miércoles, 3 de diciembre de 2014

Los colegios del maestro Miguel de Palacio y las Teresianas

Se trata de un espacio urbano definido por una de las islas nucleares del casco histórico y que tiene por referencia sustancial el conjunto del antiguo cenobio e iglesia de San Agustín. Tuvo su extensión hacia la actual calle/plaza dedicada al benefactor mirobrigense Domingo García Velayos, arcediano penitenciario de La Habana, y lo que se llamó hasta el siglo XVII “calle y Rinconada de la Pasión”, que hoy se denominan calle Colegios y Sinagoga. La calle de la Pasión, como la cita en su nomenclátor callejero Antonio Sánchez Cabañas en su Historia civitatense, ya era conocida en el siglo XVIII por la calle de Los Colegios, en relación con la institución docente que ocupó esta vía urbana, frente al Hospital de la Pasión, y lo que hoy es calle Velayos y parte de la plazuela del Lirio, inmueble que a finales del siglo XIX se convirtió en el colegio Santa Teresa de Jesús.

            A la hora de analizar la evolución urbana de este enclave, definido por varias calles, no tenemos más remedio que aunar espacios, que tratar en conjunto la investigación histórica y la proyección urbanística que ha tenido esta zona a espaldas de la Plaza Mayor, en la que coexistieron culturas durante siglos. Así, si nos atenemos a los trabajos de investigación realizados por historiadores locales y foráneos, tenemos claro que el núcleo en el que hoy se levanta la iglesia de San Agustín y el colegio de Santa Teresa de Jesús estuvo hasta el siglo XVI ocupado por diversos inmuebles; en concreto, hasta el siglo XV y antes de la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, con la expropiación consiguiente de sus bienes, el enclave estaba preferentemente ocupado por viviendas en las que moraban judíos. De hecho, enfrente, en lo que hoy es la entrada al Hospital de la Pasión, hay noticias documentadas de que en los primeros años del siglo XV había una sinagoga.
Vista general del colegio Santa Teresa de Jesús                                                                                                           Foto Pazos
Curiosamente, en oposición urbana y también religiosa, se encontraba la iglesia de San Bartolomé, de la que tenemos constancia documental de actividad en 1397[1] por medio de un acta notarial firmada por Esteban Fernández el 9 de octubre a través de la cual el concejo de Ciudad Rodrigo consigue recuperar lo que tenía ocupado Santos Gómez de Herrera en Fuentes de Oñoro y en la dehesa, devolviendo antes lo que le habían embargado. En este documento se cita como testigo del auto a Pero Alfonso, clérigo de Sanct Bartolomé.
La parroquia fue perdiendo protagonismo con el paso del tiempo. De ser una referencia urbana a la hora de imponer las colaciones, fue adscrita poco después, en 1473, a la Catedral y más tarde perdió su función religiosa, quedando abandonada.
Esta situación se corrobora con las citas de distintos historiadores que han investigado el origen fundacional del convento de San Agustín. Casi todas ellas parten de la referencia de Mateo Hernández Vegas en su extenso trabajo sobre la historia de la Catedral y, por extensión de Ciudad Rodrigo. Afirma el investigador mirobrigense que en torno a 1566 se comenzó la construcción de la iglesia de San Agustín, ya que el 17 de octubre de ese año “se queja el Ayuntamiento de que la plaza de San Pedro está muy embarazada con la piedra de San Agustín, y manda retirarla”. Además, en una nota a pie de página explica que “por esos mismos días se discutía con calor [en el Consistorio] la cesión de la iglesia de San Bartolomé a los agustinos. Por fin, se llegó a un acuerdo, cediendo los religiosos todo el cuerpo de la iglesia para plaza y calle y ornato del Hospital de la Pasión, a cambio de una calleja sin salida que había entre la iglesia y el convento. Más tarde los agustinos cedieron la parte que quedó de esta iglesia al maestro Palacios, para sus colegios”, aspecto que trataremos más adelante.
Reproducción de la provisión de Felipe II sobre un pleito para demoler la iglesia de San Bartolomé en 1567
            Una referencia parecida y que nos acerca también al cambio de la configuración urbana de este espacio, la encontramos en el trabajo de Feliciano Sierro Malmierca Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo. Dice el investigador local que “hasta 1483 se puede considerar como el núcleo principal de residencia de los judíos en Ciudad Rodrigo la zona actualmente comprendida en toda la manzana donde está enclavado el Hospital de la Pasión, y la parte que ocupa la iglesia de San Agustín y el Colegio de las Teresianas, que se adentraba en la actual plazoleta, que no existía. Por el centro de la calle de los Colegios había un estrecho callejón sin salida, que el Concejo permutó por el trozo de edificio que llegaba hasta enfrente del portón del hospital, y con este terreno que se ganó pudo hacerse la plazoleta”.
            La orden de San Agustín estuvo, por tanto, muy vinculada a la definición urbana de esta zona. Los agustinos se habían asentado en Ciudad Rodrigo en 1483 en el Valle de Corte de Ángeles, gracias al benefactor local y “promotor de la fundación Francisco de Chaves, regidor de la ciudad y miembro de una de las familias locales más destacadas de su tiempo. Un historiador agustino afirma que lo hizo en vista de la fama de santidad que había dejado en la ciudad de Salamanca San Juan de Sahagún, agustino, el cual había muerto pocos meses antes”, escribe Carlos Alonso en su trabajo Los agustinos y las agustinas en Ciudad Rodrigo.
            La fundación del convento de San Agustín en Ciudad Rodrigo había tenido su origen en el ámbito de la congregación de observancia de Castilla, iniciada antes de mediados del siglo XV, por obra de fray Juan de Alarcón, en el convento de los Santos de Villanuela (Valladolid). En concreto, en 1483 se dio impulso a la ampliación de dicha congregación mediante la fundación del convento de Ciudad Rodrigo y de otros cenobios que posteriormente le siguieron. Sin embargo, los agustinos prefirieron buscar otro enclave, más céntrico y más saludable, en la propia ciudad. Y así, dando pábulo a su empeño, se trasladaron del Valle de Corte de Ángeles a la ciudad el 23 de abril de 1530, según refiere Hernández Vegas, “ocupando el convento nuevamente edificado en lo que había sido palacio de los Garci-López de Chaves, grandes protectores de esta orden religiosa en Ciudad Rodrigo”, señala el investigador citado. Además, explica Hernández Vegas, “la magnífica iglesia [de San Agustín] no se empezó hasta después de estar instalados los religiosos en su nueva casa, costeándola también los Chaves casi al mismo tiempo que la de Villavieja, villa que compraron a Felipe II con la protesta de Ciudad Rodrigo, que en vano alegó sus privilegios de no ser enajenados de la Corona ni la ciudad ni ninguno de sus pueblos”.
Vista del colegio de las Teresianas                                                   Foto Pazos
            Ya hemos referido la protesta del Concejo de 17 de octubre de 1566 por el acopio de material para la obra de la iglesia que estaba entorpeciendo el paso en la plaza de San Pedro, por lo que ordena retirarla. Ese mismo año, según una provisión de Felipe II, que es copia de otro documento anterior, los agustinos mantuvieron un pleito con el Consistorio, que avala el escribano Sebastián López, para proceder al derribo y demolición de la capilla de la iglesia de San Bartolomé, cuyo  contencioso continuó al año siguiente, 1567. “A 21 de julio de 1581, [la obra de la iglesia] estaba para terminarse”, explica Hernández Vegas antes de señalar que “Garci-López de Chaves dice que de presente há de hacer la bóveda de su capilla de San Agustín, e que para ello tiene necesidad de mucha cantidad de pinos para cimbras e para otras cosas”.
            El solar contiguo a la iglesia, ocupado parcialmente por el convento agustino, fue el lugar elegido para una fundación por el teólogo y maestro granadino Miguel de Palacio Salazar, que había llegado a Ciudad Rodrigo en 1557. Después de negociar con los agustinos, se acordó la construcción de un edificio propio en el solar que había ocupado la iglesia de San Bartolomé, “conocido como Los Generales, para lo cual los agustinos tuvieron que procurarse algunos recursos financieros ajenos, comenzando los préstamos en 1587. Este año precisaba 500 ducados para la obra, y los religiosos debatieron por extenso entre vender propiedades o tomar dinero a censo; en la alternativa adoptaron la resolución de utilizar la segunda vía”, explica el investigador mirobrigense Justo García Sánchez en el trabajo Miguel de Palacio Salazar, fundador en 1585 del Colegio de San Miguel de los PP. Agustinos de Ciudad Rodrigo, publicado en el número 200 de la revista Archivo Agustiniano, correspondiente a 1998.
La construcción del edificio se dilató durante varios años, teniendo acceso por la calle de los Colegios –en relación al cometido del edificio- y la actual Velayos. Precisamente aquí, en la puerta de entrada a los Generales del Capítulo levantado en el Estudio Agustiniano de Ciudad Rodrigo, y en concreto en la parte superior de la puerta figura esculpido el escudo heráldico del maestro Miguel de Palacio, dividido en cuatro cuarteles: a la izquierda y en la parte superior, el castillo del apellido Palacio, y en la inferior izquierda las trece estrellas del apellido Salazar. Sobre el escudo, muy deteriorado, se encuentra la efigie del arcángel San Miguel, bajo cuya advocación fundó el colegio y que lleva su nombre. Además, podemos leer por debajo del escudo la siguiente inscripción: Este colegio dotó el Maestro Miguel de Palacio, canónigo magistral en la Santa Iglesia Catedral de Ciudad Rodrigo a honro de Nuestro Señor y de San Miguel cuya dotación es 350 ducados de renta en cada un año para que se lean en él tres chatedras, una de Lógica y Philosophia, otra de Theologia Escolástica, otra de Escritura para siempre, como lo manda nuestro muy Santo Padre Sixto V por su bulas apostólicas, dadas a favor del dicho Colegio. Año de 1585.
Invitación al alcalde para asistir a la inauguración del centro
      La actividad de los Generales continuó a lo largo del siglo XVIII, si nos atenemos a las referencias del catastro de Ensenada y más adelante en las que encontramos en el Libro del Bastón. La decadencia vino aparejada a la Guerra de la Independencia. Los frailes fueron expulsados y su iglesia convertida en almacén de paja. Fue recuperada para el culto por el obispo Martínez Izquierdo en 1881. Poco después, el prelado José Tomás de Mazarrasa entregó el conjunto a la compañía Santa Teresa de Jesús, que lo adaptó a colegio, siendo inaugurado como tal el 4 de septiembre de 1887, con una función religiosa a la que fue invitado el Consistorio mirobrigense, tal y como se refleja en el documento que se inserta a continuación, firmado por la superiora y directora del colegio, sor Rosario del Corazón de Jesús, dirigida al alcalde de Ciudad Rodrigo.

[1] Es una de las iglesias que refiere el becerro de la Catedral, fechado en 1389.

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