Había cerrado la primera entrega sobre los nuevos usos del convento de Santo Domingo con la iniciativa municipal para asentar allí unas escuelas. Sin embargo, y como ya había apuntado, las necesidades de
la milicia vuelven a asomar. En un escrito del comandante general interino,
trasladado al gobernador de la plaza mirobrigense, se pone de manifiesto la
necesidad de destinar una parte de los restos conventuales para el establecimiento
de 60 hombres y otros tantos caballos, con total independencia. El Consistorio
contesta que es imposible acceder a la petición por el propio estado del
edificio, considerando además que es incompatible por el uso que para escuelas
se le va a dar. No obstante, los munícipes explican que, en todo caso, sólo se podría
consentir la utilización de algunas dependencias para cuadras de los caballos.
Las obras de adaptación de
los restos conventuales ya están en marcha en abril de 1843. Y por eso, el
Ayuntamiento envía a su ordenanza para que muestre una orden por escrito a los
menesterosos “moradores de dicho edificio para que en el preciso término de ocho
días lo dejen libre y desembarazado para poder continuar en dicha obra y obrar
con la debida independencia en la formación de las habitaciones precisas para
las escuelas y habitación para los maestros”.
Al fondo, restos del convento de Santo Domingo. Pazos |
Lógicamente, los afectados
intentar preservar lo que hasta ahora ha venido siendo su casa. Y así, unos
días después envían un escrito Telesforo Caballero, Francisco Rubio y otros
moradores en el edificio del suprimido convento de Santo Domingo pidiendo que
se les permita continuar viviendo en las habitaciones bajas que escombrarán de
su cuenta, con cargo de cuidar de dicho edificio. Se resuelve se pasen a los
señores de la comisión que entienden en la obra allí proyectada para que
informen del estado de oficinas y compatibilidad o incompatibilidad que pueda
haber en lo solicitado y emita su dictamen para la conveniente resolución que,
como se conocería una semana después, supuso la confirmación del desahucio.
Pese a ello, se siguen recibiendo en el Ayuntamiento solicitudes de vecinos
para alojarse en los restos del convento, como fue el caso de de Isabel
Cuadrado, viuda, quien pedía permiso para “habitar alguna oficina de las
excusadas en el convento de Santo Domingo, dado que su estado de miseria no le
permite procurar casa de alquiler. Se acuerda no haber lugar y que si alguna
persona permanece en aquellas oficinas se la desaloje inmediatamente”.
Unos días antes, en
concreto el 17 de junio, había sido publicada la orden por la que el
Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo cedía una parte del convento de Santo Domingo al
Ministerio de Guerra, por lo que, casi simultáneamente, el gobernador militar
de la plaza mirobrigense solicita al Consistorio la entrega de las llaves de
las cuadras que precisa la guarnición, a lo que accede inmediatamente la
corporación.
También por esas fechas, el
Ayuntamiento conoce una memoria que presenta el maestro albañil Pedro Álvarez,
que había hecho la obra para escuelas en el extinguido convento de Santo
Domingo, solicitando se tome en consideración por el Consistorio la “demasía,
así de materiales como de jornales, que ha invertido en la citada reforma,
acordándose el justo reintegro.”
Vista aérea de 1923. Al fondo, el edificio conventual dominico |
El presbítero Juan Muñoz,
dueño de las tierras en rededor del extinto convento, acomete en el mes de
septiembre de 1843 la destrucción de la cerca de la portería del antiguo
monasterio, una acción que el Consistorio considera perjudicial para sus intereses
y los de la futura escuela –con más dificultades de las previstas para su
entrada en servicio-, ya que también está en juego la definición de los
linderos de las tierras de las Cortinejas y La Capitana, por lo que antes de
que finalice el año se procederá al deslinde definitivo.
En febrero de 1844, en
virtud del acuerdo de cesión de una parte de las dependencias del exconvento al
Ministerio de Guerra, el brigadier gobernador de la plaza transmite al Ayuntamiento
la orden de la Junta Superior de Ventas de Bienes Nacionales para que se haga
efectiva la cesión parcial del inmueble para destinarla a cuartel de caballería.
Tendrá que intervenir directamente Alejo Turriente, comisionado del Ramo de
Ventas de Bienes Nacionales, para que el Consistorio entregue las pretendidas dependencias
conventuales. Y lo hará, pero con condiciones: al no poderse usar para escuelas
por haber una sola entrada, se trasladará a una casa particular a condición de
que la Junta de Bienes Nacionales indemnice al Ayuntamiento, que ha tenido que
reparar todos los tejados, asegurar, recorrer y recomponerlo; o que esa
institución le diera otra casa de las que tiene y no podía vender por estar
ruinosas. Sin embargo, unos años después veremos cómo en estas dependencias
finalmente se asienta una escuela de niñas.
Tras asumir el Gobierno de
la plaza de Ciudad Rodrigo las dependencias del exconvento dominico, se hace un
inventario, conservado entonces en la Comandancia de Ingenieros mirobrigense,
en el que se describe el inmueble en estos 11 puntos:
1º.- Puerta de entrada al
patio de dos ojas de quicio, cerrojo, cerradura, llabe y pasador; postigo con
picaportes.
2º.- Patio cercado de
parez de piedra y varro.
3º.- P.a cuadra: puerta de
una oja con bastidor forrada interiormente, cerrojo, cerradura y llabe; cinco
bentanas con sus aldavillas de yerro, cuatro con reja de yerro; treinta
pesebres con sus arrendaderos de argolla y sobre ellos veinte y ocho estacas
para
corgar las monturas. Sigue la pajera,
puerta de una oja con bastidor y cerrojo; ventana con aldaba de yerro.
4º.- Puerta de entrada al
edificio de una hoja engolfada en dos escuadras y una banda; cerrojo, cerradura
y llabe; una mirilla y llamador de yerro.
5º.- Cocina: puerta de una
hoja con cerradura y llabe, chimenea, ventana con puerta y aldava, reja de
yerro.
6º.- Paradero: un portal
sin puertas; a la izquierda, puerta de dos hojas con una aldava jitana de
yerro; una bentana sin puertas.
7º.- Segunda cuadra: puerta de una oja con
bastidor, cerradurra y llabe; un tirador de yerro; ventana de dos hojas con dos
cuarterones, tres aldabas de yerro y dos tarabillas de madera; veintisiete
pesebres con 27 arrendaderos de argollas y sobre ellos 21 alcayatas para colgar
las monturas.
8º.- Puerta de una oja
engolfada en dos escuadras, cerrojo, cerradura sin llabe y postigo sin
picaporte.
9º.- Bajada al suterráneo:
puerta de una oja engolfada en dos escuadras; cerrojo, cerradura sin llabe; al
frente unas ventanas, su puerta con reja de yerro; a la derecha, en el 2º
cuarto, una ventana sin puerta, reja de yerro. En el tercer cuarto, puerta de
una oja.
10º.- Escalera principal
del edificio de piedra con pasamano de madera. Primer descanso: un cuarto a la
derecha con puerta de una hoja de bastidor, cerradura, llabe y picaporte; una
ventana de dos hojas con dos cuartones y alambrados; una aldaba de yerro, tres tarabillas
de madera y reja de yerro; otra ventana de una oja con cuartelón, dos tarabillas,
reja de yerro y alambrados; otra íden de dos hojas.
11º.- 2º. descanso.
Entrada al entresuelo: puerta de una oja con bastidor, cerradura y llabe; a la
derecha, un bentanillo con aldaba de yerro; a la izquierda, un callejón y en la
parez de la izquierda 24 estantes de tablas de equipo y devajo cintas de madera
con 93 alcayatas. Frente al callejón, ventana de dos hojas con dos cuarterones,
tres aldabas y reja de yerro; a la derecha de este callejón hay los cuartos
siguientes: Cº. 1º., puerta de una oja con bastidor, sin cerradura ni llabe;
ventana de dos ojas, le falta un cuarterón; tres valaustres de yerro. Cº. 2º.,
puerta de una oja, ventana de dos hojas con cuarterón y una de yerro y dos
tarabillas. Cº. 3º., puerta de una hoja con bastidor, cerrojo, cerradura, ventana
de una oja con mirilla, aldaba de yerro. Cº. 4º., común puerta de una hoja con
bastidor y un picaporte de yerro.
Otra imagen de Pazos con el fondo del edificio que fue convento de Santo Domingo |
Unos años después, en
concreto en junio de 1850, con la asunción de los compromisos de mantenimiento
que suponía la aceptación de la donación de parte de los restos conventuales,
el Ayuntamiento recibe un presupuesto para afrontar la conservación del tejado
de la nave orientada hacia el oeste, “la que mira a la ciudad”, según explica Juan
Alfonso, el albañil al que se recurrió para efectuar las reparaciones necesarias
y que tasó, según el presupuesto que se adjunta, en 2.044 reales, sumando
materiales y jornales. Las actuaciones van concretadas a un tramo de la
cubierta que tiene 25 varas de largo por siete de ancho y que “cubre las
cuadras bajas” del convento, es decir, la zona que ocuparía seguramente el
cuartel de caballería. En total, serían necesarias 4.000 tejas y un carro de
cal morena, así como 20 cargas de jara, otras tantas de clavazón para el
tejado, 26 vigas cuadradas de 24
pies de largo, 10 docenas de tablas y 30 de cabrios.
En las condiciones de
ejecución de la obra, el citado albañil especifica que “se hará la armadura de
dicho tejado a pendolón con su pierna de llave, como también poner el doble a
los dos tramos de arcos y los tirantes que se hayan de colocar serán seis, aunque
para esta obra considero las paredes con ninguna seguridad desde la mitad de la
altura para arriba y para dicha obra se necesitan –a mayores- para paredes la
cantidad de 640 reales, que de todo, sin
maderas, el valor de ello asciende a 1.200 reales de vellón”.
Casi 20 años después,
cuando las dependencias conventuales acogían la citada escuela de niñas, el
Ayuntamiento encarga un nuevo reconocimiento de los locales, poniendo de
manifiesto que “se encuentra en buen estado, sin más necesidad que una pequeña
reparación en la cornisa de la parte norte para evitar que los vientos levanten
las bocas canales y alguna otra de pura conservación”, defectos que el
Consistorio decide atajar. Además, en las elecciones del año siguiente, finales
de 1870, el inmueble es uno de los elegidos para acoger la mesa electoral de
distrito, lo que indica el aprovechamiento del edificio.
Apreciamos, pues, un doble
uso de las dependencias conservadas del extinto convento dominico: la parte
baja sigue siendo utilizada por la guarnición de la plaza y la parte alta del
edificio acoge las aulas de la escuela de niñas. Y los dos servicios con una sola
puerta de entrada, lo que supondrá, con el paso de los años, alguna
desavenencia.
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