Vengo, como saben perfectamente, sumando capítulos a la evolución de la fortificación de Ciudad Rodrigo, especialmente las actuaciones en el sistema abaluartado. No cabe duda de que las defensas de la apócrifa Miróbriga son uno de los bastiones históricos de nuestra localidad, la que le ha dado fuerza y protagonismo a lo largo de su historia. Otra de las columnas que han configurado el devenir de Ciudad Rodrigo ha sido su mitra, contar con un obispado propio que ha mantenido hasta ahora. Conocemos la relación y sucesión de obispos, el episcopologio civitatense, a través de una reciente publicación que nos ofrece todo tipo de noticias sobre la gestación de la Diócesis y nos relaciona y glosa a cada uno de los prelados con que ha contado desde su instauración, allá por el siglo XII según apuntan las fuentes historiográficas. Hoy también quiero empezar una serie de entregas sobre otro periodo oscuro, sin duda apócrifo, legendario y fantasioso sobre la Iglesia en Ciudad Rodrigo que nos remontaría prácticamente al final de la época romana. Voy a evitar glosar el texto de referencia. Me limitaré a transcribirlo, pero advirtiendo que, en todo caso, y lo reafirmo, puede que tan solo se trate de un ejercicio fantasioso del autor, el fraile riojano Gregorio de Argáiz, pero que, sin duda, supone la aportación de una serie de datos que, también indubitablemente, ofrecen una visión de lo que se creyó como historia de la mitra civitatense. Estas noticias forman parte de la obra La soledad laureada por San Benito y sus hijos en las iglesias de España y Theatro monástico de la provincia lusitana, concretamente el tomo quinto de este llamativo trabajo dedicado a la iglesia de Ciudad Rodrigo.
Recordarles tan solo que lo que sigue a continuación es la transcripción del texto impreso en 1675, escrito por el referido monje Gregorio de Argáiz.
CAPÍTULO PRIMERO
1. Antigüedad de la
iglesia y ciudad.
2. Mártyres y obispos
que ha tenido antes de San Benito.
1. Cada día salen cosas nuevas,
que aunque dice el sabio: Nihil sub solem
novum, sonlo muchas, respeto de que no llegan todas juntas, ni a un tiempo
a la noticia de los hombres. Del sol dezimos, que sale cada día. Su oriente
llamamos nacimiento. Al segundo curso de la luna llamamos luna nueva; porque al
resplandor de oy no le vieron ayer nuestros ojos, ni al de la luna tampoco.
Tenido fuera por ignorante, quien dixera (avrá cien años) que Ciudad Rodrigo
avía tenido el ser de ciudad, por otro que el conde don Rodrigo Gonçalez en
tiempo del rey don Fernando el segundo de León, cerca de los años mil ciento y
setenta, poco más, o menos. También fuera tenido por poco leído el que treinta
años ha, o quarenta, no dixera, que avía sido la que los romanos llamaron
Miróbriga, porque lo sintió assí el maestro fray Francisco Ruiz de Valladolid, y
se le inclinó Ioan Vasco, que lo dejó escrito en su chronicón; cuya opinión
abrazaron el maestro Yepes, y otros. Ahora poco ha salieron a luz Dextro,
Luitprando cremorense, Eleca, César Augustano, Hauberto, las decretales del
papa San Hilario, que son todos muchos más antiguos, y sabemos, que ni Ciudad
Rodrigo la començó el conde don Rodrigo, ni se llamó de este modo por su
respecto, sino que solo fue restaurador; y el nombre primitivo dan a entender
fue Miróbriga en tiempo de los romanos, y el de Ciudad, tomando por propio suyo
el que era genérico a las ciudades, llamándose ciudadeses, o ciudadanos los
vezinos. La razón de el nombre primero pudóselo dar alguno llamado Miro, que
sería, o fundador, o señor, pues Miróbriga quiere dezir ciudad de Miro. El de Ciudad
pudo venirle, porque aviéndola destruido con guerras el tiempo, la restaurarían
los romanos con ciudadanos suyos, dándoles privilegios de ciudadanos de Roma, embiando
colonias que la poblasen, de donde les vendría el nombre de civitatenses. Y es
una calificación grande el que por excelencia se llamassen ciudadanos, pues
Roma sola se llamó ciudad por antonomasia, entendiendo por el nombre urbs a la avía sido, y era cabeça del
mundo.
El
nombre de Miróbriga lo conservava en tempo de Augusto César. Hállase por la
escritura de una piedra, que oy se ve en la villa de Lesdesma, que es la
antigua Bletisa, que era término, y mojón para partir las jurisdiciones de
Ledesma, Salamanca, y Ciudad Rodrigo, dezía:
Imperator Ces. Aug.
Pontif. Maxim.
Tribunic Potestatis XXIII.
Cos. XIII. Pater
Patria.
Terminus augustalis
inter Bletisam,
Mirobricam,
Salmant.
El
nombre de Ciudad lo he hallado por el año de trecientos de Christo, como
veremos luego. De donde infiero, que en aquel espacio de años pudo ser
destruida por los enemigos del imperio, fuesen lusitanos, o los alemanes que
entraron en España, quando edificaron a Oreto, cerca de Calatrava.
En
este punto dixe lo que sentía en los Comentarios a M. Máximo, y adiciones a
Elleca, César Augustano, página cuatrocientos y veinte y dos, número quinto; y
en Dextro año 300, núm. I.
2. Llegando a tratar las cosas
del tiempo del Evangelio, es muy probable, que estuvieron en esta ciudad el
apóstol Sant-Iago, y parte de la santa compañía que traxo, donde predicó, y fue
maestro de la fe; lo uno, por aver estado en Salamanca, y Zamora; lo otro, por
aver muerto allí, y quedado sepultada en ella María, por sobrenombre Magdalena,
que fue una de las santas mugeres que le acopañaron por España quando era vivo.
Esta santa, aviendo a esta provincia buelto con su cuerpo, dize el obispo de
Zaragoça Elleca, que sepultado en Compostela, vino a Ciudad Rodrigo, y acabó
allí con María Cleophás.
Fama est cum sanctus Iacobus venit in
Hispanniam Mariam Cleophá, Salomem matrem, Mariam quadam Mandalenam cum fuisse
commiter commitatas, reddisse cum illo, venisseque cum corpore, utrasque Cleophá,
Magdalena obisse in civitatensi oppido Lusitania, die aprilis decimo.
En las adiciones
de Elleca a los Comentarios a M. Máximo expliqué esta cláusula, y dixe la
grande nobleza que le viene, y actos positivos para su antigüedad. Ahora solo
digo, que de aver escogido estas apostólicas matronas para descanso de sus
cenizas a Ciudad Rodrigo, es indicio, que en vida la avían visitado con el
apóstol.
También
es probable, que la levantó en ciudad episcopal Sant-Iago; más no se hallan
obispos en ella en los tres primeros siglos, aunque suple su falta el aver sido
naturales, e hijas de esta ciudad Santa Fe, y Santa Sabina, vírgenes, y
mártires, que padecieron martirio en Agen, ciudad de Francia, en tierra de
Narbona. De ellas haze memoria Dextro el año de trecientos, y Liberato.
Hauberto los sigue: los tres las confiessan por de Ciudad Rodrigo, y yo dixe lo
que pude en aquellos Comentarios.
El
catálogo de los obispos de Ciudad Rodrigo los comienza Hauberto por los años de
trecientos adelante, imperando ya Constantino. Breve es, y pocos ay de los
antiguos. Ay fundamento para creer, que quando no era ciudad episcopal
pertenecía a la de Salamanca en lo eclesiástico, cuidando de ella sus obispos,
al passo que lo era también quanto a la jurisdicción secular. Adelante lo
veremos.
El
primer obispo que halló nuestro monge Hauberto, dize se llamó Magnánimo, y que
llegó al año de treciétos y treze: Civitatenses
episcopi incipierunt tempore romanorum. Primus forum sedit Magnanimus, anno
domini 313.
Después
dize sucedió Domiciano, que llegó al año de trecientos y cinquenta: Cui succedierunt Domicianus, anno domini
350.
Con
estos dos se despide, hasta que llegaron los tiempos del patriarca San Benito,
en cuyo espacio no pudo su diligencia descubrir otros.
Corriendo
el año de cuatrocientos y sesenta hallo hecha mención de Ciudad Rodrigo en una
decretal del papa Hilario al metropolitano de Tarragona Ascanio, y a los
obispos de la provincia tarraconense, que acusando synodalmente al obispo de
Calahorra Silvano, le responde como le avían escrito las cabeças de otras
ciudades a favor suyo, y que assí suspende el castigo. Valas nombrando, y entre
ellas pone a Ciudad Rodrigo, no con el título de Miróbriga, sino con el de
Ciudad por excelencia, y a los vezinos ciudadeses, por estas palabra: Hylarius episcopus Ascanio, universis
episcopis tarraconensis provincia. Postquam literas vestra dile etionis
accepimus, quipus presunptiones Silvani episcopi calagurrensium ecclesia
retundi petistis. Honoratorum turiasonensium. Legionensium.
Civitatensium. Litteras nobis confiat in gestas. He aquí hecha mención de los
civitatenses por un pontífice.
Con estos dos, o tres
testimonios me parece quedará conocida la antigüedad de esta iglesia cathedral.
Y si es assí que faltaron desde la muerte de Domiciano, es indubitable que le
duró hasta la entrada de los monges benitos en España, gobernándose aquel
territorio por los de Salamanca, pues veremos en las divisiones de los
obispados, que Salamanca confinava con el de Idania, y con el de Elbora, o
Talabera de la Reyna. De suerte, que lo cogían dentro de sí, deviendo esta
resurrección de la honra que le faltava al cuidadoso obispo de Salamanca
Theodulo, que fue el primer monge que vimos en este hábito en aquella silla, si
bien tengo una sospecha grande de que, o fue la erección de catedral de Ciudad
Rodrigo, o con alguna dependencia de la iglesias, y obispos, de Salamanca, o fue
con alguna grande soberanía, e independencia; porque no se halla que huviesse
alguno de sus prelados assistido en los concilios de Toledo, ni de Mérida, ni
se halla que en las divisiones del rey Vvamba se le reconociessen términos
distintos con otras diócesis; y menos el ser sufraganea de alguna
metropolitana. Esto lo podrán seguir sus más aficionados, que para mis intentos
basta lo dicho.
[1]
ARGÁIZ, Fray Gregorio de. La soledad
laureada por San Benito y sus hijos en las iglesias de España y theatro
mon´stico de la provincia lusitana. Tomo quinto. Madrid, imp. de Ioseph
Fernández de Buendía, 1675; pp. 240 y ss.
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