lunes, 13 de abril de 2015

Un esperpéntico festejo taurino a finales del siglo XIX

La situación de desesperanza y falta de recursos a mediados de la última década del siglo XIX, vinculada a los acuciantes problemas coloniales y a la pérdida de valores, parece que también impregnaba al conjunto de la sociedad mirobrigenses y se constata en la dejación de funciones a la hora de organizar los festejos taurinos, en esta ocasión vinculados a la Feria de Mayo. Baste leer la crónica, más bien crítica, del semanario católico La Semana Mirobrigense[1], defensor de los intereses morales de los rodericenses, y que hace referencia a la novillada del 27 de mayo de 1895, todo un alarde de la supuesta decadencia moral y social que vivía Ciudad Rodrigo y, especialmente, los festejos taurinos que albergaba una plaza destartalada –la del corral del Hospicio-, con un desorden organizativo extremo y que llegó a convertirse, si seguimos al pie de la letra la crónica, en un auténtico esperpento.

Dice así en sus párrafos más significativos: “La corrida de novillos celebrada en la plaza de toros de esta ciudad el día 27 del próximo pasado mayo, nos hace protestar con más vehemencia que nunca contra esta clase de  inicuos espectáculos, indignos de la humanidad.
Toro saltando la barrera. Grabado de Gustavo Doré
“Jamás debió consentir la autoridad que se diera tal corrida, no solo porque la plaza de toros está podrida y es un peligro inminente estar en los tendidos, de los que hemos vistos hundirse varias tablas, sino porque antes debió informarse si los encargados de la lidia reunían las necesarias condiciones y destreza para el caso requerido, aunque lo mejor que pudiera haber hecho es no consentirlo en ningún caso.
“Sin presidencia, sin autoridades, sin guardia civil, la plaza era un Babel y ofrecía un cuadro que avergonzaría al Riff.
“Después de haber sido lidiadas a prisa y corriendo tres reses, sin haber ocurrido incidente digno de mencionarse, salió al fin el infeliz animal destinado a ser mártir de la barbarie humana.
“Era una res de tres años y cuatro yerbas, había sido lidiada en otras ocasiones y tenía mucha experiencia. Al intentar los lidiadores ponerle banderillas les fue completamente imposible hacerlo, y tras largo tiempo en que hicieron esfuerzos vanos, uno de ellos, mirando de frente al rabo del animal, le plantó un par de banderillas en las ancas, riéndose después como si hubiera hecho una gracia. Entonces se colocaron algunos pares más de banderillas por el estilo, siendo el mejor puesto uno clavado a traición en el vientre de la res.
“Si fue imposible a los diestros (¡) banderillear, ¿qué no les sería matar?
“La res recibió infinidad de pinchazos en las ancas y en el vientre y al fin instigada logró saltar la barrera y saliendo fuera de la plaza recorrió todos los corrales entrando cuando le dio la gana.
“Cuando estaba en medio del redondel volvióse otra vez repentinamente, y como no se habían cerrado las puertas, quedó de nuevo fuera de la plaza. En uno de los corrales dio dos tremendas cornadas a un mulo en el vientre, que le causaron la muerte y poco después hirió en un anca, de alguna gravedad, a la caballería con que se había hecho el despejo. Cuando quiso y por donde quiso entró en el redondel y, no olvidando su maña, volvió a saltar repetidas veces la barrera y a salirse a los corrales, entrando algunas veces por el mismo toril y amenazando entrar en los tendidos.
“Algunos salvajes, porque no merecen ser tratados de otra manera, llovían sobre el infeliz animal nubes de enormes piedras, que magullaban su cuerpo, hasta que, al fin, una de las veces que entrando por el toril corría entre las barreras, un sujeto particular le dio el cachetero, muriendo poco después dando bramidos lastimeros que conmovían las piedras, pero no los duros corazones de los hombres…”
Más adelante, La Semana Mirobrigense, en su número de 29 de agosto, vuelve a insistir con acritud en el resultado de la feria agosteña: “¿Pero qué feria ni qué ocho cuartos? ¡Si esto merece llamarse feria que venga Dios y lo vea! En primer lugar merecen describirse los festejos, para organizar los cuales de fijo sudaría la Comisión. ¡Vaya unos festejos! Ni siquiera se realizaron los que anunciábamos hace dos números por habérnoslo comunicado el Sr. Alcalde[2]. La Florida no se iluminó, las corridas de aros nadie las presenció, las cucañas nadie las vio, la feria no se adelantó y, lo que es peor, el pueblo pagó. ¡Oh! De modo que todo se redujo a música ¡y gracias!”

[1] PEREIRA, Jesús. Ibídem, número de 29 de abril de 1928. “La Semana Mirobrigense. Semanario católico, defensor de los intereses de esta ciudad. Se publicaba los domingos y se imprimía en casa de Ezequiel García. La dirigía don Jesús Valls Doménech y escribían, además de este, don Miguel Pérez y don Pedro Hernández Moro. Salió el primer número el 23 de septiembre de 1894 y vivió hasta 1896”.
[2] El alcalde en estos momentos es Aquilino García Carvajal, quien ocupó esta cargo entre  1 de julio de 1895 y el 30 de junio de 1897.

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