domingo, 8 de febrero de 2015

Carnaval sin toros en 1841

Algo insólito ocurriría en el Carnaval de 1841. Previamente, unos años antes, a propuesta del primer alcalde[1], Manuel Blanco, se estaba buscando un prado cercado para que acogiera los novillos que el Ayuntamiento mirobrigense solía utilizar en los festejos que organizaba, preferentemente el Carnaval. Con esta medida también se pretendía aliviar un tanto los gastos de vigilancia y manutención de los vaqueros que asumía el erario municipal.

Toros en el campo
     Blanco señala, en la sesión del 7 de marzo, que mediante a que es una función propia del país –se refiere al territorio local- la de novillos y no haviendo un prado cercado para que el ganado, en los días que los haya, esté durante la noche seguro y evitar a los conductores el penoso trabajo de estarlos custodiando con exposición de cavallerías y personas, aumentando los gastos que disminuirán dicho prado cercado, sería conveniente franquear un terrero para ello. Expone también el primer alcalde que resultarían ventajas en su formación, puesto que podrá arrendarse con calidad de que lo aprovecha el Ayuntamiento en los días que acuerde novillos. Además, cree conbeniente que se destine de los terrenos propios de la ciudad un pedazo de diez fanegadas de cavida –seis hectáreas y media, aproximadamente- para el dicho objeto, y como sea costoso el hacer las paredes, que deven ser de dos varas y media de alto con un buen pedazo de cubierta de tierra y escova para guarecerse los baqueros, estima el regidor Blanco que debería publicarse esta iniciativa para si alguno quisiese hacerlo de su cuenta, dejándole el aprovechamiento por el tiempo necesario a cubrir los gastos del cierro en los términos manifestados.
            La propuesta es bien recibida en el regimiento municipal y se apunta como apropiado para el cercado un prado del valle de Valdevivales[2], en las inmediaciones de Valdeherreros, Garabís y Casasola, pero formando parte de la dehesa de Larraz, encomendando la inspección del terreno y el correspondiente informe a los regidores Fernando García, Santiago Sánchez y Juan Pereira, por si en algún momento fuese posible acometer y desarrollar esta iniciativa.
            Llegaría 1841, ya con el reinado efectivo de Isabel II y tras concluir la primera guerra carlista, y los mirobrigenses esperaban con ansiedad el inmediato Carnaval. En el consistorio del 30 de enero se hizo presente la proximidad del festejo de Carnaval y lo imprescindible y urgente de proporcionar las funciones de novillos de costumbre. Las carnestolendas empezaban el 21 de febrero y el tiempo apremiaba, sobre todo por el aciago temporal que se estaba padeciendo y que tenía visos de continuar. Se forman dos comisiones para intentar agilizar las gestiones, resolviéndose que salgan inmediatamente a cada uno de los diferentes puntos que se han propuesto para formalizar la petición de los novillos: los regidores Tomás Blanco y Bernardo Rodríguez se dirigirán a los del Bodón y otros pueblos que se han indicado, mientras que el también regidor Ventura Alcalá y el procurador síndico Pablo González irán a ver a ganaderos de Villoria, Buenamadre y Rollanejo y cualquiera otro punto donde pueda conseguirse el objeto.
Grabado sobre costumbre populares taurinas
            Los comisionados dan cuenta de sus gestiones en el consistorio del 13 de febrero. No son todo lo halagüeñas que se pretendía, porque están en la seguridad de no proporcionarse más que las dos primeras, como consecuencia del temporal y devilidad en que se encuentran los ganados. Los trámites siguen y se llama a Francisco Gurrea para ajustar las comidas y cenas de los vaqueros. Se presenta en el acto y convino que si huviese necesidad de las tres comidas y cenas de costumbre se le hayan de abonar mil cuatrocientos reales por todo el gasto y en prorrata se ha de deducir o aumentar por la inseguridad que hay.
            Efectivamente, aunque se contaba con al menos dos corridas para los festejos carnavalescos, el consistorio no las tenía todas consigo a la vista de los efectos que estaba ocasionando el temporal reinante. Las consecuencias fueron inmediatas, puestas de manifiesto en una sesión extraordinaria solicitada por varios regidores a la vista de las circunstancias que se presentaban y que se celebró el 15 de febrero. El segundo alcalde, Custodio Sánchez, fue directo en su exposición: era materialmente imposible acercar las dos corridas que se habían concertado para Carnaval por efecto de los terribles aguaceros, agregándose a esto la falta de cabestros que ya no era posible hallar y se havían negado por las personas a quienes se havía acudido respecto su estado de decadencia y suma debilidad. A la vista de los obstáculos imbencibles y a que justamente se oponen, sin que a ello haya dado margen otra cosa que la cruel estación de los imbernados, se tomó la decisión de avisar de forma inmediata a los dueños de las corridas concertadas para que las suspendan, dándoles las gracias por su generosidad y manifestándoles que la Corporación no exige sus servicios a tanta costa de perjuicios como son de esperar en el mal estado del ganado.
            No habría novillos en el Carnaval de 1841 por los motivos señalados, pese a los esfuerzos hechos desde el regimiento y la voluntad de un par de ganaderos. La suspensión de estos festejos desencadenaría también la supresión de todos los actos vinculados a las corridas de novillos, lo que fue comunicado de inmediato a los interesados o afectados y al público en general a través del correspondiente pregón y edictos. No obstante, se anunciaría que en su lugar el Ayuntamiento acordará para aquellos días otras distracciones o diversiones propias del país, esperando de su buen criterio el mejor orden y comportamiento.
Baile de máscaras de mediados del siglo XIX
            En realidad, la decisión de suspender el Carnaval de 1841 fue comunicada a los mirobrigenses a través de un bando con un contenido un tanto maquillado, cuyo tenor, insertado en la sesión del 17 de febrero, era el siguiente: Este Ayuntamiento, que tantas pruevas tiene dadas de no querer faltar en nada a sus administrados, tenía preparadas las novilladas de costumbre (con los cabestros necesarios), aunque para conseguirlas havíanse expuesto a riesgo varios concejales. Mas bien penetrada la Corporación de los graves daños que se irrogarían a los dueños de los ganados, a los encerradores, a los labradores no solo de la socampana sino de la carrera de Salamanca, y quizá más que a todos a los que las consentían atento el temporal lluvioso, acordó en extraordinario del quince no dar lugar a infinitos males, subrogando precitadas novilladas a otras diversiones que al paso que son más morigeradas y análogas al siglo, ningún fatal resultado pueden dispensar. No obstante, tiene advertido que por algunos e inocentes párbulos se trata de contrariar su deliveración, por lo que desde el momento vivirá alerta para evitar de que socolor de la gestión de ‘novillos, novillos’ sea inquietado este vecindario, sin perdonar medio para castigar a los contraventores, exigiendo en su caso la responsabilidad a los padres, tutores o encargados de la enseñanza o educación de los tumultuosos. Salas consistoriales de Ciudad Rodrigo, febrero, diez y siete de febrero de mil ochocientos cuarenta y uno. Pablo González.
            El firmante, Pablo González, era el procurador síndico personero, a quien el regimiento había encargado la redacción del bando a propósito también del conato de protesta que habían abanderado varios jóvenes impulsivos, pidiendo a gritos que el Carnaval mantuviera, pese a las circunstancias descritas, sus tradicionales encierros y corridas de novillos. La tímida protesta fue creciendo y a ella se unieron otras personas, provocando unos disturbios que obligaron a varios capitulares a enfrentarse con los manifestantes buscando mantener el orden. Esta situación fue el detonante de la redacción y difusión del expresado bando.
Dibujo picassiano de una capea
            Sosegados en parte los ánimos, al día siguiente, 18 de febrero, se vuelve a reunir el consistorio para dilucidar la programación alternativa a las novilladas de Carnaval. Se debatió sobre el particular llegando al acuerdo de que haya bailes de máscaras las tres noches de Carnaval en el teatro, que es el único local que puede disponer la Corporación, permitiéndose usar de aquellos trajes por el día, bien en comparsa o como acomode, pero proiviéndose entrar en las casas a menos que sus dueños lo permitan bajo la responsabilidad de alguno que se descubra, y mucho menos que socolor de máscaras se produzca el más leve insulto, sobre que celará incesantemente el Ayuntamiento.
            Siguiendo con el programa sucedáneo del Carnaval, en una de las calles de la alameda del Campo de Toledo se correrán por los que gusten gallos a cavallo, y en el Campo del Hospicio se tirarán con escopeta, a la distancia combeniente, por los que quieran, cuia provisión será de cuenta del Ayuntamiento.
            Por otro lado, si pudiera ser, ya que todavía no se había hablado con sus responsables, se planteó la contratación de la música del Provincial de Córdova. De ser factible, se llevaría la banda al citado Campo de Toledo para tocar, pudiendo bailarse, pues habrá persona encargada por la Corporación que cuide de que por su orden haya valls, rigodón, mazurcas y demás bailes de uso con dicha música. Por último, completando el programa, en otro sitio habrá el toque de tamboril para los que quieran este baile.
            Los flecos, como el concierto de la banda del Provincial de Córdoba, estaban cerrados al día siguiente. Solo faltaba comunicar la programación al pueblo. Para ello, en la tarde del día 20, víspera del Carnaval, se hicieron pregones y se fijaron los edictos en los sitios de costumbre del recinto amurallado y en los dos arrabales mirobrigenses, informando de las diversiones que se hallan dispuestas para distracción del público, por el orden y en los sitios acordados, extensivos a que se observe la devida moderación, que no haya el menor insulto y se mantenga sin alteración la tranquilidad pública, sobre que velará incesantemente el Ayuntamiento con sus alcaldes a la caveza.
            Esas recomendaciones, sin embargo, no se cumplieron en la forma deseada, produciéndose algún altercado que llevó incluso a la celebración de una sesión extraordinaria el mismo Martes de Carnaval. Andrés Sánchez Manzano, segundo procurador síndico, relató unos hechos en los que mostró su queja por lo sucedido en la Plaza Mayor en la tarde del lunes con una diversión de máscaras que acabaron con el arresto domiciliario de Juan Francisco Bermejo, quien no guardó el orden previsto, por las agresiones físicas y verbales que dirigió a uno de los disfrazados.
Pelea de gallos
            Empezaba la mascarada y, como se había prevenido para cada actividad, había un delegado de la autoridad local. El grupo de máscaras contaba con una criatura o niño de corta edad vestido en este traje, hecho que llamó la atención del encargado del orden, pidiendo a uno de los enmascarados que lo cogiese en brazos. Accedió sin convencimiento alguno, comenzando a dar vueltas con el crío, bailando con el resto de la comparsa en círculo. Imboluntariamente, los brazos ya algún tanto cansados, a un pequeño movimiento del niño se le soltó perpendicularmente de las manos, quedando el niño en el suelo, sin haver recivido lesión alguna. Sin otro motivo se dirige el padre de dicha criatura, insulta al máscara, le da de bofetadas en el acto mismo de estar el máscara levantando al niño; le provoca con palabras ofensivas, diciéndole que saliese fuera del círculo que se las vería con él. El máscara, aunque recivió los golpes y los insultos, como ignoraba por qué, ni quién era el que se los prodigaba, la sorpresa que le causó, lo hizo se mantuviese pasivo. En este mismo momento el que habla –el citado procurador síndico-, viendo que otras máscaras salían a la defensa del atropellado, a fin de evitar mayores consecuencias y graves resultados que preveía, rogó a los máscaras siguieran en su diversión, quienes obedecieron, dirigiéndose en segunda al D. Juan Francisco Bermejo, reemprendiéndole en los términos más comedidos su exceso y previniéndole se sirviese retirarse a su casa, puesto que los ánimos de los máscaras estaban excitados ya contra él por el rompimiento cometido, a que no solamente desobedeció, a pesar de haverle manifestado el carácter que representava en el acto, sino que se prodigó con insultos y palabras mal sonantes que también le fueron estas reprendidas por el que habla.
            Sánchez Manzano había puesto todo esto en conocimiento del primer alcalde, Aniceto Marra, quien determinó las medidas iniciales antes de que tomase partido el resto del regimiento tras escuchar la narración de los hechos del procurador síndico. El consistorio, oída la versión y las actuaciones seguidas, resolvió llamar a una próxima sesión a Bermejo para que fuera recombenido como corresponde, amonestándole el mejor comportamiento en ocasión semejante sin faltar a la autoridad, pues de lo contrario se obrará en otro sentido a lograr el devido obedecimiento, que le será más desagradable.
            Después de estos sucesos carnavalescos, a los que se dio una importancia que en otra época provocaría menos o ninguna desazón en la Corporación mirobrigense, llegaría el momento de rendir cuentas sobre los bailes organizados en el teatro que gestionaba el Ayuntamiento y en la Casa-Hospicio y que venían a sustituir, en parte, a las suprimidas corridas de Carnaval. No solo se celebraron bailes de máscaras en las tres noches de carnestolendas, sino que hubo en total siete sesiones distribuidas durante el mes de febrero que arrojaron unos ingresos de 5.090 reales en concepto de entradas y palcos. El capítulo de gastos se nutrió con el alumbrado, música económica –flautín, clarinete, violón y guitarra- y un criado para servicio en el teatro, ascendiendo a un total de 1.179,13 reales. El beneficio, pues, de estas actividades se concretó en 3.910,21 reales[3]. Como había decidido el regimiento, se expuso al público toda la relación contable firmada por los regidores comisionados.


[1] Por real orden de 24 de agosto, inserta en el Boletín nº 72 del 21 de septiembre del año 1836, la Reina Regente María Cristina  -puesto que su hija Isabel II tenía solo tres años- convocó elecciones con el fin de organizar los nuevos ayuntamientos constitucionales. El gobernador político remitiría posteriormente las instrucciones para aclarar la convocatoria de elecciones en 1837 y elegir a la nueva corporación, que estaría nutrida, en el caso de Ciudad Rodrigo con dos alcaldes, ocho regidores y dos procuradores síndicos.
[2] AHMCR. Cajas 301 y ss. Copia de libro registro catastro del marqués de la Ensenada. Libro de bienes seglares I, fol. 15r: “Yttem otro valle nombrado de Valdevivales; haze seis fanegas para pasto de buena calidad. Linda por levante con la oja del Gorronal, poniente con otra valdía y por el mediodía con Las Heras, todo de dicho lugar de La Rad”.
[3] AHMCR. Caja 300.5. Festejos de... Funciones de máscaras del mes de febrero de 1841.

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