Abordaremos hoy,
sucintamente, el protagonismo de nuestra ciudad durante la Guerra de Sucesión
por la Corona española (1701-1713), un conflicto internacional que trocó en
guerra civil con el enfrentamiento entre borbónicos y autracistas. Dos
importantes batallas tuvieron como protagonista a Ciudad Rodrigo, en mayo de
1706 y octubre de 1707, alternando su dominio primero las tropas que apoyaban
la causa de Carlos de Austria y recuperándola más tarde para Felipe de Borbón.
El 22 de
septiembre de 1704 hay un primer amago de los aliados para sitiar Ciudad
Rodrigo. Unos meses antes, dentro de los preparativos de defensa, el obispo
había permitido el alojamiento de tres regimientos de soldados en los conventos
de San Francisco, San Agustín, Santo Domingo y la Santa Trinidad.
Posteriormente, vistas las necesidades, permite también la utilización de las
ermitas para alojar “gente de guerra”, aunque con la salvedad de que “se
procure entren los españoles”. Los preparativos para la defensa de Ciudad
Rodrigo se suceden en las semanas siguientes. A principios de abril se ordena a
la Ciudad que se realoje a los soldados de las ermitas, muchos de ellos enfermos,
en otras casas, conventos y en la hospedería de los premostratenses. También se
ordena desocupar el cuartel de la calle La Salud, “dejando aquellas casas para
otros menesteres”.
Recreación del sitio de Ciudad Rodrigo del 22 de septiembre de 1704 |
Francisco Ronquillo, gobernador de las
armas de la frontera de Castilla, dice que “por ningún modo ni en ningún
acontecimiento los soldados de milicias se hospeden en los conventos”. Sin embargo, en San Agustín se ofrecen
dos colegios, ya que el otro era necesario para “leer sus lectores”. Los de
Santo Domingo y la Trinidad están en disposición. No obstante, sólo se
aprovecha la hospedería de La Caridad y varias casas desocupadas: “la que vivió
Antonio Carlos, procurador, en la calle del Sepulcro; en la calle de La Salud,
otra de Juan Moro que hace esquina en la cortina del arrabal de San Andrés…”
Las intenciones de los aliados
portugueses por sitiar Ciudad Rodrigo, como se ha mencionado antes, fueron
evidentes en septiembre de 1704, un anticipo de lo que llegaría en 1706, cuando
se produjo la capitulación de la plaza. Así refirió la Gazeta lo acontecido esos días: “El exército de los enemigos vino
con su rey de azia Almeyda con todos aparatos para sitiar esta plaza, pues
trahía entre otras prevenciones la de mil escalas, y más de 1.000 corazas a lo
antiguo, para trepar por ellas, como lo han declarado los desertores. Nuestro
exército, mandado por el señor duque de Bervic, se adelantó a esperarlos al
vado del río y asentó sus reales en Saelizes el Menor. Hubo algunas escaramuzas
hasta el día 5 y estuvieron los exércitos a una lengua de distancia; mas,
aunque nuestra cavallería (con no haberse juntado aún todos las tropas),
provocó a los enemigos a batalla; no se quisieron dar por entendidos…”
De las
escaramuzas de septiembre y octubre de 1704 pasamos a la formalización del
sitio y la capitulación de Ciudad Rodrigo de mayo de 1706. “Después de la sangrienta
toma de Alcántara por los aliados, éstos mandados por el Marqués de las Minas,
se dirigieron a Ciudad Rodrigo, con un ejército de 40.000 hombres entre
portugueses, holandeses e ingleses (éstos unos 12.000 dirigidos por millord
Gallovay). Se aproximan a Ciudad Rodrigo a mediados de mayo. La ciudad contaba
al menos con dos regimientos de tropas, y levantó dos compañías de milicias,
una de caballería y otra de infantería. También había procurado reforzar el
sistema defensivo y hacer aprovisionamientos de víveres. Además se habían hecho
diversos llamamientos para que se acudiera en su ayuda. Parece ser que los
refuerzos del ejército del Duque de Berwick acampado en el pueblo de Martín del
Río no pudieron llegar a tiempo. Ciudad Rodrigo fue sitiada estrechándose el
cerco el 21 de mayo de 1706 [ese día se tomó el convento dominico]. El Marqués
de las Minas, la conminó a entregarse. Ciudad Rodrigo se negó a ello y, aunque
tenía abierta brecha, resistió cinco días. Capituló el día 25. Era gobernador
de la plaza D. Antonio de la Vega, salió de la ciudad y se dirigió con algunas
tropas hacia Valladolid. Sin embargo, queda claro que la ciudad se defendió
durante 8 días[1].”
Plano parcial de la cerca del arrabal de Ciudad Rodrigo con la referencia del convento de Santo Domingo en 1706 |
La muralla de Ciudad Rodrigo fue
derribada en varios puntos. Una vez tomada, los aliados realizaron el saqueo de
edificios públicos y de bastantes viviendas particulares. Se apoderaron de
trigo y otros granos, harina, salvado, dinero, plata, papel sellado, tabaco...
además encarcelaron a algunas personas y a otras las enviaron al destierro,
mientras quien podía se daba a la fuga. Quedó de corregidor el portugués Luis
Brito Caldeira, y por gobernador militar el holandés Diego Farrel. Las
condiciones de la rendición no fueron excesivamente duras: las milicias auxiliares
de Burgos y Valladolid, compuestas por unos 2.000 hombres, fueron obligadas a
dejar las armas y a jurar que no las tomarían contra los aliados; y al regimiento
de Asturias de tropas veteranas se le exigió que no había de servir en un año.
La ocupación de la ciudad por los imperiales duró 16 meses, durante los cuales
además de la sangría demográfica que supuso, los vecinos tuvieron que contribuir
con cargas y utensilios para los nuevos dueños; los negocios judiciales sufrieron
gran detrimento; el cobro de arrendamientos, alcabalas y tercias se hizo
difícil, cuando no imposible; entre otras medidas, los aliados se apoderaron de
las rentas y frutos de los mayorazgos; y finalmente la atonía caracterizó al comercio,
y la vida en general de sus vecinos que se vieron “dominados, afligidos y atormentados”,
aunque también hubo alguna excepción.
Con la caída de Ciudad Rodrigo también
pasó a ser dominada por el ejército aliado toda su jurisdicción, pero no sólo
por ser distrito administrativo, sino por la acción directa de los imperiales
en la mayoría de los pueblos.
En la Gazeta
de 31 de mayo de 1707 se hace referencia a las medidas adoptadas por las tropas
ocupantes, entre ellos la toma de prisioneros: “Se han llevado los portugueses
de Ciudad Rodrigo a las personas de más representación, assí eclesiásticas como
seculares”. Pero es que ya antes, a principios de año, habían tomado otras
medidas similares: “Ay noticias de Ciudad Rodrigo del gran cuydado en que se
hallan los portugueses para su defensa, aviendo retirado de ella a muchos
religiosos y eclesiásticos por afectos a nuestro rey. También han desterrado a
otros seculares por el mismo motivo, por reconocerlos con algún aliento para el
recobro de su libertad; de suerte que aún la plaza no tiene ciento de sus
vezinos”. Y continúa señalando que “han sacado la guarnición de Almeyda para
poner en Ciudad Rodrigo 900 infantes y 300 caballos, que no se atreven a hazer
salidas por estar a la vista alguna gente nuestra”.
Ciudad Rodrigo se había convertido
durante este tiempo en el centro de las operaciones de los aliados. Con el
“continuo movimiento de los ejércitos aliados y con las consiguientes
exacciones, violencias y excesos y, entre tanto, ocupada la plaza por una
guarnición de soldados extranjeros, la mayor parte gente aventurera y
desalmada, se pasaron los diez y siete meses de la más dura, tiránica y
oprobiosa dominación extranjera de cuantas ha sufrido nuestra ciudad en su
larga y azarada historia”[2].
Pero los españoles estaban dando la
vuelta a la situación y con ello minaban el ánimo de los aliados imperiales. El
18 de septiembre de 1707 se presentó ante los muros de Ciudad Rodrigo el
marqués de Bay dispuesto a arrebatar su presa a los aliados. La Gazeta recoge una información del 30 de
septiembre sobre los movimientos realizados: “La noche del día 20 entraron
algunos soldados del regimiento que llaman de la Muerte en el arrabal; que el
21 dispararon de la plaza algunos tiros de fusil a los que llevaban las faginas,
pero sin daño; que el 22, después de la media noche, se ocuparon los tres
conventos: el de San Francisco 150 hombres del regimiento de Toro; el de Santo
Domingo, más vezino a la plaza, lo ocupó el regimiento de Lombardía; y el de
Santa Clara 300 franceses. El 23 hizieron los enemigos una salida, perdieron 50
hombres, un coronel y el sargento mayor de la plaza. El 24 se ocuparon los
nuestros del convento de la Trinidad, a 80 pasos de la estrada cubierta. El 25
se empezó a trabajar en las baterías de 12 cañones y aviendo intentando los
enemigos escapar su cavallería a Almeyda, no lo pudieron conseguir por estar
cerrados los pasos. El 26 hubo disparos contra los trabajadores, pero sin daño
por hallarse ya cubiertos. El 27 se puso una batería de cinco morteros que
tiran a la estrada cubierta piedras y bombas. Llegaron 13 compañías del regimiento
de Orense, que algunas pasaron a detener a la guarnición de San Felices. El 28
se puso una batería de 3 piezas. Pusieron los enemigos otra de dos y el 29 se
les desmontó la una. Se trabaja en concluir la batería grande, haziendo la de
bombas contra la estrada cubierta mucho fuego. Llegaron este día 1.230 hombres
de quatro regimientos de infantería de Galicia. El día 30 se les desmontó otra
pieza y se les rebentó un mortero de los grandes. Se dispone una batería de
seis piezas y acaba de llegar el señor conde de Aguilar. De la plaza van
desertando muchos”.
Plano de Ciudad Rodrigo, con la referencia del convento de Santo Domingo, tras ser conquistada la ciudad en 1706 |
Un estilo telegráfico, pero con un
mensaje claro: la recuperación de la plaza es inminente, después de haber
tomado ya los conventos y de haberse acercado a la muralla principal, tras
superar lógicamente la cerca del arrabal y disponer la estrategia necesaria y
los recursos para el asalto final.
El coronel de artillería Antonio de Leiva
fue el encargado de comunicar a los redactores de la Gazeta la buena nueva de la restauración y conquista de Ciudad
Rodrigo el 4 de octubre: “Aviendo puesto el señor marqués de Bay una batería de
10 piezas, abrió suficiente brecha para que no llamando a capitular a los
enemigos, se les diese el asalto el día 4, el cual se executó por la tarde con
tanta facilidad que con muy corta pérdida de los nuestros se hizo prisionera la
guarnición de 1.878 soldados y 280 oficiales; y como fue tan vigoroso el
asalto, quedaron también 300 muertos y 600 entre enfermos y heridos en la
plaza. Se han cogido 56 vanderas y 13 piezas de artillería, tres morteros,
muchas municiones de guerra y víveres para un año, aviéndose debido a la buena conducta del señor marqués
de Bay, actividad y disposiciones del señor conde de Aguilar, y a lo que se
señalaron en la función de todos los oficiales a quienes tocó la operación; y,
asimismo, los aventureros condes de Ablitas, marqués de Sufraga, D. Pedro
Borrás y D. Pedro de Orduña; y los cuatro cavalleros de Salamanca, excediéndose
todos generalmente unos a otros en el ardimiento y en el valor con que cada uno
quiso entrar el primero en la plaza”.
Ganada la
ciudad, las cosas se tornan y los dominadores pasan a dominados. El saqueo
corre a cargo de las tropas franco-españolas y se hace de las casas de los sospechosos
de afectos a los portugueses. Como antes, pero ahora por los nuevos gobernantes,
se aplican las medidas de confiscación de bienes, destierro, encarcelamiento e
incluso pena de muerte. Con los dos sitios media ciudad ha quedado destruida.
Entre tantos escombros se especificaron como dañados, caídos o ruinosos el
molino de Carbonero, los hornos de pan y el convento de monjas de Sancti
Spíritus.
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