Todo estaba listo
y la animación era evidente para encarar los festejos taurinos de la Feria de Mayo de 1910. Pero una cosa son las previsiones y otra los
resultados. Así lo puso de manifiesto Fatigas en las crónicas de los festejos.
En el primer festejo[1], “el
de Tejadillo nos mandó dos arañas y dos tuertos, que si eran finiyos no había poer. Los que mejor se portaron fueron los de caballería, pero
estaban abochornaos porque decían que
eran picaores é toros y no de
golondrinas; de todos modos destemplaron guitarras.
Pacomio Peribáñez |
“Del Copao no tengo tiempo de ocuparme. En fin, que no vimos nada de
particular. ¿Estáis contentos amigos?”
Una pregunta retórica, sin duda. Estaba claro que los diestros y el
ganado habían defraudado el primer día, pero todavía había esperanza con los
pacenses de Albarrán[2].
Antes, sin embargo, para dar mayor entidad a lo que realmente pasó en el coso
mirobrigense, nos aferramos a la pluma de El Timbalero -el afamado crítico taurino salmantino que se llamaba José Sánchez Gómez-, a su peculiar crónica
de la primera corrida de la Feria
de Mayo. Y empieza con unos versos:
“Cuando apenas se veía,
y el cierzo frío
soplaba,
y yo, ¡claro!, me quejaba
del relentillo que hacía,
me encaminé
a la estación,
y tomando el ‘documento’,
ocupé un departamento
de
tercera, en ocasión
en que el largo tren partía,
y la máquina silbaba,
y
todo el mundo cantaba
y todo el mundo reía…
La luna… fascinadora
se
ocultaba entre las nubes…
¡y cantaban los… querubes
la llegada de la
aurora!
El tren, en marcha veloz,
corre con su buena carga,
y a nadie el
dolor le embarga
(y yo con un sueño atroz).
¡A los toros a gozar!
(que es
fiesta que yo bendigo)
vamos a Ciudad Rodrigo,
de personas un millar.
Y
en todas las estaciones,
donde el tren hace paradas,
la gente sube a
‘porradas’
inundando los vagones…
La alegría es general;
nuestro viaje es
muy feliz;
no se registra un desliz…
¡vamos, que esto no va mal!
A mi
lado va dormida,
sin despertarla, las voces
y los chistes algo atroces,
de esta gente divertida,
una charrita juncal,
de un pueblecito cercano…
(¡Duerme… y reposa una mano,
encima del delantal!)
La observación es
curiosa
y es digna de ser escrita…
(La locomotora pita…)
(¿Le ocurrirá
alguna cosa?)
Al fin, y sin novedad,
llegamos a la estación
de Miróbriga…
Ovación
y… vamos a la ciudad.”
El Timbalero, con estos ripios nos sitúa en el espacio mirobrigense
después del trasiego ferroviario: “Y a la llegada a Miróbriga, el despampane,
amigos mío, en muchachas bonitas, que salen a los balcones, al paso de los
coches, para enterarse de la gente forastera que llega. Luego, paseos por aquí,
vueltas por allá y, a las doce, después de la procesión solemne del Santísimo
Sacramento, se organiza en la plaza un animado paseo.
El Timbalero, en un montaje de El Adelanto |
“El cielo nublado… se torna sereno a ratos, para volver a encapotarse
después. Se teme que a media tarde nos vuelquen las nubes su mercancía haciéndonos un mal tercio… Y
como ahora en las fondas hay que ir prontito, para evitar el que le sirvan a
uno los desperdicios de otros, sigo el ejemplo de los que abandonan el paseo y
me dedico al… clásico cocido. Total: que a las cuatro ya me encontraba en la
plaza, dispuesto a anotar lo que sea digno e indigno, dicho sea para
tranquilidad de Pacomio y del Copao. Y ustedes perdonen los ripios que les
coloco… a ratos.”
El redactor salmantino entra en sustancia para hacer la crónica de la
corrida, además con la alegría que supone una aparente buena tarde, soleada:
“¡Eureka! ¡Luce el sol!”, saluda El Timbalero. “La tarde se ha compadecido
–sigue- de nosotros y a la hora de comenzar la diversión, disfrutamos de una espléndida tardecita. En los palcos,
luciendo la clásica mantilla, veo a las bellas señoritas de Aparicio, Cerrazón,
Petit, Canseco, Moro y varias forasteras. Preside el señor Roldán. Suena la
charanga y hacen el paseo las cuadrillas. Hay aplausos.
“Pacomio cambia la seda,
y el Copao hace lo propio…
(¡Y tengo yo una
a mi vera
que da el opio!)
Saca el moquero de los días de fiesta el señor
Roldán, y se da suelta al toro primero. Hermoso,
(de hombre, ¿eh?). Colorao, corniapretao y esto se ha acabao. Sale con mucho gas y proporciona
un lío en el ruedo, de muchos bemoles:
Ni el Pacomio ni el Copao
consiguen para los pies
del buró. Y el ‘condenao’
parece tuerto, ¡y lo es!
“Cuatro picotazos, apretando en el primero y doliéndose en los tres
últimos, componen el tercio. En quites… ni media palabra. Un par trasero y
caído de Petaca[3], otro comprometido de
Fresquito y otro aprovechando, del primero, nos amargan el rato.
“Pacomio coge los avíos, y de plomo y oro, brinda a Roldán. El publiquito
pide música y suena el bombo y los platillos para una faena con ayuda de toda
la gente, en diversos tercios, que nos desagrada. Aprovechando, entra Pacomio
con cuarteo y alargando el brazo, resultándole la estocada ¡como es natural! atravesada
y un poquitín del lado de allá. El de Tejadillo se echa, y el puntillero lo
remata a la octava… Pitos y palmas. Diré en honor de Pacomio que el de
Tejadillo se mostró huido.
“Segundo. Pajarito, número 15,
negro, flaco, y apenas salido de la lactancia:
Lorenzo Roldad, alcalde de Ciudad Rodrigo (con barba) durante el descubrimiento de la placa conmemorativa del sitio en la muralla |
El torillo, sin embargo,
se
muestra bravo de veras,
y del Torero y Cerrajas
toma tres varas certeras.
“Copao coge las cortas, y cambia, aguantando sin clavar. Vuelve el chico
y el toro se muestra quedado. Cita con ganas, y aguanta más media y cambia y le
falta toro para clavar. Todo esto entre aplausos. Desiste del cambio y deja
medio de frente traserito. Palmas a la buena voluntad:
Jiménez y el Pajarero[4],
pasando
sus fatiguillas,
dejan cuatro banderillas
que aplaude el cónclave entero.
“Copao, de morado y oro, brinda, y comienza su faena con tres pases, dos
naturales y uno de pecho, a dos dedos de los pitones, que levantan al público.
Luego se embarulla y sin igualar, arrea pa
lante, y echándose fuera, deja el estoque en el chaleco, al lado contrario.
Repite y da una delantera descolgada, que produce hemorragia. (Pitos y palmas,
amigas). ¡Me ha dejado usté ‘parao’, / mi distinguido Copao. Quedó un jaco
muerto.
“Tercero. Aldeano, negro.
Pacomio, de salida, le para los pies con unas verónicas y unos faroles que
hubieran sido buenos sin el baile que se trajo el diestro. Tres varas toma el
cornúpeto de Broncista y Ronquillo, mostrándose valiente y poderoso y dejando
en la arena un jaco.
“Los maestros rivalizan en quites, y vemos algo de particular. ¡Pero no
crean ustedes que mucho! Pacomio coge los palos, y tras de larga preparación,
deja uno al cuarteo, levantando los brazos y apretando mucho. (Palmas). El par
ha sido de castigo y el toro da un salto con tendencias al tendido. La gente de
Pacomio termina el tercio como puede.
“Y Pacomio, con la muleta, no consigue sujetar al de Tejadillo. Un pase
aquí, otro a dos leguas, pérdida del trapo, y el toro, que está huido,
descompone al espada y nos descompone a nosotros. Con habilidad suelta Pacomio
un sartenazo entero y delantero. El toro se ha puesto imposible y los inteligentes tocan los pitos. Sufre el
diestro dos arrancadas con vistas al hulé
y al fin Aldeano muere después de
echarse y levantarse quinientas veces, de intentar el descabello Pacomio y de
acribillarle el puntillero”.
“Cuarto. Cartujano, número 12,
haldinegro y con la cabeza por las nubes. También es terciadito como los
anteriores.
“Una buena vara de Cerrajas, otra del Torero y un quite doble del
Pacomio, llevándose al toro entre adornos por afueras, y dejándole en suerte,
es lo primerito que vemos. ¡Muy bien ese quite, Pacomio! Cuatro varas más y dos
quites de Pacomio, de la misma manera que el anterior, arman una revolución
justa y merecida. Mueren dos jacos y se cambia el tercio.
“Los chicos de Copao, con las banderillas, estás detestables. El toro se
muestra huido y Copao le muletea con ambas manos, y con ayuda del cónclave y
entrando con cuarteo horrible y alargando el brazo, arrea un estoconazo
atravesado. Descabella, y esto se acabó”.
Antonio Mata, Copao |
No había salido bien la corrida. Y así, al hacer el resumen, El Timbalero
lo tiene claro: “¿Quieren ustedes hacerlo? Porque yo estoy aburrido y no tengo
ganas de llenar más cuartillas. Hasta mañana.”
Todavía quedaban dos corridas y había esperanzas en que cambiase el panorama,
que mejorase y ocultara el desastre con el que empezaron los festejos taurinos
de la Feria de
Mayo; que se contase con un ganado digno y que los diestros cumplieran. Y no defraudó
el ganado: “Don Manuel Albarrán, de Badajoz, demostró en este día que es hombre
de gusto y se esmera en el cuido de su ganadería. Nos mandó cuatro novillos de
primera, de chupen y de buten”, señalaba el redactor de La
Iberia.
“Lo ocurrido cuando abrieron el chiquero por primera vez, nos recordó el
estribillo del tango del cangrejo, pues a pesar de las llamadas que hicieron el
que actuaba de Buñolero, un monodomesticado y Pacomio, al cabo de Dios
te salve lo primero que presentó al público el cornúpeto fue el cuarto trasero,
rollizo y enlutao, pero al dar la
vuelta presentó las navajas sistema Cierva, u
sease, despuntás, a pesar de lo
cual cada achuchón, bacalao y piquero
jincaban el pico.
“El que flojó un poquito fue el
tercero –Inquisidor, número 10-,
berrendo en negro, que estuvo tardo en varas. Despabilaron siete candiles / y Crisando decía / que no
tenía más torcía.
“A pesar de que vimos en la plaza al tío jinda, no estuvo la cosa mal del todo, pero la falta de un
puntillero echó a perder la suerte que tuvieron Peribáñez y Copao al herir.
“Mojaron un desconocido, otro de la localidad y hasta un picaor¸ y por último el primer toro se
fue al otro barrio de vergüenza y los demás poco menos. Al único que le
enviamos nuestros más sinceros aplausos es al señor Albarrán y a los de aúpa”.
El Timbalero saluda también con ripios a la segunda corrida del ciclo
taurino mirobrigense:
“Hoy se lidian
albarranes,
de Badajoz procedentes.
¿Nos
destrozarán los planes
o serán toros ‘decentes’…?
A verlo enseguida vamos.
La cosa no tiene espera.
Ya me encuentro en mi barrera
y la función
comenzamos”.
Y señala el cronista “por cierto, que no con la tardecita de ayer. Hoy el
cielo se ha puesto a mal con nosotros, y auguramos la suspensión de la corrida
por lluvia. La entrada, al sol, mejor que ayer. A la sombra, en familia.
Y en
los palcos, muy hermosas
hay mujeres con mantilla.
¡Señores, pero qué caras
más que requetebonitillas!
“El señor Roldán preside; saca la flámula y al compás del pasodoble de
Pulguita, el despejo hace el Chicarro / entre palmas generales; / y un tío le
tira el jarro / y el presidente las llaves. Ábrese la puerta y sale el primero
al cuarto de hora de dejarle la garita libre y de jugar un poco al escondite.
El animalito es negro, grande, hermosamente criado, mogón de los dos y de pies.
“Pacomio saca el capote
y lanceando al ‘buró’,
entusiasma a los más
zotes
que dicen: ‘¡Vaya caló’!
El de Valladolid lanceó al de Albarrán, que se
mostró bravo, con mucha vista; luego, en las seis varas que tomó el bicho,
saliéndose suelto de las cuatro últimas, hizo el maestro dos quites dobles,
buenos de verdad, adornándose y dejando al toro en el tercio de la suerte.
(Muchas palmas).
“El Ronquillo y El Broncista picaron mucho, pero mal. Petaca y Fresquito
cumplen con los palos, después de algunos sustos y de dormirse un poco el
presidente. La cosa, en conjunto, ha resultado animadilla.
“El de Albarrán llega a la muerte un tanto incierto y quedado. Pacomio
hace una faena laboriosa, de la que descuellan dos pases en redondo por lo
bajo. Luego aprovecha, y llevando el brazo suelto y arqueándolo (¡su defecto de
siempre!) arrea una entera al lado de allá y con travesía. Nueva faena y
marchándose de la recta, da un pinchazo hondo, delantero. Un mete y saca de los
más feíto. ‘¡Ay don Paco, Paco-mío, / que te estás haciendo un lío!’
“Y como al toro no le gustan estas cosas, se echa, pidiendo su
decapitación, de la que se encarga el puntillero, el cual consigue levantarlo
al primer hachazo, y al segundo y al tercero. Y la faena se hace interminable y
todos nos aburrimos. Y Pacomio recibe un aviso. Y se harta de dar descabellos.
Por completo se descompone Pacomio, y, a paso de banderillas, y volviendo el
rostro, arrea al avisado animal dos pinchazos. Aumenta la bronca, surgen
puntilleros por todas partes y sigue Pacomio intentando el descabello. Llegan
los tres avisos, tocan para salir ¡¡¡los mansos!!! con muchísima justicia, y
Pacomio, en medio de una bronca tremenda, comete horrores con el de Albarrán.
Al fin, ya en el suelo el toro,
descabella, barrenando por espacio de un cuarto de hora. ¡¡¡Horror, señores,
horror!!! Y el toro, después de todo, era noble. No he visto en mi vida un desastre
semejante.
“Segundo. Grande, gordo, berrendo en negro, abierto y afilado de agujas.
Con soberano poder, toma el de Albarrán siete varas y un refilonazo, matando
tres jacos. Cerrajas en una vara, / le deja enhebrado el palo. / Lo cual que
nos desagrada / por lo malo.
El ganadero salmantino Amador García |
“El torillo se pone de cuidado, y a la media vuelta colocan cinco palos
los chicos de Copao, bastante mal, por cierto. Copao, admitiendo la ayuda del
peonaje y de todos los que buenamente
se hubieran prestado a ello, hace una faena breve, mala, miedosa hasta la
exageración. Se tira dos veces, y cuarteando horriblemente y a paso de banderillas,
arrea dos estoconazos delanteros y descolgados, volviendo toda la fisonomía.
Repite con otro de la misma forma. Y el toro se echa.
Y el espada, que es
Copao,
y se llama Antonio Mata,
me deja ¡oh, dolor! ‘parao’
porque este
Copao no ‘mata’.
“Hace la misma faena que Pacomio en el anterior, y hay bronca, y hay
pitos, y hay aburrimiento, y… ¡hay un pánico indescriptible! Un bajonazo dado
por el diestro o el siniestro (que es lo mismo) y el extremeño se echa para
levantarlo el puntillero. Nueva faena pésima, y otro sablazo, otro y varios
puntillazos y… ¡al desmigue!
“¡Setenta y cinco minutos en dos toros! ¡A más de media hora por barba! Y
a todo esto, dispusimos de unos veinte puntilleros espontáneos, entre toreros,
matarifes y paisanos… ¡Horrible, amigos míos, doblemente horrible!
“Tercero. Y cuando apenas nos hemos repuesto de las agradabilísimas impresiones… soportadas, sale el tercer animal a
hacernos felices… Es un respetable sujeto, grande, gordo, berrendo en negro,
bien armado y con todas las trazas de buey. El de Albarrán se nos presenta con
el pitón derecho astillado. Una vara ful
y otra con caída estrepitosa, y el animalito se dedica al dulce barbeo de las
tablas. Otra vara, al encuentro, saliéndose suelto, y otra en la misma forma.
Lo cual, y sin mucho empeño / dicho sea con verdad, / del ‘tuesten’ salió el
extremeño / por pura casualidad.
“En el ruedo hay un lío espantoso, y no veo nada que me agrade. El manso
es el amo, y toma toda la plaza por
campo de operaciones. El Fresquito y El Petaca / nos entretienen un rato, / con
pares de toma y daca / que aplaude algún insensato. Y después que el toro hizo
unas caricias a un jaco medio difunto, pasó a manos de don Paco-mío, en no muy buenas condiciones para desquitarse de lo anterior.
“Pocos pases y con marcado cuarteo, arrea media descolgadas y delantera.
Repite con otra entera, atravesadilla y sus miajas delantera. Descabella al
primer golpe y hay ovación y… oreja. ¡Bueno!.
“Cuarto. ¡Gracias a Dios! Negro, zaino, gordo, afiladito de pitones y…
nada más. Peribáñez da dos largas cambiadas; la primera ful y la segunda buena, por lo que el concurso le aplaude.
“Copao, embarulladito, lancea sin entusiasmar, y el de Albarrán toma
cinco varas, saliéndose suelto.
Mueren dos jacos de susto
y la cosa es
aburrida.
¡Ay señores, qué corrida!
¡Si da gusto!
“Cogen los palos los maestros. Suena la orquesta, y Copao, con pocos floreos, deja, entrando de frente, un
par desigual, que se le aplaude. Pacomio coloca uno al cuarteo, que se acepta.
El Fresquito tira a la atmósfera los rehiletes, y la fiesta la termina el
Copao, como mejor puede, pero no como nos hubiera gustado: un soberbio
golletazo. El tren se va no hay tiempo
para más. Resumen: ¿Nos aburriremos también mañana?”.
El último festejo[5] del
ciclo de mayo se presentó con nubarrones. Se lidiaban reses de Santiago Neches
para los espadas anunciados, los mismos que en las tardes pasadas.
Pacomio Peribáñez |
El crítico de La Iberia describe la
situación: “La tarde se presentaba muy mediana y con tendencia a llover,
esperando a que estemos en la plaza para descargar un buen chaparrón,
guareciéndose el público debajo de los tendidos y donde pudo, hasta que se
sintió el clarín y a fuerza de arrempujones
gorvimos a ocupar el número 21 de la barrera.
“Suena el pitío largo y sale a
la arena el número 28, berrendo en negro y atendía por Camarero. Desacreditó la ganadería y el gremio, porque a pesar de
haber hecho cuanto humanamente es posible, aumentó un número en el programa
porque fue condenado a fuego.
“Tomás y Fresquito le colocan tres pares de cualquier modo, pero con
mucho ruido. Pacomio, después de unos cuantos pases, deja una contraria que
dobla el bicho sin levantarse más.
“Al segundo le pusieron Talavero,
número 31; negro bragao. De raspalijón y sin que dejara señal,
saluda a Cantares[6], del que toma después de
mucho rogarle dos varas más y, contándose como buena la primera, se cambia la
suerte, pero como se abre el grifo de los del principal, ni nos enteramos, pero
sí, por desgracia de la faena del Copao –no te equivoques, Rojito, y me cambias la ‘o’ por una ‘a’-. En fin, figúrense mis
queridos lectores lo más peor y fue mucho más. Una sardina para la fábrica de abonos.
“Según los papeles que he visto, al tercero le llamaron en vida Tomatero; tenía el número 23 y vestía de
riguroso luto. También resultó mu atento con los de aúpa, pero se decidió y tomó dos varas de Cantares e igual número
de Ronquillo y una superior del Broncista y dijo que no quería más gromas. Se adornan los de turno con
cuatro pares y sale Peribáñez, que emplea una faena menos que mediana, dejando
muchos pinchazos, dos pescueceras y
por último murió de lo que Dios quiso. Violines
despanzurraos, dos.
“El cuarto honró a su padre, a su madre y al ganadero. Jabonero y, según
mis datos, le pusieron cuando vio er só
Majito, marcado con el número 23; bien armao.
Es lo mejor de la tarde. Voluntario y querencioso, toma cinco varas de
Cantares, que estuvo superior, una de Cerrajas y otra de Terrero[7].
“En cuanto se vieron sus facultades se puso caro el jabón y se desprendía
en el redondel un tufiyo poco
agradable. En una suerte que decían algunos inteligentes
era un quite, el Copao se quedó ídem. Se hizo la mosqueta, ú sease, echar
sangre por las narices de la cara del rostro. Se guarece en un burla y cuando gorvió le vimos la taleguilla de una cosa que muchos decían que era
barro, pero yo tengo la creencia de lo que producía la humedad estaba
depositado en la parte más posterior y carnosa del cuerpo. En fin, eso la
lavandera lo sabrá.
“Le colocaron cuatro pares de zarcillos (algunos se caían de maduros). El
tal Copao, sin noción de vergoña
torera, emplea una faena sucia; lanza un sablazo y, por último, rompió la oya y se acabó. Este novillo dejó en el
ruedo cuatro aleluyas”.
El despejo de las dos últimas corridas fue realizado “en un magnífico
caballo de José Manuel, de Rodasviejas, por el inteligente desbravador José
Iglesias, Chicarro, de Salamanca y
hoy, en otro que en nada desmerecía del primero, de don Victoriano Angoso, de
Buenamadre”.
Y, como remate, el resumen: “La primera corrida, dos muy pequeños; la
segunda, archisuperior; y la tercera muy mediana, excepto el cuarto toro que
fue canela fina. La presidencia, muy acertada y demasiado tolerante. Las
entradas, rematadamente malas, peores que el Copao”.
Estaba claro que los críticos no coincidían en sus apreciaciones, al
menos con el juego del ganado. Faltaba por conocer el parecer de El Timbalero en
El Adelanto sobre el tercer y último
festejo de la Feria
de Mayo: “¡A la última, señores, / a la última, que es hoy! / Medianos, chicos,
mayores: / ¡Quién se viene, que me voy! Y pian, pianito y amenazando lluvia
llego a la plaza. Estamos en familia. Llueve. Preside el señor Roldán. Suena la
música y se hace el paseo. Es despejo lo hace el Chicarro. Que es ovacionado.
Colocados todos en su sitio, se da suelta al toro primero. Camarero. Luciendo en la piel el número 28, se nos presenta,
haciendo competencia en su carrera con el de Halley, Camarero. Es berrendo en negro, grande y largo, repletito de carnes
y con lo suyo en la cabeza.
“Hay lío en el ruedo hasta que Peribáñez toma de capa al de Neches, que
se le va a los tres lances. El torillo toma el ruedo por hipódromo y no hay
quien le sujete ni quien le haga entrar a los piqueros, aun cuando éstos
tampoco hacen mucho por él.
“Precipitándose el presidente, acaso por las impaciencias del público, se
cambia el tercio y el de Neches es condenado al fuego infamante.
¡Oh, dolor!
¡Ya empezamos a sufrir,
ya empezamos a penar!
¡Esto, amigos, no es vivir!
¡Son ganas de fastidiar…!
“De fastidiar al cornúpeto que anda el pobrecillo por el ruedo inofensivo
y asustado, hasta que el pollo Petaca, / cumpliendo su cometido, / le obsequia
con una traca / de formidable estampido. Y muy bien colocada, por cierto.
“Fresquito mete a Camarero
otros dos fulminantes caídos, repitiendo el primero aceptablemente, y a otra
cosas que llueve. ¡Pero a cántaros! No vayáis
ustedes a creer que es en broma. En broma o no en broma, coge Pacomio el
pincho y el trapo. Hace una faena laboriosa e inteligente, con sus miajas de
codilleo y el toro acude al engaño con nobleza.
“Echándose fuera el de Valladolid, y alargando el brazo lo mismo que si
fuera a cobrar, arrea a Camarero una
estocada caída, que le privó de la existencia. (Hay palmas y hay pitos). Y hay
también un pánico horrible desde que comenzó la fiesta.
Y mi amigo Calamita,
dijo al morir el mansote:
- ¡Si estuviera aquí Bombita
no habría tanto
‘zerote’…!
“Segundo. Talavera (sigue el
pánico), es negro, bragado, de las mismas hechuras y el mismo tipo que el
anterior. Trae en el traje el número 31.
“De salida le arrea un piquero (el Torero), una puñaladita que asusta. Y
por no descomponer el cuadro de las corridas anteriores, hay en el ruedo un lío
fenomenal. ¿Pero, qué es esto? ¡Nada, un chaparrón que nos acaba de arreglar!
“Tardeando, toma el zamorano dos puyazos más, con caídas grandes y se
cambia la suerte… la suerte taurina, no la nuestra, que ya ven ustedes que va
siendo muy perra. Sigue diluviando, y Jiménez y Pajarero hacen con los palos
‘filigranas’. Y el concurso entusiasmado, / ante cosas tan ‘bonitas’, / queda
medio reventado / de las pitas.
“Sale Copao, al que no le hemos visto hacer nada todavía, y enseguida nos
demuestra que tiene un pánico… inenarrable. Sin dar al buró pase alguno de
muleta, coge barrera desde Belchite (provincia de Zaragoza, según se va a la
derecha), y cuarteando, alargando el brazo todo lo que puede y volviendo todo
lo que puede también la cara, arrea una puñalada traicionera, saliendo
perseguido y librándose, por casualidad, de un desavío. (Pitos). En la misma
forma da otro pinchazo en el pescuezo. (Arrecia la bronca). Otro en el mismo
sitio y del modo más feo y con más pánico cada vez. (Más pitos). La bronca debe
de oírse en Fez. Un intento de descabello, con arrancada peligrosa y Pacomio al
quite. Otro intento y el mártir se acuesta. (Bronca enorme número dos mil).
Pacomio da la puntilla y todos la gozamos.
Y Antonio Mata (Copao),
que camina
por el ruedo,
se retira ‘avergonzao’
de su miedo.
“Tercero.
‘Tomatero’ es el tercero,
(de motajo por supuesto).
¡Vamos
a ver ‘Tomatero’,
si quedas en mejor puesto!
Por lo menos, el animalito, que
es negro zaino, largo y más grande que su hermano, sale de la celda con muchos
humos, arreando contra los picadores de tanda, que son el Broncista y Ronquillo,
desmontándolos y enviando al guano a un pobre jaco.
Entonces Peribáñez, que es
torero,
que sabe, cuando quiere, torear,
lancea inteligente a ‘Tomatero’
haciéndonos ¡oh, dicha! entusiasmar.
“Pero la alegría dura poco en los pobrecitos que nos mojamos por
presenciar la corrida, y en el ruedo hay lío, y en medio de él, saliéndose
suelto de la suerte, toma el toro cuatro puyazos que nos hacen pasar a otra
cosa sin haber visto nada en quites, pero sí mucho en pánico.
¡Señores, no
fastidiar!
No es la cosa para tanto.
Si tenéis mal puesto el santo,
procuradlo ahora cambiar!
“¡Nada, ni por esas! El miedo es libre, y con muchas precauciones,
clavan, o mejor dicho, tiran los palos los chicos de Pacomio, mucho más acá del
morrillo. (Pitidos). El toro se pone, o mejor dicho, lo ponen dificilísimo,
Adelanta más por el lado derecho que un telegrama urgente, y en estas
condiciona pasa a manos de don Paco-mío, que dicho sea de paso, está muy
trabajador.
“Ayudado eficazmente de primeras por Petaca, toma de muleta, el paisano
de Alba al zamorano, cerquita y consintiéndole. La faena es buena, en esta
primera parte, descollando un gran pase en redondo, por lo bajo, que hace al
novillo morder la tierra. Aprovecha el diestro, y nos desluce todo con un mete
y saca, feo, saliendo perseguido y perdiendo el trapo. Nueva faena, ya
desconfiadita, y un buen pinchazo en hueso. Otro que el toro escupe. Media
estocada delantera… y todos nos aburrimos. Otro pinchazo; otro; una delantera y
atravesada, y… ¡horror! Otro pinchazo, dos intentos de descabello, otro, y…
basta. Difícil ha estado el toro, pero no tanto que disculpe al diestro de la
pita que le dan.
“Cuarto y último. Majito.
Señalado con el número 23, de bonita lámina, grande y gordo.
Y es ‘Majito’
tan bonito,
que acredita a un ganadero.
El torito
tan guapito
es
berrendo en jabonero.
Y la gente
inteligente
que ve un poco en estas
cosas,
diligente,
complaciente,
prorrumpe en palmas ruidosas.
“El toro, con voluntad y poder, arrea con los piqueros, tomando hasta
seis varas y dos refilonazos, desmontando a los varilargueros,
proporcionándoles caídas estrepitosas y matando cuatro caballos.
“Pacomio hace lo suyo en quites, siendo ovacionado. Hay jaleo y
entusiasmado. ¡No entusiasmarse tanto, amigos de suplicio! ¡No tardaremos en
padecer otro poquito! Y efectivamente, Copao sale arrollado al hacer un quite
por no saber siguiera dar la salida que necesitaba el toro. ¡Que es el colmo! Y
esto nos disgusta, como también que el presidente se duerma y que el Fresquito
y el Pasajero tiren los palos, de pánico que tienen, al pescuezo del toro.
“Copao demuestra más miedo todavía; y sin dar ningún pase de muleta, y a
paso de banderillas, ignorándolo todo y cayéndose de pánico, da al de Neches,
en medio de general bronca, dos puñaladas con horrible cuarteo y alargadura de
brazo, en los bajos, de los que muere el noble toro. Total: que del ‘Copao’… /
bastante hemos ‘hablao’.” Y en resumen: “¡Al tren, señores! Pero escapados”.
El Mozo de Estoques, crítico taurino de Avante, estrena por entonces su pluma en el semanario con la
crónica de los festejos taurinos de mayo –solo comenta los de los días 26 y 27-
de 1910, criticando abiertamente el ganado y los matadores: “Día 26. Lástima de
tiempo, de tinta y de papel… empleado en reseñar una cosa que no sé si llamar
herradero ú bazar de jindama. Porque camará, pa eso ni el propio Hurón[8], que
ponía cátedra de canguelo. Pero, ¿qué vieron los mataores de malo en aquellas chotas? ¡Si parecían la camisa del
cantar, a la que le faltaban los puños, las mangas, los faldones, la pechera y
los botones!
“La verdad es que el público sacó la impresión de que si con aquellos
cabritos no se animaban los toreros,
ni conseguían apoderarse de ellos, con los que le quedaban aquello iba a ser el
despiporren.
“Reseña, ¿pa qué? Pongan ustés to lo malo que hayan visto a los
peores toreros y ya está”. Así de sencillo, aunque más adelante daría algunos
detalles de las actuaciones y los matadores. Pero antes, inserta la crónica del
siguiente festejo: “Día 27[9]. Con
algo más de entrada que ayer, que fue de flojiminis,
dio principio la corrida con toros de Albarrán, que eran cuatro buenos mozos,
alguno con sus veintiséis arrobitas y pué
que más.
“El primero hizo una regular faena en el primer tercio, siendo malísimamente
picado por los de tanda. Tardo en banderillas, llegó a la muerte lucho el
infeliz, sin achuchar y sin volver la cara una sola vez. El segundo, más
pequeño que su antecesor, fue más bravo, y así hubiera continuado hasta la
muerte si no le hubieran descompuesto la cabeza con tanto capotazo inoportuno.
El tercero, buey de nación, tomó de
refilón y al encuentro seis o siete varas, llegando a la muerte huido y
defendiéndose en las tablas; y el cuarto y último, ni fu ni fa. Total: toros
regulares”.
El crítico de Avante se
centraría después en los matadores: “Pacomio en su primero se arrimó en dos
pases y después, pensándolo mejor, en cuanto el amigo junto las manos, se echó
la escopeta a la cara y arrimó una corta y sus mijitos atravesada, teniendo que repetir con otra de la que dobló
el de Albarrán, levantándolo cuatro mil veces el puntillero, y después de un aviso, el mataor pincha p’aquí,
pincha p’allá hasta que el toro se
murió de aburrimiento. En su segundo hizo una faena de tente mientras cobro,
agarrando un estoconazo que bastó, descabellando a la primera. Palmas y oreja…
No sé si a la faena o a haber acertado a la primera.
“Copao flameó la muleta como pudo, en uno y en otro lado, de los que le
tocaron y en cuanto pararon un segundo, arreó con ellos pinchando en donde pudo
y como pudo. Claro que siempre mal”.
En resumen, el “ganado: El de Tejadillo hubiera resultado bueno si no
hubiera sido tan pequeño y tan mal lidiado. Los de Albarrán, uno bueno, dos regulares
y uno malo.
“Los picadores… p’al gato. Los
banderilleros… pa la gata. Pacomio…
bueno, regular y malo. Copao, un poquito menos que regular y malo. La
presidencia acertada y el servicio de plaza bien”.
[1] La
revista El Toreo, en su número del 27
de mayo de 1910, sintetiza el festejo telegráficamente, remarcando los
percances sufridos en la suerte de varas: “Ciudad Rodrigo, 26. Los toros de
Amador García fueron buenos y mataron ocho caballos. Peribáñez y Copao
estuvieron superiores matando. C.” También encontramos una reseña, un poco más
extensa, en el número 19.099 de La Correspondencia de España, de 28 de mayo: “Ciudad
Rodrigo (viernes mañana). Los toros de Amador García mataron cinco caballos.
Copao quedó bien. Pacomio Peribáñez fue aplaudidísimo, tanto toreando como
matando. En el tercero realizó una faena colosal, banderilleando y toreando
rodilla en tierra. Con el estoque, muy bien”.
[2] El Toreo, del 30 de mayo de 1910: “Ciudad
Rodrigo, 27. Los toros de Albarrán fueron buenos y mataron diez caballos.
Peribáñez y Copao quedaron superiores, siendo ovacionados. C.”
[3]
Francisco Mateo, Petaca.
[4] Puede
referirse a Antonio Cabezas, que se distinguió más como picador de toros.
[5] El Toreo, del 30 de mayo de 1910. El
cronista sigue destacando en su breve las muertes de los caballos: “Ciudad
Rodrigo, 28. Los toros que se lidiaron fueron buenos y mataron nueve caballos.
Peribáñez y Copao quedaron bien toreando y matando”.
[6]
Fermín Ortega, Cantares.
[7] Según
el cartel de las corridas, junto al piquero Cerrajas formaba en la cuadrilla de
Copao José Farnesio, anunciado para ese día. Como banderilleros actuaron
Francisco Andújar, Ciervana, y José
Sánchez, Negrón, quien hizo también
las veces de puntillero. De Terrero nada se apunta.
[8]
Manuel Caro, el Hurón. Natural de
Valdepeñas (Madrid). Después de una etapa como banderillero, se hizo matador de
toros y novillos, aunque sin demasiada fortuna.
[9] De
esta corrida también encontramos referencia en La
Correspondencia de
España, en su número 19.100, de 29 de mayo: “Ciudad Rodrigo (sábado tarde).
Se ha celebrado la segunda corrida con toros de Albarrán, que fueron buenos,
matando siete caballos. Pacomio Peribáñez quedó superior toreando y muy bien
matando. Banderilleó al cambio con gran lucimiento. Pacomio fue sacado en
hombros. Copao fue también muy aplaudido. El público, satisfecho”.
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