viernes, 1 de mayo de 2015

Configuración urbana de Ciudad Rodrigo: el espacio de la Plaza de Herrasti (V)

Continuando con este espacio urbano y tras la descripción de los edificios solariegos que existían en la que entonces se denominaba Plaza del Rey, hay que señalar que, en relación con los solares sobre los que se erigió el seminario, José Ramón Nieto[1] explica que, poco después de ser consagrado obispo de Ciudad Rodrigo Cayetano Cuadrillero, se dirigió al Cabildo catedralicio para darles cuenta de que pensaba crear un seminario. Era el año 1764. “El primer paso –dice el profesor Nieto- fue la elección de los terrenos; la Guerra de Sucesión había arruinado varias casas próximas a la Catedral y en esos solares se fijó el obispo, que compró primero el que pertenecía al mayorazgo instituido por Hernando de Chaves y su esposa Inés de Solís; dicho solar había sido ocupado por la casa de los fundadores, que fue una de las fábricas mas superior desta ciudad  --el palacio de los Chaves-  y que pereció en 1706. Por él se pagaron 8.605 reales según tasación realizada por el arquitecto, avecindado en Fuenteguinaldo, Simón de Castro. A este terreno se añade otro, adquirido a Santiago-Joaquín Álvarez Maldonado Figueroa, señor de Monleón, que pertenecía al vínculo fundado por el canónigo Alonso de la Rúa. Es la primera vez que se registra en relación con el seminario a Ramón Pasqual Díez, que después será aparejador de Sagarvinaga, comprando en nombre del obispo. Antonio de Paz y Ayala, como heredero del vínculo que fundaron Rodrigo Álvaro de Paz y Aldonza de Paz, vendió el tercer solar”.

El ayuntamiento nunca fue ajeno a esta iniciativa, colaborando activamente y llegando a ceder la calleja sin salida que existía en el lugar para favorecer la definición del solar y facilitar igualmente la construcción del edificio. Las obras comienzan el mismo año de 1764 y se erige oficialmente el 25 de noviembre de 1769, aunque la inauguración oficial no fue hasta el día siguiente[2]. Poco tiempo después de entrar en funcionamiento, “se vio la necesidad de ampliar este primitivo núcleo y así siguieron las adquisiciones de nuevos terrenos, como el que era propiedad de la marquesa de Castelar, heredera del mayorazgo fundado por Martín de Cáceres y María Mercado Pacheco”[3], solar del que ya hemos hablado. En esta mima línea, el obispo Cuadrillero decidió en 1771 permutar unos terrenos para construir la capilla del seminario, consagrada en 1774[4].
Plaza de Herrasti presidida por la torre de campanas
Con simultaneidad, el arquitecto Juan de Sagarvinaga se compromete para levantar la nueva torre de campanas de la Catedral, en sustitución de la que había sobre la capilla del Pilar, cuarteada por el efecto del terremoto de Lisboa de 1 de noviembre de 1755. Se cree que la obra comenzó en torno a 1764 y “se sabe que la cruz de la veleta se colocó el 2 de septiembre de 1770”[5], construcción que ocupó una parte de los terrenos del inmenso solar en que se estaba convirtiendo lo que después sería plaza de Pérez de Herrasti. Poco tiempo después, concretamente en 1772, Pedro de Nava, canónigo y fabriquero de la Santa Iglesia Catedral, envía un memorial al ayuntamiento “en que a nombre de ella expone que hallándose en disposición de abrir la puerta principal de dicha iglesia, que es la que está por bajo de la torre nueva, y tener proyectado para más hermosura y decencia construir ante ella un atrio, esperaba que la Ciudad se sirviera señalarle en aquella calle el terreno necesario para ello, respecto que dicha fábrica no impide el uso y serventía de las pocas casas que en ella existen…”[6] El consistorio accede tras las correspondientes averiguaciones, marcando el terreno para que de inmediato se ejecuten las obras para delimitar el atrio de la torre de campanas, aportación arquitectónica que aún se conserva.
Pocas noticias nos aporta la historiografía local hasta adentrarnos en el siglo XIX, con los dos sitios y la destrucción, prácticamente en su totalidad, de la ciudad. Sin embargo, encontramos algunas referencias a la construcción de las conocidas como salas de contaduría y capitular, más adelante reseñadas también con el nombre de casa de los campaneros. Hernández Vegas[7] afirma que en torno a 1760 debe fijarse la “construcción de una contaduría y sala capitular antiguas, con el mismo perímetro y altura, según consta por documentos, que las actuales, incluyendo entonces en el edificio una casa al rincón de Santa Ana, que don Juan de Silva dejó a la iglesia en 1741”. Explica más adelante que “aquella contaduría y sala capitular debieron de ser tan defectuosa construcción, que ya en 1792 se trataba de un nuevo plan” para rehacerlas. La obra no comenzaría “hasta 1804, en que el arquitecto don Manuel Martín informó que toda la sala capitular, y, sobre todo, la antesala, amenazaban ruina, siendo necesario apuntalarlas. Hicieron los proyectos el notable maestro Pereira, de esta ciudad, y el arquitecto citado, siendo elegido el de éste. La obra se concluyó en 1806, tan a satisfacción del Cabildo, que fue espléndidamente gratificado José Matías Torrejón por el esmero con que había labrado la sillería de la sala capitular, no sin que algunos capitulares –dice don Mateo- censurasen el lujo de dicha sillería”. La sólida construcción beneficiaría notablemente la conservación del claustro en los dos sitios que se avecinaban.

[1]  NIETO GONZÁLEZ, José Ramón. Ciudad Rodrigo. Análisis del patrimonio artístico.
[2]  HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
[3]  NIETO GONZÁLEZ, José Ramón. Op. cit.
[4]  NIETO GONZÁLEZ, José Ramón y PALIZA MONDUATE, María Teresa. Arquitecturas de Ciudad Rodrigo.
[5]  HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
[6]  A.H.C.R. Libro de actas. Sesión de 27 de mayo de 1772.
[7]  HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.

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