Estaban Ciudad
Rodrigo y los mirobrigenses para pocos dispendios en esta época. Se proyectaba
en el vecindario, en toda la sociedad, las consecuencias de la contienda vivida
en sus carnes por la ostentación de la Corona española tras la muerte sin
descendencia de Carlos II, una guerra, la de Sucesión Española, que se extendió
desde 1701 hasta 1713 y en la que Ciudad Rodrigo tuvo un protagonismo
destacado, especialmente tras caer en manos de los partidarios del archiduque
Carlos en mayo de 1706 y ser recuperada para la causa de Felipe V a principios
de octubre de 1707. Los daños sufridos en la población fueron ostensibles,
provocando de paso la modernización de un sistema defensivo que se había
mostrado vulnerable por obsoleto, convirtiendo la bicoca de origen medieval en
una fortificación abaluartada que se presentaría un siglo después como la
úlcera sangrante de Napoleón en su afán imperialista.
Esos esfuerzos por recuperar la
normalidad, por modernizar las estructuras defensivas y levantar edificios
arruinados también contaría con algunas alegrías, unas vías de escape en el
oscuro panorama que estaban soportando los mirobrigenses tras la instauración
de los Borbones en la Corona española.
Grabado de una capea en un pueblo con todas sus vicisitudes |
Y entre esos regocijos siempre
aparecían los festejos taurinos buscando las excusas más peregrinas. Ciudad
Rodrigo es tierra de toros, es parte de su esencia, como puede apreciarse al
recurrir a su historia, a las fuentes documentales que la nutren. Pareciera que
el alma de los mirobrigenses estuviera insuflada de un espíritu festivo
vinculado, diríase que de forma insoslayable, a un cuerpo aguerrido, ducho en
mil batallas, en lances de caída y superación, que siempre arrostra el presente
y desafía al futuro sin renunciar al pasado, a las tradiciones, a las
costumbres que idearon y forman la idiosincrasia mirobrigense.
Esos resquicios, esas vías de escape
han sido esenciales en la definición del acervo cultural de Ciudad Rodrigo, de
sus habitantes. Y, sin obviar el castizo tópico de pan y toros, los
mirobrigenses, como tantos pueblos españoles, han tenido apego a una tradición
que durante siglos ha formado parte de la esencia de España y de aquellos territorios
allende la geografía nacional en los que la cultura del toro ha tenido una determinante
influencia, superando pragmáticas abolicionistas que incluso partían del estamento
regio.
Corrida de toros en Benevente a principios del siglo XVI |
Sin embargo, y referencias seculares
existen desde el medievo, han sido las familias reales las que con sus
componendas han contribuido de forma sustancial al mantenimiento y proyección
de los festejos taurinos. Las alegrías del rey –bodas, nacimientos, batallas
libradas y ganadas, paces...- desembocaban en la organización de corridas de
toros y novillos por toda la geografía peninsular cuando se contaba con
presupuesto, aunque no solía escamotearse para estos regocijos. Son numerosos
los apuntes que al respecto se encuentran en los libros de acuerdos, de cuentas
o de la razón del Consistorio mirobrigense[1].
Prolijo sería enumerarlos en esta ocasión, ya que a ellos se unen también las
referencias a los propios festejos taurinos que, por su cuenta y con
disparatado y recriminado dispendio, organizaba el corregimiento de Ciudad
Rodrigo, una jurisdicción que contaba con acuerdos expresos entre sus órganos
de gestión para facilitar toros y novillos cuando la ocasión lo requiriera[2].
Grabado de una corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid |
Y, como se ha apuntado, aunque las
circunstancias no eran nada favorables en estos inicios del siglo XVIII para la
alegría desenfrenada, en donde tienen sitio propio los festejos taurinos,
aparecieron luces que fueron devolviendo la identidad festiva a los
mirobrigenses, olvidando la penuria acarreada por el conflicto bélico con que
se abrió la centuria. Así, por ejemplo, según recogen los libros de acuerdos
del Ayuntamiento, se presentó la ocasión para que en agosto de 1717, con motivo
de la advocación mariana de la Asunción, se celebrase una corrida de toros,
aprovechando que el obligado de las carnicerías debía seis toros y el efecto de yunterías cuatro, se acordó se haga y dispongan
con dichos diez toros una corrida para el día diez y seis de agosto deste año y
para ello a dichos señores [Isidro de Samaniego y Francisco Osorio,
comisarios de fiestas] ajusten toreros,
encierro de plaza y todo lo demás que se necesite[3].
José Delgado, Yllo, tras matar un toro |
No había otro motivo para celebrar
este festejo que la propia tradición, ya que el entorno del 15 de agosto era
costumbre correr toros en Ciudad Rodrigo, como ocurría en otras muchas fechas
del santoral a las que los mirobrigenses tenían apego. Otra cosa es que la
familia regia tuviera sus “alegrías”, que lógicamente había que compartirlas
con el pueblo. En 1724, tras la abdicación de Felipe V en su primogénito Luis
I, Ciudad Rodrigo se lanzó a festejar la coronación del más efímero de los
reyes españoles, organizando una corrida con 15 toros[4]. Y
poco después, ya en 1725 y para celebrar la paz alcanzada con la firma del
tratado de Viena[5], continuarían los
regocijos públicos: En consecuencia del
gusto con que se alla esta Ziud de allarse efectuada la alianza con
el señor emperador de que se espera se le siga gran felicidad a esta monarquía,
se acordó que los caballeros presidentes de el mes estén con el señor
gobernador suplicándole desa presidencia para que una destas próximas noches se
dispare la artillería aziéndose pregonar aia luminarias, y asimismo los cavalleros
comisarios de fiestas dispongan todo lo combeniente para que en la maior
brevedad aya una corrida de toros...[6] Pero
no había dinero suficiente para acometer con garantías los gastos que se
preveían. Se necesitaban al menos dos mil ducados, cifra nada desdeñable, por
lo que al Consistorio se le ocurrió recurrir al rey a través de su Supremo
Consejo de Castilla para la correspondiente autorización que permitiera
prorrogar la facultad por la que se regulaba la recaudación de los baldíos
acotados y recaudar la cantidad requerida[7]. No
tuvieron paciencia, no esperaron la respuesta del Consejo de Castilla porque no
estaban dispuestos a dilatar la celebración, cuando ya todo el mundo estaba
ansioso por disfrutar de la anunciada corrida de toros. Pusieron fecha, el dos
de julio, dos días más o menos,
encargando la adquisición de 10 toros y con el
importe de ellos i el de los correspondientes a el de otros cuatro toros que se
discurren prezisos para el coste de toreros, refrescos, enzierro de plaza i
demás gastos indispensables se complete el presupuesto previsto[8], pero
sin renunciar a las gestiones sobre los baldíos.
Otro grabado de un festejo taurino en la Plaza Mayor de Madrid |
Como se aprecia, la celebración de
estos festejos y otros que hubo antes y después, no se acercan a las fechas de
las carnestolendas. No había suficiente peculio en el erario municipal, por lo
que los regocijos continuaban vinculados a motivos sobrevenidos, de fuerza
mayor, a las alegrías del rey y sus allegados, para cuyos festejos había cierta
dispensa. Ocurriría también en 1729, pero casi un mes antes de Carnaval –se celebró
del 27 de febrero al 1 de marzo- y con motivo de las bodas del príncipe de Asturias,
el futuro Fernando VI, con Bárbara de Braganza; y también las nupcias de la
infanta Mariana Victoria de Borbón con el príncipe de Brasil, que reinaría como
José I de Portugal. Ambos enlaces se celebraron a finales de enero y Ciudad
Rodrigo los festejó en la primera semana de febrero recurriendo a la inveterada
costumbre de correr varios novillos[9].
Con los antecedentes expuestos, los mirobrigenses afrontaron un trienio
de ayuno taurino. Las circunstancias lo requerían. Seguía imperando a todos los
niveles los imponderables sobrevenidos de la Guerra de Sucesión y sus
dramáticas consecuencias. Cierto es que, como se ha visto, en algún momento de
las tres primeras décadas del siglo XVIII se recurrió a la organización de
festejos taurinos, vinculados en su mayor parte a las alegrías regias,
rematadas en 1729 con la boda del futuro Fernando VI. Pero se carecía de
ilusión, más bien de competencia presupuestaria, para volver a la inveterada
costumbre de correr novillos, de recurrir al denso calendario festivo
mirobrigense salpicado de festejos taurinos.
Francisco Romero, preparándose para la suerte suprema |
Pero todo tenía un límite. Aunque la
situación fuese calamitosa, no se podía seguir ignorando una tradición secular.
Había que adoptar una decisión vinculante y de la que quedase constancia para
su respeto ulterior, pese a que las condiciones actuales no invitaban
precisamente a ello. Y así, en la sesión corporativa del consistorio mirobrigense
del 11 de febrero de 1732 se sientan las bases de lo que a la postre vendría a
ser conocido como el Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo: Ablóse en este Ayuntamiento largamente en rrazón de aver pasado muchos
años por la calamidad y contratiempos padezidos en la guerra sin que se ayan
executado corridas de toros en esta Ziudad... Parecía, en virtud del
enunciado, que no todo el mundo estaba de acuerdo con retomar la referida
costumbre, o al menos dio pabilo al debate, a la exposición de pros y contras
de los miembros de la corporación que presidía Bartolomé Antonio Valiente[10],
licenciado y abogado de los Reales Consejos, a la sazón alcalde mayor y
teniente de corregidor de Ciudad Rodrigo y su Tierra. Se evocó la tradición:
antes de la última guerra se organizaba
una corrida anual en cada un año, que era sufragada con el efecto que llaman de yunterías[11] por la localidad mirobrigense y los
sexmos de su jurisdicción, en virtud de la concordia existente entre la Ciudad
y su Tierra[12] y que, entre otros
puntos, consideraba que anualmente se pagarían con ese impuesto varios toros
destinados a los festejos rodericenses, acuerdo que se había renovado entre los
dos estamentos en 1716.
Grabado en el que se representa el desjarrete de un toro |
Con ese festejo taurino anual no solo se ssigue la diverssión y regozijo
común, como pudiera pensarse en una lectura superficial de la celebración
de la corrida, sino que el consistorio mirobrigense tiene clara una mayor y
evidente transcendencia, ya que es
tamvién la utilidad y venefizio por las concurrencias en avastos públicos y
otras consequencias favorables a la estimazón de la antigua observancia.
Ante estos argumentos, de claustro pleno,
se resolvió que desde el presente año en
adelante se disponga y execute en los tiempos más oportunos la referida corrida
de toros anual, pero con la condición de limitar los gastos y no efectuar
dispendios que supusieran, de nuevo, reprimendas de la superioridad: debaxo de la precisa zircunstanzia de que
por esta Ziud y su Ayuntamiento se a de correxir y moderar la
práctica y estilo antiguo que avía de excesivos gastos en rrefrescos para las dhas
funziones, porque estos solo se an de rreduzir a la más arreglada proporzión,
de forma que el gasto se execute con el menos coste que sea posible, y que
assí, llegado el tiempo, se les advierte y prevenga a los cavalleros comisarios
que para las rreferidas funziones se nombrare[13].
Grabado representando la lidia de un toro en una plaza pública |
Con esos argumentos y ciñéndose a
las pautas señaladas, se celebra inmediatamente el festejo taurino que el
Consistorio vincula al Carnaval, aunque se celebró unos días antes si nos
atenemos a la sesión de referencia en la que se dio cuenta del resultado de la
corrida. No obstante, la intención era correr toros durante el desarrollo del
antruejo y se evidencia en la propia letra del acuerdo adoptado el 21 de
febrero de 1732: Acordose que los
cavalleros comisarios que fueron para las ttres corridas de novillos que se
ejecutaron en los tres días de domingo, lunes y martes de las próximas passadas
carnes tolendas, libren en el efecto de ganancia de carnicerías todos los
gastos que se han hecho para cerrar la plaza y recibiendo dos doblones que se
mandaron dar a dos mozos forasteros que en dhas ttres corridas se
ocuparon de sorttear los expressados novillos, y que la cantt.d que
así libraren se haga buena en dho efecto de carnicería.
Preparativos para la corrida |
Se trata, pues, del primer Carnaval
del Toro que se ha concretado y acreditado, hasta el momento, en la
documentación obrante en el archivo municipal de Ciudad Rodrigo. Era evidente
también que el acuerdo adoptado tenía una proyección en el tiempo y que se
quería limitar a la celebración de una corrida anual, aspecto que resultó
incumplido ese mismo año de 1732, ya que a principios de junio se estaba
organizando otro festejo que, no obstante, consideraba el Consistorio que
realmente se trataba de la expresada corrida anual que debía ofrecerse a los
vecinos[14] o,
tal vez con dotes visionarias, estaba convencido de que las tropas españolas
saldrían victoriosas en su pretensión de recuperar la plaza de Orán –la
reconquista se fraguó entre el 15 de junio y el 2 de julio- y había avanzado en
los preparativos. Lógicamente no pudo ser así por la dificultad de las comunicaciones,
ya que un día después de partir la expedición del duque de Montemar desde el
puerto de Alicante, los regidores mirobrigenses tomaban el acuerdo de que la corrida de toros que esttá detterminada
el presentte año se haga y efecttúe el lunes día veintte y uno del mes de junio[15] próximo siguientte y que para ello los caualleros comisarios se hagan
las prebenciones y disposiciones necesarias, specialmte la de que
los toreros sean promttos para el expresado día.
Un caballero preparado para alancear un toro |
En efecto, la corrida sería el día
21... pero de julio. Y ahí no acabarían las celebraciones, puesto que en la
sesión de esa misma jornada, solo acabar el festejo taurino, los representantes
de la Ciudad y su Tierra se mostraron unánimes en el deseo y exfuerzo de que se continúe la zelebridad de funciones
públicas para regozijo del pueblo en memoria del feliz suceso de la toma de
Orán y sus casttillos. Los capitulares, al respecto, informan de que varios
vecinos de Ciudad Rodrigo habían manifestado su propósito de celebrar otra
corrida de toros, por lo que si dejaban a
disposición de ellos los tablados que se hallauan formados para la corrida del
presentte día, enttregarían mill y ochozos rs y cien rs
más para la carne y cuero de cada uno de los toros qe la ciudad
gusttase de comprar para dha segunda corrida. No cabía duda,
todos estaban de acuerdo, regidores y sexmeros, en continuar con la fiesta. Se
admitió la propuesta de los vecinos y se resolvió fijar la expresada corrida de ocho o nuebe toros para el día lunes, onze del
próximo mes de agosto[16], con la preuenzon y disposición
de luminarias y fuegos para regozijo del pueblo y qe las canttidades
de mrs que además de lo que dieren y entregaren dhos
vecinos para tablados y toros se supla y pague de el productto de la presentte
administrazon de renttas rs, que corren por mittad a
cargo de Ciudad y Tierra, con papelettas de los caualleros comisarios que para
ello se nombraron[17].
Capea en un pueblo con un toro embolado |
Fue un acontecimiento sobrevenido,
otra de tantas alegrías del rey que trocaron en celebraciones, algo que había
sido habitual en los siglos anteriores y que en la centuria del XVIII había
estado demasiado constreñida hasta el momento, con las excepciones señaladas.
[1]
AHMCR. Caja 1177.0.0, Libro de cuentas de
propios y yunterías. 1590-1630. Al respecto, y solo para apoyar este
supuesto, señalamos algunas referencias de finales del siglo XVI y principios
del XVII:
- 1589. “Pago
a Francisco de la Carrera, vezino de esta ciudad, de tres toros que vendió para
las fiestas de Sant Juan”.
- 1595. “Ytem
se le rreçiben y passan en quenta seis myll maravedís que hubo de aver de
quattro toros que esta çiudad tiene por quenta de yunterías para correr en sus
rregoçixos, a rraçón de myll e quinientos maravedís por no aber muerto ninguno
de los dichos toros, conforme el asiento con que sse rresçibió por mayordomo,
como pareçe por el dicho asiento signado de Francisco Gabilán, scrivano del
Ayuntamyento desta çiudad, de que doi fee”.
- 17-4-1595
(propios). “Ytem sse le haçe cargo [al mayordomo] que cobró de el dicho Xpóval
dePárraga nueve mill maravedís de un toro que sse da de allegas a la dicha
rentta conforme a la costumbre inmemorial con qe se arrienda” [la
renta del Peso].
“Ytem se
le haçe cargo de ttres mill noveçientos y quarenta y quattro maravedís que
cobró de Graviel Gutiérrez, administtrador que fue de la carniçería el año
pasado de noventta y quattro, de dos toros que se habían corrido y sse pesaron
por la dicha çiudad como paresçió por el libro de resulttas y memoria que para
haçer cargo el dicho mayordomo se vio”.
“Ytem se
haçe cargo de ochenta y ocho reales que cobró de Antonio Rodríguez, veçino
desta çiudad, de un toro que se bendió a prados veçinos del Açebo que abía dos
años que andaba perdido por sse aver salido de un rregocixo, que subasta dicha
ciudad…”
También
hay un descargo de 4.500 maravedís “de ttres toros que la çiudad corrió no
murieron”.
- 15-3-1596.
Yunterías: se hace cargo a Hernán Gómez de 54.000 maravedís de seis toros. Cargo:
dos toros a Domingo Quadrado, sexmero (lo mismo que el resto de los años en
cuanto a toros y rentas).
- 1601.
Toros: 20.000 maravedís a Miguel Caballero, vecino de El Payo, por dos toros
para San Juan. 9.500 maravedís por un toro a Juan Mateos, de El Payo, también
por San Juan. 10.000 maravedís por 1 toro de San Juan a Gaspar Vázquez,
regidor. Y 8.000 maravedís por un toro a Xptóval de Grijota, de Ciudad Rodrigo,
para San Juan.
- 1601. -3.000
maravedís a Juan de Caraveo y Juan Guiral, regidores comisarios de las fiestas por
“aver ydo çinco días a la jurón a comprar toros para las fiestas de
Sant Juan…”
- 9.000
maravedís a Miguel Sánchez, vecino de La Aceñuela, por un toro para las fiestas
de San Juan.
- 9.000 maravedís a Lorenzo
Navarro, clérigo, por otro toro para San Juan.
- 20.000 maravedís por dos
toros para las fiestas de Santiago.
- 10.200
maravedís a Domingo Sánchez, de Villoria, por un toro para la fiesta de Nuestra
Señora de Agosto.
- 10.000
maravedís a Domingo Sánchez, de Tenebrón, por un toro para las fiestas de Santiago.
Y así,
innumerables apuntes ceñidos a siglos anteriores y posteriores que es menester
ahora queden relegados para otros ámbitos, para otros estudios complementarios
al que se urde.
[2] AHMCR.
Caja 165.10.0 Real ejecutoria a favor de esta ciudad en el pleito sobre la
separación del efecto que llaman de yunterías. (1716). En la relación de
salarios del personal vinculado a los gastos del concejo se afirma que “al que
pone las ttalanqueras se le da de salario cada año seis mill y settecienttos
maravedís” (es un memorando que recoge todos los instrumentos utilizados hasta
el momento en el litigio de las yunterías). Se hace una aclaración de la concordia de 20
de mayo de 1560 referida a los dos toros que debe aportar la Tierra:
“Primeramente, en lo que toca al capíttulo diez y seis que declara que los seis
ttoros que anda con las yunterías, que la Ciudad corra los quattro e los dos el
provecho dello lo lleve la Ttierra para lo que bien vistto le fuere; en quantto
a estte capíttulo decimos que la Ttierra de la dicha Ciudad a de llevar los
dichos dos ttoros entteros a beintte ducados por cada uno dellos qual más
quisieren para ayuda de sus necesidades; e que si en las condiciones del remate
de la dicha rrentta de yunterías se subiese o bajase el precio de los dichos
toros que se montare en el balor de los de de ellos lo lleve la Ttierra, sin
que en ello se le ponga ympedimentto alguno en que el mayordomo de la dicha
Ciudad que al presentte es o fuere de aquí adelantte les acuda con ello e que
con su cartta de pago se le rreciva e pase en quentta de su cargo, sin otra
dilijencia alguna”.
[3]
AHMCR. Libro de acuerdos de 1717, de 30 de junio.
[4]
Ibídem. Libro de acuerdos de 1724, de 23 de febrero: “Habiéndose tratado en
rrazón de continuar los festejos a la aclamazon de nro
rrei y sr Dn Luis, primero deste nombre, se acordó por la
Ciud de consentimiento de dhos sesmeros qe
para el mes de maio de este año se disponga una corrida de toros, y para ello
se saquen de los efectos de yuntterías el importe y valor de quinze toros, los
zinco para gastos y los diez para la expresada corrida y después de muertos an
de quedar los zinco a disposición de la Ciud y los otros zinco a la
de dhos sesmeros…”
[5] El
tratado de Viena de 1725 fue el acuerdo firmado en dicha ciudad el 30 de abril
de 1725 por los representantes de Carlos VI, del Sacro Imperio Romano Germánico,
y de Felipe V de España, por el que el primero renunciaba definitivamente a sus
aspiraciones al trono de la monarquía de España mantenidas tras la firma de los
tratados de Utrecht-Rastatt de 1713-1714 que pusieron fin a Guerra de Sucesión
Española, mientras que Felipe V reconocía la soberanía de Carlos VI sobre los
territorios de Italia y de los Países Bajos que antes de la guerra habían
pertenecido a la monarquía hispánica.
[6] Ibídem.
Libro de acuerdos de 1725, de 29 de mayo.
[7]
Ibídem. Acuerdo del 1 de junio de 1725: “En considerazon de lo
acordado acerca de disponer corrida de toros en esta Ziud con la
brevedad posible y otros festejos públicos en zelebridad de las notiçias comunicadas
por el Exmo señor presidente de Castilla de horden de S. Md
en razón de la paz con el Sor emperador i no tener esta Ziud
propios ni efectos algunos de que suplir los gastos, se acordó se ocurra a S. Md
i Supremo Consejo de Castilla en solizitud de que se conzeda prorogazon
de la facultad de los baldíos acotados de que usa esta Ziud asta en
la cantidad de dos mill ducados que se consideran por prezisos para la dha
celebridad”. Se encomienda la gestión a Luis de Miranda, “capitular desta
ziudad que se alla en la Corte”.
[8]
Ibídem. Acuerdo del 6 de junio: “Tratose largamte por la Ziud
y sesmeros en razón de que con el maior abrevio se ejecuten demostraziones i
festejos públicos en zelebridad de las notizias azerca de la paz confirmada
entre S. Mgt i el Sor emperador i sin embargo de lo
acordado en solicitud de la pretensión azerca de la prorogazon de el
arbitrio de baldíos acotados asta en la cantidad de dos mill ducados, que se
consideran prezisos para el gasto de corrida de toros i otros festejos, se acordó
con asistenzia de los dhos sesmeros que por no dilatarse tan justo
regozijo, se dispongan una corrida de toros para el día dos de julio desde preste
año, dos días más o menos, disponiendo la compra los cavalleros comisarios de
diez toros, quedando el despojo de los cinco toros muertos a disposizon
de los dhos sesmeros i los otros zinco a disposizon de la
Ziud, excepto las pieles de todos los dhos diez toros, i
que el importe de ellos i el de los correspondientes a el de otros quatro toros
que se discurren prezisos para el coste de toreros, refrescos, enzierro de
plaza i demás gastos yndispensables, se saque de el efecto de yunterías i se
continúe la solizitud de la prorrogazon de baldíos acotados para el
remplazo de el referido gasto”.
[9]
Ibídem. Libro de acuerdos de 1729, de 14 de febrero: “Acordose se agan buenos a
Franco Díaz Morán, mayordomo de los propios de estta Ziud,
trescenttos y tres Rs y seis mrs de vón que de
orden de ella se an gasttado y convertido en estta manera: zientto y setenta rs
en los jornales de zerrar la plaza pública de ellas para las funziones de
novillos que se corrieron la semana pasada, luminarias y otros gastos en
regozijo a la celebridad de los Rs Casamtos…”
[10] El
Ayuntamiento estaba integrado, además del alcalde mayor, por los regidores Francisco Guerra Merino,
preeminente; Francisco Agustín del Águila Osorio, teniente de alférez mayor; y
Melchor de Miranda del Águila, Manuel Joseph Zenteno de Contreras, Bernardino
Jerónimo Guzmán, Isidoro Quadrado, Nicolás Martínez, Isidro Samaniego y Manuel
de Marra y Larea.
[11]
Efecto de yunterías según la concordia entre Ciudad Rodrigo y su Tierra sellada
el 20 de mayo de 1560. AHMCR, Caja 165.10.0; Real ejecutoria a favor de esta
ciudad en el pleito sobre la separación del efecto que llaman de yunterías, de
1716: “Que es de cada labrador que coge ocho fanegas de pan de cualquiera
semilla a de pagar ocho zelemines de trigo y una fanega de cebada, o se ha de
convertir en cosa concerniente a la
Ciudad y Tierra conforme a las ejecutorias y concordia que
dello hay”.
[12]
Ibídem.
[13]
AHMCR. Libro de acuerdos de 1732, de 11 de febrero.
[14]
Ibídem, sesión del 11 de junio: : “Acordose que los sores Dn
Franco del Ágla y Dn Franco Guerra,
comisarios de fiestas, libren por sus papelettas las porciones y cantidad que
se fuesen necesitando para los gastos de la corrida de toros que ha de hauer en
el pressentte año, y que los baia pagando Diego Hz Sierra por
quentta de la mittad de ganancias que ttocaron a estta Ciudad en la admon
de renttas del quatrenio anttezte…”
[15] En
la siguiente sesión ya se indica que en realidad será la corrida en el mes de
julio, el día 21.
[16]
Ibídem. Libro de acuerdos de 1733, sesión del 4 de noviembre. Se hace
referencia a la deuda que todavía se mantenía respecto al desarrollo de este
festejo y se se acuerda que, de los efectos de la administración de rentas
reales y de la cuenta de ganancias, se “entregue y pague a Pedro Ramos, vecino
de estta ciud, mil tresztos y veinte y un rreas
y veintte y siette mrs que por rrelación justta y aprovada en estte
aiuntamto se resultan deviendo para cumplir el gastto que se hizo en
la corrida de ttoros que se ejecuttó el día honce de agto del año
próximo passado”.
[17]
Ibídem, sesión del 21 de julio de 1732.
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