Empezó 1748 con
una controversia entre los capitulares municipales con trasunto taurino. Se ceñía
a una aclaración de competencias, previa queja formal, derivada de la concesión
de un permiso por parte del alcalde mayor, Sebastián de Olalla, para un
sorpresivo festejo taurino que se celebró en el matadero del municipio -ya estaba ubicado en el Arrabal del Puente- coincidiendo con la festividad de Santa Águeda, sin que tuvieran conocimiento
del mismo los entonces presidentes del mes.
Recorte de una estampa de La Lidia del año 1896 |
Así, en la sesión del 7 de febrero, el regidor Melchor de Miranda, que
ostentaba junto al también capitular Andrés Carrillo la referida presidencia
del mes, llevó a debate su queja por la
novedad de que el día de Santtágueda prósimo se corrió un novillo enmaromado en
el Arrabal de el Puente sin ynttervenzión suia ni de dicho señor don Andrés,
afirmando que la decisión había sido adoptada por mera detterminazión del señor alcalde maior. De Olalla, según
explicó a los caballeros capitulares, justificó su intervención señalando que
lo hizo por aver allado que la multitud
de jente que allí concurrió lo deseava. Por su parte, De Miranda
consideraba que la providencia del alcalde mayor contravenía las facultades
otorgadas a la Justicia, ya que las suertes que protagonizó el novillo
perjudicaban al abasto de carnicerías, destino inicial de la res que ya se
hallaba en las dependencias del matadero.
El quejoso regidor recordó que solo Justicia y Regimiento, el
ayuntamiento o los presidentes de mes podían tomar una decisión que en absoluto
era competencia del alcalde mayor. Este, en su defensa, arguyó que reconocía a los cappitulares, como lo tenían de
esperiencia, las facultades correspondientes a sus ttíttulos y oficios, asi en
matteria de avasttos, calidades de carnes, posturas, manejo de caudales
públicos para los fines de su destino... Y, por otra parte, señalaba que su
decisión no fue tomada privattivamentte
ni por sí solo, sino es con anuncia, veneplácitto i concurrencia de dicho señor
don Andrés Carrillo y del señor don Vernardo Ameztti.
Los hechos sucedieron por la tarde, todavía mantenida la algarabía de la
popular fiesta de Santa Águeda que celebraban los feligreses del Arrabal del
Puente. En el corral del matadero se encontraba atado a un álamo un ttoro o novillo de tturma de quattro años
que, según supieron el alcalde mayor y el capitular Carrillo, se había
introducido en la referida instalación municipal para el surtido de carnes.
Señala Sebastián de Olalla que no vino a propósito para el consumo semejanttes carnes, a no ser en ocasión de
festtejo de el pueblo.
Se propaló la noticia de que había un toro enmaromado en el matadero. Al poco tiempo se congregaron numerosos
vecinos, expectantes por la supuesta diversión que se avecinaba. Al alcalde mayor
le pareció comvenientte i justto el
complacerles y azer le sortteasen y capeasen denttro del mattadero, como por sí
lo an ejecuttado en varias ocasiones los cavalleros presidentes de mes y se
ejecutta en todo el reino. El toro, por entonces, ya había saltado al
corral y, atendiendo a las súplicas del público, De Olalla accedió a que se
atase la res al álamo que allí existía, con lo que empezó el espectáculo.
Las explicaciones del alcalde mayor fueron entendidas por el consistorio
que, no obstante y para atajar semejantes situaciones, resolvió que no se corra ni permitta correr ttoro alguno
enmaromado no prezediendo el consenttimientto de la justicia y presidenttes de
mes, recordando y advirtiendo a las partes de las consecuencias de no respetar
los acuerdos inmemoriales sobre las funciones y delimitaciones de competencias
establecidas para los miembros del Ayuntamiento.
Fue la antesala taurina previa al Carnaval, aunque estuvo salpicada por
la polémica y el evidente enfrentamiento por las competencias de los capitulares.
En el consistorio del 21 de febrero –el antruejo comenzaría el 25- se toma el
acuerdo de que en cada uno de los tres
días de las próximas carnestolendas, para diversión y regozijo de el pueblo,
haia funzión y corrida de nobillos. Previamente, había informado el
capitular Bernardo Ameztti que había disponibilidad de reses por parte de la
obligación de carnicerías por tener
ganado sufizientte para ello. Se encomendó al regidor Manuel Granizo que
iniciara las gestiones que derivasen en el cierre de la plaza, la colocación de
palenques y todo lo que acarrea la organización de los festejos taurinos.
Que los vecinos del Arrabal del Puente contaban con un indisimulado apego
a las fiestas taurinas, siempre que pudiesen o les dejasen –caso del día de
Santa Águeda-, queda también de manifiesto con la solicitud que iniciado junio
de este mismo año elevó al ayuntamiento Manuel Méndez, vicario de la iglesia de
Santa Marina, y que se resolvió en la sesión del 10 de junio. Un devoto había
regalado un toro para la festividad de Nuestra Señora de la Agonía que se había
colocado en dicha yglesia [sic] y que
se deseaba correr con su capea el 15
de junio en el corral del matadero, pidiendo también que se le cediesen del
almacén municipal las cadenas y avujas
que necesitaban. Se autorizó el festejo taurino con la condición de que los
presidentes de mes estuvieran atentos a que no
se desvaratten las paredes de el corral y haziéndolo las agan componer de
quentta de el que aze la función, i que la madera sea con rezivo para que la
devuelvan a el taller.
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