domingo, 1 de marzo de 2015

El convento de Santiago, primer cenobio dominico

La relevancia de la Iglesia en Ciudad Rodrigo no deja lugar a dudas desde prácticamente el mismo momento de la intervención de Fernando II para asentar y fijar la población mirobrigense con la repoblación realizada en el siglo XII. Una centuria después, nos encontraremos con los padres predicadores en Ciudad Rodrigo, con la orden dominica.

“El benemérito albercano padre Manuel María de los Hoyos, en su apreciada obra Registro documental, recogiendo de aquí y de allá, se atreve a poner como año de fundación el de 1262, aunque cauto, añade que hasta el de 1270 no hay constatación documental[1].
Enrique II en la tabla Vigen de Tobed, de Jaume Serra
Cierto es que no hay sobrada documentación sobre la presencia de los dominicos en Ciudad Rodrigo, pero los últimos estudios realizados por José Barrado Barquilla y Juan José Sánchez-Oro Rosa[2] han puesto luz sobre el particular. Ambos coinciden al afirmar que hubo un primer contacto antes del establecimiento de la orden dominica en Ciudad Rodrigo, una visita ad experimentum para valorar la posibilidad de establecer asentamiento en una tierra floreciente pero en la que ya se habían hecho un hueco un siglo antes los cluniacenses y los premostratenses. Los dominicos se decantaron pronto por levantar monasterio en la ciudad mirobrigense, aunque no contasen en principio con el beneplácito del obispo ni del consistorio: “El siete de febrero de 1271 el deán de Ciu- dad Rodrigo Gonzalo Pérez y el chantre de la catedral Rodrigo Rodríguez, junto con el arcediano Johan, se personaron en una alberguería donde residían desde hacía algún tiempo unos frailes predicadores. Enviados de parte de su obispo Domingo Martín, los tres personajes debían preguntar a los religiosos si poseían licencia del concejo o del pueblo de Ciudad Rodrigo para instalarse en la villa y fazer monasterio. Frey Pelayo, en calidad de prior de los dominicos, señaló que no tenían ninguna carta o permiso. Entonces, el deán les conminó a que dexassen aquella alberguería en que estavan, ca el bispo la querie para pobres et la querie tornar en aquel estado en que era antes que ellos viniesse. La conversación subía de tono, pero frey Pelayo no parecía arredrarse. Su respuesta fue tajante: la alberguería no era del obispo, ni nada tenía que ver en ella. Quienes se la entregaron a los frailes poseían poderes para hacerlo y, aunque lo mandara el diocesano, nunca la abandonarían salvo por la fuerza. Aquella mañana de sábado, Tomás Pérez, el notario del rey, levantaba acta del encuentro con estilo casi periodístico ante seis testigos más, entre ellos el abad y el prior de la Caridad, dejando constancia de la clara constancia de frey Pelayo y los suyos[3]”.
Sánchez Cabañas describió a principios del siglo XVII la llegada de los predicadores dominicos a la diócesis: Y aviendo llegado sus frayles a esta çiudad, pidieron al obispo don Pedro y a los canónigos de su iglesia les diesen algún sitio a donde acomodarse y haçerse habitación, para desde aquí salir a predicar por todas estas comarcas. En el archivo desta iglesia ay memoria de avérseles señalado unas casas en la calle de
 Cadmios, no lejos de la iglesia catedral. En estas casas estuvieron los frayles predicadores algunos años, en el qual tiempo murió el obispo don Pedro[4]”. Este relato está datado sobre el año 1262, fecha en la que, por tanto, ya se habían establecido los dominicos en Ciudad Rodrigo, aunque Sánchez-Oro Rosa discrepa al considerar que hay un equívoco en la sucesión episcopal, porque el obispo referencial no sería el citado Pedro, sino Domingo Martín, que toma la mitra en 1260.
La primera constancia documental sobre la presencia de los dominicos en Ciudad Rodrigo, como ya hemos dicho, data de noviembre de 1270, cuando se produce una donación de terrenos por parte de Guiral Viguer y su mujer, doña Pascuala, a fray Juan Domínguez y a fray Asensio, los dos primeros dominicos, quizás, que se asentaron en la localidad mirobrigense.
El documento es un acta levantada por el citado notario regio Tomás Pérez, que ubica los terrenos donados cerca la cárcava de sant Pelayo et como sal a la calle o mora Yván Domínguez, el ruvio pescador. La donación se hace a la orden de frades predigadores por Dios et por sus almas et de sus padres et de sus madres para faser casas de morada para los frades sobredichos et para la orden, que doy en adelante sea aquel cortinal suyo libre et quito con entradas et con salidas et con quanto derecho le perteneze, et que ellos nin sus herederos nunca mas gelo puedan demandar ni contrariar. Se trata de un documento recogido por José Barrado e insertado en el citado estudio sobre los orígenes de la orden dominica en Ciudad Rodrigo.
Plano de 1731. En la señalada como tierra de los Vázquez estaría el convento de Santiago
Sin embargo, como hemos visto, las cosas no estaban tan claras como parecían para el establecimiento monacal de los predicadores de Santo Domingo. Lo demuestra la citada comisión rogatoria que envió el obispo para saber si tenían autorización para fazer monasterio en Ciudad Rodrigo. Pero algo debía haber, algo debían saber los dominicos que comprometiese la autoridad del obispo o la ciudad, porque continúan avanzando en su ubicación, como lo demuestra otro documento posterior, de 16 de febrero de 1273, en que se confirma que en esa fecha María Vivia había cedido por escritura pública una casa y unos solares colindantes al cortinal en donde estaban edificando los dominicos[5], donación que fue aceptada por fray Munio de Zamora, futuro séptimo maestro general de la orden.
Pese a estas noticias, sabemos que la casa dominica no es todavía convento formal, sino una simple residencia o casa, como queda reflejado en las actas del capítulo provincial celebrado en León en 1275 en las que Ciudad Rodrigo no aparece todavía como convento aceptado[6]. Sabremos más tarde, aunque sin definición expresa, que entre 1275 y 1281 la casa dominica mirobrigense es convertida o elevada a convento por el provincial de turno, posiblemente por el llamado doctor fray Diego. En esta horquilla de años nos encontramos con la cesión de la iglesia de Santiago a la orden de predicadores:
Sepan cuantos esta carta vieren, como yo arcidiano don Johan de Ciudat Rrodrigo de mandado et de autoritat del obispo don Pedro… di et otorguá a frades predicadores de Ciudat Rrodrigo quatro casas et un casar et un cortinal que eran de la iglesia de Santiago de Ciudat en cambio por quatro arançadas et media de viñas que les dieron los frades sobredichos a los clérigos de Santiago que son al pago de Açitara en linde con otras viñas de doña condessa… Dada en Ciudat Rrodrigo a III días de marcio era de mill et trescientos et XIII años (1275). Sin embargo la cesión oficial de la iglesia de Santiago no se llevó a cabo hasta el 3 de junio de 1281, cuando el diocesano dio su beneplácito final después de la intercesión y súplica de don Sancho, primogénito y heredero del rey Alfonso X: Pedro, por la gracia de Dios obispo de Ciudad Rodrigo damos y concedemos libremente la iglesia de Santiago de la misma ciudad con todo su cementerio, y con el consentimiento de los clérigos de dicha iglesia, a los frailes predicadores para construir un monasterio y para las demás cosas necesarias que hay que hacer en el monasterio[7].
Este convento, que tomó el nombre de Santiago en reconocimiento a la donación de la homónima iglesia, va tomando cuerpo con las sucesivas donaciones que van favoreciendo a la orden dominica. El convento estaba situado a la salida de la Puerta del Sol, seguramente fuera de la primera cerca del arrabal de San Francisco, junto a la cárcava de San Pelayo, en las tierras que posteriormente fueron propiedad de los Vázquez, como refiere Sánchez Cabañas en la relación de monasterios que tuvo Ciudad Rodrigo.
Allí permaneció hasta que en 1370 queda arruinado al estar en primera línea del sitio entablado por Enrique II durante unos meses.
Enrique II de Trastámara
Dice la crónica del reinado del de Trastámara que partió luego el Rey don Enrique de Toro, é fue cercar á Ciudad Rodrigo, é fízole poner muchos engaños, é facer muchas cavas, en guisa que cayó un grand portillo del muro; pero tan grande era el invierno que non la podía combatir, nin le venían viandas de ninguna parte, por las grandes aguas é invierno que facía; por lo qual non pudo estar allí.
Esta acción era consecuencia de la guerra civil castellana que enfrentó a los partidarios del fortalecimiento del poder monárquico, representado por Pedro I, con los de Enrique de Trastámara, que ‘capitaneaba una reacción nobiliaria’ y que tendría, sobre todo después de la muerte de Pedro en el castillo de Montiel, importantes repercusiones para Ciudad Rodrigo y su sistema defensivo”, significa el historiador José Ignacio Martín Benito en su estudio El alcázar de Ciudad Rodrigo. Poder y control militar en la frontera de Portugal.
Ciudad Rodrigo, en ese momento (1370) estaba guardada por el caballero portugués Gómez Lourenço do Avellaar, con cien hombres de armas. La crónica portuguesa de Fernando I se ocupa también minuciosamente del referido cerco de Ciudad Rodrigo:
...Gómez Luorenco soubeo per emculcas que tragia foro, e no dereito omde emtemdeo que aviam de vijnr, derribou casas demtro na cidade, e fez emcher cubas de terra e pedra, e granule bastida de madeira com peitorijs de portas das casas em ella, percebemdosse do dampno que lhe recrecer podía. Os de fora aeabarorn sua cava, e poserom gram parte do muro em eomtos; e devisado o día do combato, derom fogo a a cava, e comecarom combater o logar per quatro partes, por nom emtemderem os de dentro per homde levavom a cava, creemdo que per nehuuma guisa os da cidade podessem sofrer a força daquel combato; o qual duramdo per boom espaco, e cada huuns mostramdo suas forras huuns por se deffemder, e outros por emtrar, arderom os con tos que tijnham, e cahirom delle bem dezoito bracas todo em torrooens gramdes huuns sobre outros; da qual cousa os de fora ouverom gram prazer, e mujtos da cidade ouve hi taaes, que veemdo aquello, cuidaron per forya seerem emtrados. Os que combatiam, trabalharom logo por sobir per çima do muro que caera; e poemdoo em obra, virom os de demtro afortellezados daquella parte derribada, de guisa que matavom delles e feriara mujtos; e maravilhamdosse da sua forra, e avisamento, afastaromsse a fora, e foi morto huum cavallerio que diziam Monsse Lemosim, irmaáo do senhor de Leberth. El Rei Dom Hemrique veemdo que com todo o que lhe feito avia nom a podía tomar, des i por as gramdes chuvas que torvavom a vijmda dos mantijmentos de que o arreal era ya minguado, determinou de partir dalli…
Después de dos meses y medio de asedio el rey se vio obligado a levantar el sitio
y dirigirse a Salamanca y Medina del Campo. Mucho fue el daño que don Enrique infringió a las murallas que, no obstante, resistieron el cerco. El mismo monarca da cuenta del intento de derribo de la muralla para tomar la ciudad, en carta dirigida a la ciudad de
Murcia, dada el 9 de marzo en el Real de Ciudad Rodrigo: Facemos vos saber que teniendo nos cercada esta cibdad de Cibdad Rodrigo, é aviéndole fecho tres cavas en el muro, que la una dellas cayó antes de tiempo, así que do mandamos cavar para derribar cincuenta brazas ó mas, non cayeron si non fasta doce brazas en aquel logar do el muro caído estaba de dentro todo ciego, en manera que aunque el muro cayó quedó de dentro muy alto, é las otras dos cavas cegándose con las muy grandes aguas que lizo, de suerte que non pudieron en ellas cavar; é aunque esto ha sucedido así, sed ciertos que nos la pensábamos cobrar antes de un mes, porque era imposible poderse defender, pero tan fuerte fue el tiempo de las aguas que fizo é face, é tan excesiva la fambre que ha en el real por falta de mantenimientos, que ya las gentes non lo podían sofrir: por lo qual ovimos de levantar el cerco...
El sitio y los esfuerzos para derribar el lienzo de muralla comprendido entre las puertas de San Pelayo y la del Sol, tramo enfrentado al convento de Santiago, tuvo consecuencias nefastas para el cenobio dominico, quedando totalmente arruinado y obligando a los predicadores a buscar otro emplazamiento, un tanto más alejado de la muralla, pero no demasiado, concretamente en el entorno del hoy cuartel de la Guardia Civil. Pero eso ya es otra historia...


[1] BARRADO BARQUILLA, José.Actas del Congreso de Historia de la Diócesis de Ciudad Rodrigo. 50º de la normalización de la sucesión episcopal. Zamora, 2002. Volumen II, págs. 515-539
[2] SÁNCHEZ-ORO ROSA, Juan José. Los dominicos en Ciudad Rodrigo durante la Edad Media: conventos de Santiago y Santo Domingo. En Estudios mirobrigenses I, primer número de la revista del Centro de Estudios Mirobrigenses. Salamanca, 2005. Págs. 75-115.
[3] SÁNCHEZ-ORO ROSA, Juan José. Ibídem, pág. 75-76.
[4] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio. Historia civitatense. Salamanca, 2001, pág. 202.
[5] BARRADO BARQUILLA, José. Ibídem, pág. 519
[6] HERNÁNDEZ, Ramón. Acta del Capítulo provincial de la Provincia de España celebrado en León en 1275, en Archivo Dominicano IV. 1983, pág. 5-25
[7] Ibídem, pág. 521

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