El 28 de
julio de 1804, el Consejo de Castilla promulga una real orden por la cual se recomienda
la construcción de cementerios a la mayor brevedad[1].
Esto sería preferente en las ciudades o villas capitales, pueblos que hayan
sufrido epidemias o estén expuestos a ellas y en aquellas parroquias en que se
considere urgente por el número de habitantes, escasez de espacio, etc. Los
cementerios se construirán fuera de las poblaciones y a distancia conveniente
de estas, en parajes bien ventilados con terreno adecuado, evitando el riesgo
de filtración o comunicación con aguas potables del vecindario.
Fray Benito Uría y Valdés, retrato de José Caetano de Pinho |
En Ciudad
Rodrigo, al socaire de dicha orden, se había elegido el paraje conocido como
Huerta de los Almendros, a espaldas del convento de San Francisco, a las afueras
por tanto de la ciudad y, en principio, con una proyección provisional. Pero
esta elección contaba con varios inconvenientes, entre los que se apuntan no
tener el cerco correspondiente, sino mui vajas las tapias y deterioradas, y
otras circunstancias[2],
lo que lleva al prior de San Juan, Andrés Sevillano Semental, a solicitar al
obispo civitatense Benito Uría y Valdés la pertinente autorización para
bendecir uno de los corrales anejos a la parroquial de San Juan, a fin de
poder dar sepultura a los cadáveres de los difuntos de la parroquia, en
atención a quererse dar disposición hacer un cemeterio general por Rs
órds que lo mandan y dictamen de facultatibos ser mui perjudicial a
la salud pública; e ínterin se disponía este cemeterio gral, se
elegía y bendecía la huerta de los Almendros, a la espalda del convento de Sn
Franco, por tal cementerio provisional.[3]
El prior
había formulado la solicitud para bendecir el cementerio el 30 de enero de 1805
y, recibida la facultad episcopal, procede con la bendición al día siguiente.
En el citado apunte justifica las razones que le han llevado a utilizar este
espacio como cementerio provisional: Pedí y supliqué a dho señor
obispo me diese la facultad de bendecir este, y que en él daría sepultura a mis
difuntos, mas bien sin que se pudieran en él seguir ningún inconveniente, por
estar bien resguardado y en él executar todas las ceremonias de la ygla,
según previene en dar sepultura a todos los cadáveres de los fieles cristianos.
Y para que en todo tiempo conste, lo pongo en este libro de difuntos, y en fe
de ello lo firmo.[4]
Su uso fue inmediato, ya que al día siguiente se dio sepultura a tres difuntos
procedentes del Hospital de la Pasión[5].
No
obstante, antes de proceder a la bendición del cementerio de San Juan, hubo que
hacer una serie de trabajos para preparar el terreno, de los que hay dos
apuntes en el libro de cuentas de la parroquial: doy en data setenta rs
que costaron quinze carros de mampuesto para componer el corral quando se
bendijo para cemeterio, haciéndole su potril [sic, cuando debe referirse al
pretil] para detener la tierra, además de otros sesenta qe
importaron los jornales de los maestros en hacer el potril. Además, en este
momento, 1804-1805, se reflejan otras mejoras en el templo o sus inmediaciones:
Doy en data ciento sesenta y un rs y quatro mrs vn
que costó el retejar la igla, encalar el callejón del lado del
Christo de Ánimas, con sus materiales, como consta de mro alarife
Antonio Martín y el empleo de otros diez y nueve rs que
satisfice por una puerta que se puso al callejón y componer la tumba, y diez rs
más de ponerla.
Recorte de un plano de 1810 en el que se aprecia la disposición de las iglesias de San Juan, Orden Tercera y San Agustín |
Estábamos
en el preludio de la invasión francesa y del protagonismo directo que tendría
Ciudad Rodrigo, especialmente en el trienio de 1810 a 1812. Después del
sitio y capitulación de la plaza en julio de 1810, “los conquistadores condujeron al día siguiente
a la parroquia de San Juan, convertida en cárcel provisional, a los miembros de
la Junta de Defensa,
entre los que se encontraban cinco canónigos y los párrocos D. Bruno del
Castillo, de San Pedro; D. José María del Hierro, de San Isidoro; y D. Gaspar
González, de San Andrés. A los pocos días fueron conducidos prisioneros a
Francia”[6]. Sin
embargo, la parroquial de San Juan sigue manteniendo sus funciones
eclesiásticas, ya que, como recoge Agustín Herrero, pocos días después de la
capitulación, en concreto el 21 de julio, “el párroco
en funciones de San Pedro, D. Mauricio Vélez de Cosío, bautiza en San Juan por estar la parroquia de San Pedro
enteramente inutilizada”.
Durante la ocupación francesa, el prior de San Juan,
Andrés Sevillano Semental, “hace constar que su parroquia fue la única que
quedó abierta y útil para el culto sagrado. A ella acudían a celebrar otros
sacerdotes y el cabildo de la
Catedral por hallarse las demás inutilizadas y a ella obligaron
a asistir a los capitulares que no fueron llevados prisioneros, con el deán
intruso a la cabeza, para hacer el juramento de fidelidad a José Bonaparte. También
fue presionado dicho prior el 8 de agosto a bautizar un niño con el nombre de Napoleón.
Al margen de una partida de matrimonio pone dicho párroco una nota escrita
después de terminada la ocupación, que dice: el contenido contrayente en esta parroquia era soldado artillero de
esta plaza, que tenía la licencia de sus jefes y demás requisitos para contraer
y no se puso esta circunstancia por haber entrado en ella los franceses”[7].
Firma del prior Andrés Sevillano Semental |
Apunta también el citado investigador guinaldés que “como
la parroquia de San Juan era la única de las del cerco amurallado que se
hallaba abierta al culto, los franceses le impusieron una contribución de 700
reales, pero el párroco les lloró un poco y lo quedaron en 500 reales. Los domingos
decía una misa para la tropa a la que asistía el gobernador militar de la
plaza, no sabemos si por convicción o por ganarse las simpatías de los mirobrigenses.
Al párroco le daban una gratificación. No obstante, fray Andrés Sevillano,
prior de la parroquia, no debía estar muy satisfecho con esa colaboración,
aunque fuese de índole espiritual, con el enemigo, pues el 5 de mayo de 1811,
después de haber realizado el cumplimiento pascual de sus feligreses, huyó de
la ciudad. Probablemente se marchó a Fuenteguinaldo, de donde era natural, a
casa de su hermano Matías… Para que no quedase desatendida la parroquia, dejó
al presbítero D. Anselmo Sánchez encargado de ella con las licencias y facultades
competentes”[8].
Y continúa
Agustín Herrero relatando que “el 26 de enero de 1812, siete días después de la
reconquista de la ciudad por lord Wellington, volvió fray Andrés Sevillano a la
ciudad. En el libro de bautizados de su parroquia de San Juan nos cuenta así la
reconquista: El día 19 de enero de 1812 se volvió a reconquistar esta plaza
de Ciudad Rodrigo por
los ejércitos ingleses y español en cinco días, después de otros cinco de
trabajo, cuando los franceses tardaron dos meses en los trabajos y dieciséis
días en fuego, y hubiera sido esta reconquista tan victoriosa del mayor gozo
para los moradores y españoles si no la hubieran borrado con el saqueo y robo
tan general, y abrasado una multitud de casas, ya que en la entrada echaron
fuego, sin que nadie pudiese acudir a apagarlo con la confusión y desorden en
el asalto a las siete de la noche de dicho día. Le pongo esta nota aquí para
que en todo tiempo conste a los venideros como prior que soy de esta parroquia
y lo firmo. Fray D. Andrés Sevillano”[9].
“El párroco de San Juan –continúa
Herrero Durán- en el libro de cuentas hace constar que los ingleses robaron las
ánforas de plata de los santos óleos y la ropa blanca: albas, amitos y
roquetes. Debido al mal estado en que dejaron el templo, utilizado como almacén
de víveres, tuvo que pagar 14 reales a unos presos encadenados para que sacasen
la broza de la iglesia y trajesen diversos utensilios, que habían sido
depositados en la catedral”.
“En el libro del
padrón parroquial dice: En estos tres años pasados 1810 al 1812, no se han
puesto aquí los padrones de los feligreses por la circunstancia de la guerra
con los enemigos franceses, en los que no ha habido tranquilidad y muchos se
habían emigrado a otros pueblos. Sin embargo se hizo el cumplimiento de iglesia
con todos los que subsistieron aquí”[10].
La iglesia de San Juan mantuvo su identidad hasta la desamortización emprendida
en 1841 por Espartero durante la regencia. En 1842 es desmantelada, llevándose
sus efectos a la parroquial de San Isidoro y a la Catedral . El inmueble religioso no pasaría a manos privadas. Al menos esa
conclusión se obtiene con la interpretación del acuerdo plenario de la sesión
celebrada por el consistorio el 5 de julio de 1873, cuando se determina que “habiendo
necesidad al Ayuntamiento los edificios que fueron iglesia de San Juan y de San
Agustín, el primero para ensanchar la Casa Consistorial
y el segundo para mercado de granos, se acordó solicitarlos del Gobierno para
que se sirva hacer la concesión”.
[1] Los decretos en este sentido son muy abundantes lo
que indica su reiterado incumplimiento en muchas partes del Estado, debido a lo
arraigado de las pautas de actuación tradicionales. El primero de ellos lo constituye
la Real Cédula
de Carlos III del 3 de abril de 1787.
A este sigue la mencionada orden de 1804 y otra
posterior de 1809. Otros decretos destacados al respecto son los del 12 de mayo
de 1849, 25 de noviembre de 1857 y 16 de julio de 1888.
[2] Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo. Libro de difunttos de la parroquial de SnJuan
Baptista, de esta ciudad de Ciudad Rodrigo, que dio principio en el mes de
junio de 1789 años, siendo theniente prior Dn Simón González,
capellán de la Santa Yglesia
Catthedral de esta misma ciudad. Año de 1789. Pág. 68v. Andrés Sevillano
Semental, prior de San Juan en 1805, significa en este apunte la bendición de
uno de los corrales anejos a la iglesia de San Juan como cementerio parroquial:
En los treinta y uno de enero de mil
ochocientos y cinco años, yo, Fr Dn Andrés Sevillano
Semental, del ábito de Sn Juan, prior y cura párroco de esta
parroquial yglesia de Sn Juan Baptista, intramuros de esta ciudad,
con facultad que me dio y concedió el Ylmo Sñor obispo de
esta ciudad, Fr Dn Benito Uría y Valdes, por carta de
treinta de dho mes y año, hice la bendición del cemeterio corral de
esta ygla de Sn Juan, por no contar ciertamte
de su bendición, o que, si estaba, podía por algún acaso haverse violado, a fin
de poder dar sepultura a los cadáveres de los difuntos de la parroquia, en
atención a quererse dar disposición hacer un cemeterio general por Rs
órds que lo mandan y dictamen de facultatibos ser mui perjudicial a
la salud pública; e ínterin se disponía este cemeterio gral se
elegía y bendecía la huerta de los Almendros, a la espalda del convento de Sn
Franco por tal cementerio provisional. Y hallándose en este de
expresada huerta varios inconvenientes, por no tener el cerco correspondiente,
sino mui vajas las tapias y deterioradas, y otras circunstancias, pedí y
supliqué a dho señor obispo me diese la facultad de bendecir este, y
que en él daría sepultura a mis difuntos, mas bien sin que se pudieran en él
seguir ningún inconveniente, por estar bien resguardado y en él executar todas
las ceremonias de la ygla, según previene en dar sepultura a todos
los cadáveres de los fieles cristianos. Y para que en todo tiempo conste, lo
pongo en este libro de difuntos, y en fe de ello lo firmo. Fr Dn
Andrés Sevillano Semental.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem. Junto a esta nota hay el siguiente apunte:
En primo día de febo
de 1805 se le dio sepra a tres difuntos del Sto Hospital
en este cementerio, por subpca del Sor obispo, lo qe
permití por no tener en el día donde sepultarlos, por estar lleno el campo sto
del Hospital y no haverse hecho la bendición del de la huerta de Los Almendros,
y en fe de ello lo firmo.
[6] HERRERO DURÁN, Agustín:
Las parroquias de Ciudad Rodrigo...
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem
[10]
Los apuntes literales del libro de
fábrica de la iglesia de San Juan, de 1813 y 1814, son los siguientes: Doy en data siete arrobas de cal de las ocho
que tomé pa blanquear la ygla por haver sobrado una, a 20
rs la arroba…
- De
conducir dos tinajones a la igla para hechar la cal en agua y
hecharle el agua pagué doce rs a dos hombres.
- Luego
que se me entregó la ygla desocupada de los víveres ingleses, pagué
a los presos de las cadenas por sacar la broza y traer varios efectos qe
estaba en la cathedral, catorce rs.
- Doy en
data sesenta y un rs que por no tener ni haver cobrado el mayordomo
Tomás Carrillo, para acabar de pagar el blanqueador y maestros alarifes en
componer y retejar la igla en su año sigte.
-Por lo
mismo y ser indispensable hechar las vidrieras de la ventana del altar mayor,
la de por cima de Sn Blas y la de por vajo de la sacristía, pagué al
vidriero quatrocientos doze rs y diez y siete mrs.
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