Se ha dicho, y reitero, que los mirobrigenses siempre han tenido apego a las fiestas taurinas. La documentación que se conserva es elocuente en esta materia. Cualquier oportunidad era aprovechada para organizar un festejo taurino, bien en serio -como novillada o corrida de toros- o una simple capea en un espacio ad hoc o en un simple descampado, recurriendo a los carros y carretas para configurar el sobrevenido coso. La festividad de San Isidro cuenta con esa tradición taurina. La cortina del Hospicio, la plaza que allí se construyó y desmanteló en sucesivas ocasiones, el corral del matadero... eran referentes espaciales para desarrollar una capea festejando al "príncipe de los gañanes", como definió un redactor de La Iberia al patrón de agricultores y ganaderos.
Para organizar festejos taurinos vinculados a cualquier celebración, era preceptivo contar con el correspondiente permiso, bien gubernativo o bien municipal en función de la relevancia de dichos festejos. En el caso de las capeas era suficiente con comunicarlo al Ayuntamiento, fijando este los pormenores y condiciones de la celebración.
Cogida en una capea de pueblo, óleo de Eugenio Lucas Velázquez (1855). Museo Carmen Thyssen, en Málaga. |
En 1926, al socaire de la celebración de San Isidro, un grupo de jornaleros del campo solicitó al consistorio la autorización para celebrar una capea en el descampado en el que se encontraba el antiguo convento de Santo Domingo, junto al actual cuartel de la Guardia Civil y la residencia de Asprodes. Una cita taurina que tuvo un trágico desenlace. Aunque ya lo he contado en otro blog -Los toros dan y quitan-, creo ahora oportuno recoger el suceso que acabó con la vida de José García y García, más conocido como Varetas, recurriendo al texto literal que se publicó en El Eco del Águeda el 20 de mayo de 1926:
En este
mismo número hacemos referencia a los desgraciados sucesos que acaecieron durante
las capeas con que los labradores de Ciudad Rodrigo celebran el día de San
Isidro. Ampliemos detalles.
En la tarde del día 15 durante la corrida que
siguiendo una antigua costumbre se celebra en la plaza de Santo Domingo, del
arrabal de San Francisco, fue alcanzado por uno de los toros que se lidiaban
José García y García (Varetas), de
las Huertas de Santa Cruz.
La herida, en los primeros momentos, adquirió
proporciones alarmantes. Después de una cura de urgencia practicada por el
doctor Briega, fue trasladado al hospital, donde después de recibir los
auxilios espirituales que le prestaron don Romualdo Sánchez Iglesias y el
magistral de la Catedral
don José Manuel Sánchez, y de practicarle una nueva y laboriosa operación
quirúrgica los doctores Yepes y Mirat, auxiliados por los practicantes señores
Vegas y Galán, falleció rodeado de su familia y amigos.
El entierro del desgraciado joven constituyó una
imponente manifestación de duelo, pues se congregó el pueblo entero a rendir el
último tributo al fallecido. Descanse en paz.
En el Arrabal del Puente también durante la capea
sufrió la fractura de un brazo la joven Valentina Giménez, cuyo estado actual
es de franca mejoría.
Lamentamos en el alma
las desgracias y acompañamos en su dolor a la familia del desgraciado joven.
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