A veces, tal vez
en mi ineptitud ante quienes tienen la palabra, apunto ideas que se soslayan
como aventureros comentarios que buscan zaherir murallas seculares. Ocurre que
esos muros están cimentados en unas bases tan frágiles que la propia inercia hacen que se
desmoronen sin necesidad de recurrir a los acostumbrados arietes, a postulados
convenidos para favorecer la causa oportuna.
Programa del Carnaval de 1929 publicado en Tierra Charra |
No sé si se me entiende. Escribo de madrugada: primera hora del día o el
letargo de la noche anterior. Después de departir largo tiempo, diría
interminable porque nunca se puede acabar de someter tus visiones al cadalso
determinista del verdugo de turno, han pasado por el estrado todos los males de
la patria apátrida para unos, los salvadores, y la patria futurista que se
asemeja irreal para la mayoría boyante, o subyugada, que de todo hay en la viña
del futuro sueño de nuestros designios. Y resulta que lo que en realidad
importa es la cercanía, las hablillas.... el comentario de turno sobre qué ha pasado
con los toros del Carnaval venidero, con los toreros y novilleros que vendrán a
lidiar, con el encierro a caballo... Vaivenes de siempre, solsticios
interminables, entretenimientos del vulgo... En fin... que si los toros vendrán
con los cuernos encorajinados de los griegos, con los recortes amansados del
ejecutivo Renzi o seguiremos con los espantes de Merkel, ya que lo de aquí se
supone que seguirá el mismo recorrido, por muchas prestidigitaciones marianistas o manieristas decimonónicas,
valga el anacronismo.
Ayer se vislumbró que el ejecutivo local no se había arredrado ante la
afrenta apalabrada de la cicatería que venía anquilosándose en las espuertas
convencionales, lo que hasta ahora se venía haciendo con la organización del
Carnaval. Se ha demostrado que, ante situaciones sobrevenidas, se puede actuar
de una forma más o menos colegiada para avanzar en postulados, para salvar
espacios críticos en la mirada escrutadora del común, y fintar a aquellos que
con argumentos tan pesados, por un indisimulado continuismo concertado, lastraban
cualquier atisbo de concordia. Al final, en principio, parecen hechos los
deberes... Otra cosa será su evaluación, la nota parcial de cada examen diario
y el resultado final. Todo llegará.
Y mientras llega, que tiempo hay, quisiera aprovechar esta avanzadilla
para intentar que alguno de los argumentos históricos que sobre el Carnaval de
Ciudad Rodrigo vengo explayando en este blog pueda acomodarse al futuro del
antruejo mirobrigense.
Fotografía de Agustín Pazos del paso del encierro por El Registro en el antruejo de 1925 |
Mirar atrás ciertamente parece una necedad en estos tiempos del incesante
burbujeo tecnológico, científico y mediático. Pero casi todos, cuando no
encontramos otros argumentos a los que adherirnos, recalamos en algo tan
recurrente como la tradición, aunque ignoremos qué sustento tienen esos
argumentos, esos comentarios surgidos en una conversación baladí, al socaire de
la barra del bar o del corrillo sobrevenido. Pero, en esencia, lo que vale es
la tradición, aunque sea cuestión de unos años.
Para muchos mirobrigenses acérrimos, al menos así se consideran en virtud
de sus creencias, ha supuesto un sacrilegio carnavalesco quitar relevancia a la
zona de los pinos enclavados en el glacis de la muralla; para otros ilustrados
farinatos fue en su tiempo una desfachatez prescindir de la arena de la calle
Madrid y del Registro; otros muchos protestaron cuando la imponderabilidad del
cambio del maderamen de los alares –pasto de las llamas- al recurso obligado
del metal se impuso, con toda la seguridad sobrevenida; o cuando los mozos
bullangueros –no tan mozallones- se vieron privados de los instalaches que circundaban el arbolado para su refugio cobarde. Y
no digamos del cambio del recorrido por la avenida de Foxá...
Sien embargo, hasta el momento y que se sepa desde la órbita de quien
escribe, nadie ha alzado la voz para recuperar la tradición del encierro
mirobrigense en su inicial configuración. Nadie, hasta ahora, ha protestado por
el horario de nuestros ancestrales encierros. Tal vez las generaciones actuales
ignoren que el encierro de Ciudad Rodrigo no fue tan señorito como el actual. Las 11 de la mañana, la hora del encierro,
no deja de ser un ataque a la tradición de Ciudad Rodrigo con sus festejos
taurinos. Cierto es que aquí la tradición se establece, por así decirlo, de dos
años para atrás... Y, claro, ¿qué señorito
de ahora se atrevería a levantarse a las ocho de la mañana, como hicieron sus
abuelos, sus bisabuelos, tatarabuelos o los choznos de éste para ver el paso
del encierro camino de la plaza? Parecen cosas de otros tiempos... Sin embargo,
sé que los aficionados a los toros siempre estarán ahí, en las agujas o en el
recorrido interno... Porque aman esa costumbre tan recia de los mirobrigenses.
Fotografía de Corrales de un desencierro en El Registro en el Carnaval de 1959 |
Ignoro si saben que los encierros taurinos en Ciudad Rodrigo siempre
fueron hasta 1928 a
las ocho de la mañana. Cierto es que los contratos establecían hasta tres intentos
para que el ganadero pudiera meter los novillos en alares o carretas, y no se daba
más margen para encerrar las reses cumpliendo con las obligaciones convenidas,
aunque sabían que a las 11 debía comenzar la prueba. A las 11 de la mañana se
celebraba la capea, la hora a la que sale actualmente el encierro...
Sabrán que este horario, el que ahora sufrimos, es fruto del regate que
le hizo el Buen Alcalde al general Primo de Rivera, cuando se le ocurrió acabar
con las capeas en los pueblos. Lo he contado –mejor dicho, lo ha contado el
propio José Manuel Sánchez-Arjona- en este mismo blog. En ausencia de capeas,
en 1929 se buscó la salida convenida de encerrar los novillos de muerte. No
habría, por lo tanto, la capea matinal. Así pues, las 11 de la mañana era una
hora plausible para que los vecinos disfrutaran de ese sucedáneo de encierro
para mantener cierta viveza con la tradición taurina.
El cambio de régimen no significó una mudanza retrospectiva para recabar
la tradición taurina mirobrigense. Nos amoldamos a lo que había; nos hicimos
más señoritos taurinos. Además, era el engranaje perfecto para disfrutar de la
fiesta nocturna y asistir al espectáculo taurino, incrementado a la postre con
la recuperación de la prueba matinal, para escarnio de las reses.
Todo esto viene a cuento de algo que, desde mi punto de vista, tiene que
imperar en el sentido común de todos quienes quieran que el Carnaval del Toro
se mantenga y tenga la proyección adecuada, a todos los niveles. Mirando para
atrás, a la tradición, que, al parecer, es lo que importa en estos tiempos
futuristas, ¿no sería factible recuperar los horarios previos a 1929? ¿No sería
más conveniente –no sé si atractivo- que los encierros se iniciasen a las ocho
o las nueve de la mañana? Los aficionados taurinos, con seguridad, estarían a
pie del cañón a esa hora. Y el público, en general, acompañaría. Además, ¿son
conscientes ustedes de los beneficios económicos que supondría para Ciudad Rodrigo
ese adelanto de dos o tres horas en los encierros...? Cierto es que los
beneficiarios serían directamente los hosteleros. Pero no deja de ser un
ingreso que a la postre redundaría en todos los sectores. Tres horas más de
asueto a una masa de miles de personas que sale de casa –o que se desplaza
hasta aquí- para ver el encierro y que, una vez culminado, no tiene otra cosa
que hacer que seguir divirtiéndose en espera de la capea matinal...
Piénsenlo... Además, las reses tendrían el suficiente tiempo para recuperarse y
dar el esperado juego en la plaza...
Miel sobre hojuelas... Creo...
Totalmente de acuerdo. El adelantar los encierros a las 8 o las 9 de la mañana haría que éstas cundieran más.
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