El 1 de marzo de 1708, el brigadier Pedro
Borraz firma un auto para la tasación de las casas que son necesarias destruir
para la fortificación, tanto en el interior como en el exterior de las
murallas, cumpliendo con las órdenes de la superioridad y favoreciendo, en la
medida de las posibilidades, a los vecinos afectados: “Por cuanto se
halla con real orden en razón de que se deshagan todas las casas que han
quedado en el arrabal de San Andrés de esta ciudad y las que dentro de ella por
contiguas a la muralla fueren de embarazo para la fortificación que se está
obrando en esta plaza y considerando que muchos de los dueños de dichas casas
no podrán o no querrán recoger ni aprovecharse de los materiales de ellas, para
que los tales puedan ocurrir a Su Majestad cuando y como les sea conveniente en
razón de ello, mandaba y mando que todas y cada una de las casas que en esta
manera de orden de su señoría se fueren derribando de cuyos materiales los
referidos dueños o administradores no pretendieren aprovecharse ni valerse sino
es dejarlos para que se apliquen y gasten en lo necesario a la obra de dicha
fortificación, se reconozcan, valúen y tasen según la común estimación y valor,
que cada una de ellas o parte (de que sus dueños no se valieren) tuviere a la
sazón, de cuya regulación y tase se forme asiento, diligencia y fe a
continuación de este auto para que las partes interesadas ganen y se les dé los
testimonios que pidieren y necesitaren.”
De los trámites de evaluación y
tasación de las casas afectadas se encargará Juan Muñoz de Ruesta, ingeniero
mayor de la plaza de Ciudad Rodrigo, quien contará para este cometido con el
concurso de Andrés Cilleros, maestro de carpintería de las obras del rey de
esta plaza, y de Alonso de San Miguel, maestro de albañilería, ambos vecinos de
Ciudad Rodrigo, quienes en diferentes jornadas cumplieron con su cometido, empezando
por la barriada de San Francisco, prácticamente aniquilada, así como la cerca
que la defendía, tras las acometidas de los sitios sufridos por la ciudad entre
mayo de 1706 y octubre de 1707.
Proyecto de fortificación de Ciudad Rodrigo de Carlos Robelin |
Aunque no hay constancia
cartográfica del proyecto, ni la memoria del mismo, a través de la introducción
del Libro de registro y reconocimiento de
los propios...[1] tenemos una descripción
somera de los trabajos dirigidos por Borraz para mejorar las defensas de Ciudad
Rodrigo: “En attenzión sin duda de que por lo elevado de los muros sre
la campaña defendían con dificulttad éxstta, recuperada la plaza de los portugueses
en la últtima guerra, se consttruyeron unos muros extteriores que abrazon
los del recintto desde la puertta de la Colada hastta la de S.ntiago de nivel de
la rettetta de los primos, dispuesttos con diferenttes ángulos,
enttranttes y salientes, para defenderse muttuamte. Tienen de
alttura seis varas sre un foso ques a nuebe varas de ancho le
zircuye revesttidos más de los dos tterzios de sillares desvasttados, senttados
con vano sus parapettos ynúttiles y en ttodo su circuitto hazen de exttens.ón
los referidos muros, mill novezienttos nov.ta y ocho varas, su conttraescarpa de
quattro de altto es revesttida de lo mismo, y el glacis y esplanada aunque
ymperfecto, quasi del
tterreno natural; se sale por dos puenttes levadizos, ambos
sin poder levantarse por lo que nezesittan recomposizion.”
De estas obras se quiso dejar
constancia fehaciente en los propios muros de la fortificación. Aunque ahora no
es apreciable, en su tiempo existió una lápida[2]
en el dintel de entrada al almacén que existe junto a la puerta del Conde, en
donde se detallaban los trabajos realizados hasta 1710 en la mejora de las
defensas de Ciudad Rodrigo, concretadas en las bóvedas de las puertas del Sol,
del Rey y del Conde; se rebajaron las viejas murallas medievales, dotándolas de
terraplén y parapetos; se ejecutó toda la obra exterior de la muralla, el
puente de San Felipe y se construyeron distintos cuerpos de guardia en todo el
recinto.
Los trabajos y los proyectos
para la puesta en defensa de la plaza de armas de Ciudad Rodrigo no cejarían a
partir de 1710, cuando queda fijada la base del sistema de defensa abaluartada
para el recinto murado mirobrigense y que tuvo oportunidad de valorarse con los
disturbios que se produjeron este año. Si nos atenemos al proyecto que presenta
el ingeniero Carlos Robelin[3],
destinado en 1721 en la
Frontera de Castilla, zona en donde redactó distintos
trabajos para mejorar su defensa, Ciudad Rodrigo contaba con una fortificación
avanzada, con disposición para tres incipientes recintos, aunque ni mucho menos
suficiente para ponerla en perfecto estado de defensa: la muralla cuenta con 29
cañoneras en su adarve, la mayoría, once, enfilando hacia el Teso de San Francisco;
se ha construido la falsabraga y se ha dotado de un sistema de fosos poco
profundos, con ángulos entrantes y salientes pero sin flanquear sus frentes, y
con parapetos incompletos. No es un dechado, pero al menos se ha avanzado,
aunque de forma insuficiente, en la defensa de Ciudad Rodrigo, superando con
creces la estrada encubierta que comenzó a formarse en el último tercio del
siglo XVII.
Robelin firma en Zamora el 20 de
noviembre de 1721 un proyecto general para las obras de las fortificaciones de
Ciudad Rodrigo. Sin embargo, no es más, como él mismo afirma, que un plan con
los trabajos “más indispensables que se precisan para poner la ciudad de Ciudad
Rodrigo en estado de defensa”[4].
Y lo primero que plantea es la necesidad de allanar el glacis, eliminando “los
montículos de tierra y de piedras que se encuentran entre la ciudad y el
arrabal de San Francisco para formar una explanada, rellenando los fondos y
huecos que sirven de protección a un sitiador para abrir una trinchera”. Después
proyecta la necesidad de acometer la construcción de parapetos y de un
hornabeque en el arrabal del Puente que “no es sólo para preservar las casas
del arrabal de ser saqueadas y quemadas, ni para que allí se refugien algunas
poblaciones vecinas de estos alrededores con sus pertenencias, aunque éstas
sean razones bastante fuertes para su construcción, sino para evitar que un
sitiador llegue a amenazar uno de los lugares más débiles de la plaza.”[5]
Además, Robelin plantea diversas
obras en el castillo para darle una mayor resistencia, presenta un proyecto
para hacer dos cuarteles en lo que entonces se llamó puerta de San Blas –La Colada-, apunta la
necesidad de fortificar los torreones de las puertas y crear otros nuevos, de
construir un almacén de víveres como previsión ante un posible asedio y otras
actuaciones valoradas, en conjunto, en 5.600.000 reales: “La suma del proyecto
de las obras a realizar en esta plaza, que parece considerable en total, no lo
es con relación al tiempo si Su Majestad toma la decisión de poner esta plaza
en estado de defensa; por ejemplo, en un supuesto de ocho años el cociente será
de 700.000 reales por año, en función del mayor o menor estado de necesidad,
para no apurar el trabajo, dado que el temor y las prisas con las que se quiere
poner una plaza en estado de defensa lo enredarían, aparte de que las obras
costarían el doble, con el perjuicio de aquellos que gustan de pescar en aguas
turbias; testigo de esto: el gasto inútil que se hizo en Pamplona durante la
campaña de 1719, cuya mayor parte de las obras cayeron por la escasa precaución
que se tomó en consolidarlas. Y cualquier arreglo que se observa en el proyecto
de obras a realizar, no producirá ninguna gran ventaja si Su Majestad no accede
a destinar cada año una suma para poner en estado de defensa todas las plazas
fortificadas de estos reinos, mediante un departamento particular para
fortificaciones, a quien el Secretario de Estado de Guerra obligará a repartir
dicha suma según el estado de las obras que Su Majestad haya encomendado a
través de su representación; estas obras son las que marquen la dirección de
este departamento, donde todos los planos y memorias que sean otorgadas por el
Servicio Real serán depositadas junto con el presupuesto destinado a cada
plaza, así como el de los cuerpos de ingenieros que Su Majestad podrá mantener
en virtud de su escala de servicios, con el fin de que sean recompensados según
sus méritos”.
Es decir, Robelin, aparte del
presupuesto y como colofón a éste plantea una estrategia general para la defensa
de los intereses del reino, concretadas también en la necesidad de contar con
un departamento ad hoc que vele y aprecie el trabajo y los méritos del recién
creado –17 abril de 1711- Cuerpo de Ingenieros del Rey.
[1]
AHMCR. Libro de registro y reconocimiento.
1750.
[2]
Ibídem. REYNANDO EN ESPAÑA PHELIPE QVINTO
SIENDO GOVERNADOR MILITTAR Y POLITICO DE ESTTA CIVD Y SUS FRONTTERAS EL
MARISCAL DEL CAMPO DN PEDRO BORRAZ DESDE QUATTRO DE OCTUBRE DE MILL
SETTEZIENTTOS Y SIETTE QUE SE RESTTAURÓ, SE HIZIERON ESTTAS BÓBEDAS, LAS DE LA PUERTTA DEL REY, PUERTTA
DEL SOL, REBAJO DE LAS MURALLAS, TERRAPLÉN, PARAPETTOS. TTODA LA OBRA EXTTERIOR CON LA CALZADA , PUENTE NUEVA DE
SN PHELIPE Y CUERPOS DE GUARDIA EN TTODO EL RECINTTO. AÑO DE MILL SETTEZIENTTOS
DIEZ.
[3] Caballero de la orden militar de
San Luis, ingeniero y lugarteniente del ejército de Su Majestad.
[4]
Archivo General de Simancas. Negociado de Guerra Moderna. Legajo nº 3.299.
[5]
Ibídem.
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