La relación de publicaciones periódicas mirobrigenses se ha
convertido en verdadero caballo de batalla para contados historiadores o
aficionados a los avatares históricos que siguió nuestra población en la
reciente historia. Algunos, entre los que cabe destacar a Jesús Pereira Sánchez,
hicieron patente una enorme muestra de tenacidad para dilucidar, aunque fuera
someramente, la historia de la prensa en Ciudad Rodrigo. Hoy esta
cuestión sigue siendo
una gran laguna sobre la que habría que
tender con toda celeridad un puente
que facilitara más datos y mejores
informes de la vida y sucesos de la población rodericense a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
En efecto,
si la prensa salmantina en general tiene sus orígenes en las postrimerías del siglo
XVIII, no es hasta la centuria siguiente cuando comienza a mostrar un desarrollo
acorde con las inquietudes de la época. Es un momento, como apunta Mariano Alonso
en un informe insertado en el libro Publicaciones Periódicas Salmantinas.
1793-1936, de tránsito que lleva a convertir a la prensa periódica en
general «en el órgano de expresión de los distintos grupos de opinión del
país, ya que encierra y difunde información directa sobre temas políticos,
sociales y económicos, entre los posibles lectores».
Reproducción de la portada del primer número de Terpsícore |
Si se
considera que en la provincia de Salamanca se publican alrededor de doscientos
periódicos en el intervalo anteriormente citado, en Ciudad Rodrigo, entre la
segunda mitad del XIX y 1928, en una serie de artículos publicados en el
semanario Tierra Charra bajo el
epígrafe «¿Sabe usted qué periódicos se han publicado en Ciudad Rodrigo?»,
Jesús Pereira Sánchez cita, a través de estudios propios o por comentarios de terceras
personas, la existencia de más de cincuenta periódicos diferentes. Es una
relación variopinta, en la que prima la anécdota sobre el estudio, pero que
contribuye de manera apreciable a la formación del primer índice conocido
sobre publicaciones periódicas mirobrigenses.
En
el número 31 de Tierra Charra, de
fecha 13 de mayo de 1928, en su última entrega del citado trabajo, Pereira afirma no haber
agotado toda la relación y pide colaboración para completar el índice por él
comenzado. Esta puerta abierta a la investigación aún no ha sido traspasada de
una forma resolutiva por los diferentes estudiosos de la materia. Sería
plausible, dado el interés que supone para la historia mirobrigense, elaborar
un estudio detallado que dilucidase definitivamente el espectro que se tiende
sobre una realidad tan firme como es la prensa en Ciudad Rodrigo.
Personalmente, quisiera
ofrecer mi pequeña contribución aportando los datos que he obtenido al estudiar
uno de los varios periódicos publicados en esta localidad y que ni siquiera
estaba incluido en la relación de Tierra
Charra, ni tampoco en el índice que Ignacio María Domínguez Rodríguez incluye
en la edición personal del pregón de Carnaval de Alberto Navarro, publicado en 1974 con
el título Tres Columnas.
Terpsícore sale por primera vez
el 27 de mayo de 1891 bajo la «advocación» de la diosa de la danza. Lleva a la
sazón el nombre de esa musa por título y surge en un momento de esterilidad en
cuanto a publicaciones periódicas mirobrigenses se refiere. En el editorial
del primer número de Terpsícore, así
llamada la publicación, se corrobora lo expuesto anteriormente: «Venimos a
llenar un inmenso vacío con nuestra publicación, pues sabido es que carecemos por
completo en esta ciudad de uno de los poderosos agentes de la civilización
cual es la prensa». En ese mismo editorial, intitulado «Quiénes somos y a qué
venimos», hacen acopio de sus intenciones y propugnan, entre otras cosas, lo
que sigue: «Alejados de la política completamente, exentos de pasiones y rencores,
que no tienen cabida en nuestros corazones, y llenos de vehementes deseos por
el engrandecimiento de Ciudad Rodrigo, emprenderemos la ardua empresa,
plenamente convencidos de que el público ha de suplir con su favor la escasez
de nuestras fuerzas, que en todas ocasiones propenderán al laudable fin
expuesto».
Así, pues, muestran
a primera vista una independencia política que nunca llegaría a ser norma en
periódicos posteriores: es una década en la que surgen fundamentalmente
periódicos políticos, defensores de un ideal determinado y que apoyan con vehemencia
una u otra posición política personificada en los candidatos pertinentes. Será
una lucha periodística en busca de un poder político y que culminará con la
desaparición del periódico-panfleto, una vez cumplida o fallada su misión. Ese
carácter efímero, pues su duración no solía sobrepasar a la de la campaña
electoral, es base fundamental a la hora de analizar la prensa mirobrigense.
Volviendo a Terpsícore, es necesario resaltar el
humor que llenó con asiduidad sus páginas. Un humor acre en ocasiones, baladí
la mayoría de las veces y satírico por momentos. Pero siempre exento de gracia
e interés, aspecto que llevó a La
Legalidad, periódico coetáneo de la capital, a recriminarle su actitud por
limitarse a plasmar en sus artículos cosas nimias, sin la menor importancia
(bailes sociales, ferias...), invitándole, al mismo tiempo, a replantearse su
postura y ocuparse de cuestiones de mayor transcendencia en Ciudad Rodrigo.
Máquina para imprimir procedente del taller de Cuadrado |
Esta sugerencia, que
no marcó la trayectoria de Terpsícore,
apenas pudo llevarse a cabo por la rápida desaparición del semanario. Sin embargo,
tuvo tiempo de publicar en una de sus secciones –‘Paso-Doble’- algo que
supondría, en caso de haberse llevado a cabo la idea propuesta, un cambio
radical en la configuración de Ciudad Rodrigo. Llevaba por título «¡Abajo la
muralla!» y decía, entre otras cosas, lo que sigue: «En nuestro semanario, nos
propusimos tomar siempre las cosas por el lado jocoso; pero las hay de tal
índole que entrañan no tan sólo seriedad, sino hasta gravedad en el asunto.
Precisamente de uno de estos voy a tratar. (...). El asunto puede condensarse
en muy pocas palabras: la muralla en Ciudad Rodrigo es un estorbo». Tras
desarrollar esa idea, se justificaba haciendo votos por el futuro, sin trabas
ni murallas, de nuestra población.
De conformidad con la Ley de Imprenta de 26 de julio de 1883, en su
artículo octavo se afirma que para publicar un periódico se debe elevar una
declaración o instancia a la primera autoridad gubernativa. Así lo hace Pedro
Hernández Moro, director de Terpsícore,
quien se dirige a Luis Díez Taravilla, alcalde constitucional de Ciudad Rodrigo,
en los siguientes términos: «Pedro Hernández Moro, vecino de esta ciudad, según
cédula personal que exhibe, y habitante en la calle de La Colada, número 17, en
pleno goce de sus derechos civiles a V.S., Sr. Alcalde, con la debida
consideración, expone: Que se propone fundar un periódico festivo, literario y
noticiero que llevará por título Terpsícore
y verá la luz pública los martes bajo la dirección del que suscribe, y será
impreso en la de la Viuda de Cuadrado e hijos, de esta vecindad. Al propio
tiempo y por motivos de feria he acordado que el primer número se publique el
miércoles próximo, con el beneplácito de V.S. y acompaño los recibos de hallarse
al corriente la imprenta en el pago de la contribución». Es de fecha 26 de mayo de 1891 y va firmado y rubricado por el citado director
del todavía nonato semanario.
Con los requisitos legales en su poder, Pedro Hernández Moro, colaborador
y director de varias publicaciones periódicas mirobrigenses, lanza el primer
número de Terpsícore a la calle al
día siguiente, miércoles 27 de mayo, con el subtítulo de Semanario festivo, literario y noticiero, haciendo coincidir su
publicación con la tradicional feria de mayo de 1891. Como colaboradores firman
personas que se ocultan tras seudónimos tales como Desiderio, Filis, Sailu, El
cojo de Buen-Andar, etc. Filis, por ejemplo, y haciendo gala de buen humor, en
el primer número del semanario afirma que para quien desee conocer su verdadera
identidad «me dirigiré a la Plaza Mayor con un bastoncito negro y camisa limpia». Es de suponer que
más de uno se hallaría en el citado lugar con idéntica indumentaria.
Como dice la
instancia el periódico se imprime en casa de la viuda de Ángel Cuadrado, en el
número 22 de la Plaza Mayor, que corresponde aproximadamente donde hoy se halla
la joyería Vasconcellos. En esta imprenta se editó una parte relevante de la
prensa de nuestra localidad, conservándose –ignoro si todavía existen- en la
actualidad algunos elementos de la maquinaria utilizada.
En cuanto a sus
características físicas, Terpsícore
se componía, como era norma por entonces, de cuatro páginas, de las cuales la
última se dedicaba a la sección de anuncios, verdadero sustento de la prensa a
lo largo de toda su historia. Tenía un formato convencional, de 44 por 32 centímetros y
nunca, por lo menos en los seis números que se conservan y que estimo únicos,
aparecieron sus páginas con fotografías o grabados. En otro orden, y como mera
anécdota, diré que se vendía por suscripción al precio de 1,25 pesetas al trimestre,
teniéndose por suscriptor a aquella persona que, una vez recibido el periódico
en su domicilio, no lo devolviera antes de la publicación del segundo número.
Para terminar
quisiera insertar uno de los muchos ejemplos de poesía, en este caso un
soneto, con los que adornaban continuamente las páginas de Terpsícore, y que nos da una muestra del carácter jovial y baladí
del periódico. Lo firma Desiderio y dice así:
Suerte impía
Rompa el Agueda el cauce, y
desbordado
con rapidez inunde la llanura,
y trepe del castillo hasta la
altura
y en cieno deje al pueblo
sepultado.
Rayos al mundo el cielo lance
airado
sembrando luto, muerte y
amargura,
y el espacio se cubra de negrura
y el sol quede de lumbres despojado.
Porque mis ansias son, que en este
día
salga furioso el todo de su
centro
a sepultar la dicha y la alegría
mundanas, de los avernos dentro,
y a trocar en placer la pena
mía;
pues perdí la petaca y no la
encuentro.
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