jueves, 12 de febrero de 2015

Ciudad Rodrigo, primera plaza fuerte en alzarse contra el gobierno de Espartero

No estaban los ánimos calmados en Ciudad Rodrigo en el año que abordamos. Me refiero a 1842. La degradación política en el territorio español iba minando las estructuras –especialmente la militar- y soliviantando al pueblo desde que Baldomero Espartero asumió a finales de 1840 la regencia del trono, tras la renuncia de María Cristina. Hubo varios intentos de pronunciamiento como consecuencia de la política de nombramientos del regente y su favoritismo hacia los militares de una camarilla conocida como los ayacuchos[1], pero la crisis se acuciaría en mayo de 1843 con los cambios de gobierno que provocó Espartero y que derivó en las insurrecciones y alzamientos de Reus y Barcelona, iniciados por militares próximos al progresismo de Juan Prim y Lorenzo Miláns del Bosch y que, a la postre, a medida que avanzaban los pronunciamientos en otras ciudades –Granada, Málaga...-, acabaría con el derrocamiento de la regencia a finales de julio tras verse obligado Espartero a embarcar hacia Inglaterra, iniciando Isabel II su reinado en España.

Espartero, según José Casado
Ciudad Rodrigo ni mucho menos fue ajena a estos acontecimientos: tuvo un protagonismo específico al pronunciarse el 9 de junio[2], tras las insinuaciones tendenciosas que se publicaron en el diario El Patriota[3] fruto de una falaz información facilitada por un vecino de Ciudad Rodrigo y que derivó en el pronunciamiento militar y popular con la constitución de una junta de gobierno integrada por todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de Ciudad Rodrigo, así como de las personas más relevantes y con reconocida influencia, sin menoscabo de la entrega del colectivo femenino, cuya disposición y entusiasmo fueron objeto de comentarios e informaciones en distintos periódicos de ámbito nacional[4].
Veamos cómo refiere El Heraldo de Madrid, en su número del 28 de junio de 1843 el alzamiento de Ciudad Rodrigo contra el régimen del general Espartero: Castilla. Sucesos de Ciudad Rodrigo. Ciudad Rodrigo 20 de junio. (De nuestro corresponsal). El día 9 de este mes se recibió el número del Patriota en que decía que en esta plaza se había alterado el orden y que el gobierno determinaba enviar aquí dos batallones. Hasta entonces no aparecía síntoma alguno de alteración, ni en los días anteriores tampoco se había manifestado; sin embargo la autoridades, valiéndose de documentos privados, habían oficiado al gobierno, según se manifestaba en el artículo de este periódico, que todos reconocen como órgano suyo. Esto hacían el gefe político y comandante militar de la provincia, cuando poco antes las autoridades de esta plaza les habían comunicado de oficio el parte de perfecta tranquilidad que se gozaba aquí.
Como el pueblo y las autoridades vieron la falta de verdad que resultaba en los partes de estas autoridades, se produjo una sorda fermentación que dio margen a reunirse la milicia nacional, convocarse el Ayuntamiento y llamar a él a las autoridades y a las personas más notables. Y no pudiendo acallarse con las manifestaciones que en esta junta se hicieron los rumores que ya eran exigencias de la milicia nacional para que se reparase el agravio hecho, temiendo graves males si no se tomaba una providencia conforme a ella antes que llegase la noche, las autoridades, los gefes de guarnición, de la milicia nacional y las personas más notables por su arraigo y por su influencia, decidieron conformarse con los deseos de la milicia nacional y del pueblo que se les había reunido y quedar declarados en junta de gobierno que espusiese estos mismos deseos en una razonada esposición y pidiese reparación por el agravio que se había hecho a estas autoridades y a todo el pueblo. Y entretanto, y como el ministerio actual no inspiraba confianza de que nuestros deseos fuesen cumplidos, no hubo otro medio de sosegar al público clamor y agitación que reunir todos los poderes del Estado en esta misma junta hasta tanto que se recibiere la satisfacción devida a la nación, eligiendo un ministerio más conforme a sus votos, separando al gefe político y al comandante general de la provincia y llamándoles a que den razón de su conducta delante del tribunal a quien corresponda exigirlas.
Día 10. Se introdujeron en la plaza cerca de un millón de cartuchos y algunos miles de quintales de pólvora de cañón; se comenzó el acopio de vitualla y se dieron al público las alocuciones que manifestaban los principios de esta junta, montándose la muralla con prontitud increíble.
Día 11. La milicia nacional y la guarnición unidas con vínculos de la mayor confraternidad, dieron pruebas de su adhesión a la causa constitucional que defendemos, se les dio un rancho en que se confundieron y mezclaron todas las armas y es imposible pintar el entusiasmo y patriótica animación que allí hubo.
Día 13. Ya sosegados y tranquilos los individuos de todos los cuerpos y milicia nacional de esta plaza, se recibió por la junta un oficio del comandante de una de sus partidas volantes, enviando un soldado portador de pliegos del Excmo. señor segundo cabo, cuyo campamento se halla a tres leguas de esta plaza. Así se verificó; el soldado fue conducido con todas sus armas, caballo y equipaje que traía, con la correspondencia íntegra y sin abrir de los particulares y una comunicación de esta junta, manifestando nuestros principios y la lealtad castellana con que habíamos resuelto conducirnos.
Día 14. El segundo cabo no tuvo a bien contestar, pero fue interceptada otra comunicación del capitán general dirigida a aquel, y del mismo modo le fue enviado el portador con todo lo que traía, y un oficial parlamentario nuestro llevó la comisión de presentárselo.
Día 15. Además de la columna espedicionaria que tenemos al frente del enemigo, se dispuso la organización de otras partidas volantes que corriesen el país en diferentes direcciones.
Día 19. No habiendo ocurrido novedad de consideración en los días anteriores, tenemos a este en que fue recibida una comunicación del capitán general de este distrito conducida por dos oficiales parlamentarios, y en la que nos aconsejaba la sumisión para evitar la guerra civil y otros males que dice que seguirán a nuestro alzamiento, amenazándonos con traer tropas y avisando que por ahora retira las que están cerca de esta plaza. Pero los oficiales encargados de presentar esta comunicación, no correspondieron como debían a la nobleza de nuestra conducta; y obedeciendo, sin duda, a órdenes superiores, dejaron en mano del señor comandante de esta guarnición un pliego, intimándole que atacase el movimiento popular, o se separase de él, y al mismo tiempo introdugeron en la plaza proclamas subversivas, valiéndose de un carácter inviolable que concede el derecho de gentes para abusar de él, en perjuicio y mengua de la dignidad de su gefe y de la suya propia. Dichos papeles fueron quemados con solemnidad en el local del ilustre ayuntamiento, y se acordó no recibir más parlamentarios sin acuerdo especial de la junta, y responder al capitán general con la mesura y con la elevación propia de un cuerpo que estima en mucho su carácter y nobleza del proceder castellano, tan olvidada en esta ocasión por dicho capitán general.
Sátira sobre la familia Borbón
Tras la salida de España del exregente Espartero, después de la batalla de Torrejón de Ardoz y del fracaso en la toma de Sevilla, la junta de gobierno de Ciudad Rodrigo no pudo celebrar como hubiera sido su deseo el nombramiento del nuevo gobierno constitucional: Bien hubiera querido la junta y ayuntamiento celebrar tales noticias con toda clase de regocijos públicos, pero han tenido que limitarse por falta de medios al toque del reló y campanas, música militar acompañando al retrato de nuestra adorada reina, y un tedeum en acción de gracias al Todopoderoso, señalaba El Heraldo en su número del 15 de agosto[5]. Porque tal es el apuro en que se han encontrado las autoridades. Para poder apreciar en su justo valor el alzamiento de Ciudad Rodrigo, bastará decir que el día 9 de junio en que se dio el grito, había en las arcas de la depositaría de rentas 420 reales de vellón, y sin una fanega de granos ni aún en las paneras de los particulares. No obstante, la junta de gobierno y el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo no dudaron en exponer su adhesión a la Corona y al nuevo ejecutivo gubernamental, redactando un comunicado[6] dirigido al flamante presidente del gobierno, Joaquín María López de Oliver y en el que se autoproclamaba como la primera plaza fuerte que en toda la península se atrevió a lanzar el imponente grito de maldición y esterminio contra el tiránico gobierno del general Espartero.

[1] “Los ayacuchos eran generales que gozaban de la máxima confianza del regente porque habían combatido y desarrollado su carrera militar con él en las guerras de independencia hispanoamericanas, y de ahí el nombre de “ayacuchos” -en referencia a la última batalla de aquella guerra, batalla en la que, por cierto, Espartero no participó. De vuelta a España el grupo mantuvo las relaciones clientelares de apoyo mutuo durante la Primera Guerra Carlista en torno a Espartero, que continuarán tras asumir éste la regencia”. Consulta electrónica realizada el día 7 de agosto de 2014 en http://es.wikipedia.org/wiki/Regencia_de_Espartero
[2] Al respecto, resultan elocuentes las informaciones publicadas en El Heraldo de Madrid sobre los acontecimientos vividos en Ciudad Rodrigo, especialmente el resumen de los sucesos que figura en el número 294, de 28 de junio de 1843 y que se recogen en una de las notas siguientes. También hay referencias sobre el particular en Memoria en que se manifiestan los hechos gloriosos de la ciudad de Ciudad Rodrigo y se exponen las razones a favor de la capitalidad de una nueva provincia, que se solicita, Madrid, Imprenta Nacional, 1843, pág. 11.
[3] AHMCR. Libro de acuerdos de 1843, sesión del 9 de junio: “Este Ayuntamiento acaba de ver con sorpresa en el periódico titulado El Patriota, del seis del presente mes, unos renglones que dicen así: ‘En Ciudad Rodrigo parece que los instigadores al motín querían alterar el orden e inmediatamente se han hecho marchar para aquel punto dos batallones’. Este pueblo que ha visto una calumnia de esta clase se ha incomodado hasta lo sumo y la irritación de los ánimos llega a su colmo. Todas las autoridades están trabajando de continuo para sostener la tranquilidad y el orden, que si llega a perturbarse es solo debido a el imprudente que fue capaz de escribir una carta llena de calumnias y contra un pueblo tan sensato y juicioso. Jamás creyó este Ayuntamiento que se hiciese caso de un documento no oficial, pero por desgracia ha sucedido lo contrario y es la causa de estos compromisos...”
[4] Cfr. El Espectador, de 24 de junio: “Un periódico de la coalición inserta en su número de ayer un documento que por su importancia en la historia de los acontecimientos actuales no debe pasar desapercibido. Consiste dicho documento en una alocución que las señoritas de Ciudad Rodrigo han dirigido a los oficiales de la columna que manda el escelentísimo señor segundo cabo de aquella provincia, en la cual con un ardor varonil y con un entusiasmo muy en conformidad con los grados que señala en la actualidad el termómetro, les invitan a que vayan allí donde les esperan ‘con los brazos abiertos’ a dar un día de gloria a la idolatrada patria, en la inteligencia de que en caso de no hacerlo así y de que intentase ‘regar con sangre aquel suelo’, ellas serían las primeras que, como la ‘esposa del inmortal Padilla’, sabrían combatir hasta dar el último aliento en defensa de la libertad. ¡Estas sí que son unas almas de buen temple!
“Hasta aquí habíamos buscado en las mugeres como primeras cualidades la humildad, el recato, la honestidad y demás virtudes privadas; pero de hoy, si no queremos comer la sopa boba, si queremos hallar consortes que nos hagan felices, debemos enterarnos primero de si, como las hijas de Ciudad Rodrigo, sabrán presentarse a la brecha de un cañón y ‘recibir con los brazos abiertos’ a los oficialitos de los batallones que las secunden en sus gloriosas empresas. Y por otra parte, ¿qué diremos ahora ante una coalición que cuenta con tan ‘hermosos’ elementos de victoria? ¿Cómo disputarla el triunfo? No estrañamos al ver el peso que en la balanza de los acontecimientos tiene el hecho actual; no estrañamos, decimos, el arrebato de entusiasmo que ha hecho esclamar a los redactores del diario a que al principio nos hemos referido, al ocuparse de tales heroínas, en las nobles palabras de que ‘solo sienten no poderlas abrazar como cumple a buenos caballeros¡¡¡’”.
El artículo se refiere al comunicado insertado en El Heraldo de Madrid,  de 22 de junio.
[5] No obstante, como se avanza en la sesión del 8 de julio, los mirobrigenses había disfrutado de sendos festejos taurinos los días 9 y 10 de julio tras confirmarse el “glorioso pronunciamiento de la nación”. En concreto, se corrieron vacas en la plaza, para lo que siguió la pauta acostumbrada del cierre del coso taurino.
[6] “Excmo. Sr. La antigua, noble y leal ciudad de Ciudad Rodrigo, primera plaza fuerte que en toda la península se atrevió a lanzar el imponente grito de maldición y esterminio contra el tiránico gobierno del general Espartero, faltaría hoy a uno de sus más sagrados deberes si por su junta de gobierno formada el 9 de julio [en realidad, junio] último entre los más entusiasmados vivas a la Patria, a la Libertad y a la Reina, no se apresurase a felicitar con toda la emoción y entusiasmo de su corazón a un ministerio que tantas esperanzas de nacionalidad y vida hizo concebir a la infortunada España; y que, repuesto ahora del modo más grandioso y solemne por toda la nación, acaba de tomar a su cuidado la custodia de los objetos que tanto veneran los españoles.
“Los buenos resultados que siempre ya la nación de su magestuoso alzamiento embargan hoy el ánimo de todos los individuos de esta junta, y no les permiten manifestar a V. E. los estraordinarios esfuerzos y multiplicados sacrificios que han hecho los habitantes de este heroico pueblo para sostener con todo arrojo y valentía la bandera nacional enarbolada en sus gloriosos muros. Esto lo hará en su día el I. Ayuntamiento Constitucional poniendo a V. E. de manifiesto el lugar que, según las razones de política y de rigurosa justicia, debe ocupar este pueblo cubierto de tantas glorias. Bastará indicar hoy a V. E. que sin recurso alguno pecuniario, exhaustos los almacenes de granos que tuvieran los particulares, e intimidados los pueblos de este partido con severas y criminales amenazas de las autoridades de Salamanca, pudieron proporcionarse víveres para dos meses, reunir de los pueblos considerable número de armas, caballos y monturas, y obligar por último al enemigo a que se retirase de estas inmediaciones que nunca han podido sostener la traición ni la tiranía. Pero todos estos hechos y los que a su tiempo se manifestarán a V. E., los halla hoy esta ciudad antigua recompensados suficientemente con ver para siempre asegurados los caros objetos de Patria, Libertad y Reina, y al frente de nuestros negocios un ministerio español, animado de los mejores deseos, y dotado de probidad, saber y energía...”
El comunicado, firmado el 6 de agosto, concluye con el anuncio de disolución de la junta de gobierno una vez restablecido el poder ejecutivo y legislativo constitucional. Esta firmada por su presidente, Juan de Rentería; el comandante provincial del regimiento de Zamora, Manuel Santos; el comandante del Cuerpo de Ingenieros, Antonio Sánchez Francisquete; el procurador síndico del Ayuntamiento, Alfonso Gómez Navarro; el regidor Mariano López; Francisco Forns, Francisco Pereda y Romualdo Velasco como secretario. Otras personas, como el comandante de artillería José Núñez Arenas o los hacendados José Arjona y Juan Arias Girón no suscribieron la carta al haber cesado en sus funciones en el mes anterior, pero “sin haber variado en lo más mínimo de principios”.

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