miércoles, 25 de marzo de 2015

Cierre de una calle por escándalo público en 1669

Con brevedad -tal vez sea un decir-, quisiera hoy un ofrecerles un capítulo anecdótico vinculado a la sociedad mirobrigense, a sus costumbres disolutas y a la influencia que en su día tuvo en el clero, concretamente en la gobernanza del cenobio trinitario, cuyo predicador general, Juan del Manzano, en diciembre de 1669 pidió la intervención del corregimiento municipal antes los excesos que por las noches se cometían a la vera del convento.
   Recordemos que el convento de la Santísima Trinidad Redención de Cautivos se asentó en Ciudad Rodrigo en 1554, fruto del traslado de los monjes que habían instaurado su casa fundacional en Barquilla gracias a los donativos de los vecinos Juan Mangas y Elvira Méndez, como recoge en la Historia civitatense el prebendado Antonio Sánchez Cabañas. Aquel primer cenobio fue dedicado al misionero San Colombano -reconocido hoy por la Santa Sede como patrono de los motociclistas-, aunque el nombre que lo cobijó fue el de Nuestra Señora del Gozo.
En el plano, de 1801, señalado con el número 29, se observa la planta del convento de la Santísima Trinidad. El 30 es el de Santo Domingo y el 54 la cañería grande.
   Las malas condiciones del asentamiento elegido derivarían más tarde en la decisión de buscar otro emplazamiento más salubre y que al mismo tiempo les deparara una mayor actividad en la cura de almas y, por añadidura, en réditos para su subsistencia. Se inclinaron, pues, por Ciudad Rodrigo. Se dirigieron al diocesano, Pedro Ponce de León, solicitándole un espacio en el que asentar su orden. El prelado les ofreció una capilla sin feligreses, un tanto destartalada y que, a la postre, no sería ocupada por problemas sobrevenidos. El obispo, atajando la situación, les ofreció la parroquia de San Albín, extramuros y también sin feligresía, en donde se instalaron en 1554.
   Tampoco era el lugar idóneo, el que pretendían para su misión eclesiástica. No podía extenderse la comunidad en la edificación y ampliación de su espacio conventual por la mengua de terrenos. Consiguieron que finalmente el obispo le asignase la iglesia de la Trinidad, asentada también extramuros, cerca de la cerca medieval, en lo que posteriormente se denominó Campo de Toledo. Aquí si pudieron establecerse definitivamente, ampliando dependencias para formalizar un edificio acorde con sus necesidades. En recuerdo de su primer asentamiento en Barquilla, recuperaron el nombre del primitivo convento, Nuestra Señora del Gozo, para el cenobio trinitario.
   Hasta aquí, un poco de la historia de la etapa fundacional y establecimiento del convento de la orden de la Santísima Trinidad Redención de Cautivos en Ciudad Rodrigo, cuya residencia monacal vendría a ocupar el espacio en el que hoy se asienta el IES Tierra de Ciudad Rodrigo. Pero vayamos al meollo, a la anécdota que indicaba al principio.
   Había señalado en a finales de 1669, un año después de haber concluido la guerra que determinó la secesión de Portugal de la corona española, Ciudad Rodrigo debía encontrarse en una situación calamitosa, fruto de una guerra de 28 años que diezmó la economía local y, especialmente, la de la Tierra de Ciudad Rodrigo. La localidad rodericense no dejaba de ser el punto referencial en el que la soldadesca, defenestrada en su situación socioeconómica, campaba a sus anchas, fruto también de la dificultad que tenía el corregimiento para el gobierno de la ciudad y el cumplimiento de sus ordenanzas.
   Se me antoja que se hubiera instituido una especie de desorden generalizado, con costumbres disolutas que embargaban a quienes se ocupaban de la cura de las almas de la feligresía. No podían ser ajenos a esas prácticas las órdenes religiosas y en un intento, no ya de erradicarlas pero sí de atajarlas, al menos en lo que afectaba directamente a su convivencia, los trinitarios de Ciudad Rodrigo, con su predicador general, Juan del Manzano como espolón y ariete, se dirigen al consistorio mirobrigense para exponerle y tras reconocerle las muchas honrras que se a seruido de acer a esta su casa, la generosa piedad de V.ª I. y la mucha cristiandad con que siempre a mirado las cosas que tocan al serbicio de Dios, lo que sigue:
   La calle del Abad, que empieça a la casa que sirbe a los padres mostenses de ospicio y acaua en las paredes del esquina del conbento, es la oficina donde todas las noches se esperimentan grandisimos daños, no solo por el escandalo que rreciuen los oxos y los oydos de los rrelixiosos, ocasionado de muchos juramentos y torpes conbersaciones de muxeres y honbres perdidos, sino tanbien por los urtos y escalamientos que an padecido algunas ofecinas del conbentto y ademas de estos continuados daños, los ultraxes que padecen los rrelixiosos que procuran con caritatiuas rrepreensiones ebitar estos ynsultos diciendoles dende la calle palabras ynjuriosas y tal bez tirandoles piedras a las bentanas. Un panorama desolador a los ojos de los monjes y, seguramente, de cualquier vecino sensato y temeroso de Dios.
En la parte baja del plano, planta del convento de la Trinidad y posible calle afectada. El plano es de 1706 y corresponde al Atlas Masse
   Los frailes trinitarios habían intentado por todos los medios acallar esas prácticas, hablando a sus actores y recriminándoles por ello; pero fue en vano. Incluso, como pone de manifiesto el predicador general, la situación iba empeorando con asaltos a sus dependencias a través de escalas y profiriendo insultos directamente a los monjes. La solución que planteó Juan del Manzano al corregimiento fue drástica: Que atendiendo a tan grabes ynconbenientes  y lo que primer se deue mirar por escusar muchas ofensas de Dios y que oy por ser menos el concurso de jentte se aumentan los escandalos y abominacion, es se sirua de dar su licençia para que dicha calle este todas las noches cerrada con dos puertas, las quales se pondrán a espensas del dicho conbentto, una al principio y otra al fin della, teniendo cuydado dicho conbento que se abran por la mañana y se cierren a las oraciones para ebitar dichos ynconbenientes.
   Y claro, ante semejante planteamiento y una situación que se iba agravando con el tiempo, el consistorio concede la solicitud de los padres trinitarios, aunque por aora y sin perjuicio del derecho de la Ciudad.

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