El Carnaval de Ciudad Rodrigo, desde tiempo inmemorial, ha contado con
algunos ingredientes que con el paso del tiempo se convirtieron en
tradicionales, aunque a veces su esencia dejara más de un encontrón. En esa
tesitura se ancla, por ejemplo, la práctica de los inveterados espantes, esas
acciones casi convenidas con los propios ganaderos y la organización de los
encierros de cada antruejo que, en ocasiones, rebasaban los límites consentidos
y derivaban en enfrentamientos, ajustes de cuenta o agresiones inesperadas y
que hacían necesaria la intervención de las fuerzas de orden público para
intentar aclarar lo sucedido. De alguno de estos extremos ya he apuntando su esencia
y resultado, incluso parte de lo que ahora escribo se integró en una charla
ofrecida en unas jornadas sobre patrimonio promovidas por el CFIE (Centro de
Formación del Profesorado e Innovación Educativa) que trató del Carnaval
represaliado, una actitud que determinó que el antruejo pasase a ser
considerado en su definición como meras “fiestas tradicionales” para superar la
censura franquista.
Portada del folleto anunciador del Carnaval de 1951 |
En esa línea nos encontramos con las Fiestas
Tradicionales de 1951, que, como veremos, supusieron una inflexión en las costumbres
locales. Pasamos al meollo del asunto: se había contratado un encierro al
ganadero Miguel Alfonso Alfonso, de Casillas de Flores, considerado un
forastero por los labradores y ganaderos de la socampana, un verdadero clan en
defensa de sus intereses-, a quien el Ayuntamiento había comprometido la
corrida a un precio inferior al postulado por los ganaderos locales. Era
costumbre, como se recoge en un informe policial que se emitió al efecto, que “espantar
las reses es cosa natural todos los años y se suele hacer con la mejor
intención de divertirse, dándose la circunstancia de que los mismos individuos
que realizan el espantamiento, posteriormente intervienen para que dichas reses
sean encerradas, lo que no ha sucedido el presente año, siendo de rumor público
que, tan pronto se tuvo conocimiento que la corrida de toros que iba a ser
lidiada el día cuatro [de febrero] era de un ganadero forastero, no se llegaría
a encerrar”.
Y eso ocurrió. Después de los tres intentos que
estaban regulados para meter el ganado en alares a partir de las nueve de la
mañana, el ganadero, ante los sucesivos espantes, tuvo que claudicar en sus
intenciones, lo que no fue óbice para reclamar, en concepto de indemnización,
2.000 pesetas al Ayuntamiento, pagadas religiosamente en su momento. No
obstante, el alcalde, Jesús Sánchez-Arjona y de Velasco, encargó un informe a
Bienvenido Pascual, comisario jefe del Cuerpo General de Policía en el puesto
de Ciudad Rodrigo, para dilucidar responsabilidades. Fruto de las
investigaciones, el citado comisario emitió un atestado, fechado el 27 de
febrero, en el que señalaba que “por la labor realizada en los lugares donde
ocurrieron los desmandamientos y en sus cercanías, se deduce la intervención
directa y personal, corroborada con el testimonio de testigos presenciales del
hecho, de los individuos que a continuación se detallan: Orencio Sevillano
Vicente (a) ‘Panza’, de 36 años, casado, labrador, con domicilio en la calle de
Lorenza Iglesias, 12; Eugenio Sevillano Vicente (a) ‘Panza’, de 34 años,
casado, labrador, domiciliado en la calle de Santo Domingo, 31; Vicente Sevillano
Vicente (a) ‘Panza’, de 32 años, casado, labrador, domiciliado en la calle de
Santo Domingo, 7; Julio Alaejos Castaño, de 40 años, labrador, domiciliado en
la calle de Cárcabas, 20; Jesús Vicente Ramajo, de 33 años, casado, carnicero,
domiciliado en la calle de Los Caños, 21; Sebastián Iglesias Pulido, de 36
años, casado, domiciliado en Santo Domingo, 21; Ramón Blanco Alonso (a)
‘Pichoga’, cisquero, domiciliado en Tenerías; José Blanco Alonso (a) ‘Pichoga’,
cisquero, domiciliado en la calle de José María del Hierro; José Cholla Lorenzo,
de 21 años, jornalero, domiciliado en la plaza de Cristóbal de Castillejo;
Hermenegildo Encinas Báez, de 60 años, camarero, domiciliado en Santa Clara,
57; Anacleto Pérez Blanco (a) ‘Furca’, de 48 años, hortelano, domiciliado en
Huertas de Valhondo; Antonio Manuel Montero Montero (a) ‘Perita’, de 47 años,
jornalero, domiciliado en Santa Clara, 41; Primitivo Zamarreño Jiménez, de 46
años, hortelano, domiciliado en Huertas de Valhondo; y Félix Martín Solitas, de
34 años, jornalero, domiciliado en la calle de Cárcabas, 23” .
Desencierro en la calle Madrid en el antruejo de 1951. Foto Prieto |
“Para finalizar esta información, el jefe que suscribe
–continúa el informe- hace constar que son los tres hermanos Sevillano Vicente
y el Julio Alaejos, por su condición de labradores, los que se desenvuelven en
una más amplia situación económica, siendo la de los restantes –unos más que
otros- de límites más estrechos y modestos; debiendo significar también que uno
de los ‘Panzas’, el Orencio, era parte en la oferta hecha al Ayuntamiento y que
fue desechada, y los tres señalados por el rumor público no solamente como
interventores activos, sino también como inductores para el espantamiento de la
corrida del día cuatro del actual que ha motivado la presente información”.
Las personas citadas, todas de conocidas familias
mirobrigenses, tuvieron siempre un especial protagonismo en la tradición de los
espantes, y en el caso de los Peritas, Panzas o Pichogas se ha mantenido esa
costumbre hasta no hace demasiados años.
Como colofón, creo también por el manifiesto interés
que tiene para la historia del Carnaval mirobrigense, transcribo en su
integridad el informe policial emitido al efecto y que se conserva en el
Archivo Histórico Municipal de Ciudad Rodrigo:
DIRECCIÓN GENERAL DE SEGURIDAD.-
CUERPO GENERAL DE POLICÍA. S.P.F.P.A. Puesto fronterizo de Ciudad Rodrigo
(Salamanca). Número 222. Hay un sello en tinta. Puesto fronterizo de Ciudad
Rodrigo. Zona centro.
Tengo el honor
de participar a V. que practicada la información que fue ordenada verbalmente a
fin de averiguar las causas y personas que hubieran podido intervenir en el
espantamiento de la corrida de toros que había de lidiarse en esta ciudad con
motivo de las fiestas tradicionales el día 4 del presente mes y año, resulta
que después de numerosas indagaciones realizadas dentro de las dificultades que
siempre se encuentran al deducir consecuencias lógicas que, en cuestiones como
la presente, han de abarcar un gran espacio de opinión pública, pues aún
aquellas personas que no tienen inconveniente alguno en esparcir los más
variados rumores, debido tal vez al temor que sienten o a evitarse posibles y
futuras molestias, son los que frecuentemente silencian datos y hechos de
positiva eficacia, colocando a los informadores ante una como pública
conspiración del silencio, se ha venido en conocimiento de extremos de positiva
importancia y observaciones de verdadero valor a los fines que se interesan.
Folleto del antruejo de 1951 |
Como es sabido,
es frecuente en estas fiestas tradicionales que el público salga a las afueras
de la ciudad al objeto de presenciar el encierro de los toros que en dichos
días van a ser lidiados, siendo tal el entusiasmo que unos corren delante de
los mismos, otros les llaman la atención y, los más atrevidos, llegan a tal
extremo que, formando un solo grupo, compuesto de toros, caballistas y personas
de ambos sexos, se da lugar a un verdadero espectáculo, pintoresco en extremo y
de más antigua raigambre de las fiestas tradicionales en esta localidad.
El espantar las
reses es cosa natural todos los años y se suele hacer con la mejor intención de
divertirse, dándose la circunstancia de que los mismos individuos que realizan
el espantamiento, posteriormente intervienen para que dichas reses sean
encerradas, lo que no ha sucedido el presente año, siendo de rumor público que,
tan pronto se tuvo conocimiento que la corrida de toros que iba a ser lidiada
el día cuatro era de un ganadero forastero, no se llegaría a encerrar,
extendiéndose este rumor por toda la población, rumor que obedecía a que el
Excmo. Ayuntamiento había contratado una corrida a un ganadero forastero, a un
precio inferior al que otros labradores o ganaderos de esta socampana
ofrecieron sus ganados, toda vez que aquel ganadero, don Miguel Alfonso
Alfonso, vecino de Casillas de Flores, finalizó el contrato con el precio de
10.000 pesetas, desechándose las ofertas de los ganaderos de aquí, los cuales
pedían 15.000 pesetas, por cuya causa de estar más en consonancia con los
intereses del Ayuntamiento se formalizó elt rato con el ganadero Sr. Alfonso.
Y, según el rumor público, se considera como una represalia la causa que motivó
los hechos, y siendo precisamente estos ganaderos o labradores locales los que
intervinieron en el desmandamiento de la corrida.
El hecho está
demostrado, primeramente por varios señores que han sido testigos presenciales
y, después, por sus manifestaciones indirectas, como es una conversación o
discusión en uno de los establecimiento de bebidas de esta localidad sostenida
el referido día cuatro por Eugenio Sevillano Vicente (a) ‘Panza’, con unos individuos,
en la que lamentándose estos de los perjuicios irrogados a los contratantes de
los tablados, manifestó el citado Eugenio Sevillano que cada cual defendía sus
intereses como podía y que, con ellos, no se metieran.
Páginas centrales de uno de los folletos de 1951 con el programa taurino |
Se ha de añadir
a lo expuesto que habiendo sido citados en esta Comisaría los tres hermanos
apoderados ‘Panzas’ al objeto de tomarles declaración, una vez efectuada esta,
les esperaba a su salida otro señor, llamado Antonio Cid, que, juntamente con
ellos recorrió varios bares, comentando en los mismos que por sus declaraciones
no aclararían nada y, por último, tras de la última espantada, el Sr. Cid se
acercó a uno de los caballistas e irónicamente le propuso que fuera a buscarlos
otra vez. No obstante, se ha de hacer constar que, hechas las oportunas
gestiones acerca de si dicho señor hubiera podido tener intervención en la
espantada de los toros, no dieron resultado positivo; sin embargo, existe la
coincidencia de que uno de los criados del Sr. Cid, apellidado Cholla, ha
tenido participación directa en la misma, llegando a tal extremo que, al ser
sorprendido por su forma de proceder, contestó de mala manera y se vanagloriaba
de ser uno de los que primeramente habían intervenido en el espantamiento.
Por todo lo
expuesto, y por la labor realizada en los lugares donde ocurrieron los
desmandamientos y en sus cercanías, se deduce la intervención directa y
personal, corroborada con el testimonio de testigos presenciales del hecho, de
los individuos que a continuación se detallan: Orencio Sevillano Vicente (a)
‘Panza’, de 36 años, casado, labrador, con domicilio en la calle de Lorenza
Iglesias, 12; Eugenio Sevillano Vicente (a) ‘Panza’, de 34 años, casado,
labrador, domiciliado en la calle de Santo Domingo, 31; Vicente Sevillano
Vicente (a) ‘Panza’, de 32 años, casado, labrador, domiciliado en la calle de
Santo Domingo, 7; Julio Alaejos Castaño, de 40 años, labrador, domiciliado en
la calle de Cárcabas, 20; Jesús Vicente Ramajo, de 33 años, casado, carnicero,
domiciliado en la calle de Los Caños, 21; Sebastián Iglesias Pulido, de 36
años, casado, domiciliado en Santo Domingo, 21; Ramón Blanco Alonso (a)
‘Pichoga’, cisquero, domiciliado en Tenerías; José Blanco Alonso (a) ‘Pichoga’,
cisquero, domiciliado en la calle de José María del Hierro; José Cholla
Lorenzo, de 21 años, jornalero, domiciliado en la plaza de Cristóbal de
Castillejo; Hermenegildo Encinas Báez, de 60 años, camarero, domiciliado en
Santa Clara, 57; Anacleto Pérez Blanco (a) ‘Furca’, de 48 años, hortelano,
domiciliado en Huertas de Valhondo; Antonio Manuel Montero Montero (a)
‘Perita’, de 47 años, jornalero, domiciliado en Santa Clara, 41; Primitivo
Zamarreño Jiménez, de 46 años, hortelano, domiciliado en Huertas de Valhondo; y
Félix Martín Solitas, de 34 años, jornalero, domiciliado en la calle de
Cárcabas, 23.
Un corredor en apuros durante el desarrollo de una de las capeas de 1951. Foto Prieto |
Para finalizar
esta información, el jefe que suscribe hace constar que son los tres hermanos
Sevillano Vicente y el Julio Alaejos, por su condición de labradores, los que
se desenvuelven en una más amplia situación económica, siendo la de los
restantes –unos más que otros- de límites más estrechos y modestos; debiendo
significar también que uno de los ‘Panzas’, el Orencio, era parte en la oferta
hecha al Ayuntamiento y que fue desechada, y los tres señalados por el rumor
público no solamente como interventores activos, sino también como inductores
para el espantamiento de la corrida del día cuatro del actual que ha motivado
la presente información.
Dios guarde a V.
muchos años. Ciudad Rodrigo, 27 de febrero de 1951. El comisario jefe,
Bienvenido Pascual. Rubricado. Señor alcalde del Excmo. Ayuntamiento de esta
ciudad. Sello de la Dirección General
de Seguridad.
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