domingo, 31 de mayo de 2015

Preludio del Carnaval de 1902: se rompe una cuba de vino en la calle Toro

En los prolegómenos del Carnaval de 1902, que se desarrollaría entre el 9 y el 12 de febrero con mal tiempo general, se contó con un aliciente inesperado para algunos avispados mirobrigenses, tan aficionados siempre a los toros y al vino. Ocurrió, según se recoge en la prensa provincial[1] y allende la geografía salmantina, que un conocido tabernero de la calle Toro, del que no se facilita la identidad, “estando descargando una cuba de vino de treinta y tantos cántaros que traían de la estación del ferrocarril” en un camión, “rodó al suelo de improviso, rompiéndose de modo tal que se derramó por completo el líquido, formando en la calle de Toro un gran reguero; mas no se desperdició, pues hubo gente tan aprovechada que, con platos, tazas, etc., recogió cuanto pudo para los días de Carnaval, amén de algún ‘prójimo’ que se pusiera a beber de bruces con la avidez de un sediento en arroyo cristalino”.

            El relato del corresponsal de El Lábaro en Ciudad Rodrigo, fechado el 5 de febrero, deja meridianamente claro el apego de los mirobrigenses por los caldos, una tradición también de siglos, como puede verse en la profusa documentación que existe en los archivos locales sobre las viñas y el vino.
            El antruejo de este año generó las primeras noticias, como suele ocurrir siempre, con la divulgación de las ganaderías que aportarían las reses para los festejos taurinos. A finales de enero apareció en los medios de comunicación que los ganaderos Ángel Sevillano, Juan José Sevillano y José Jorge García habían firmado los correspondientes contratos con el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, aunque a la postre, según recoge la crónica carnavalesca del semanario mirobrigense La Justicia, el primer encierro fue facilitado por el ganadero Cesáreo Paniagua, quien ya apareció reflejado en un breve de El Adelanto de 8 de enero[2], diario que señalaba igualmente que la tercera corrida sería aportada por Francisco Martín. Como se aprecia, baile de ganaderos, algo también consustancial al antruejo mirobrigense en distintos momentos.
Ramón Rubalcaba, gobernador militar de la provincia
            Siguiendo con los preparativos, unos días antes de comenzar el Carnaval, en concreto el 3 de febrero, el alcalde de Ciudad Rodrigo, Antonio Posadas Olivares, se dirige al general gobernador militar de la provincia de Salamanca y de la plaza mirobrigense, Ramón Rubalcaba y Negrón, solicitándole autorización para el montaje de los alares y la entrada de los carros que se utilizaban para cerrar las bocacalles, dado que al tratarse de una plaza de armas cualquier alteración física de su estructura debía contar con la preceptiva autorización militar.
            Rubalcaba contesta inmediatamente al alcalde mirobrigense, en concreto al día siguiente, “manifestándole que concedo desde luego mi autorización para establecer los alares o empalizadas necesarias a la salida de la Puerta del Conde y en el glacis de la fortificación durante los tres días de corridas de novillos en los próximos carnavales”, pero matizando que antes de empezar los trabajos “se servirá pasar aviso a la Comandancia de Ingenieros de la plaza para que sean aquellos vigilados, ateniéndose a lo que ella determine respecto a la forma y colocación de dicha empalizada”. Y también concede el gobernador militar autorización para que “los carruajes puedan entrar y salir en los referidos días por las puertas de San Pelayo y Santiago[3]”.
            Adjudicado el cierre de la plaza, el montaje de alares y la construcción de los tablados que atañen a la organización de los festejos –para ediles, empleados y músicos- y con los correspondientes permisos, todo está listo para el desarrollo de los festejos taurinos Carnaval de 1902. Como solía ocurrir, sale a colación la otra cara de la moneda, la sacra, siempre en liza con el antruejo. Y así vemos que el corresponsal del diario provincial El Lábaro recuerda que “a la par que nos amenazan las corridas de toretes, bailes, máscaras y funciones dramáticas en los teatros, vemos varios carteles anunciándonos cultos solemnes que se celebrarán con actos de desagravio a diferentes horas y en distintas iglesias los días de Carnaval: en San Agustín, Tercera Orden de San Francisco, seminario e iglesia de Santa Clara”.
            La prensa periódica provincial fue parca en noticias sobre la celebración del Carnaval de este año. Las únicas referencias las encontramos en el semanario local La Justicia[4], en una crónica general en la que destaca que “el tiempo se declaró anticarnavalesco y sufrimos unos días tristes y monótonos que contribuyeron grandemente a la desanimación popular”.
            La “lluvia pertinaz” fue protagonista en todos los festejos taurinos, pero “tanto los encierros de los cornúpetos, como la lidia de los mismos en pruebas y corridas, se vieron sumamente concurridas por el pueblo todo, ávido de emociones y sobresaltos”. Y parece que los hubo, puesto que “las cogidas y revolcones abundaron, pero afortunadamente quedaron reducidos a porrazos sin consecuencia; unas veces gracias a la oportuna intervención de los torerillos Cuchareta [Aniceto Ajo], Caparra [Jacinto Romero], Murciano, Sancito, Rubito Chico y Esteritas, los cuales al par que hicieron constantemente faenas de mérito y lucimiento, impidieron que muchos de nuestros aficionados visitaran el Hospital...”
            Los toros fueron “bonitos, finos y de buena estampa en su generosidad, aunque con ellos se mezclaron algunos bueyes cansados del trabajo y hasta de la lidia”.
            Con estas escuetas informaciones se liquidan las referencias a los festejos taurinos del antruejo de 1902, pero hubo otras diversiones: “Las comparsas y aún las máscaras sueltan han sido este año casi desconocidas; solo la de moros llamó algo la atención. La dirigida por el popular Trejo hizo como siempre las delicias del público”.
            “Animadísimos” estuvieron los bailes de Carnaval, “sobresaliendo los del Teatro Nuevo, Sociedad, Panera y Sociedad Agrícola. En ellos abundaron las máscaras, cultas en su mayoría, y en todos también hubo derroche de alegría y... confeti. Los bailes del Casino, elegantísimos y concurridos como nunca”.
            Un pero pone el redactor de La Justicia: “De teatros más vale callar, pues si la concurrencia se ha distinguido por su número y más que nada por su cultura, en cambio las dos empresas teatrales nos han despachado a toda prisa con funciones cortísimas que se resintieron en su ejecución, efecto de esa misma precipitación por acabar pronto para dar comienzo a los bailes”.

[1] El Lábaro, núm. Del 7 de febrero de 1902.
[2] “La comisión encargada de contratar las corridas de novillos que han de celebrarse el próximo Carnaval en Ciudad Rodrigo, lo ha hecho de la forma siguiente: el primer día, se lidiarán los novillos de la acreditada ganadería de don Cesáreo Paniagua; el segundo, de don Juan José Sevillano, y el tercero de don Francisco Martín”.
[3] AHMCR. Caja 300.5.0 Festejos de Carnaval, 1825-1912.
[4] La Justicia, semanario de intereses generales de la localidad y su partido. Salía los martes, se imprimía en casa de Viuda e Hijos de Cuadrado y lo dirigía don Estanislao de Dios.

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