viernes, 2 de enero de 2015

Creación y bendición del cementerio de la iglesia de San Juan

El 28 de julio de 1804, el Consejo de Castilla promulga una real orden por la cual se recomienda la construcción de cementerios a la mayor brevedad[1]. Esto sería preferente en las ciudades o villas capitales, pueblos que hayan sufrido epidemias o estén expuestos a ellas y en aquellas parroquias en que se considere urgente por el número de habitantes, escasez de espacio, etc. Los cementerios se construirán fuera de las poblaciones y a distancia conveniente de estas, en parajes bien ventilados con terreno adecuado, evitando el riesgo de filtración o comunicación con aguas potables del vecindario.

Fray Benito Uría y Valdés, retrato de José Caetano de Pinho
En Ciudad Rodrigo, al socaire de dicha orden, se había elegido el paraje conocido como Huerta de los Almendros, a espaldas del convento de San Francisco, a las afueras por tanto de la ciudad y, en principio, con una proyección provisional. Pero esta elección contaba con varios inconvenientes, entre los que se apuntan no tener el cerco correspondiente, sino mui vajas las tapias y deterioradas, y otras circunstancias[2], lo que lleva al prior de San Juan, Andrés Sevillano Semental, a solicitar al obispo civitatense Benito Uría y Valdés la pertinente autorización para bendecir uno de los corrales anejos a la parroquial de San Juan, a fin de poder dar sepultura a los cadáveres de los difuntos de la parroquia, en atención a quererse dar disposición hacer un cemeterio general por Rs órds que lo mandan y dictamen de facultatibos ser mui perjudicial a la salud pública; e ínterin se disponía este cemeterio gral, se elegía y bendecía la huerta de los Almendros, a la espalda del convento de Sn Franco, por tal cementerio provisional.[3]
El prior había formulado la solicitud para bendecir el cementerio el 30 de enero de 1805 y, recibida la facultad episcopal, procede con la bendición al día siguiente. En el citado apunte justifica las razones que le han llevado a utilizar este espacio como cementerio provisional: Pedí y supliqué a dho señor obispo me diese la facultad de bendecir este, y que en él daría sepultura a mis difuntos, mas bien sin que se pudieran en él seguir ningún inconveniente, por estar bien resguardado y en él executar todas las ceremonias de la ygla, según previene en dar sepultura a todos los cadáveres de los fieles cristianos. Y para que en todo tiempo conste, lo pongo en este libro de difuntos, y en fe de ello lo firmo.[4] Su uso fue inmediato, ya que al día siguiente se dio sepultura a tres difuntos procedentes del Hospital de la Pasión[5].
No obstante, antes de proceder a la bendición del cementerio de San Juan, hubo que hacer una serie de trabajos para preparar el terreno, de los que hay dos apuntes en el libro de cuentas de la parroquial: doy en data setenta rs que costaron quinze carros de mampuesto para componer el corral quando se bendijo para cemeterio, haciéndole su potril [sic, cuando debe referirse al pretil] para detener la tierra, además de otros sesenta qe importaron los jornales de los maestros en hacer el potril. Además, en este momento, 1804-1805, se reflejan otras mejoras en el templo o sus inmediaciones: Doy en data ciento sesenta y un rs y quatro mrs vn que costó el retejar la igla, encalar el callejón del lado del Christo de Ánimas, con sus materiales, como consta de mro alarife Antonio Martín y el empleo de otros diez y nueve rs que satisfice por una puerta que se puso al callejón y componer la tumba, y diez rs más de ponerla.
Recorte de un plano de 1810  en el que se aprecia la disposición de las iglesias de San Juan, Orden Tercera y San Agustín

Estábamos en el preludio de la invasión francesa y del protagonismo directo que tendría Ciudad Rodrigo, especialmente en el trienio de 1810 a 1812. Después del sitio y capitulación de la plaza en julio de 1810, “los conquistadores condujeron al día siguiente a la parroquia de San Juan, convertida en cárcel provisional, a los miembros de la Junta de Defensa, entre los que se encontraban cinco canónigos y los párrocos D. Bruno del Castillo, de San Pedro; D. José María del Hierro, de San Isidoro; y D. Gaspar González, de San Andrés. A los pocos días fueron conducidos prisioneros a Francia”[6]. Sin embargo, la parroquial de San Juan sigue manteniendo sus funciones eclesiásticas, ya que, como recoge Agustín Herrero, pocos días después de la capitulación, en concreto el 21 de julio, “el párroco en funciones de San Pedro, D. Mauricio Vélez de Cosío, bautiza en San Juan por estar la parroquia de San Pedro enteramente inutilizada”.
Durante la ocupación francesa, el prior de San Juan, Andrés Sevillano Semental, “hace constar que su parroquia fue la única que quedó abierta y útil para el culto sagrado. A ella acudían a celebrar otros sacerdotes y el cabildo de la Catedral por hallarse las demás inutilizadas y a ella obligaron a asistir a los capitulares que no fueron llevados prisioneros, con el deán intruso a la cabeza, para hacer el juramento de fidelidad a José Bonaparte. También fue presionado dicho prior el 8 de agosto a bautizar un niño con el nombre de Napoleón. Al margen de una partida de matrimonio pone dicho párroco una nota escrita después de terminada la ocupación, que dice: el contenido contrayente en esta parroquia era soldado artillero de esta plaza, que tenía la licencia de sus jefes y demás requisitos para contraer y no se puso esta circunstancia por haber entrado en ella los franceses[7].
Firma del prior Andrés Sevillano Semental
Apunta también el citado investigador guinaldés que “como la parroquia de San Juan era la única de las del cerco amurallado que se hallaba abierta al culto, los franceses le impusieron una contribución de 700 reales, pero el párroco les lloró un poco y lo quedaron en 500 reales. Los domingos decía una misa para la tropa a la que asistía el gobernador militar de la plaza, no sabemos si por convicción o por ganarse las simpatías de los mirobrigenses. Al párroco le daban una gratificación. No obstante, fray Andrés Sevillano, prior de la parroquia, no debía estar muy satisfecho con esa colaboración, aunque fuese de índole espiritual, con el enemigo, pues el 5 de mayo de 1811, después de haber realizado el cumplimiento pascual de sus feligreses, huyó de la ciudad. Probablemente se marchó a Fuenteguinaldo, de donde era natural, a casa de su hermano Matías… Para que no quedase desatendida la parroquia, dejó al presbítero D. Anselmo Sánchez encargado de ella con las licencias y facultades competentes”[8].
Y continúa Agustín Herrero relatando que “el 26 de enero de 1812, siete días después de la reconquista de la ciudad por lord Wellington, volvió fray Andrés Sevillano a la ciudad. En el libro de bautizados de su parroquia de San Juan nos cuenta así la reconquista: El día 19 de enero de 1812 se volvió a reconquistar esta plaza de Ciudad Rodrigo por los ejércitos ingleses y español en cinco días, después de otros cinco de trabajo, cuando los franceses tardaron dos meses en los trabajos y dieciséis días en fuego, y hubiera sido esta reconquista tan victoriosa del mayor gozo para los moradores y españoles si no la hubieran borrado con el saqueo y robo tan general, y abrasado una multitud de casas, ya que en la entrada echaron fuego, sin que nadie pudiese acudir a apagarlo con la confusión y desorden en el asalto a las siete de la noche de dicho día. Le pongo esta nota aquí para que en todo tiempo conste a los venideros como prior que soy de esta parroquia y lo firmo. Fray D. Andrés Sevillano[9].
El párroco de San Juan –continúa Herrero Durán- en el libro de cuentas hace constar que los ingleses robaron las ánforas de plata de los santos óleos y la ropa blanca: albas, amitos y roquetes. Debido al mal estado en que dejaron el templo, utilizado como almacén de víveres, tuvo que pagar 14 reales a unos presos encadenados para que sacasen la broza de la iglesia y trajesen diversos utensilios, que habían sido depositados en la catedral”.
“En el libro del padrón parroquial dice: En estos tres años pasados 1810 al 1812, no se han puesto aquí los padrones de los feligreses por la circunstancia de la guerra con los enemigos franceses, en los que no ha habido tranquilidad y muchos se habían emigrado a otros pueblos. Sin embargo se hizo el cumplimiento de iglesia con todos los que subsistieron aquí[10].
La iglesia de San Juan mantuvo su identidad hasta la desamortización emprendida en 1841 por Espartero durante la regencia. En 1842 es desmantelada, llevándose sus efectos a la parroquial de San Isidoro y a la Catedral. El inmueble religioso no pasaría a manos privadas. Al menos esa conclusión se obtiene con la interpretación del acuerdo plenario de la sesión celebrada por el consistorio el 5 de julio de 1873, cuando se determina que “habiendo necesidad al Ayuntamiento los edificios que fueron iglesia de San Juan y de San Agustín, el primero para ensanchar la Casa Consistorial y el segundo para mercado de granos, se acordó solicitarlos del Gobierno para que se sirva hacer la concesión”.

[1] Los decretos en este sentido son muy abundantes lo que indica su reiterado incumplimiento en muchas partes del Estado, debido a lo arraigado de las pautas de actuación tradicionales. El primero de ellos lo constituye la Real Cédula de Carlos III del 3 de abril de 1787. A este sigue la mencionada orden de 1804 y otra posterior de 1809. Otros decretos destacados al respecto son los del 12 de mayo de 1849, 25 de noviembre de 1857 y 16 de julio de 1888.
[2] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Libro de difunttos de la parroquial de SnJuan Baptista, de esta ciudad de Ciudad Rodrigo, que dio principio en el mes de junio de 1789 años, siendo theniente prior Dn Simón González, capellán de la Santa Yglesia Catthedral de esta misma ciudad. Año de 1789. Pág. 68v. Andrés Sevillano Semental, prior de San Juan en 1805, significa en este apunte la bendición de uno de los corrales anejos a la iglesia de San Juan como cementerio parroquial: En los treinta y uno de enero de mil ochocientos y cinco años, yo, Fr Dn Andrés Sevillano Semental, del ábito de Sn Juan, prior y cura párroco de esta parroquial yglesia de Sn Juan Baptista, intramuros de esta ciudad, con facultad que me dio y concedió el Ylmo Sñor obispo de esta ciudad, Fr Dn Benito Uría y Valdes, por carta de treinta de dho mes y año, hice la bendición del cemeterio corral de esta ygla de Sn Juan, por no contar ciertamte de su bendición, o que, si estaba, podía por algún acaso haverse violado, a fin de poder dar sepultura a los cadáveres de los difuntos de la parroquia, en atención a quererse dar disposición hacer un cemeterio general por Rs órds que lo mandan y dictamen de facultatibos ser mui perjudicial a la salud pública; e ínterin se disponía este cemeterio gral se elegía y bendecía la huerta de los Almendros, a la espalda del convento de Sn Franco por tal cementerio provisional. Y hallándose en este de expresada huerta varios inconvenientes, por no tener el cerco correspondiente, sino mui vajas las tapias y deterioradas, y otras circunstancias, pedí y supliqué a dho señor obispo me diese la facultad de bendecir este, y que en él daría sepultura a mis difuntos, mas bien sin que se pudieran en él seguir ningún inconveniente, por estar bien resguardado y en él executar todas las ceremonias de la ygla, según previene en dar sepultura a todos los cadáveres de los fieles cristianos. Y para que en todo tiempo conste, lo pongo en este libro de difuntos, y en fe de ello lo firmo. Fr Dn Andrés Sevillano Semental.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem. Junto a esta nota hay el siguiente apunte: En primo día de febo de 1805 se le dio sepra a tres difuntos del Sto Hospital en este cementerio, por subpca del Sor obispo, lo qe permití por no tener en el día donde sepultarlos, por estar lleno el campo sto del Hospital y no haverse hecho la bendición del de la huerta de Los Almendros, y en fe de ello lo firmo.
[6] HERRERO DURÁN, Agustín: Las parroquias de Ciudad Rodrigo...
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem
[10] Los apuntes literales del libro de fábrica de la iglesia de San Juan, de 1813 y 1814, son los siguientes: Doy en data siete arrobas de cal de las ocho que tomé pa blanquear la ygla por haver sobrado una, a 20 rs la arroba…
- De conducir dos tinajones a la igla para hechar la cal en agua y hecharle el agua pagué doce rs a dos hombres.
- Luego que se me entregó la ygla desocupada de los víveres ingleses, pagué a los presos de las cadenas por sacar la broza y traer varios efectos qe estaba en la cathedral, catorce rs.
- Doy en data sesenta y un rs que por no tener ni haver cobrado el mayordomo Tomás Carrillo, para acabar de pagar el blanqueador y maestros alarifes en componer y retejar la igla en su año sigte.
-Por lo mismo y ser indispensable hechar las vidrieras de la ventana del altar mayor, la de por cima de Sn Blas y la de por vajo de la sacristía, pagué al vidriero quatrocientos doze rs y diez y siete mrs.

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