domingo, 4 de enero de 2015

Apuntes sobre la fortificación de Ciudad Rodrigo (IV)

El 1 de marzo de 1708, el brigadier Pedro Borraz firma un auto para la tasación de las casas que son necesarias destruir para la fortificación, tanto en el interior como en el exterior de las murallas, cumpliendo con las órdenes de la superioridad y favoreciendo, en la medida de las posibilidades, a los vecinos afectados: “Por cuanto se halla con real orden en razón de que se deshagan todas las casas que han quedado en el arrabal de San Andrés de esta ciudad y las que dentro de ella por contiguas a la muralla fueren de embarazo para la fortificación que se está obrando en esta plaza y considerando que muchos de los dueños de dichas casas no podrán o no querrán recoger ni aprovecharse de los materiales de ellas, para que los tales puedan ocurrir a Su Majestad cuando y como les sea conveniente en razón de ello, mandaba y mando que todas y cada una de las casas que en esta manera de orden de su señoría se fueren derribando de cuyos materiales los referidos dueños o administradores no pretendieren aprovecharse ni valerse sino es dejarlos para que se apliquen y gasten en lo necesario a la obra de dicha fortificación, se reconozcan, valúen y tasen según la común estimación y valor, que cada una de ellas o parte (de que sus dueños no se valieren) tuviere a la sazón, de cuya regulación y tase se forme asiento, diligencia y fe a continuación de este auto para que las partes interesadas ganen y se les dé los testimonios que pidieren y necesitaren.”

De los trámites de evaluación y tasación de las casas afectadas se encargará Juan Muñoz de Ruesta, ingeniero mayor de la plaza de Ciudad Rodrigo, quien contará para este cometido con el concurso de Andrés Cilleros, maestro de carpintería de las obras del rey de esta plaza, y de Alonso de San Miguel, maestro de albañilería, ambos vecinos de Ciudad Rodrigo, quienes en diferentes jornadas cumplieron con su cometido, empezando por la barriada de San Francisco, prácticamente aniquilada, así como la cerca que la defendía, tras las acometidas de los sitios sufridos por la ciudad entre mayo de 1706 y octubre de 1707.
Proyecto de fortificación de Ciudad Rodrigo de Carlos Robelin
Aunque no hay constancia cartográfica del proyecto, ni la memoria del mismo, a través de la introducción del Libro de registro y reconocimiento de los propios...[1] tenemos una descripción somera de los trabajos dirigidos por Borraz para mejorar las defensas de Ciudad Rodrigo: “En attenzión sin duda de que por lo elevado de los muros sre la campaña defendían con dificulttad éxstta, recuperada la plaza de los portugueses en la últtima guerra, se consttruyeron unos muros extteriores que abrazon los del recintto desde la puertta de la Colada hastta la de S.ntiago de nivel de la rettetta de los primos, dispuesttos con diferenttes ángulos, enttranttes y salientes, para defenderse muttuamte. Tienen de alttura seis varas sre un foso ques a nuebe varas de ancho le zircuye revesttidos más de los dos tterzios de sillares desvasttados, senttados con vano sus parapettos ynúttiles y en ttodo su circuitto hazen de exttens.ón los referidos muros, mill novezienttos nov.ta y ocho varas, su conttraescarpa de quattro de altto es revesttida de lo mismo, y el glacis y esplanada aunque ymperfecto, quasi del tterreno natural; se sale por dos puenttes levadizos, ambos sin poder levantarse por lo que nezesittan recomposizion.”
De estas obras se quiso dejar constancia fehaciente en los propios muros de la fortificación. Aunque ahora no es apreciable, en su tiempo existió una lápida[2] en el dintel de entrada al almacén que existe junto a la puerta del Conde, en donde se detallaban los trabajos realizados hasta 1710 en la mejora de las defensas de Ciudad Rodrigo, concretadas en las bóvedas de las puertas del Sol, del Rey y del Conde; se rebajaron las viejas murallas medievales, dotándolas de terraplén y parapetos; se ejecutó toda la obra exterior de la muralla, el puente de San Felipe y se construyeron distintos cuerpos de guardia en todo el recinto.
Los trabajos y los proyectos para la puesta en defensa de la plaza de armas de Ciudad Rodrigo no cejarían a partir de 1710, cuando queda fijada la base del sistema de defensa abaluartada para el recinto murado mirobrigense y que tuvo oportunidad de valorarse con los disturbios que se produjeron este año. Si nos atenemos al proyecto que presenta el ingeniero Carlos Robelin[3], destinado en 1721 en la Frontera de Castilla, zona en donde redactó distintos trabajos para mejorar su defensa, Ciudad Rodrigo contaba con una fortificación avanzada, con disposición para tres incipientes recintos, aunque ni mucho menos suficiente para ponerla en perfecto estado de defensa: la muralla cuenta con 29 cañoneras en su adarve, la mayoría, once, enfilando hacia el Teso de San Francisco; se ha construido la falsabraga y se ha dotado de un sistema de fosos poco profundos, con ángulos entrantes y salientes pero sin flanquear sus frentes, y con parapetos incompletos. No es un dechado, pero al menos se ha avanzado, aunque de forma insuficiente, en la defensa de Ciudad Rodrigo, superando con creces la estrada encubierta que comenzó a formarse en el último tercio del siglo XVII.
Robelin firma en Zamora el 20 de noviembre de 1721 un proyecto general para las obras de las fortificaciones de Ciudad Rodrigo. Sin embargo, no es más, como él mismo afirma, que un plan con los trabajos “más indispensables que se precisan para poner la ciudad de Ciudad Rodrigo en estado de defensa”[4]. Y lo primero que plantea es la necesidad de allanar el glacis, eliminando “los montículos de tierra y de piedras que se encuentran entre la ciudad y el arrabal de San Francisco para formar una explanada, rellenando los fondos y huecos que sirven de protección a un sitiador para abrir una trinchera”. Después proyecta la necesidad de acometer la construcción de parapetos y de un hornabeque en el arrabal del Puente que “no es sólo para preservar las casas del arrabal de ser saqueadas y quemadas, ni para que allí se refugien algunas poblaciones vecinas de estos alrede­dores con sus pertenencias, aunque éstas sean razones bastante fuertes para su construcción, sino para evitar que un sitiador llegue a amenazar uno de los lugares más débiles de la plaza.”[5]
Además, Robelin plantea diversas obras en el castillo para darle una mayor resistencia, presenta un proyecto para hacer dos cuarteles en lo que entonces se llamó puerta de San Blas –La Colada-, apunta la necesidad de fortificar los torreones de las puertas y crear otros nuevos, de construir un almacén de víveres como previsión ante un posible asedio y otras actuaciones valoradas, en conjunto, en 5.600.000 reales: “La suma del proyecto de las obras a realizar en esta plaza, que parece considerable en total, no lo es con relación al tiempo si Su Majestad toma la decisión de poner esta plaza en estado de defensa; por ejemplo, en un supuesto de ocho años el cociente será de 700.000 reales por año, en función del mayor o menor estado de necesidad, para no apurar el trabajo, dado que el temor y las prisas con las que se quiere poner una plaza en estado de defensa lo enredarían, aparte de que las obras costarían el doble, con el perjuicio de aquellos que gustan de pescar en aguas turbias; testigo de esto: el gasto inútil que se hizo en Pamplona durante la campaña de 1719, cuya mayor parte de las obras cayeron por la escasa precaución que se tomó en consolidarlas. Y cualquier arreglo que se observa en el proyecto de obras a realizar, no producirá ninguna gran ventaja si Su Majestad no accede a destinar cada año una suma para poner en estado de defensa todas las plazas fortificadas de estos reinos, mediante un departamento particular para fortifica­ciones, a quien el Secretario de Estado de Guerra obligará a repartir dicha suma según el estado de las obras que Su Majestad haya encomendado a través de su representación; estas obras son las que marquen la dirección de este departamento, donde todos los planos y memorias que sean otorgadas por el Servicio Real serán depositadas junto con el presupuesto destinado a cada plaza, así como el de los cuerpos de ingenieros que Su Majestad podrá mantener en virtud de su escala de servicios, con el fin de que sean recompensados según sus méritos”.
Es decir, Robelin, aparte del presupuesto y como colofón a éste plantea una estrategia general para la defensa de los intereses del reino, concretadas también en la necesidad de contar con un departamento ad hoc que vele y aprecie el trabajo y los méritos del recién creado –17 abril de 1711- Cuerpo de Ingenieros del Rey.

[1] AHMCR. Libro de registro y reconocimiento. 1750.
[2] Ibídem. REYNANDO EN ESPAÑA PHELIPE QVINTO SIENDO GOVERNADOR MILITTAR Y POLITICO DE ESTTA CIVD Y SUS FRONTTERAS EL MARISCAL DEL CAMPO DN PEDRO BORRAZ DESDE QUATTRO DE OCTUBRE DE MILL SETTEZIENTTOS Y SIETTE QUE SE RESTTAURÓ, SE HIZIERON ESTTAS BÓBEDAS, LAS DE LA PUERTTA DEL REY, PUERTTA DEL SOL, REBAJO DE LAS MURALLAS, TERRAPLÉN, PARAPETTOS. TTODA LA OBRA EXTTERIOR CON LA CALZADA, PUENTE NUEVA DE SN PHELIPE Y CUERPOS DE GUARDIA EN TTODO EL RECINTTO. AÑO DE MILL SETTEZIENTTOS DIEZ.
[3] Caballero de la orden militar de San Luis, ingeniero y lugar­teniente del ejército de Su Majestad.
[4] Archivo General de Simancas. Negociado de Guerra Moderna. Legajo nº 3.299.
[5] Ibídem.

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