domingo, 24 de mayo de 2015

Dificultades para encontrar reses para el Carnaval de 1920

¡Menos mal! Un alivio general: “Si don Joaquín [Aparicio Ruano] no fuera el alcalde de Ciudad Rodrigo, no teníamos corridas. Esa es la verdad escueta”. Así de tajante se expresaba La Iberia al conocer el resultado de las gestiones emprendidas y concretadas por el alcalde mirobrigense ante las dificultades con que se encontraron los comisionados municipales para encontrar ganaderías que aportasen sus reses al Carnaval de 1920, que se desarrollaría entre el 15 y el 17 de febrero.

Joaquín Aparicio en una foto de estudio en 1913
            Nadie parecía saber nada, pero se evidenciaba un sonado fracaso en las negociaciones o en los contactos con los labradores y ganaderos. Al contrario que en otras ediciones, no se había presentado proposición alguna, por lo que Joaquín Aparicio estimó pertinente recurrir a los medios de comunicación para insertar algún “edicto” que expusiese la problemática en busca de soluciones. Pero la iniciativa caía en saco roto: a finales de enero no se había presentado ninguna oferta sobre los novillos de las corridas. Por eso, cuando en el seno de la Corporación se propone iniciar los trámites para la subasta de del cierro del coso taurino, algún edil no tiene reparo en espetar que “sería hacer un gasto sin necesidad”. Enseguida es corregido por el ínclito Jesús García Romero, un taurófilo concejal, quien tiene claro que habrá soluciones y que Ciudad Rodrigo no se quedará tampoco este año sin festejos taurinos carnavalescos. Lo que hay que hacer, opina dicho edil, es superar los miedos que atenazan la voluntad de los ganaderos, que temen las consecuencias que se dimanan de la celebración de los encierros y desencierros. Pero también es claro al afirmar que si eso no se consigue, visto el manifiesto fracaso de la comisión de Fomento, “probablemente no habrá corridas”, por lo que no tiene reparo en plantear una solución inmediata: que las corridas las dé el Ayuntamiento.
            La exposición generó un denso y amplio debate que fraguó en la decisión de que se continúen con las gestiones para conseguir las corridas y que en la causa se empeñen y “cooperen todos los concejales”.
            Pero, a la postre, esta ardua labor la asumió directamente el alcalde: “A los asiduos trabajos, a las generales simpatías que goza entre los ganaderos y labradores nuestro buen amigo Joaquín, se debe el que no quedara suprimida la fiesta tradicional, la única diversión que tiene el pueblo en todo el año; por eso los mirobrigenses, sus paisanos, le deben gratitud y están obligados a demostrárselo en esta ocasión”. No se anduvo con rodeos el redactor de La Iberia cuando en las vísperas del Carnaval lanza a los cuatro vientos las gestiones realizadas por Joaquín Aparicio, sin duda para identificar en la figura del alcalde el salvador de este Carnaval, el protagonista a quien deben dirigirse todas las miradas, todos los comentarios de sus convecinos. Y, por supuesto, La Iberia es prolija en ofrecer detalles: “No se encontraban novillos por ninguna parte; todos los ganaderos se negaban a facilitar reses. Solo el rentero de va...alverde[1], como decía el insigne escritor señor Balbuena[2] criticando a los académicos de la lengua, tiene firmado el contrato de una corrida con un aumento de 25 pesetas sobre las 75 que hasta el año pasado costó el correr cada novillo o buey”. Si lo quieres, apoquina. Así de sencillo. En tiempos de dificultad, parece más fácil sacar tajada.
            Pese a que, evidentemente, se estaba aprovechando de la situación el aludido rentero de Valverde, el alcalde no tuvo reparos en agradecer su gesto, mientras continúa con las gestiones para conseguir el resto de las corridas. “Faltaban dos y Joaquín acude a su hermano Eduardo y a su amigo don Severino Pacheco, hijo adoptivo de esta ciudad, y con su cháchara jocosa, pero persuasiva, los convence de que entre los tres reúnan otra corrida, que seguramente será gratuita, pues no han firmado contrato alguno; y ya hay dos”, enfatiza el de La Iberia. Y ya solo queda cerrar la última corrida: “En estas apreturas se acuerda del simpático Ángel Risueño, del Manzano, al que ‘atracó’ el martes último pintándole la apurada situación en que se encontraba. Ángel, que es un mozo de los de chipén, amigo de veritad, como diría Ventosa[3] el separatista disfrazado”. Y la respuesta, novelada por el redactor del semanario mirobrigense, fue inmediata: “Yo soy tu amigo y quiero mucho a los farinatos; yo no firma contrato, doy una corrida en las condiciones que quiera el Ayuntamiento, pero que conste que no la ofrezco ni me guía el lucro; lo hago por servirte y servir al pueblo”. He dicho.
            Y claro, ante tanto desinterés pecuniario no queda más que decir que “los mirobrigensesLa Iberia.
han de apreciar en lo que vale el proceder desinteresado de estos señores y deben contribuir por todos los medios posibles a que los encierros no se espanten y que al soltar el ganado no se trate de coger ni maltratar”, se advierte desde
            El buen resultado de las gestiones del alcalde Joaquín Aparicio para conseguir las tres corridas del Carnaval de 1920 también fue avanzado por El Adelanto unos días antes, en concreto el 10 de febrero, pero Santiago Vegas fue menos detallista que su colega de La Iberia, aunque también resume el gesto de los donantes –“gratis et amore”- significando que tanto el alcalde como su hermano Eduardo destinarán el importe de lo que deberían cobrar por la corrida “a beneficio del concurso de ganados, que por iniciativa de ambos señores se celebrará en esta en la Feria de Mayo”. En román paladino, todos, de una u otra manera, acabaron cobrando por el servicio de sus reses. No obstante, Severino Pacheco Diego abrió una graciosa espita que tuvo su trascendencia, como ya hemos vistos en otros post.

[1] Aurelio Alaejos Paniagua.
[2] Antonio de Valbuena y Gutiérrez (1844-1929), escritor leonés que fue durante muchos años un crítico de la máxima popularidad, leído y loado, temido y vilipendiado, del que se devoraban sus publicaciones, como así lo confirman algunos testimonios prestigiosos e indiscutibles coetáneos suyos. En 1883 comenzó su labor literaria que le granjeó odios y amores en el mundo académico, siendo considerado el crítico más duro del país junto con Leopoldo Alas Clarín. Además, Antonio de Valbuena publicó un gran número de obras atacando a la Real Academia Española, que consideraba una amenaza contra lengua española. Según afirmó él mismo: “No me propuse con ello [sus críticas] ganar dinero, ni honores, ni fama, sino exclusivamente limpiar nuestra hermosa lengua, que encontré maltratada y corrompida, y devolverla su nativo esplendor”.
[3] Se trata de Luis Durán y Ventosa, político conservador, abogado y escritor, ex alcalde de Barcelona (1917), ex diputado a  Cortes, ex senador, ex diputado al primer Parlamento catalán (1932) e ideólogo principal de la Lliga Regionalista, el gran partido de la derecha catalana.

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