viernes, 5 de diciembre de 2014

Breve historia de Ivanrey

Refiere el historiador Ángel Bernal[1] en su estudio sobre la Tierra de Ciudad Rodrigo en el siglo XV, después de analizar la composición del alfoz mirobrigense y su división en sexmos, que vienen a coincidir con las tradicionales “comarcas naturales, delimitadas o recorridas por ríos, riveras o vegetación natural”[2] –campos de Yeltes, Camaces, Agadón, Azaba y Robledo-, que “lo que no era comarca natural ni tenía nombre específico era la socampana[3] de la ciudad, que se extendía en un contorno aproximado de una legua alrededor de la misma y que estaba también poblada por algunas aldeas”[4]. Y que tales aldeas vinculadas a la ciudad de Ciudad Rodrigo eran en el siglo XV “Castellanos, La Rad, Palomar, Conejera, Pero Toro, Tejares, Tejarejos, La Caridad e Ivan Rey”[5] y que algunas, sino la mayoría de estas aldeas, coinciden con los devasos –terrenos comunales- de la ciudad y probablemente fueran lugares de roturación.

El deslinde de la socampana, y seguimos a Bernal Estévez, se configuraba de la siguiente forma: “Desde la hoz de Valverdejo, que sale de San Román, todo el Sierro aguas vertientes para esta ciudad, hasta dar en el caño de la Sierra y siguiendo a Valdecarros por Santa María de Ávila, y a los Molinillos abajo a Carbonero, y prosigue por el valle de Manzanillo, con el término de Fonseca, a dar a Pascualarina, y desde ella a Cabeza Rubia, y de esta a Alcarazén, y por él arriba a dar a la guadaña de Valdespino y de esta a Porrilla, y de ella a Cantarranas; de Cantarranas arriba volver a la dicha hoz de Valverdejo”[6].
En base a esta descripción cabría considerar que buena parte de estos terrenos que formaban la socampana mirobrigense fueran terrenos comunales, como ratifica Bernal Estévez al referirse a la documentación obrante en el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo sobre deslindes de los devasos concejiles en 1445: La dicha çibdad tiene en el exido della muchos devasos para los veçinos e moradores de la dicha çibdad... los puedan pasçer e cortar e cazar, guardando panes sembrados e algunos plados amoxomados[7].
Vista aérea del agregado mirobrigense de Ivanrey                              Iberpix
En esta breve introducción sobre la composición y propiedad de los terrenos próximos a la ciudad y que conforman la socampana de Ciudad Rodrigo, encontramos una de las primeras referencias documentales sobre Ivanrey, una de las aldeas inmediatas a la ciudad y que se mantendría con ese estatus, o el de alquería, hasta mediados del pasado siglo, cuando el plan franquista de colonización de terrenos de regadío impulso la construcción del poblado actual. No obstante, antes de llegar a este punto, convendría hacer algunas otras sugerencias históricas en su vinculación, o proximidad espacial, con lo que fue aldea o caserío de Ivanrey.
Sin embargo, previamente un paréntesis sobre la toponimia. Lógicamente, se trata de un nombre compuesto, aunque la aparición de ambos vocablos y su configuración difieran según transcripciones de textos. Iván es un equivalente en las lenguas búlgara y rusa de Juan, lo que todavía complica más el posible origen el Juan o el Iván que ostentó la dignidad real, un devaso o una heredad, en virtud del instante histórico, que en algún momento y por alguna determinada circunstancia fue bautizado con ese topónimo. Pero, además de aparecer diferentes referencias toponímicas y ortográficas con el nombre compuesto –Ivanrey, Ybanrey, Iban-Rey…-, también nos encontramos con la transcripción de Bibanrey, que si es tomado de una inscripción por Antonio Sánchez Cabañas en su Historia civitatense (ver nota 10), escrita en el primer tercio del siglo XVII, también hallamos el mismo vocablo en el libro de José Freire[8] sobre direcciones de correo y que fue escrito en 1835. Aquí nos encontramos con el topónimo Biban Rey, en Ciudad Rodrigo, lo que sin duda debe ser una equivocación ya que por esa época se había definido totalmente el topónimo como Ivanrey.
Cerrada la digresión toponímica, tal vez la primera referencia documental sobre Ivanrey la encontremos en el becerro de la Catedral, que se inicia en 1389, un documento que fue consultado por el también canónigo e historiador mirobrigense Mateo Hernández Vegas[9] y que glosó en su trabajo sobre la Catedral civitatense y la ciudad mirobrigense. En él se apuntan las heredades y aldeas de la socampana propias del Cabildo Catedralicio, entre las que se incluye a Ivan-Rey. Pero esa heredad debió ser vendida o adjudicada más tarde por el Cabildo, ya que en 1506, para la realización de una capilla en el claustro de la Catedral de Ciudad Rodrigo y la creación de una capellanía, el canónigo Bartolomé Sánchez Arévalo cedió a la propia Catedral el molino de Carboneros[10], la heredad de Ivan-Rey y casas, viñas y hacienda en Gallegos[11]. Se trata de la capilla conocida como de Los Hierros. Refiere Hernández Vegas que es la [capilla] más antigua de las existentes [en el claustro]. Estuvo dedicada a Nuestra Señora de la Natividad, y conserva su bóveda de crecería de época. Edificóla a su costa el canónigo Bartolomé Sánchez Arévalo, que murió en 1506. Era este canónigo, según Cabañas, del hábito de San Antón, de Castro Bérriz, como lo indican sus armas esculpidas en las claves de la bóveda, que son un ‘tau’ con las llagas y el corazón de San Francisco por orla. Llamóse de ‘Los Hierros’ porque en el centro de la capilla estuvo el sepulcro del fundador, rodeado de una verja de hierro. Inutilizada la capilla y desa­parecido el sepulcro, hoy solo existe una sencilla lápida a la subida de la escalera. El altar de Nuestra Señora estaba de testero, conservándose todavía en el muro señales del lugar en que estuvo encajado[12].
Mapa topográfico en el entorno de la alquería de Ivanrey de 1902
Recuerda Hernández Vegas que Bartolomé Sánchez Arévalo fundó una capellanía, para cuyas cargas dejó a la Catedral, como ya se ha referido, el molino de Carboneros y las heredades de Ivanrey.
Pocas referencias más encontramos sobre esta alquería, posiblemente nutrida de viñas, si nos atenemos al par de documentos del AHMCR[13] sobre un fuero en contra de diversos vecinos sobre diferentes devasos y heredades de la socampana y, también, sobre los linderos de un arrendamiento, ambos documentos del siglo XVI.
Ya en el siglo XVIII, aparecen nuevas referencias de Ivanrey como espacio estratégico en la Guerra de Sucesión Española durante los sitios de 1706 y 1707, que igualmente son evidentes en el desarrollo de los preparativos y vicisitudes que motivó el sitio del ejército napoleónico en 1810, en donde los alrededores de Ivanrey, el molino Carbonero y Palomar, cobraron un especial protagonismo durante algunas escaramuzas, en las que también se vería envuelto el convento de Santa Cruz, más próximo al recinto abaluartado, y que finalmente fue destruido en el desarrollo del sitio y posterior ataque a la plaza fuerte mirobrigense.
Al respecto también hay que recordar que, según Sánchez Cabañas, en las proximidades de la aldea de Ivanrey existió el convento llamado Santa María de Columbario [que] estuvo adonde llaman aora el Palomar; fueron sus rreligiosos frayles claustrales; es aora este sitio de la mesa capitular[14]. En esa misma línea, indica Hernández Vegas[15] que por el mes de agosto de 1252 había muerto el obispo don Leonardo, sucediéndole don Pedro, segundo de este nombre. En tiempo de este prelado existía ya el convento de canónigos claustrales de Santa María de Columbario, cuyas ruinas se ven aún junto a la casa de Palomar, pues firmó juntamente con el Cabildo en 1256 una escritura de donación a dicho convento de la iglesia de San Miguel, que estaba extramuros, entre las puertas del Sol y de San Pelayo. Está claro que el topónimo ‘Palomar’, con el que se nombra todavía a la finca próxima a Ivanrey, está íntimamente relacionado en su etimología con columba –paloma en latín- y su derivado columbarium. También este convento, ya que apenas hemos podido manejar más documentación que la señalada, podría estar advocado a San Columbano, un misionero irlandés destacado por su actividad misionera y evangelizadora durante la Alta Edad Media y que asimismo es conocido por haber fundado numerosos monasterios en Europa. Pero no deja de ser una mera hipótesis.
Volviendo a los datos constatables, hay que señalar que en la provincia de Salamanca, como lo que hoy es Castilla y León, el sistema de poblamiento rural que se impuso en la Edad Media fue el de abundantes aldeas, caso de Ivanrey. Quedaron tan próximas entre sí y cada una con tan pequeño territorio que pronto se abandonaron muchas. Los distintos intentos de colonizar y repoblar después espacios que habían sido abandonados tuvieron poco éxito. El más decidido, que fue el del período último de la II República, con expropiaciones de grandes fincas de la nobleza y terratenientes para asentar en ellas campesinos de corta hacienda y jornaleros, se interrumpió cuando había empezado a ponerse en marcha. Finalmente, se creó el Instituto Nacional de Colonización con la misma finalidad colonizadora y repobladora. Su tarea solo ha fructificado, y no de manera absoluta, en los sitios en que se ha vinculado a las grandes obras de riego, como vino a ocurrir en Ciudad Rodrigo con los distintos poblados de colonización: Águeda del Caudillo, Sanjuanejo, Arrabal de San Sebastián, Conejera o Ivanrey. En los demás casos, al igual que en anteriores ocasiones, muchos colonos que ocuparon los poblados creados por ese organismo los han abandonado para residir en núcleos más populosos. La tendencia a concentrarse en las ciudades o en las cabeceras de comarca, bien manifiesta en períodos anteriores, se repite, como si fuera una constante histórica.
Cartel del Iryda en Ivanrey                                                                 Panoramio
Esta visión nos la ofrece Ángel de Cabo Alonso[16] en un estudio sobre la repoblación y la colonización en Castilla y León. Refiere el profesor De Cabo que “la actual provincia de Salamanca fue la porción regional más afectada por el abandono de aldeas. El Expediente General de Despoblados del Reino, de 1769, y los cuestionarios provocados por él dieron como resultado la emisión de reales cédulas encaminadas a acometer la repoblación tanto en lo que era el corregimiento de la capital corno en el de Ciudad Rodrigo. Tenía que ajustarse a lo dispuesto para la de Sierra Morena, pero en aquellos territorios de la alta meseta tales vacíos poblacionales eran dominio señorial. La resistencia opuesta por los titulares de éste motivó que en 1784 y 1791 se reiterara aquella disposición real, acompañada de normas concretas sobre la instalación de colonos”.
Algo similar, con resultados no demasiado gratificantes, sucedió en el siglo XIX con el proceso de desamortizaciones y no fue hasta entrado el XX cuando el asentamiento de población se liga a un buen rendimiento de la tierra, precisando la construcción de pantanos y una red de canalización que llevase el agua hasta las aldeas. En el entorno de Ciudad Rodrigo desde principios del siglo XX se suceden propuestas e iniciativas para la construcción de un pantano, que no fructificarían hasta mediados de los años 20 del pasado siglo, cuando se elige precisamente el enclave en donde se encuentra la presa del Águeda[17], en los términos municipales de Zamarra y Pastores. Las obras de la presa del Águeda concluyeron en 1931, a las puertas de la II República, y en un principio sirvieron para regular el caudal del río y evitar las inundaciones, aunque en el proyecto se contemplaba la realización de un canal que permitiese el regadío en la vega del Águeda.
Durante el periodo republicano se creó el Instituto de Reforma Agraria, que en la provincia de Salamanca inició una serie de expedientes de expropiación de fincas para entregarlas a los campesinos, braceros o colonos. También ocurrió en Ciudad Rodrigo con algunas propiedades, caso de El Valle o Conejera, aunque otras fincas también estuvieron en esa tesitura: Pascualarina, Tejadillo, Valquemada, Palomares, San Miguel de Caldillas o Casablanca. El proceso de colonización, sin embargo, quedó interrumpido por el golpe de Estado del general Francisco Franco y el estallido de la Guerra Civil.
Recuerda De Cabo Alonso en su citado trabajo que “el 6 de abril de 1938 se creó el Servicio Nacional de Reforma Económico Social de la Tierra en sustitución del Instituto de Reforma Agraria, y después, en octubre de 1939, ya finalizada la guerra, el Instituto Nacional de Colonización, al que sucedería, finalmente, el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario. La actividad de estos dos últimos organismos ha sido mucho más limitada que la que años antes había pretendido e incluso continuado o empezado el IRA. El INC y su sucesor el IRYDA han seguido tres orientaciones en la región: acomodar en nuevos poblados o barrios a quienes quedaban sin hogar y tierra por invadirlos los nuevos embalses, culminar el proceso de colonización donde se había iniciado en los años 20 del siglo y, sobre todo, ampliar o completar estos vinculándolos a los planes de grandes regadíos o a favor de ellos”[18].
“Conocedor de fracasos anteriores –continúa el geógrafo salmantino-, el mismo INC se apoyó en los planes de zonas regables para corregir la situación social del campo y frenar su despoblamiento, sobre todo en la provincia cíe Salamanca. Daba por supuesto que la forma más segura de fijar colonos era asignarles hazas a las que llegara el agua derivada de esos embalses. Y si era necesario expropiar, dejando para el expropiado parte de la finca, pero beneficiada con el mismo riego. A unas y otras sumó algunas de secano que ya el IRA había dejado en vías cíe colonización. Para aquellos nuevos acomodos, entre 1945 y 1967 el nuevo organismo levantó 24 nuevos poblados y amplió tres ya existentes; 15 de los nuevos se hallan en la provincia salmantina”[19].
Anuncio en el BOE sobre las expropiaciones
Ya ceñidos a la vega del Águeda, De Cabo señala que “la abundancia de cotos redondos, tan característica de la provincia de Salamanca, era más acusada en el centro y suroeste de ella. En la comarca de Ciudad Rodrigo hubo denuncias desde el siglo XV referentes a pagos de uso público ocupados por particulares. No se acataron las disposiciones reales -reiteradas hasta el siglo XVIII- para que fueran devueltos, y las ocupaciones generaron despoblamientos”[20].
La desamortización eclesiástica y la posterior civil agravaron la situación. Y la falta de regulación en el caudal del río limitaba el aprovechamiento de sus riberas. De tal manera que, iniciada la segunda imitad del siglo XIX, según el correspondiente amillaramiento conservado en el archivo municipal mirobrigense, el suelo regado solo representaba el 1,94% del total, y los prados de guadaña nada más 0,08%, refiere De Cabo en el citado trabajo..
“Las inquietudes o necesidades de colonización impulsaron la construcción del embalse del Águeda –como ya se ha reflejado- e inclinaron al IRA a adquirir varias fincas y a repartir Conejera y Valdespino, donde el plan de aplicación de la reforma, constitución de la comunidad, entrega de la finca y elección de cabezalero y síndicos se realizó entre abril y junio de 1936, es decir, inmediatamente antes de empezar la guerra civil. Sus anteriores dueños las recuperaron durante ese conflicto. Al comenzar la intervención del INC, en los años 40, el Catastro de Rústica señalaba que el 69,9% del suelo agrario de Ciudad Rodrigo estaba dividido en minifundios, el 7,6 era espacio comunal y el restante 22,5 correspondía a las grandes haciendas. Pero gracias a la culminación de la presa y la derivación de las aguas, el regadío beneficiaba ya unas 700 Has, esto es, el 9% del terruño. En la orilla izquierda del río, el INC compró Cantarinas y Valdespino, y por causas de interés social, expropió las de Porrilla y Casasolilla. Tras aplicarse a la zona el Plan de Interés Nacional y aprobarse en 1952 el General de Colonización con su proyecto de parcelación, se allanó el terreno, se mejoró y amplió el regadío y se distribuyó lo adquirido en lotes medios de cuatro hectáreas entre los 119 iniciales colonos. En la ribera derecha, aguas arriba de la ciudad, se expropiaron Sanjuanejo y parte de La Caridad, y aguas abajo, porciones de Palomar e Ivanrey. Se repartieron entre 92 colonos. El total de suelo regado en ambas márgenes ascendió a 1.627 Has, aunque parte de ellas se dejaron en poder de sus dueños anteriores, que, con esa transformación, resultaron compensados de las expropiaciones o de la cesión más o menos voluntaria. Las del Instituto se trabajaron desde el ya existente Arrabal del Puente de Ciudad Rodrigo o desde los nuevos poblados de Águeda del Caudi­llo, Sanjuanejo, Arrabal de San Sebastián. Conejera, Ivanrey y algún casar”[21].
Siguiendo al profesor salmantino, “en el sector situado aguas arriba de Ciudad Rodrigo se transformaron 685 Has. Se dejó como propiedad ajena la superficie comprendida entre el canal diestro o de los Molinos y el río. En cambio, la izquierda de este, servida por el canal del Águeda, fue continuo terrazgo sometido a distribución. Se pretendía que los aprovechamientos se complementaran y, así, en ambas márgenes, el espacio más alto y alejado de los canales generales, permaneció en secano con cultivo cerealista. O con pastizal, bien exento, bien a la sombra del viejo encinar. La organización decimonónica en términos municipales había agregado al mirobrigense algunos de esos pagos”[22].
En la margen derecha del río, aguas arriba y abajo de Ciudad Rodrigo y aplicando aquella misma ley de expropiaciones, el Instituto adquirió las fincas Sanjuanejo, Prado de los Alisos y partes de La Caridad, Palomar e Ivanrey, en las que se regaron 665 hectáreas, gracias a dos estaciones elevadoras.
Cada colono recibió cuatro hectáreas de tierra, no toda en regadío. Se construyeron 74 viviendas de colonos y 16 de jornaleros. En 1960 todo el espacio dotado de riego a una u otra orilla del Águeda abarcaba en total 1.627 hectáreas, cuando antes de la intervención del instituto se regaban 230 hectáreas.
El proceso para la construcción del poblado de colonización de Ivanrey se inició oficialmente el 27 de septiembre de 1953, con la publicación en el Boletín Oficial del Estado del correspondiente decreto de expropiación de parte de la finca denominada Ivanrey, una orden que había firmado Franco el 11 de septiembre a través de su ministro de Agricultura, Rafael Cabestany. La disposición declaraba de “interés social a todos los efectos previstos en la ley de 27 de abril de 1946, la expropiación por el Instituto Nacional de Colonización de parte de la finca Ivanrey, del término municipal de Ciudad Rodrigo”. En el decreto se expresaban los límites: “al norte, por la traza del canal que la separa del resto de la finca de la que se segrega; al este, por la linde de El Palomar y finca del Obispado; al sur, por el río Águeda; y al oeste por una línea que, partiendo de la caseta del ferrocarril, situada en el paso del camino que desde las alquerías de Castellanos y Serranos lleva a Molino Carbonero, se dirige en alineación recta hasta el vértice más orientas de la huerta, situado en el camino de Ivanrey y Berrocal, y siga luego por las alineaciones rectas que sirven de linde oriental a dicha huerta, terminando en el río Águeda”.
Anuncio en el BOE de la subasta de las obras
La parte expropiada y definida con los citados linderos tenía una superficie aproximada de 45 Has y la finca matriz de la que se había segregado dicha parcela aparecía inscrita en el Registro de la Propiedad de Ciudad Rodrigo con el número 4.923.
El decreto también declaraba urgente la ocupación del citado inmueble, que se llevó a cabo en la forma y mediante los trámites establecidos en la citada ley de expropiación.
Con el pantano en servicio desde 1931 y la construcción del canal del Águeda, que culminaría su puesta en servicio en 1958 y una longitud de 13,8 kilómetros, con la red radial de acequias que llegaban a todos los puntos previstos para los poblados de colonización con el fin de facilitar la explotación de la tierra, una vez ejecutada la segregación y expropiación de la finca de Ivanrey, el Gobierno de Franco inició los mecanismos para la construcción del poblado. Así, Mariano Rodríguez, ingeniero subdirector de obras y proyectos del Instituto Nacional de Colonización, firma el 29 de julio de 1954 el anuncio para el concurso-subasta para la ejecución por contrata del nuevo poblado de Ivanrey, “compuesto de treinta y dos viviendas y dependencias de colonos, cuatro viviendas de obreros agrícola y cerramiento”, unas edificaciones acogidas a los beneficios del Instituto Nacional de la Vivienda, de la que es entidad constructora el citado INC. El presupuesto de ejecución por contrata de estas edificaciones ascendía a 4.145.640,72 pesetas.
El mismo ingeniero, una vez adjudicadas las obras y en proceso de ejecución, vuelve a publicar una nueva licitación para culminar el proceso constructivo de Ivanrey. En este caso se trata de cuatro nuevas viviendas para obreros agrícolas, una escuela mixta con capilla, una vivienda para la maestra y la urbanización del nuevo poblado, con un presupuesto de ejecución que partió de 1.150.972,31 pesetas.
Como buena parte de los pueblos de colonización de Salamanca y Extremadura, las obras del nuevo poblado de Ivanrey fueron adjudicadas y ejecutadas por el contratista mirobrigense Francisco Mateos Díez.
Por otra parte, el profesor Cabo Alonso, recuerda en sus trabajos que en el municipio de Ivanrey se ofreció el asentamiento a los jornaleros de El Payo, y el total de los que lo aceptaron se completó con algunos de Boadilla y Bocacara, lugares todos del área mirobrigense. Se les concedió vivienda de tres habitaciones, cocina, comedor, pajar, comedero para el ganado y cobertizo para el carro.
Ellos mismos tuvieron que limpiar de cantos la terraza fluvial y allanarla. A cada asentado se le adjudicó una pareja de vacas, con la obligación de entregar al INC la primera ternera; o si la cría era macho, la cuarta parte del beneficio que proporcionara la venta. Les facilitaron paja, semilla y abonos para dos años.
Cabe recordar, por último, que lo que fue dehesa y alquería de Ivanrey sirvió para engrosar el catálogo nobiliario español, ya que el 4 de abril de 1895 la reina viuda de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena, creó el marquesado de Ivanrey a favor de Fernando Soriano y Gaviria Moreta y Gutiérrez, senador vitalicio por Salamanca y varias veces diputado por el distrito de Peñaranda de Bracamonte. Actualmente el título lo ostenta Felipe Thomas de la Gándara –V marqués de Ivanrey-, después de haber sido rehabilitado por Juan Carlos I en 1996, concretamente el 12 de abril, a favor de su madre María de la Luz de la Gándara y Soriano.

[1] BERNAL ESTÉVEZ, Ángel. El concejo de Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV, Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1989; págs. 113 y ss.
[2]  Ibídem.
[3] En Ciudad Rodrigo, extensión del terreno en el que se percibía el tañido de las campanas.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem. El autor señala la fuente utilizada: el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo (AHMCR), en la catalogación antigua correspondiente al legajo 295, concretamente en su introducción.
[7] Ibídem. Cita del autor extraída del AHMCR, del documento 2 del citado legajo 295, que se ciñe a los apeos de los devasos en 1455.
[8] FREIRE, José. Dirección general de cartas en forma de diccionario para escribir a todas las ciudaes, villas, lugares, aldeas, monasterios, conventos, santuarios, caserías, ventas, molinos, cortijos, dehesas, sitios y parages, aunque se hallen en despoblado, de toda España, para la mayor facilidad del comercio y correspondencia pública de sus naturales y extranjeros. Madrid, imprenta de don Pedro Sanz, 1835. Pág. 72
[9] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Imprenta Comercial Salmantina; Salamanca, 1935. Tomo I, págs. 212 y ss.
[10] No obstante, el prebendado Antonio SÁNCHEZ CABAÑAS, en su Historia de la M. N. y M. L. ciudad de  Ciudad Rodrigo, editada por la “imprenta nueva de doña Carmen de Verdi” en 1861, ubicada en la localidad mirobrigense, diverge sobre la entidad del molino, ya que se trataría del de Carabeo. Al menos así lo afirma al copiar la inscripción del “letrero” que estaba en la capilla de los Hierros: Esta capilla mandó hacer Bartolomé Sánchez Arévalo, canónigo que fue de esta iglesia, a la cual dejó el molino de Caraveo y las heredades de Iban-Rey; hanle de decir una capellanía perpetua, y finó el año de 1506 (pág. 82). Sin embargo, en la edición de la Historia civitatense de Sánchez Cabañas promovida por la Diócesis de Ciudad Rodrigo en 2001, con un estudio introductorio de los profesores Ángel Barrios García e Iñaki Martín Viso, la cita de la inscripción avala el comentario de Hernández Vegas en el párrafo del molino: …dejó el molino del Carbonero y las eredades de Bibanrey… (pág. 146).
[11] Ibídem, Tomo I, págs. 273 y ss.
[12] Ibídem.
[13] AHMCR, Caja 199, doc. 5: “Fuero de 50 maravedís al año contra diversos vecinos de esta Ciudad por la concesión de un pedazo de terreno para viña al vago de la Agadera, fin de términos e Ivanrey y Ledín, viñas de dicho vago y hacia esta Ciudad, Prado del Mantón, ante Mateo Sánchez, 4 de marzo de 1503”. Y doc. 37: “Arrendamiento a favor de esta Ciudad de una tierra en término de Ledín por 10 fanegas de pan terciadas, lindante  con Ivanrey y tierra de herederos de Juan Arias, ante Bernardino de Valencia, 14 de enero de 1575”.
[14] SÁNCHEZ CAÑAÑAS, Antonio. Op. cit., pág. 160
[15] Op. cit. Tomo I, pág. 171.
[16] CABO ALONSO, Ángel de. Repoblación y colonización en Castilla y León. En Investigaciones geográficas. Instituto Universitario de Geografía, Universidad de Alicante. Nº 17 de Anales de la Universidad de Alicante, Instituto Universitario de Geografía, Enero-Junio de 1997.
[17] “Las primeras referencias a lo que después sería la presa del Águeda se remontan a finales del siglo pasado cuando una asociación de propietarios de fincas de Ciudad Rodrigo solicitó que se estudiase un embalse en el río Águeda con el fin de regar la rica vega de aquel término municipal, en una superficie que ellos estimaban en unas 24.000 Has, extensión a todas luces exagerada a la vista de los estudios posteriores. Estas peticiones quedaron en gran medida recogidas en el Plan de Canales y Pantanos de 1902, en el que con el número 164 se incluyó el denominado pantano del río Águeda, cuyo fin era regar 1.500 Has en el término de Ciudad Rodrigo, y cuya cerrada se ubicaba en el estrecho del Manco, en el término de Zamarra.
“El siguiente paso conocido fue la autorización para comenzar el estudio, fechado el 5 de febrero de 1916, que dio lugar al primer proyecto, suscrito por el ingeniero Virgilio García Antón y presentado en octubre de 1918. En él se justificaba plenamente la utilidad de la obra, si bien hacía numerosas rectificaciones a las solicitudes de las fuerzas locales y fijaba la superficie regable en tan solo 1.810 Has, menos de la décima parte de la solicitada inicialmente. Incluía un detallado estudio de los cultivos adecuados a la zona y de sus necesidades de riego, teniendo en cuenta no solo el tipo de terreno sino también las necesidades del mercado nacional.
“En el plano técnico también se realizaron estudios detallados, entre los que destacan los sondeos realizados con el fin de determinar la idoneidad de la cerrada para albergar la presa. La presa se proyectó en mampostería ciclópea hormigonada, con los paramentos en mampostería de 60 cm de espesor. El aliviadero se dimensionó para desaguar un caudal de 400 m3/sg, con el vertido en un canal paralelo a la ladera y desaguando por la margen izquierda a través de un canal excavado en trinchera. El proyecto incluía además el aprovechamiento hidroeléctrico del mismo. Fue aprobado técnicamente el 3 de junio de 1919 y definitivamente por Real Orden de fecha 22 de agosto del mismo año, con un presupuesto de ejecución por administración de 2.294.362 pesetas, a pesar de lo cual tuvieron que pasar casi dos años hasta que en 1921 se autorizó la ejecución de las obras.
“La necesidad de introducir algunas modificaciones en las obras proyectadas y la de segregar del proyecto la ataguía, el canal de desvío y los caminos de acceso, que habrían de incluirse en los medios puestos por el contratista, hicieron que se redactara el proyecto reformado de presa, aliviadero y desagüe de fondo del pantano del Águeda, suscrito por el ingeniero José María Mena Ortiz el 21 de mayo de 1923. Ratificaba el proyecto el material a emplear en el cuerpo de la presa a la vista de las canteras próximas, pero modificando el de los paramentos: ...son de pizarra, con bancos de espesor escaso, en general, para conseguir mampuestos de dimensiones adecuados. Por eso se propone construir los paramentos de hormigón hidráulico, rico en cemento; y el cuerpo de la presa, de mampostería ordinaria, no admitiendo losas de pequeño espesor, con abundante mortero”.
“Pero no fue esta la única modificación ni el único proyecto reformado, ya que en diciembre de 1923 el mismo ingeniero redactó otro en el que se tuvo en cuenta la existencia de una cantera de caliza a una distancia de la presa que hacía económica su utilización en la mampostería careada de los paramentos. Para el cuerpo de presa se dispuso una mampostería no ciclópea y de pizarra, hormigonada. Este proyecto se aprobó el 29 de enero de 1924, con un presupuesto de 3.281.643 pesetas y sirvió de base a la adjudicación de las obras, que tuvo lugar en noviembre de 1924 por un importe de 2.935.430 pesetas y un plazo de construcción de 5 años.
“Durante la construcción, el mismo ingeniero redactó un nuevo modificado, que fue aprobado en noviembre de 1926 y que introdujo algunas modificaciones importantes. En el paramento de aguas arriba se proyectó un hormigón con una dosificación de 300 kg/m3 de cemento en un espesor de 20 cm, tras el que se dispuso una pantalla de mampostería hidráulica con un hormigón del mismo tipo y un espesor variable entre 0,70 y 1,80 metros. El paramento de aguas abajo pasó a ser escalonado con peldaños de 0,60 metros, compensando geométricamente el perfil del proyecto aprobado, y se habría de ejecutar con un hormigón similar al del cuerpo de presa, pero sin los bloques de mampuesto. Al igual que en el paramento de aguas arriba se especificó debía quedar enlucido. Por último, se modificaron las galerías de los desagües de fondo que en un principio eran dos gemelas y próximas, para pasar a separarse 25 metros entre ejes, modificándose también la sección, que paso a ser rectangular por facilidad constructiva.
“Las obras se terminaron de forma definitiva el 3 de agosto de 1931, si bien diversas avenidas hicieron necesarias modificaciones sustanciales”. En La presa del Águeda (Salamanca), pionera en España en el vertido por coronación, comunicación de los ingenieros Ambrosio de Prada Hernández, Francisco Bueno Hernández y María García Martín.
[18] Op. cit.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem.

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