viernes, 13 de febrero de 2015

Apuntes sobre la fortificación de Ciudad Rodrigo (X)

Tomada la plaza y sometidos los españoles a la letra de los términos en que se firmó la capitulación, el general Reynaud toma el mando de la plaza con funciones de gobernador. Se le encomienda que tome las medidas precisas para poner en defensa la destartalada fortificación de Ciudad Rodrigo, con una brecha abierta en el frente norte y con la mayor parte de los edificios destruidos.

El gobernador inicia los trabajos de reconstrucción de la muralla a la altura del torreón de la puerta del Rey, abatido en los días previos al asalto y que desaparecerá definitivamente con la definición de las nuevas explanadas del muro. Y continúa con una serie de actuaciones para poner en defensa el resto de la ciudad, fortificando varios conventos y reparando el retrincheramiento del arrabal de San Francisco. Además, visto que el padrastro del Teso de San Francisco había sido el origen y el desencadenante de la caída de Ciudad Rodrigo, Reynaud ordena la construcción de una luneta, un pequeño reducto, como avanzadilla de la defensa de la plaza en el citado padrastro y que pasaría a tomar su nombre.
Grabado recreando el asalto de las tropas aliadas, comandadas por Wellington, el 19 de enero de 1812
El general de brigada Reynaud, sin embargo, no podría comprobar directamente el resultado de su luneta. El 13 de octubre de 1811 el gobernador fue capturado por Julián Sánchez, coronel del regimiento de caballería ligera Lanceros de Castilla y comandante de la primera brigada, cuando había salido de ‘excursión’ a ver pastar el ganado cerca del molino Carbonero. Prisionero Reynaud, Jean Marie Pierre François Lepaigne Dorsenne, conde de Dorsenne, general en jefe de las Armas del Norte de España, nombra rápidamente como sustituto al general de brigada Barrié, quien se enfrentaría a las tropas de lord Wellington en enero de 1812.
Después de los trabajos de reconstrucción, se consideró que la “plaza estaba en bastante buen estado de defensa. La brecha del frente norte estaba reparada y todo el frontal que, después del ataque realizado por el mariscal Masséna en 1810, era considerado como el más débil, había sido perfeccionado. Se había construido en la altura del gran Teso que le hace frente la luneta Reynaud, obra en tierra, palizada, armada de dos piezas y de un obús, y defendido por cincuenta hombres. Para proteger esta luneta, se había construido una batería de dos piezas en la azotea del convento fortificado de San Francisco, que se encontraba a menos de cuatrocientos metros; y, al pie del glacis, a la derecha, se encontraba el convento de Santa Cruz, convertido en un puesto para la infantería. El frente norte de la plaza situado hacia atrás estaba armado de 48 bocas de fuego, de ellas numerosos morteros y obuses; golpeaban todos los movimientos que habría podido emprender el enemigo partiendo del gran Teso. El resto del recinto estaba armado de 71 bocas de fuego. Los almacenes estaban por otra parte bien aprovisionados de pólvora y de proyectiles. Se habían conservado los malos retrincheramientos de barro que los españoles habían levantado alrededor del arrabal de San Francisco, y bajo el amparo de los conventos de San Francisco, Santo Domingo y Santa Clara, esos retrincheramientos pudieran ser considerados a salvo de un golpe de mano.”[1]
Ciudad Rodrigo, no obstante, distaba mucho de ser considerada una plaza fuerte, fraguada para la defensa. Todo lo contrario, no dejaba de ser una bicoca para la inteligencia militar. Por eso no es fácil entender la resistencia que se opuso al asedio napoleónico, el dilatado sitio que planteó Masséna y culminó Ney, sino es por razones de ino­perancia, tal vez por el exceso de confianza de los mandos del ejército francés y algunos elementos contradictorios, como la inclemencia meteorológica o la bizarría de los defensores de Ciudad Rodrigo.
Grabado que intenta glosar el saqueo, violaciones y otros desmanes que hicieron las tropas inglesas al entrar en Ciudad Rodrigo
De hecho, cuando lord Wellington decide finalmente asaltar la plaza mirobrigense, con la debilidad del ejército napoleónico abocada por sus enredos en Portugal, la resistencia apenas tuvo más relevancia que la constatación de querer defender una plaza plagada de debilidades, pese a haberse fortificado conventos y avanzar la defensa con una luneta que cayó en manos aliadas al primer embate. Se abrieron brechas en el frente norte, destruyendo las obras de reparación que había ejecutado Reynaud y abriendo otra junto al torreón de la puerta Nueva. Los ingleses entraron en el recinto principal a las ocho de la tarde del 19 de febrero de 1812 por asalto y con insólita facilidad redujeron al enemigo. Como premio, el que después fuera nombrado por las Cortes duque de Ciudad Rodrigo, permitió que la soldadesca se explayase a sus anchas, matando a vecinos, violando a sus mujeres y saqueando hasta la extenuación.

[1] BELMAS, J. Journaux des sièges faits ou soutenus para les français dans la péninsule de 1807 á 1814. París, 1836-1837. Tome 4. Pág. 263 y 264.

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