La relevancia de la Iglesia en Ciudad Rodrigo no
deja lugar a dudas desde prácticamente el mismo momento de la intervención de
Fernando II para asentar y fijar la población mirobrigense con la repoblación
realizada en el siglo XII. Una centuria después, nos encontraremos con los
padres predicadores en Ciudad Rodrigo, con la orden dominica.
“El benemérito albercano
padre Manuel María de los Hoyos, en su apreciada obra Registro documental, recogiendo de aquí y de allá, se atreve a
poner como año de fundación el de 1262, aunque cauto, añade que hasta el de
1270 no hay constatación documental[1].
Enrique II en la tabla Vigen de Tobed, de Jaume Serra |
Cierto es que no hay
sobrada documentación sobre la presencia de los dominicos en Ciudad Rodrigo,
pero los últimos estudios realizados por José Barrado Barquilla y Juan José
Sánchez-Oro Rosa[2] han puesto luz sobre el particular. Ambos
coinciden al afirmar que hubo un primer contacto antes del establecimiento de
la orden dominica en Ciudad Rodrigo, una visita ad experimentum para valorar la posibilidad de establecer asentamiento
en una tierra floreciente pero en la que ya se habían hecho un hueco un siglo
antes los cluniacenses y los premostratenses. Los dominicos se decantaron pronto
por levantar monasterio en la ciudad mirobrigense, aunque no contasen en
principio con el beneplácito del obispo ni del consistorio: “El siete de
febrero de 1271 el deán de Ciu- dad Rodrigo Gonzalo Pérez y el chantre de la
catedral Rodrigo Rodríguez, junto con el arcediano Johan, se personaron en una
alberguería donde residían desde hacía algún tiempo unos frailes predicadores.
Enviados de parte de su obispo Domingo Martín, los tres personajes debían
preguntar a los religiosos si poseían licencia del concejo o del pueblo de
Ciudad Rodrigo para instalarse en la villa y fazer monasterio. Frey Pelayo, en calidad de prior de los
dominicos, señaló que no tenían ninguna carta o permiso. Entonces, el deán les
conminó a que dexassen aquella
alberguería en que estavan, ca el bispo la querie para pobres et la querie
tornar en aquel estado en que era antes que ellos viniesse. La conversación
subía de tono, pero frey Pelayo no parecía arredrarse. Su respuesta fue tajante: la alberguería no era del obispo, ni nada
tenía que ver en ella. Quienes se la
entregaron a los frailes poseían poderes para hacerlo y, aunque lo mandara el diocesano, nunca la abandonarían
salvo por la fuerza. Aquella mañana de sábado, Tomás Pérez, el notario del rey, levantaba acta del encuentro con
estilo casi periodístico ante seis
testigos más, entre ellos el abad y el prior de la Caridad, dejando constancia
de la clara constancia de frey Pelayo
y los suyos[3]”.
Sánchez Cabañas describió a
principios del siglo XVII la llegada de los predicadores dominicos a la
diócesis: Y aviendo llegado sus frayles a
esta çiudad, pidieron al obispo don Pedro y a los canónigos de su iglesia les
diesen algún sitio a donde acomodarse y haçerse habitación, para desde aquí
salir a predicar por todas estas comarcas. En el archivo desta iglesia ay
memoria de avérseles señalado unas casas en la calle de
Cadmios, no lejos de la
iglesia catedral. En estas casas estuvieron los frayles predicadores algunos
años, en el qual tiempo murió el obispo don Pedro[4]”. Este relato está datado sobre el año 1262, fecha en la que, por
tanto, ya se habían establecido los dominicos en Ciudad Rodrigo, aunque
Sánchez-Oro Rosa discrepa al considerar que hay un equívoco en la sucesión
episcopal, porque el obispo referencial no sería el citado Pedro, sino Domingo
Martín, que toma la mitra en 1260.
La primera constancia
documental sobre la presencia de los dominicos en Ciudad Rodrigo, como ya hemos
dicho, data de noviembre de 1270, cuando se produce una donación de terrenos
por parte de Guiral Viguer y su mujer, doña Pascuala, a fray Juan Domínguez y a
fray Asensio, los dos primeros dominicos, quizás, que se asentaron en la localidad
mirobrigense.
El documento es un acta
levantada por el citado notario regio Tomás Pérez, que ubica los terrenos
donados cerca la cárcava de sant Pelayo
et como sal a la calle o mora Yván Domínguez, el ruvio pescador. La
donación se hace a la orden de frades
predigadores por Dios et por sus almas et de sus padres et de sus madres para
faser casas de morada para los frades sobredichos et para la orden, que doy en
adelante sea aquel cortinal suyo libre et quito con entradas et con salidas et
con quanto derecho le perteneze, et que ellos nin sus herederos nunca mas gelo
puedan demandar ni contrariar. Se trata
de un documento recogido por José Barrado e insertado en el citado estudio
sobre los orígenes de la orden
dominica en Ciudad Rodrigo.
Plano de 1731. En la señalada como tierra de los Vázquez estaría el convento de Santiago |
Sin embargo, como hemos
visto, las cosas no estaban tan claras como parecían para el establecimiento
monacal de los predicadores de Santo Domingo. Lo demuestra la citada comisión
rogatoria que envió el obispo para saber si tenían autorización para fazer monasterio en Ciudad Rodrigo. Pero
algo debía haber, algo debían saber los dominicos que comprometiese la
autoridad del obispo o la ciudad, porque continúan avanzando en su ubicación,
como lo demuestra otro documento posterior, de 16 de febrero de 1273, en que se confirma que en esa fecha María Vivia
había cedido por escritura pública una casa y unos solares colindantes al
cortinal en donde estaban edificando los dominicos[5], donación que fue aceptada
por fray Munio de Zamora, futuro séptimo maestro general de la orden.
Pese a estas noticias,
sabemos que la casa dominica no es todavía convento formal, sino una simple
residencia o casa, como queda reflejado en las actas del capítulo provincial
celebrado en León en 1275 en las que Ciudad Rodrigo no aparece todavía como
convento aceptado[6]. Sabremos más tarde, aunque sin definición
expresa, que entre 1275 y 1281 la casa dominica mirobrigense es convertida o
elevada a convento por el provincial de turno, posiblemente por el llamado
doctor fray Diego. En esta horquilla de años nos encontramos con la cesión de
la iglesia de Santiago a la orden de predicadores:
Sepan cuantos esta carta vieren, como yo arcidiano don Johan de
Ciudat Rrodrigo de mandado et de autoritat del obispo don Pedro… di et otorguá
a frades predicadores de Ciudat Rrodrigo quatro casas et un casar et un
cortinal que eran de la iglesia de Santiago de Ciudat en cambio por quatro
arançadas et media de viñas que les dieron los frades sobredichos a los
clérigos de Santiago que son al pago de Açitara en linde con otras viñas de
doña condessa… Dada en Ciudat Rrodrigo a III días de marcio era de mill et
trescientos et XIII años (1275). Sin embargo la
cesión oficial de la iglesia de Santiago no se llevó a cabo hasta el 3 de junio
de 1281, cuando el diocesano dio su beneplácito final después de la intercesión
y súplica de don Sancho, primogénito y heredero del rey Alfonso X: Pedro, por la gracia de Dios obispo de
Ciudad Rodrigo damos y concedemos libremente la iglesia de Santiago de la misma
ciudad con todo su cementerio, y con el consentimiento de los clérigos de dicha
iglesia, a los frailes predicadores para construir un monasterio y para las
demás cosas necesarias que hay que hacer en el monasterio[7].
Este convento, que tomó el
nombre de Santiago en reconocimiento a la donación de la homónima iglesia, va
tomando cuerpo con las sucesivas donaciones que van favoreciendo a la orden
dominica. El convento estaba situado a la salida de la Puerta del Sol, seguramente
fuera de la primera cerca del arrabal de San Francisco, junto a la cárcava de
San Pelayo, en las tierras que posteriormente fueron propiedad de los Vázquez,
como refiere Sánchez Cabañas en la relación de monasterios que tuvo Ciudad Rodrigo.
Allí permaneció hasta que
en 1370 queda arruinado al estar en primera línea del sitio entablado por
Enrique II durante unos meses.
Enrique II de Trastámara |
Dice la crónica del reinado
del de Trastámara que partió luego el Rey
don Enrique de Toro, é fue cercar á Ciudad Rodrigo, é fízole poner muchos
engaños, é facer muchas cavas, en guisa que cayó un grand portillo del muro;
pero tan grande era el invierno que non la podía combatir, nin le venían
viandas de ninguna parte, por las grandes aguas é invierno que facía; por lo
qual non pudo estar allí.
Esta acción era
consecuencia de la guerra civil castellana que enfrentó a los partidarios del
fortalecimiento del poder monárquico, representado por Pedro I, con los de
Enrique de Trastámara, que ‘capitaneaba una reacción nobiliaria’ y que tendría,
sobre todo después de la muerte de Pedro en el castillo de Montiel, importantes
repercusiones para Ciudad Rodrigo y su sistema defensivo”, significa el
historiador José Ignacio Martín Benito en su estudio El alcázar de Ciudad Rodrigo. Poder y control militar en la frontera de
Portugal.
Ciudad Rodrigo, en ese
momento (1370) estaba guardada por el caballero portugués Gómez Lourenço do
Avellaar, con cien hombres de armas. La crónica portuguesa de Fernando I se
ocupa también minuciosamente del referido cerco de Ciudad Rodrigo:
...Gómez Luorenco soubeo per emculcas que tragia foro, e no
dereito omde emtemdeo que aviam de vijnr, derribou casas demtro na cidade, e
fez emcher cubas de terra e pedra, e granule bastida de madeira com peitorijs
de portas das casas em ella, percebemdosse do dampno que lhe recrecer podía. Os
de fora aeabarorn sua cava, e poserom gram parte do muro em eomtos; e devisado
o día do combato, derom fogo a a cava, e comecarom combater o logar per quatro
partes, por nom emtemderem os de dentro per homde levavom a cava, creemdo que
per nehuuma guisa os da cidade podessem sofrer a força daquel combato; o qual
duramdo per boom espaco, e cada huuns mostramdo suas forras huuns por se deffemder,
e outros por emtrar, arderom os con tos que tijnham, e cahirom delle bem
dezoito bracas todo em torrooens gramdes huuns sobre outros; da qual cousa os
de fora ouverom gram prazer, e mujtos da cidade ouve hi taaes, que veemdo aquello,
cuidaron per forya seerem emtrados. Os que combatiam, trabalharom logo por
sobir per çima do muro que caera; e poemdoo em obra, virom os de demtro afortellezados
daquella parte derribada, de guisa que matavom delles e feriara mujtos; e
maravilhamdosse da sua forra, e avisamento, afastaromsse a fora, e foi morto
huum cavallerio que diziam Monsse Lemosim, irmaáo do senhor de Leberth. El Rei
Dom Hemrique veemdo que com todo o que lhe feito avia nom a podía tomar, des i
por as gramdes chuvas que torvavom a vijmda dos mantijmentos de que o arreal
era ya minguado, determinou de partir dalli…
Después de dos meses y
medio de asedio el rey se vio obligado a levantar el sitio
y dirigirse a Salamanca y Medina del Campo.
Mucho fue el daño que don Enrique infringió a las murallas que, no obstante,
resistieron el cerco. El mismo monarca da cuenta del intento de derribo de la
muralla para tomar la ciudad, en carta dirigida a la ciudad de
Murcia, dada el 9 de marzo en el Real de Ciudad
Rodrigo: Facemos vos saber que teniendo nos
cercada esta cibdad de Cibdad Rodrigo, é aviéndole fecho tres cavas en el muro,
que la una dellas cayó antes de tiempo, así que do mandamos cavar para derribar
cincuenta brazas ó mas, non cayeron si non fasta doce brazas en aquel logar do
el muro caído estaba de dentro todo ciego, en manera que aunque el muro cayó
quedó de dentro muy alto, é las otras dos cavas cegándose con las muy grandes
aguas que lizo, de suerte que non pudieron en ellas cavar; é aunque esto ha
sucedido así, sed ciertos que nos la pensábamos cobrar antes de un mes, porque
era imposible poderse defender, pero tan fuerte fue el tiempo de las aguas que
fizo é face, é tan excesiva la fambre que ha en el real por falta de
mantenimientos, que ya las gentes non lo podían sofrir: por lo qual ovimos de
levantar el cerco...
El sitio y los esfuerzos
para derribar el lienzo de muralla comprendido entre las puertas de San Pelayo
y la del Sol, tramo enfrentado al convento de Santiago, tuvo consecuencias
nefastas para el cenobio dominico, quedando totalmente arruinado y obligando a
los predicadores a buscar otro emplazamiento, un tanto más alejado de la muralla,
pero no demasiado, concretamente en el entorno del hoy cuartel de la Guardia
Civil. Pero eso ya es otra historia...
[1] BARRADO BARQUILLA, José.Actas del
Congreso de Historia de la Diócesis de Ciudad Rodrigo. 50º de la normalización de
la sucesión episcopal. Zamora, 2002. Volumen II, págs. 515-539
[2] SÁNCHEZ-ORO
ROSA, Juan José. Los dominicos en Ciudad Rodrigo durante la Edad Media:
conventos de Santiago y Santo Domingo. En Estudios mirobrigenses I,
primer número de la revista del Centro de Estudios Mirobrigenses. Salamanca,
2005. Págs. 75-115.
[3] SÁNCHEZ-ORO
ROSA, Juan José. Ibídem, pág. 75-76.
[4] SÁNCHEZ CABAÑAS, Antonio.
Historia civitatense. Salamanca, 2001,
pág. 202.
[5] BARRADO
BARQUILLA, José. Ibídem, pág. 519
[6] HERNÁNDEZ,
Ramón. Acta del Capítulo provincial de la Provincia de España celebrado en
León en 1275, en Archivo Dominicano IV. 1983, pág. 5-25
[7] Ibídem,
pág. 521
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