perdonar a todos aquellos que ‘estodieron e están agora en el castiello de Ciudat e en el arravalde, para la guardar e anpararla’[9]. Además refuerza la muralla con torres y los principales accesos de la ciudad con sendas torrespuertas. Destacando por su monumentalidad la del Sol”.
Plano de Ciudad Rodrigo en el siglo XVII. Archivo General de Simancas
Durante la guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique II Ciudad Rodrigo apoyará al rey legítimo y a su muerte en Montiel, a manos del bastardo Enrique II, se decantará por Fernando I de Portugal, único descendiente legítimo de Sancho IV de Castilla. En 1370, Enrique II dispuesto a recuperar todas las plazas rebeldes a su causa “fue a cercar a Ciudad Rodrigo, e fízole poner muchos engeños, e fácer muchas cavas, en guisa que cayó un grand portillo del muro; pero tan grande era el invierno de aguas que non la podía combatir, nin le venían viandas ningunas de ninguna parte, por las grandes aguas e invierno que facía; por lo qual non pudo más estar allí. E partió donde”[10]. Al año siguiente Ciudad Rodrigo vuelve a la obediencia del rey castellano tras llegar ambos reyes a un socorrido acuerdo matrimonial por el que Fernando I de Portugal se casaría con Leonor, hermana de Enrique II de Castilla.
Ciudad Rodrigo, en ese momento (1370) estaba guardada por el caballero portugués Gomes Lourenço do Avellaar, con cien hombres de armas. La crónica portuguesa de Fernando I se ocupa también minuciosamente del referido cerco de Ciudad Rodrigo: “...Gomes Luorenço soubeo per enculcas que tragia foro, e no dereito onde entendeu que avian de vinir, derribou casas dentro na cidade, e fez encher cubas de terra e pedra, e granule bastida de madeira com peitoris de portas das casas en ella, percebendosse do damno que lhe recrecer podía. Os de fora acabaron sua cava, e poserom gra parte do muro e contos; e devisado o día do combate, deron fogo a cava, e començaron combater o logar per quatro partes, por non entenderen os de dentro per honde levaron a cava, creendo que per nenhuna guisa os da cidade podessen sofrer a força daquel combate; o qual durando per bem espaço, e cada huns mostrando suas forras huns por se deffender, e outros por entrar, arderon os con tos que tinham, e cahiron delle bem dezoito braças todo en torroes grandes huns sobre outros; da qual cousa os de fora ouveron gran prazer, e muitos da cidade ouve hi taes, que veemdo aquello, cuidaron per força seren entrados. Os que combatian, trabalharon logo por sobir per çima do muro que caera; e ponendo em obra, viron os de dentro afortellezados daquella parte derribada, de guisa que mataron delles e feriara muitos; e maravilhandosse da sua força, e avisamento, afastaronsse a fora, e foi morto hun cavallerio que diziam Monsse Lemosim, irmao do senhor de Leberth. El Rei Dom Hemrique veemdo que com todo o que lhe feito avia nom a podía tomar, des i por as grandes chuvas que tornaron a vinda dos mantimentos de que o arreal era ya minguado, determinou de partir dalli…”
Puerta del Conde.                     Foto Agustín Pazos
Después de dos meses y medio de asedio el rey se vio obligado a levantar el sitio y dirigirse a Salamanca y Medina del Campo. Mucho fue el daño que don Enrique infringió a las murallas que, no obstante, resistieron el cerco. El mismo monarca da cuenta del intento de derribo de la muralla para tomar la ciudad, en carta dirigida a la ciudad de Murcia, dada el 9 de marzo en el Real de Ciudad Rodrigo: “Facemos vos saber que teniendo nos cercada esta cibdad de Cibdad Rodrigo, é aviéndole fecho tres cavas en el muro, que la una dellas cayó antes de tiempo, así que do mandamos cavar para derribar cincuenta brazas ó mas, non cayeron si non fasta doce brazas en aquel logar do el muro caído estaba de dentro todo ciego, en manera que aunque el muro cayó quedó de dentro muy alto, é las otras dos cavas cegándose con las muy grandes aguas que lizo, de suerte que non pudieron en ellas cavar; é aunque esto ha sucedido así, sed ciertos que nos la pensábamos cobrar antes de un mes, porque era imposible poderse defender, pero tan fuerte fue el tiempo de las aguas que fizo é face, é tan excesiva la fambre que ha en el real por falta de mantenimientos, que ya las gentes non lo podían sofrir: por lo qual ovimos de levantar el cerco...”.
Con la caída de esos lienzos de muralla entre el postigo de San Pelayo y la puerta del Sol, con portillos abiertos, y la destrucción de las casas en el interior de la cerca, fue menester levantar de nuevo los muros y dar una mayor fortaleza a la estructura. Se trataba de reconstruir el portillo abierto entre las puertas del Sol y de San Pelayo, para lo que ya se utilizará material que consideran más resistente, posiblemente la piedra arenisca de Ciudad Rodrigo sacada seguramente de las canteras de Santo Domingo, muy próximas al convento y ubicadas junto a la muralla y que fueron en principio compaginadas con calicanto.
Incluso es posible que esos lienzos de sillería procedan del arruinado convento dominico. Por eso encontramos en esta zona la configuración especial de ese gran lienzo de muralla dispuesto con sillería y que protege el portillo que en su momento se abrió frente al Campo del Pozo y que, como veremos, volvió a ser brecha en el asalto de 1706, en la guerra de Sucesión española.
Antes, sin embargo, hay que reseñar el lamentable estado que presentaban las defensas de Ciudad Rodrigo en los albores del siglo XVI, una situación que era similar para toda la cerca. Por eso el concejo mirobrigense “trató de modernizar – afirma De Castro- sus viejas murallas medievales, y así el 2 de mayo de 1510 se realizó una visita[11] para comprobar el estado de las murallas por los regidores, que ‘fueron a visitar los dichos muros e puertas e subieron por la puerta que se dize del Conde e hallaronla muy destrozada e caída e sin escaleras e almenas e que está en gran necesidad de se hazer e reparar de muchas cosas e de allí fueron adelante por los adarves hasta el postigo que se dize de la Higuera e hallaron e vieron que todos los adarves estavan muy gastados de los
conbates de lombardas que tenían los adarves e comidos e gastados por la antigüedad e horadados e por bajo que se desmoronaban e tan mal reparados que tenían gran peligro sino se remediavan ... e de allí fueron a ver el postigo e puerta que al presente está cerrado que esta a las espaldas de Santa María e vieron que estava muy destrozado e mal reparado e no se podía por allí bien rondar la ciudad sin que se reparase... e de allí fueron a la puerta que se dice del Rey e fallaron que tenia necesidad de ser reparada mucho más que las otras por cuanto el dicho procurador dijo que en el tiempo de las guerras de Portugal aquella era la puerta mas principal por donde la ciudad se defendía e salían los cavalleros e los rebatos e que aquella parte pusieron cerco los portugueses’.”
Plano de Ciudad Rodrigo en el siglo XVII, significando también la cerca del Arrabal de San Francisco. AGS
“El 18 de mayo se pidió a los maestros de cantería Rodrigo de Herrera y Pedro de Ampuero que hicieran un informe del estado de las murallas y de lo que costaría el arreglo. Los canteros señalaron todos los defectos antes indicados y además ‘vieron e visitaron todas las puertas e sobretorres que son cinco puertas principales las cuales e los arcos de las puertas están por muchas partes para se caer derrotados e hundidos e ninguna de las puertas se pueden cerrar bien sino se remedian otrosí visitaron los dichos adarves por los petriles e almenas en la cual hallaron que faltaba casi la mitad e medidas por los dichos maestros hallaron que avia setecientas tapias reales... visitaron ansi mismo las escaleras que avia para subir a los dichos adarves e hallaron solamente una por donde pueden razonablemente subir’17[12]. Las obras fueron tasadas por ambos maestros en un millón de maravedís.
“No satisfecho el concejo, llamó al maestro Francisco de Arcillo que el 24 de mayo de 1510 presentó un proyecto de modernización de los adarves de la muralla para el uso de artillería. Indicando que debían tener ‘dos tapias de alto una de petril e otra de almenas e que... entre el reparo de las otras almenas viejas para que todas vengan en una proporción e ygualdad e las almenas le parescio que ayan de ser veynte e cinco pies en largo e cada almena a menester en algunas dos e en otras tres saeteras e en los petriles se pondrán las troneras que sean necesarias en el andal del muro e otrosí se harán las escaleras que fueren necesarias para subir al dicho muro porque en toda la ciudad no ay mas de una”[13], tasando las obras en un millón y cuatrocientos mil maravedís.
Vista aérea de la antigua Puerta de Santiago
“Así mismo presentó un interesante proyecto para proteger mediante baluartes las puertas y murallas de la ciudad: ‘le parescio que las puertas son menester remediar de algunas antepuertas que serían en las cuatro puertas e ansimismo mismo le parescio que se deben hacer en cada puerta que no tienen ninguna defensión ni tronera ni saetera por lo alto ni por lo bajo ni en los muros sus troneras en lo alto ni en lo bajo para que juegen en lo alto e en lo bajo el lienzo de muro e al campo e devese ansi mismo hacer a las dichas puertas e en cada una dellas unos baluartejos entre puerta e puerta por cuanto no se vean las puertas una a otra las cuales tengan una boveda baja e otra alta porque juegue la artilleria la una por igual de la otra e la otra jugara a dos brazas de tierra de manera que estos sean chapados e no tendran andal por cima por que no se puedan escalar e serán fechos en su proporción que puedan defender todos los muros alderredor e al campo.’[14] El coste ‘para fazer los seis baluartes pequeños que bien defiendan e con su ordenanza de tiros que quede la ciudad bien defendida e an se de mandar otros baluartes por de dentro de la ciudad’ ascendía a un millón de maravedís.
“Francisco de Arcillo da una gran importancia a que una plaza pueda defenderse con artillería. De ahí su observación indicando que las puertas y murallas no tienen troneras en lo alto y en lo bajo. Para suplir esa carencia proyecta unos baluartes exentos y situados delante de las puertas, evitando que éstas sean atacadas frontalmente y a la vez consigue que se pueda flanquear las murallas y obviar su carencia de troneras bajas. Asimismo gracias a sus troneras frontales, con dos líneas de fuego, podía batir el campo circundante e impedir la aproximación de las tropas enemigas. La forma de estos baluartes no diferiría mucho de los dibujos para caponeras que diseña Francesco di Giorgio Martini en su tratado[15]. Estas piezas de Ciudad Rodrigo están diseñadas para resistir un masivo ataque con artillería gracias a sus bóvedas y al chapado de sus muros, además de dificultar su toma el tener un sólo un acceso, ya que no disponían de plataforma en la terraza para emplazar cañones, obligaba al enemigo a tener que destruir el baluarte para poder acceder a la puerta de la muralla.
“Francisco de Arcillo no es un desconocido cuando llega a Ciudad Rodrigo –afirma De Castro-, su currículum nos lo resume muy bien el corregidor Bernal de Mata cuando le presenta ante los regidores de la ciudad: ‘vecino de Argoños residente en el reyno de Portugal el cual a tenido a su cargo de hacer las fortalezas de Miranda e Castel Rodrigo e Almeyda e Castel Boo que son en la comarca de la Raya entre Castilla e Portugal’.”

[1] MARTÍN, José Luis, et alii. Documentos de los archivos catedralicio y diocesano de Salamanca (ss. XI-XIII). Salamanca 1977, pág. 94.
[2] FERREIRA FERNANDES, Isabel Cristina. Coord.: Mil anos de fortificaçoes na Península Ibérica e no Magreb. Lisboa 2002. Pág. 927 y ss.
[3] LADERO QUESADA, M. A. La formación de la frontera de Portugal en los siglos XII y XIII y el tratado de Alcañices (1297). BRAH, tomo 194, 1997, pág. 430-1.
[4] Roderici Toletani. De Rebus Hispaniae. Pág. 164.
[5] MARTÍN BENITO, José Ignacio. El alcázar de Ciudad Rodrigo. Poder y control militar en la frontera de Portugal (siglos XII-XVI). Salamanca 1999. Pág. 21 y ss.
[6] Ibídem: “Sí se observan, en cambio, tres sillares almohadillados de granito ubicados en el lienzo interno de la cerca en la calle del Campo Frío, a la derecha de la puerta del Conde. Por su aspecto, parecen romanos. Son sin duda pieza reaprovechadas de una construcción. Su disposición indica que fueron reutilizados como jamba de un postigo, actualmente cegado en esta parte de la muralla”, afirma Martín Benito. En esta zona, junto a la puerta del Conde, se hallaba en 1510 el postigo de la Higuera, apunta De Castro.
[7] MUÑOZ GARCÍA, Miguel Ángel. Fortificaciones de Frontera. Ponencia del curso Gestión de Patrimonio Artístico. Ciudad Rodrigo, 2000.
[8] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Historia civitatense. Salamanca, 2001, pág. 119.
[9] BARRIOS, A. et alii. Documentación medieval del archivo municipal de Ciudad Rodrigo. Salamanca 1988, pág. 24.
[10] LÓPEZ DE AYALA. Crónica de Enrique II, capítulo I, pág. 412. Edición Planeta, Barcelona 1991.
[11] Ya en 1501 se había realizado una información sobre el estado de la muralla por los canteros Pedro de Ampuero y Francisco de Riba. AGS. Estado 1 (11), fol. 387.
[12] 17 AGS. Cámara de Castilla. Pueblos. Ciudad Rodrigo.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] MARTINI, F. GIORGIO. Trattati di architettura ingegneria e arte militare. Milán 1967. Si bien las caponeras son piezas que se colocan en el fondo del foso y sólo pueden resistir un ataque de arcabucería.

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