Pocos meses después de haberse aprobado la ejecución del proyecto de Calvet y para
afrontar también actuaciones imprescindibles en la continuación de la defensa
de la plaza de Ciudad Rodrigo, se propondrían una serie de obras con un
presupuesto de 525.909 reales que se pretendían ejecutar a lo largo de la
anualidad de 1813.
En concreto, por ejemplo, se especifica la continuación de
la reparación de la parte arruinada de la brecha grande utilizando sillares en
su cara exterior, la proyección de quince estribos en el todo de la parte
ruinosa, concluir el terraplén en toda la parte destruida según se especifica
en los perfiles proyectados, rematar el parapeto en la parte superior de la
muralla en la zona de la brecha grande, continuar con el remate de la parte
arruinada en la parte de la brecha chica, rehacer los contrafuertes interiores
de la parte ruinosa, reconstruir el parapeto y cañoneras de la brecha grande
tras rematar su terraplén, reparación de la contraescarpa interior del foso
delante de la brecha, limpieza y arreglo de los fosos interiores junto a las
dos brechas, reparación de los dos conductos de desagüe del interior de la
plaza y su proyección por los fosos, construir un terraplén para colocar una
batería en la falsabraga contigua al cuerpo de guardia de la puerta de Santiago
junto con sus explanadas y la construcción de merlones en la parte superior de
este parapeto para disponer las cañoneras, concluir las baterías en la
falsabraga en el frente del convento de Santa Cruz con sus correspondientes
merlones y explanadas, reparación de desconchados por el fuego artillero… En
fin, numerosas pero necesarias obras que, aunque parecieran de pequeña entidad,
servirían para atajar o disuadir cualquier nuevo intento de recuperar la plaza
para la causa napoleónica.
Con estas
reformas la fortificación de Ciudad Rodrigo prácticamente se define con la
configuración que hoy se puede apreciar, salvando las obras imprescindibles,
aunque menores, de adaptación a las nuevas necesidades de la defensa de la
plaza fuerte y, más adelante, cuando pierdan sentido y relevancia defensiva las
estructuras de la fortificación, cuando se convierta en un simple pero
imponente elemento patrimonial, quedará para disfrute de la población y
admiración de los visitantes, adaptándose también a estos fines con actuaciones
puntuales, siempre conservacionistas, como consecuencia de su declaración como
conjunto histórico en abril de 1944, incluyendo en el marchamo a todo el casco
urbano intramuros.
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