domingo, 3 de mayo de 2015

Configuración urbana de Ciudad Rodrigo: el espacio de la plaza de Herrasti (y VI)

En 1810 se produce el asedio de las tropas napoleónicas. La ciudad se prepara para soportar un sitio que se presuponía largo. La torre de la Catedral se convierte en polvorín. Se refuerzan con tierra las bóvedas y se terraplena la puerta hasta prácticamente la base del adarve. El cerco se concreta el 25 de abril, intensificado a lo largo de las siguientes semanas hasta que la plaza capituló el 10 de julio. Los mandos franceses eligieron, por su vulnerabilidad, la zona abaluartada situada entre las puertas del Rey y la del Conde, pero con principal afectación a la zona más próxima a la Catedral, la que se podría dominar desde el teso de San Francisco. Las operaciones para conseguir la capitulación suponen la progresiva destrucción de los muros y, consecuentemente, la de los edificios, en mayor medida los más próximos al lugar elegido para practicar la brecha, configurado por el torreón de la Puerta del Rey: “comenzaron [los franceses] a batir en brecha el torreón del Rey que quedó completamente derribado el 28 [de junio de 1810].”[1] La rendición de la ciudad se produjo el 10 de julio: “La guarnición había soportado un asedio de 72 días, 35 días con las trincheras abiertas, 16 días de bombardeo y una brecha abierta durante 13 días”, lo suficientemente ancha para “admitir a 60 hombres en fila”, dijo Herrasti, quien también escribió en su diario: “El horrible espectáculo que presentaba la fortaleza el día de su capitulación era el mayor elogio a su defensa; en medio de sus ruinas era casi imposible distinguir los edificios y pasar por las calles obstruidas por los escombros. Sólo es necesario contemplar el lugar para conocer cuán heroica había sido su resistencia. Ninguna casa permanecía intacta y varios caminos estaban cortados por los escombros”.[2]

Aseguró Pérez de Herrasti[3] que “todos los edificios contiguos al expresado frente atacado, hasta un tercio del interior de la ciudad, estaban a la rendición totalmente destruidos, que el cúmulo de sus escombros no permitía el tránsito de unos parajes a otros, ni daba lugar a formar defensas interiores…” De esta manera fueron asolados los pocos edificios que se habían recuperado en las proximidades de la Catedral tras la Guerra de Sucesión. Y lo mismo ocurriría con el asedio aliado para recuperar la plaza en 1812, concretado el asalto el 19 de enero. La estructura urbana de lo que más tarde sería plaza de Herrasti, en homenaje al gobernador, quedó totalmente abatida. En pie tan sólo unos muros de lo que fueron casas principales, palacios solariegos de señeras familias mirobrigenses.
Grabado recreando el asalto de las tropas de Wellington a la muralla de Ciudad Rodrigo
Mateo Hernández nos hace una somera descripción de cómo quedó el entorno de la Catedral: “Aún era más importante y costosa la obra de desescombrar todo el campo enfrente de la torre [de la catedral] y la sala capitular. Por efecto de los bombardeos se habían arruinado todas las casas que había en aquel sitio (casi todas del Cabildo) y los montones de ruinas unidos a la inmensa cantidad de tierra acumulada allí para proteger el depósito de pólvora que estaba debajo de la torre, formaban una gran rampa continua desde la puerta de la iglesia hasta la altura de la muralla”.
Cartografía en donde se aprecia la Puerta del Rey y la plaza homónima
A 13 de octubre de 1827, a instancia del Cabildo, “el gobernador e ingenieros autorizan para quitar la rambla en el atrio exterior de la iglesia, haciendo otra subida a la muralla donde señale el ingeniero”. Así lo hizo el Cabildo, construyendo a su costa la rampa de acceso que estaba frente a la puerta principal del seminario. Pero como todavía quedaron hacia la muralla muchas ruinas y escombros, a 11 de agosto de 1830, “el ingeniero manifiesta al Cabildo que piensa allanar la plazuela enfrente de la torre, y que si el Cabildo lo tenía a bien, derribaría los paredones de las casas de fábrica, dejando señalados los linderos. Precaución inútil, pues a pesar de los linderos, el Cabildo, como había perdido las casas, perdió también los solares. Así conocimos nosotros aquellos caídos, sin más construcción que un pequeño cuerpo de guardia y el monumento a los héroes del sitio, hasta que se construyó en nuestro tiempo el edificio que fue comandancia de ingenieros.”[4]
“Pocos años después, en 1836, se inauguró el monumento a los héroes de la guerra contra los franceses; se trata de un templete, sobre una base de piedra con unas escalerillas, de cuatro columnas monolíticas que sostienen sendos dinteles con inscripciones que recogen los batallones que defendieron la plaza y la dedicación del monumento por parte del ayuntamiento y de varios ciudadanos; el techo es escalonado y remata con un adorno un tanto pesado”.[5] El monumento se colocó en el centro de la plaza, enfrente de la torre y de la brecha defendida por Andrés Pérez de Herrasti, a quien el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, pocos años después, dedicaría la plaza a su memoria.
Plano de 1810 en el que se aprecia la brecha en la muralla
Este espacio urbano perdió prácticamente su protagonismo con la explanación de los restos de los edificios asolados en los sitios hasta que en 1885 comenzaron los trámites para levantar la comandancia de ingenieros en unos terrenos que habían pasado a propiedad municipal, iniciativa a la que ya hemos dedicado un monográfico.
Unos años después, en concreto en 1945, dentro de una iniciativa municipal para pavimentar varias calles, el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo consigue una subvención para urbanizar la Plaza de Herrasti. El Boletín Oficial del Estado de 10 de julio de 1945 recoge una orden de 20 de junio de ese mismo año procedente de la Dirección General de Bellas Artes. Se trata de la aportación de 47.909,78 pesetas para desarrollar el proyecto de pavimentación, firmado por el arquitecto Anselmo Arenillas, de “la plaza situada delante de la puerta principal de la Catedral, a fin de completar la obra de arreglo de vías que realiza el Ayuntamiento de la ciudad, con el de la parte central del espacio que aquellas rodean”[6].
Ya en 1960 y con el fin de rendir memoria al guerrillero Julián Sánchez, el Charro, la delegación de Sindicatos cedió los terrenos anejos para la construcción de un monumento junto a la muralla, en la zona de la brecha. La obra fue encomendada al escultor José Luis Núñez Solé, siendo inaugurada el 24 de agosto con la asistencia de autoridades locales y provinciales[7]. De esta época es también la construcción de unas escaleras para acceder al adarve, lo que supuso la eliminación de la rampa que prácticamente llegaba a las puertas del seminario, en lo que después sería el patio del extinto colegio de San José. Precisamente, en 1976, cuando se procedió a la pavimentación de la calle Estacadilla y al cierre del patio del citado centro docente, al preparar el lienzo de la muralla, aparecieron los restos de la antigua Puerta del Rey, que fueron obviados, dejando tan sólo unas marcas en el enfoscado de la pared para fijar su ubicación, señal que todavía puede observarse con facilidad  y que permitiría, en su momento, plantear alguna actuación para terminar de poner en valor el conjunto de la plaza del general Andrés Pérez de Herrasti.
Hubo la oportunidad de hacerlo con la urbanización que hace unos años se hizo de la Plaza de Herrasti, cambiando también la ubicación del monumento a El Charro, que precisamente se ha colocado junto a lo que fue Puerta del Rey. Pero no se consideró adecuada esta actuación, con lo que nos tenemos que conformar con la cartografía existente para apreciar el enclave de este vano de la muralla que dio el nombre a esta plaza mientras existió.

[1]  NOGALES DELICADO, Dionisio de. Historia de Ciudad Rodrigo.
[2]  HORWARD, Donald, Napoleón y la península ibérica. Ciudad Rodrigo y Almeida, dos asedios análogos. 1810.
[3]  PÉREZ DE HERRASTI, Andrés. Relación histórica y circunstanciada de los sucesos de la plaza de Ciudad Rodrigo…
[4]  HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
[5]  NIETO GONZÁLEZ, José Ramón. Ciudad Rodrigo. Análisis del patrimonio artístico.
[6]  Boletín Oficial del Estado. Número 197, de 10 de julio de 1945
[7]  El 19 de enero de 1985 fueron inhumados los restos del guerrillero en una sepultura construida junto al monumento.

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