miércoles, 6 de mayo de 2015

Decadencia y desencanto en el Carnaval de 1912

"Por si algún mirobrigense no se hubiera enterado, que bien podría ser, que hemos estado a dos dedos de ¡no encontrar corridas para Carnaval! ¡Vamos, solo el pensarlo hiela la sangre en las venas! ¡Qué vergüenza, qué baldón, qué ruina hubiera sido para nuestro pueblo! ¿Habéis pensado bien lo enorme, lo descomunal, lo colosal de la desgracia? ¿Para qué queríamos ya vivir, adónde íbamos a ir, quién se había de atrever a salir a la calle llevando en la frente ese padrón de ignominia? Gracias, gracias sean dadas a la comisión de festejos que con su laboriosidad, su celo, su incansable actividad ha apartado de nosotros tamaño infortunio".

Así se despachaba un editorial que apareció el 3 de febrero de 1912 en el semanario local Avante. Pero esta "desgracia" -este era el título del artículo- no fecundaría: "Por la comisión de concejales que componen la de festejos de este Ayuntamiento, se han contratado las tres corridas para los días de Carnaval, con los señores don Ramón Honorato, de Ledín; don Ángel Rodríguez Valiente, de Valdecarros; y don Ángel y don Marcelino Sevillano de Casasolilla", se anunciaba en dicho semanario, mientras que en La Iberia, el otro hebdomadario local en aquel momento, se ampliaba la nómina con Eugenio Castaño, de Serranos, que nutriría con Ramón Honorato las reses que protagonizaron los festejos del Lunes de Carnaval, fiesta que se desarrollaría entre el 18 y el 20 de febrero de 1912.
Uno de los tradicionales encierros de Ciudad Rodrigo fotografiados por Agustín Pazos
Si la antesala del antruejo daba albricias por haber conseguido los toros, no sin esfuerzo para disuadir la negativa de los ganaderos, el desarrollo del Carnaval mirobrigense cumplió con las perspectivas más agoreras, aliándose todo tipo de penosos ingredientes: mal ganado, pésima climatología y... un trágico suceso como remate -al que hemos dedicado ya un post-, el asesinato de Belisario Sánchez Ramos, un joven de 21 años natural de Castillejo de Martín Viejo y vecino del barrio de San Andrés, muerto de un navajazo, tras una disputa por una mujer en el baile de Bomberos, en el entonces denominado Campo de los Potros. "Inútil, por tanto, será decir que los carnavales estuvieron desanimados por completo y que durante ellos -con la lluvia pertinaz- un velo de tristeza cubrió el corazón de todo buen mirobrigense al contemplar su fiesta, destrozada, aniquilada y hasta ¡fatal augurio! manchada de sangre, infamante estigma que nunca pesó sobre las carnestolendas mirobrigenses", refería el periodista de Avante al hacer balance del Carnaval.
El cronista mirobrigense lleva al extremo su análisis sobre la decadencia de las tradicionales fiestas de Ciudad Rodrigo "Desde hace ya un respetable número de años venía constituyendo Ciudad Rodrigo una excepción en las fiestas de carnestolendas. Mientras en el mundo entero -exclusión hecha de varias, muy pocas poblaciones, extranjeras la mayor parte, en que son ocasión de atraer forasteros, la exhibición de soberbias carrozas o lujosísimas comparsas- el Carnaval puede darse por muerto, en nuestro pueblo perduraba pujante y durante él reinaba aquella alegría bulliciosa, muy jaranera, pero culta, tan típica, tan característica, tan mirobrigense, que hacía de nuestro Carnaval un festejo curioso, algo raro acaso, pero animadísimo, sugestivo, digno de ser presenciado y gozado por propios y extraños".
Sin embargo, las cosas estaban cambiando si nos atenemos a la reflexión del articulista: "Pero la excepción no es tal. En Ciudad Rodrigo el Carnaval muere lenta y paulatinamente al igual que en todas partes. Podrá, por la fuerza de la costumbre, celebrarse durante los años venideros, seguirán indudablemente los ediles proporcionando novilladas ante el temor de un alboroto popular, que no tendría grandes proporciones; nos ilusionaremos todos ante la creencia de que el año venidero la animación volverá indefectiblemente, pero con todo y a pesar de todo, el Carnaval mirobrigense está herido de muerte y poco ha de vivir quien no conozca su completa desaparición". Un augurio que, evidentemente, no tuvo constatación.
Sigamos al mismo cronista del citado semanario en la evocación de aquel Carnaval de 1912, empezando por acercarnos al desarrollo de los festejos taurinos, en concreto a los encierros: "A las siete del domingo, la campana municipal, anunciadora del sorteo de quintos, puso en conmoción a la población en la creencia de que el toque era el anuncio del encierro. Sin embargo, cual más, cual menos se arrebujó nuevamente entre las sábanas y reanudó el interrumpido sueño matinal, al sentir el diluvio que descargaba sobre la ciudad. Solo unos cuantos cientos de personas en que la fuerza de la costumbre, más que el buen humor, pudo más que la violencia del temporal, se atrevieron a resistirlo a pie quieto hasta la hora del encierro, que fue hecho sin incidente alguno a las ocho y media.
“Un tanto más animado estuvo en el siguiente día en que el tiempo abonanzó un tanto y abundaron las peripecias, escapando primeramente todo el ganado, en el crítico instante de penetrar en los alares, y encerrándose después a altas horas de la mañana en dos veces diferentes. Con la propia escasez de concurrencia, se verificó el tercero día, a pesar de entrar los novillos a las nueve bien dadas de la mañana".
Los desencierros fueron otra cosa: "Es lo único en que se ha desbordado algo la alegría, haciendo recordar en algunos momentos el neto carácter mirobrigense. Todos, sin distinción de edades ni clases, lo mismo los que presenciaron la lidia que los que permanecieron en sus casas, los partidarios que los adversarios de las corridas, sufrimos y resistimos el temporal reinante, nos llenamos de barro todo el cuerpo, pasamos frío y cansancio por presenciar los desencierros del ganado lidiado en las pruebas y corridas de los distintos días. Sin embargo, la mansedumbre y fortaleza de los toros fue causa de que ninguna peripecia digna de especial mención se registrase en tales espectáculos, a excepción de la entrada de todo el ganado en el patio del Casino Mirobrigense [calle Madrid] en la tarde del martes, en cuyo momento se registraron varios incidentes cómicos y hubo algún que otro farinato en peligro de hule."
¿Y qué decir de las corridas? "No merecen el nombre de tales. Bueyes y más bueyes, entre pocos, muy pocos novillos, son los que han desfilado por nuestra plaza durante los tres días de Carnaval".
El cronista pormenoriza su aserto: "La lidiada en el primer día de don Ángel Rodríguez Valiente, de Valdecarros, estuvo compuesta por infames cabestros, toreados todos, que pusieron muy por los suelos el nombre del ganadero y proclamaron en cambio su desahogo y desaprensión.
"Así se ganan muy bien las setecientas y tantas pesetas que el pueblo paga para presenciar la lidia de diez novillos, no para asustarse ante el desfile de diez bueyes inlidiables que solo acometen acosados y para cogida segura. Caso es este que el Ayuntamiento debe estudiar con calma, si no quiere que el ejemplo cunda en los años sucesivos y sobrevenga un conflicto grave que ya este año surgió y que el agua se encargó de evitar. Son muy respetables los intereses de un pueblo para que con ellos se juegue impunemente y, en fin, los ediles tienen la palabra", desahogaba el articulista.
"Las del segundo y tercer días, de don Ramón Honorato, de Ledín, y don Marcelino Sevillano, de Casasolilla, fueron incomparablemente mejores, comparadas con la del día anterior. Sobre todo en las pruebas de la mañana, los novillos dieron juego y proporcionaron ratos de solaz con los incidentes cómicos a que dieron lugar los varios y poco peligrosos revolcones que a los infinitos maletas que constituían las cuadrillas propinaron.
"Por las tardes de los dos días fueron las reses más reservonas, abundaron los bueyes entre novillos, muy bien criados, por cierto, y dieron algún que otro susto tremendo. Afortunadamente, en unos y otros días no hubo que lamentar percances de otra clase que los inherentes ni abuso de la percalina y… del morapio que trajeron consigo la rotura de muchas prendas de vestir y unos puntos de sutura en la piel de un aspirante a Guerrita que lo quedaron como nuevo y con arrestos para lidiarse veinte miuras seguidos".
El parte de incidencias está más pormenorizado en el resumen que ofrece el otro semanario local vigente entonces. La Iberia señala que el Lunes de Carnaval fue alcanzado por el cuarto toro El Formalito, de Madrid, "sufriendo una cogida aparatosa, sin más consecuencias que el morrocotudo susto por parte de todos". Y el Martes de Carnaval, "en el tercer toro de por la mañana fue alcanzado El Rojito, al que hirió en los órganos genitales que, afortunadamente, no profundizó, siendo solamente desgarradura de piel; en la camilla del Cuerpo de Bomberos fue trasladado al hospital, donde se encuentra en estado satisfactorio", refería el cronista del citado semanario.
Respecto al ambiente en los distintos locales que organizaban bailes, "poca animación en todos ellos; ausencia casi completa de máscaras, porque tales no pueden llamarse a los varios mamarrachos que entre los escasos disfraces se vieron en todos los salones; y desaparición total de aquella gracia, un tanto maliciosa, chocarrera y picante, que tanto abundó en los salones mirobrigenses", señalaba la crónica de Avante.
"De entre los bailes públicos, se destacó como siempre el del Teatro Nuevo que estuvo bastante concurrido en algunas horas: le siguieron los Bomberos, La Panera, y la Sociedad. En todos ellos si no hubo derroche de buen humor, cuando menos hubo sensatez a toda prueba.
“Los de Sociedad muy concurridos. En el Casino Moderno y en La Recreativa, hermosísimas jóvenes, de esas que hacen quedar extasiado ante su belleza al hombre más sesudo, aun en días que no son de Carnaval, imperaban y traían de coronilla a cuantos muchachos tuvieron la buena estrella de aprisionar aquellos esbeltísimos talles", escribía el redactor de Avante.
En la misma línea se expresó la crónica de La Iberia: "Han estado concurridísimos los bailes del Círculo de la Amistad y Casino Mirobrigense; el segundo en el primer día que, como se tenía anunciado, se bailó un cotillón, distribuyéndose preciosos regalos a las innumerables parejas que se reunieron.
"Los amplios salones de la Sociedad eran insuficientes para contener tanta hermosura, que puede considerarse una exposición de belleza. Dirigiendo aquel bloc de hermosura / Isabel de Benito, triunfante, / con la banda azulina y flamante / sobre un fondo de nívea blancura. El concierto que el segundo día se celebró en la primera de dichas sociedades, ha merecido los mayores elogios de cuantas personas lo presenciaron. Las sociedades Círculo de la Unión y Sociedad Recreativa se han visto concurridísimas..." 

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